InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: General

2.05.22

Ateos, agnósticos y cameleopardos: empieza la aventura

Confieso que me fascinan los ateos y los agnósticos. Cuando hablo con ellos, me siento en presencia de seres fantásticos y maravillosos, como debían sentirse los antiguos cuando oían relatos de tierras lejanas en las que aparecían rinocerontes, hipopótamos o cameleopardos. Solo esos nombres griegos o latinos ya resultaban exóticos y evocadores y las descripciones de los viajeros debían de parecerles casi increíbles.

Lo mismo me sucede a mí al encontrarme con un ateo o un agnóstico, solo que con el asombro añadido de tener el prodigio ante mis propios ojos y estar escuchando sus extrañas palabras: un auténtico cameleopardo sentado tan campante en el asiento de al lado del metro o de visita en el salón de mi casa. Quizá a otras personas los ateos y agnósticos no les resulten sorprendentes debido a la fuerza de la costumbre, del mismo modo que, presumiblemente, a los indígenas de Kenia o Namibia los rinocerontes y otras bestias les parecerían lo más normal del mundo. A mí, sin embargo, siguen dejándome con la boca abierta.

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15.04.22

Cinco soles

Pies crucificadoHoy, Viernes Santo de la Pasión del Señor, sigo la tradición de traer al blog un soneto que ayude a contemplar este gran Misterio, con el que Dios hizo saltar por los aires todas nuestras ideas, expectativas y medidas. Qué cortas se quedan las palabras para hablar de ello. ¿Quién habría podido nunca imaginar algo así?

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9.04.22

Niño chico, milagro grande

Hace unos días mi hijo menor hizo su primera confesión, así que estuvimos hablándole sobre ese tema. Primero, para asegurarnos de que había entendido bien la mecánica, claro, y evitar que le contara al sacerdote los pecados de sus hermanos o algo así, pero ante todo para que comprendiera la importancia del sacramento, lo que era el perdón de los pecados y por qué se perdonaban, entre otras muchas cosas.

Mientras su madre y yo le estábamos explicando todo esto, pasó algo muy curioso: me quedé admirado de lo que decíamos. Ya sé que parece que no tiene sentido admirarse de algo que uno mismo está diciendo, pero el lenguaje sencillo que se usa con los niños tiene la virtud de ir al grano, a la realidad de las cosas, que es la que suscita la admiración.

El perdón de los pecados, como le decíamos a Tomás, es un milagro. Pero un milagro de los grandes, de los que quitan el hipo y son requetemilagrosos, no un milagrito como dar la vista a un ciego o convertir el agua en vino. A fin de cuentas, la medicina podría avanzar lo suficiente para curar a un ciego de nacimiento y en las viñas se convierte todos los años en vino el agua de la lluvia. En cambio, el perdón de los pecados es algo que está reservado únicamente a Dios.

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1.03.22

¿Teología del siglo XXI o rogativas para pedir la lluvia?

Un amable lector me ha enviado un artículo en el que Pedro Castelao se ríe de las oraciones para pedir la lluvia y de la oración de petición en general como cosas ridículas y “supersticiones anticientíficas”. Es un artículo disparatado, pero no tendría mayor importancia, si no fuera porque, horresco referens, el tal Pedro Castelao es doctor en Teología, profesor de Antropología Teológica e Historia de la Teología y Director del Departamento de Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de Comillas. Que alguien que no solo sufre este grado de analfabetismo teológico, sino que además hace gala de su ignorancia confundiéndola con sabiduría, sea profesor de Teología en una universidad católica dice mucho de por qué la Iglesia está en una profunda crisis.

Como son ideas que, gracias precisamente a universidades y editoriales “católicas”, se han ido extendiendo como las malas hierbas, me ha parecido oportuno señalar las tremendas contradicciones y faltas de lógica de su argumentación. El texto original está en negro y mis observaciones, como siempre, en rojo. Me perdonarán los lectores si mis observaciones se alargan un poco: soltar un disparate se hace fácilmente y sin pensar, pero para explicar por qué es un disparate hay que razonar y eso exige un cierto esfuerzo.

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22.02.22

La humildad del corazón

¿Cuál es el principal problema de los cristianos corrientes? Me refiero a los de Misa dominical o incluso diaria, los de buena intención, los que hacemos lo posible por vivir en gracia y nos confesamos regularmente, rezamos el rosario y nos esforzamos por convertirnos en cuaresma o abrir el corazón en adviento. Problemas tenemos muchos, claro, como todo el mundo, pero ¿cuál es el principal, el que siempre está presente, como una piedra molesta e irritante en el zapato de la que no nos podemos librar?

Creo que, si lo pensamos un poco, no hay duda de que ese problema es generalmente la rutina y la tibieza. Para el cristiano, los pecados se solucionan confesándose, pero ¿y esa mediocridad de la que no podemos salir? ¿Para eso nos redimió Cristo en la cruz, para que viviéramos más o menos como los demás hombres, sin grandes vicios, pero también sin grandes virtudes? ¿Para que fuéramos tirando por la vida? ¿Acaso no estamos llamados a ser santos? ¿Por qué nos confesamos una y otra vez, año tras año, de lo mismo y parece que no avanzamos nada? ¿Por qué pasan cuaresmas y cuaresmas y no nos convertimos?

Esto nos lleva al problema real, que no es la tibieza en sí misma, sino algo más profundo: ¿de dónde viene esa tibieza? ¿Por qué nos domina? ¿Por qué estamos tan esclavizados por ella que no podemos liberarnos? ¿Es que no tiene remedio y solo un puñadito de santos estaba llamado a salir de la mediocridad? ¿Y nosotros?

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