InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

20.07.17

Los elogios sin sentido dañan al ser más querido

Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales, se esfuerza siempre y en toda ocasión por elogiar al Papa. Es muy comprensible que un buen católico desee lo mejor al Papa, pero, por alguna razón, esos esfuerzos a veces parecen algo forzados y artificiales. Hasta tal punto de que tienen el resultado (sin duda no deseado por el propio obispo) de que, más que defender al Papa, dan la impresión de estar atacándolo.

Ayer, por ejemplo, Mons. Sorondo afirmó que “hoy se está viviendo un momento mágico porque por primera vez el magisterio del Papa, que responde al Evangelio, es paralelo al magisterio de las Naciones Unidas“. Todo indica que, con ello, pretendía elogiar al Papa Francisco, resaltando su relevancia en el ámbito internacional y su protagonismo en los grandes temas éticos y sociales de nuestro tiempo. El resultado, sin embargo, es justamente el contrario.

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26.06.17

¿No seguimos una doctrina ni una moral?

Quaestio Quodlibetalis XXXIII. Un lector me pidió hace tiempo que comentara una de esas recopilaciones de consejos del Papa que últimamente surgen como setas. En particular, estaba interesado en una de las frases de “Siete lecciones del Papa Francisco para comunicar la fe”, un artículo de Juan Manuel Mora, Vicerrector de Comunicación de la Universidad de Navarra, aparecido en la página Iglesia en directo.

No tenemos tiempo ni espacio para comentar todas las “lecciones” que ofrece Juan Manuel Mora como inspiradas en el pensamiento del Papa en su artículo (que, para mi gusto, resulta además excesivamente pasteloso y adulador). Por lo tanto, nos centraremos La frase que le causaba al lector cierta incomodidad:

“VOLVER A LO ESENCIAL DEL MENSAJE. Los católicos no siguen una doctrina, ni una moral, sino a Jesucristo, que les redime, les libera y les hace felices".

Lo cierto es que no me extrañó la incomodidad del lector con la frase, porque a mí me produjo la misma sensación.

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30.03.17

Los sacerdotes que no saben latín dicen muchas tonterías

Leo con tristeza que un profesor católico ha sido retirado de su cátedra de la Universidad “Católica” de Lovaina por decir algo evidente: que el aborto es un asesinato.

Digo que lo leo con tristeza y no con asombro porque, por desgracia, todos estamos muy acostumbrados a que la mayoría de las universidades católicas no tengan de católicas más que el nombre. Y, por una desgracia aún mayor, también estamos acostumbrados a que las autoridades religiosas, diocesanas o vaticanas correspondientes miren hacia otro lado en vez de cumplir con su deber de defender al rebaño de los lobos. En fin, Dios tenga misericordia de ellos el Día del Juicio, porque la van a necesitar (o como decía una vieja novela con cierta gracia, ya se pueden ir comprando ropa interior de amianto). 

No es eso, sin embargo, de lo que quería hablar. Más que la traición de la completamente secularizada Universidad, me ha llamado la atención la reacción de la Conferencia Episcopal Belga, cuyo portavoz. el P. Tommy Scholtès SJ, ha declarado que: “Las palabras de Stéphane Mercier me parecen grotescas. La palabra ‘homicidio’ es demasiado fuerte: supone una violencia, un acto cometido con plena conciencia, con intención y esto no tiene en cuenta la situación de las personas, a menudo en medio de una gran crisis".

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17.03.17

Y Mons. Sánchez Sorondo es Canciller de dos Academias Pontificias…

Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo es uno de los argentinos ilustres de este pontificado. De hecho, dirige no una, sino dos Academias Pontificias, como Canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias y de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales. Sin embargo, hace dos días, en una entrevista, mostró que no sólo no conocía los principios básicos de la moral católica, sino que los negaba explícitamente y defendía el consecuencialismo moral, una postura condenada por la Iglesia.

Ante las preguntas de un periodista de LifeSiteNews, explicó que había invitado al Vaticano a Paul Ehrlich, al igual que a otros famosos defensores del aborto y propagadores del mito de la sobrepoblación, porque “es un especialista en estas cosas. Por eso lo invitamos, porque es un especialista en estas cosas. Ha escrito un montón de libros sobre el tema, así que es un especialista”. Es sorprendente que Mons. Sánchez Sorondo no se dé cuenta de que escribir libros llenos de barbaridades, refutados innumerables veces y cuyas predicciones han mostrado ser erróneas una y otra y otra vez, no convierte a alguien en un experto. Lo convierte en lo contrario de un experto.

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10.03.17

Alfa y Omega, quién te ha visto y quién te ve

Se ve que me voy haciendo viejo, porque aún recuerdo los viejos tiempos de Alfa y Omega, creado como una estupenda herramienta de evangelización, llena de ilusión por llevar a Cristo al mundo, defender sin complejos la razonabilidad de la fe y mostrar las incontables riquezas espirituales de la Tradición y la vida de la Iglesia. En mi casa todavía debe de estar en algún sitio un cuaderno en el que, entre otras cosas, guardaba recortes de la revista que me habían parecido especialmente buenos. Precisamente por eso, me duele ver que el catolicismo del semanario se va diluyendo cada vez más en el progresismo ambiente, adoptado de forma entusiasta y acrítica por sus responsables.

Me temo que Alfa y Omega se está uniendo así a una larga tradición (con minúscula) de revistas católicas que han ido trocando su catolicismo por mundanidad más o menos teñida de clericalismo residual. En casa de mis abuelos se recibía el magnífico Mensajero del Corazón de Jesús y tanto era el aprecio que tenían a la revista que tardaron años en convencerse de que había cambiado y ya no valía para nada. En efecto, como símbolo externo de lo que sucedía en su interior, había ido utilizando un tipo de letra cada vez más pequeño para “Corazón de Jesús” en su título hasta que, finalmente, se quedó únicamente en “El mensajero". Por supuesto, para aquel entonces la revista carecía de mensaje más allá de un vago progresismo de tres al cuarto. Algo parecido les ha sucedido a otras muchas revistas y, desgraciadamente, parece que también a Alfa y Omega, antiguo orgullo de la diócesis de Madrid.

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