La Iglesia en el Congo
A pesar de que la Iglesia está extendida por toda la tierra, actuamos a menudo como si fuera algo casi exclusivamente europeoo o americano. El católico medio desconoce casi todo sobre la Iglesia en Asia, en África o en Oceanía. Como católico significa “universal”, creo que es bueno que conozcamos algunas de esas iglesias particulares católicas de otros lugares del mundo.
En el Congo, por ejemplo, hay más de veinte millones de católicos, tantos como en Austria, Bélgica y Portugal juntos. Tienen un uso litúrgico propio y una historia cristiana que se remonta al siglo XV. He pedido a un amigo mío, sacerdote diocesano congoleño, que nos cuente algo sobre la Iglesia en su país, que sufre desde hace años una situación de guerra intermitente.
Espero que Ceferino pueda responder a las preguntas que tengan los lectores, para que podamos conocer mejor a estos hermanos nuestros en la comunión de los santos, que peregrinan en tierras africanas.
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Hace mucho que mi hermano Bruno me pide que escriba algo sobre la Iglesia en la República Democrática del Congo. Soy Ceferino Ligopi, sacerdote de la diócesis de Lisala, en el norte de la República Democrática del Congo, estudiante en la Facultad de teología de San Dámaso de Madrid.
¿Qué voy a contar de la Iglesia en el Congo? Hay muchas cosas. Se puede hablar de la liturgia, de la organización pastoral, de las escuelas católicas, de la conferencia episcopal… Es imposible hablar de todo. Pero antes una breve situación general desde las cifras.

Cuando los romanos construían sus calzadas por todo el mundo conocido, no eran conscientes de ello, pero estaban preparando el camino para los Apóstoles. Su propósito era facilitar las comunicaciones militares, comerciales y administrativas que les permitieran gobernar su extensísimo imperio, pero Dios tenía otros planes. Las calzadas romanas unieron puntos lejanos de Europa, Asia y África, entre los que anteriormente era muy complicado viajar, y los primeros misioneros cristianos aprovecharon esas vías de comunicación para anunciar el Evangelio hasta el último rincón del mundo grecorromano. Las águilas imperiales, sin saberlo, se convirtieron en heraldos de la Cruz.
Ayer, la mayoría de los titulares de los periódicos norteamericanos y de buena parte del mundo se felicitaban por el logro que suponía el primer Presidente negro del país. No es de extrañar, ya que Estados Unidos tiene, por su Historia particular, una especial sensibilidad con respecto al tema del racismo que raya con la obsesión.
Una amable lectora me ha enviado la dirección de la
Es del dominio público que Mons. Fellay, principal líder de la Sociedad San Pío X fundada por Marcel Lefebvre, rechazó, hace unos días, la generosa oferta de la Santa Sede para volver a la comunión con la Iglesia.



