¿Mejores que San Pablo?
Hoy, un post breve.
Me ha impresionado la lectura de hoy de laudes, tomada de la carta a los Filipenses:
“Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación malvada y perversa, entre la cual brilláis como antorchas en el mundo”.
Por supuesto, lo primero en lo que me he fijado es en lo que la Palabra de Dios me decía a mí: Hazlo todo sin murmuraciones ni discusiones, como un hijo de Dios. Impresionante. Sólo eso lo cambia todo. Estoy llamado a brillar como una antorcha con la luz del mismo Dios, a ser una criatura completamente nueva, que no anda quejándose y protestando, ni siquiera cuando “tiene razón” en quejarse y protestar. Todo lo que Dios pone en mi vida es para mi bien y estoy llamado a bendecirlo siempre, tal como he empezado el día: Señor, ábreme los labios. Y mi boca proclamará tu alabanza. Eso es el cielo, que comienza ya en la tierra por la gracia, vivir alabando a Dios.
Después, me ha llamado la atención otra cosa.

Como llevamos varias semanas de artículos polémicos, necesarios pero fatigosos, creo que es buena idea traer al blog palabras de aliento, de gracia y de esperanza, así que he traducido para los lectores parte de un texto del Beato John Henry Newman. Se trata de uno de los sermones parroquiales que pronunció cuando aún era anglicano. Uno no puede evitar pensar que ojalá muchos sacerdotes católicos predicaran al menos como el Newman anglicano.
Veo que el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos
En el último artículo, un lector, Feri del Carpio, escribió un comentario que me resultó muy interesante y que me gustaría analizar hoy:
En su



