InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Moral

31.01.18

¿Una nueva situación a la que se enfrenta la Iglesia?

“Como ya he dicho en alguna ocasión, lo que me parece más inexplicable de los ataques actuales contra la doctrina inmemorial de la Iglesia sobre la sexualidad es la idea de que la tentación sexual y los pecados sexuales son parte de una nueva situación a la que se enfrenta la Iglesia y que, por lo tanto, requieren una nueva respuesta.

Como si los milenios anteriores no hubieran conocido las tentaciones sexuales… Como si (según el viejo chiste inglés) las relaciones sexuales realmente hubieran sido inventadas en los sesenta por los Beatles”.

P. John Hunwicke, blog Mutual Enrichment

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23.01.18

¿Un matrimonio histórico?

Según nos han contado los periódicos, la semana pasada el Papa casó en pleno vuelo a dos miembros de la tripulación del avión en que viajaba. Al margen del hecho en sí, que no pasa de ser una anécdota, me gustaría analizar la interpretación del acontecimiento que más han repetido los medios de comunicación (e incluso los propios interesados), porque me parece muy significativa: “es un hecho histórico“.

No me ha extrañado que lo dijeran, la verdad. Siempre he pensado que uno de los objetos que mejor describiría nuestra época en un museo del futuro sería el Libro Guinness de los Récords. Ante la presión de una cultura de la producción en masa, un sistema político atomizante y una concepción de la historia como el producto de fuerzas económicas anónimas y ciegas, la mentalidad popular reacciona venerando la originalidad, la diferencia, el distinguirse de la masa, aunque sea en cosas que no tengan la más mínima importancia. Según esa mentalidad, un matrimonio es “histórico", digno de ser consignado en la historia, si los novios son los primeros primerísimos en casarse en un submarino, en una estación espacial o en un avión ante todo un Papa.

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12.01.18

10.01.18

¿Qué está pasando en la Pontificia Academia para la Vida?

Como sabrán los lectores, en los últimos dos años se ha llevado a cabo una reforma radical de la Pontificia Academia para la Vida, fundada por el Papa Juan Pablo II en 1994 y cuyo primer Presidente fue el candidato al Nobel y admirable católico Jerome Lejeune. En 2016, Mons. Vinzenzo Paglia, uno de los fundadores de la Comunidad de San Egidio, fue nombrado nuevo Presidente de la Academia, probablemente para realizar esta reforma.

Según los estatutos aprobados por Juan Pablo II, los miembros ordinarios de la Academia lo eran de forma vitalicia y debían firmar una declaración de aceptación de la enseñanza de la Iglesia. Con la reforma esto cambió, de manera que los miembros lo serían solamente por cinco años y dejó de exigirse que declarasen su aceptación de la enseñanza de la Iglesia. A eso se sumó que todos los antiguos miembros, nombrados por Juan Pablo II o Benedicto XVI, fueron expulsados. Algunos de ellos serían readmitidos posteriormente, pero casi cien quedaron fuera de forma permanente (entre ellos, el filósofo Josef Seifert).

Una reforma de este calado indica, necesariamente, que en algún sentido se quiere dar por completo la vuelta a una institución, especialmente cuando se prescinde de gran cantidad de los antiguos miembros. ¿Qué es lo que se quiso cambiar en este caso? No es fácil verlo. Podríamos citar algunas de las declaraciones públicas a este respecto, pero por desgracia son tan políticamente correctas que su contenido informativo se aproxima al cero absoluto. Ciertamente, en la antigua Academia hubo en varias ocasiones problemas y tensiones, pero nada que justificase un cambio tan radical. Quizá podamos conseguir un poco de luz considerando a algunos de los nuevos miembros:

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7.12.17

Dios no manda imposibles

«Ninguna dificultad puede presentarse que valga para derogar la obligación impuesta por los mandamientos de Dios, los cuales prohíben todas las acciones que son malas por su íntima naturaleza; cualesquiera que sean las circunstancias, pueden siempre los esposos, robustecidos por la gracia divina, desempeñar sus deberes con fidelidad y conservar la castidad limpia de mancha tan vergonzosa, pues está firme la verdad de la doctrina cristiana, expresada por el magisterio del Concilio Tridentino: “Nadie debe emplear aquella frase temeraria y por los Padres anatematizada de que los preceptos de Dios son imposibles de cumplir al hombre redimido. Dios no manda imposibles, sino que con sus preceptos te amonesta a que hagas cuanto puedas y pidas lo que no puedas, y Él te dará su ayuda para que puedas" [50].

La misma doctrina ha sido solemnemente reiterada y confirmada por la Iglesia al condenar la herejía jansenista, que contra la bondad de Dios osó blasfemar de esta manera: “Hay algunos preceptos de Dios que los hombres justos, aun queriendo y poniendo empeño, no los pueden cumplir, atendidas las fuerzas de que actualmente disponen: fáltales asimismo la gracia con cuyo medio lo puedan hacer" [51]».

Pío XI, encíclica Casti connubii de 31 de diciembre de 1930

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