InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

6.03.08

Pobre Hermandad de Begoña... o lo que no es la Semana Santa

El blog Tabira recogió el otro día una realizada al sacerdote José Luis Villacorta, profesor de la Universidad de Deusto. El tema de la entrevista era la Semana Santa bilbaína y se había escogido a este sacerdote por ser el “asesor religioso” de la Hermandad de la Virgen de Begoña de Bilbao.

Lo cierto es que ya la expresión “asesor religioso” para una Hermandad, en lugar de Capellán, Director Espiritual o cualquier otra cosa, hace rechinar los dientes. Es una expresión más de la tendencia actual a avergonzarse de los nombres explícitamente cristianos para las cosas. Supongo, sin embargo, que es posible que el interesado no haya tenido culpa en ello y se limite a sufrir el nombrecito.

Lo que verdaderamente resulta sorprendente es la interpretación que hace este sacerdote de lo que es la Semana Santa (antes de leerlo, recomiendo que las personas impresionables se sienten, para no caerse de espaldas)

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5.03.08

Somos tan raros como los japoneses

El P. Masiá habla hoy en su sobre la inculturación en Japón. Critica que la traducción y las modificaciones de la liturgia propuestas por los obispos japoneses para su país hayan sido rechazadas por Roma.

Para este padre jesuita y compañero de Religión Digital, este rechazo indica la cerrazón mental de la curia vaticana, que se niega a aceptar las peculiaridades del pueblo japonés. En efecto, el Japón tiene una cultura y unas costumbres muy diferentes a las europeas y, por lo tanto, sería necesario modificar expresiones y partes de la liturgia que sólo tienen sentido en Europa.

Lo que me ha parecido curioso de su artículo es que todos los ejemplos que cita de peculiaridades japonesas son igualmente aplicables a España.

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24.02.08

Necesitamos hablar más del cielo

A continuación, recojo unas palabras del Predicador de la Casa Pontificia, el P. Raniero Cantalamessa, sobre el evangelio de hoy de la Samaritana, que he tomado de .

Como siempre, el P. Cantalamessa se centra en un punto concreto pero esencial de la lectura, sin intentar abarcar la inagotable riqueza del Evangelio. En este caso, habla de la sed de eternidad que tiene la Samaritana y que compartimos todos. Como ejemplo de esto cita a nuestro filósofo y escritor, Unamuno, que, en medio de la duda y la oscuridad, vivió en permanente anhelo de la eternidad.

Necesitamos mirar al cielo, ir gustando la vida eterna ya en esta tierra y saboreando lo que un día podremos disfrutar plenamente en la Jerusalén del Cielo. De otro modo, nos convertimos en verdaderos “animales de la vista baja”, los cerdos, que son los únicos que nunca miran al cielo, porque siempre están mirando hacia abajo, pendientes de encontrar una bellota o algo de comer.

Por muchas buenas intenciones que tengamos y por mucho que hablemos de compartir o de solidaridad, si no miramos al cielo, somos tan materialistas como Marx o como el rico más desalmado que jamás se atoró intentando entrar por el ojo de una aguja. Quien tiene la vida eterna, puede entregar con alegría y generosidad su vida terrena, porque ha experimentado que Cristo se la devuelve centuplicada.

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10.02.08

Para empezar bien la Cuaresma

En mi opinión, la mejor manera de empezar cristianamente cualquier etapa de la vida es con la bendición de Dios. No es extraño que, en los momentos más importantes de nuestra vida, los cristianos recibamos siempre esa bendición: poco después de nacer, con el Bautismo, en el día de nuestra boda, al recibir el sacramento del Matrimonio, o, cuando vamos a morir, con la Unción de Enfermos.

La bendición es, en cierto modo, un regalo de gracia divina, porque la Palabra de Dios tiene poder para cumplir lo que dice, para transformarnos según lo que Dios quiere para nosotros. Por eso mismo, si, al empezar algo, Dios “dice bien” de nosotros, eso que afirma se cumplirá en nuestra vida, a poco que dejemos actuar a Dios en nosotros.

Creo que también es una buena idea que empecemos esta Cuaresma con la bendición de Dios. Les ofrezco, para que puedan leerla y meditarla, la preciosa bendición solemne que la Iglesia propone para Cuaresma.

Quizá la hayan recibido ya en la Eucaristía de hoy, primer Domingo de Cuaresma, o en la del Miércoles de Ceniza. O quizá no, porque, por desgracia, muchos sacerdotes se dejan llevar por la rutina y, simplemente por ahorrarse el esfuerzo de buscar la página de esta bendición, que está en un lugar aparte en el Misal, prefieren usar la bendición estándar de todos los días. No se dan cuenta, quizá, de que privan a los fieles de disfrutar de los tesoros de la liturgia de la Iglesia, que son una herramienta poderosa para ayudar a entrar en el espíritu cuaresmal.

Fíjense en como, en unas pocas palabras, se abre ante nosotros una visión profunda y verdaderamente cristiana de lo que es la Cuaresma. Empieza con las palabras, “Dios, Padre misericordioso”, porque este es un tiempo en el que se nota especialmente la misericordia de Dios para con nosotros, los pecadores. Dios, como el padre del hijo pródigo, está deseando regalarnos el gozo de volver a la casa paterna.

No se pierdan tampoco el ejemplo a seguir que nos ofrece: “Cristo, modelo de oración y de vida”. ¡Ahí es nada! No se trata de que en esta Cuaresma seamos un poquito más buenos o nos comprometamos más o seamos algo más virtuosos, se trata de que, el “camino de la Cuaresma”, mediante una “auténtica conversión del corazón”, nos lleve a transformarnos totalmente a imagen de Jesucristo, para que vivamos como lo que somos, hijos de Dios en el Hijo.

Para esta estupenda aventura, necesitamos el Espíritu Santo, “Espíritu de sabiduría y fortaleza”, porque no hay que engañarse: la Cuaresma es un tiempo de “lucha contra el maligno”. No es fácil. A nadie le apetece convertirse, cambiar de vida. Lo que nos apetece es seguir cómodamente sentaditos en nuestro sillón y seguir viviendo aburguesados, como los paganos. Sin embargo, si no combatimos junto a Cristo en esta lucha por conseguir que Dios reine en nuestra vida, no tendremos derecho a participar en la “victoria pascual”.

Espero que les guste y que se cumpla en todos nosotros lo que dice.

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Dios, Padre misericordioso,
os conceda a todos vosotros, como al hijo pródigo,
el gozo de volver a la casa paterna.

T. Amén.

Cristo, modelo de oración y de vida,
os guíe a la auténtica conversión del corazón,
a través del camino de la Cuaresma.

T. Amén.

El Espíritu de sabiduría y de fortaleza
os sostenga en la lucha contra el maligno,
para que podáis celebrar con Cristo la victoria pascual.

T. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.

T. Amén.

7.02.08

Jesus, el chocolate y la Cuaresma

Una amable lectora francesa, afincada en Alemania, me envía un breve texto sobre la Cuaresma del P. Combeau, un joven dominico francés, que les traduzco a continuación, de forma bastante libre.

Lo que me ha llamado la atención del texto es que subraya algo que a mí personalmente siempre me gusta: ir a lo esencial.

Supongo que es evidente que no pretende afirmar que el ayuno o las privaciones voluntarias sean algo malo, todo lo contrario. Lo que sí dice es que las prácticas cuaresmales no son un fin en sí mismas, sino que están subordinadas al verdadero fin de la Cuaresma: convertirse, volver el corazón a Cristo.

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