InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

11.12.23

El tiempo de los signos

Texto de D. Antonio Izquierdo Sebastianes, presbítero

La invitación a interpretar bien los “signos de los tiempos” se ha hecho constante en la Iglesia de las últimas décadas, desde que el propio Papa san Juan XXIII convocó el último concilio ecuménico, con la intención de aggiornare (poner al día, literalmente) la Iglesia, y el propio mensaje evangélico de siempre, de modo que pudieran entenderlo y recibirlo bien los hombres de hoy. Se habló entonces de abrir las ventanas de la Iglesia, para ver lo que pasaba al exterior, y para que el mundo pudiera ver también lo que pasa en el interior de la Iglesia. Tal vez no se calculó bien que, al abrir las ventanas, con tiempo externo tan revuelto, había que asegurar mucho más el interior, pues podría también entrar aire tan mundano que —como lamentaba después san Pablo VI—, el humo de Satanás llegara a colarse en la Casa de Dios.

En virtud de la tan apreciada y urgida interpretación de los signos de los tiempos, comenzó a considerarse que el pensamiento mundano (del que san Juan, en su primera carta, dice que yace en poder del Maligno [IJn 5, 19]) era prácticamente una fuente de inspiración divina. Durante años se escuchaba —y en algunos lugares, se sigue diciendo— que quien bien reza, ha de hacerlo con la Biblia en una mano y el periódico en la otra… Y así, nos encontramos, ya en nuestros días, sinodalmente discutiendo si no sobrará ya la Biblia, tan anticuada e incapaz de dar respuesta a los problemas modernos, pues requiere tanta interpretación para ser aceptada por el espíritu mundano, que casi no merece la pena ni el esfuerzo de hacer que diga lo que nosotros, por nuestra cuenta, ya hemos decidido entender.

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5.12.23

El “espíritu del Concilio” en una viñeta

El malhadado espíritu del Concilio, sobre el que tanto se ha escrito, es un fenómeno complejo y multiforme, cuyo nombre es Legión, pero creo que se resume muy bien en esta vieja viñeta: la Iglesia, de la mano del mundo, mirando hacia un futuro utópico. Quizá se podría mejorar colocando a la espalda de ambos a Cristo Rey, completamente ignorado, pero supongo que puede darse por sobreentendido.

Esa y no otra ha sido la obsesión de los seducidos por el espíritu conciliar en los últimos sesenta años. Al margen de los textos del propio Concilio, que no leyeron u olvidaron inmediatamente, lo que quedó grabado a fuego en sus mentes y sus corazones fue que la nueva Iglesia que iban a crear ya no hablaría de pecados, juicio, cielo o infierno y otras sobrenaturalidades, sino que se dedicaría con todas sus fuerzas al plano natural, a mejorar el mundo, que era lo verdaderamente importante.

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24.11.23

Indemnizaciones episcopales

Los españoles estamos tan acostumbrados a la forma de actuar de los (malos) políticos, que ya nos parece lo más normal del mundo, incluso por parte de los que nada deberían tener que ver con la política. Acabo de leer las declaraciones del Secretario y Portavoz de la Conferencia Episcopal Española sobre las indemnizaciones por presuntos abusos y me cuesta creer que no se haya levantado un gran clamor de protesta entre los fieles en respuesta a ellas.

Mons. García Magán ha explicado que la Iglesia pagará indemnizaciones a las víctimas no solo cuando la justicia obligue a ello, sino también cuando no haya una sentencia en ese sentido y, por lo tanto, no exista obligación legal ninguna de hacerlo. Esto suena muy bien, porque ¿quién no está de acuerdo en que las víctimas reciban toda la ayuda posible? En consecuencia, nuestros obispos, que han decidido que las víctimas obtengan esa indemnización, están actuando rectamente, en justicia y como verdaderos hombres de Dios, ¿verdad? Me temo que no.

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22.11.23

¿Por qué no se habla del Juicio Final? (II)

Hace un par de semanas, estando yo en tierras norteamericanas, me llamó la atención en la Misa dominical que la segunda lectura apenas duró diez segundos. Refunfuñé por lo bajo y pensé lo que supongo que pensarían los demás: ya se ha equivocado el señor que está leyendo, se ha saltado casi toda la lectura, deberían escogerlos con más cuidado, etc.

Después, sin embargo, me picó la curiosidad y fui a comprobar el texto de la lectura de ese día. Descubrí que el buen señor no se había saltado nada y se había limitado a leer la “versión corta” que aparecía en el leccionario. El problema era que esa versión corta era un ejemplo asombroso de corrección política en formato eclesial.

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15.11.23

Cuando las barbas de Brooklyn veas pelar

Acabo de leer una carta del obispo de Brooklyn que me ha estremecido. En ella, con un tono de completa normalidad, Mons. Robert Brennan explica que la asistencia a la Misa dominical ha bajado un 40 % en los últimos cinco años, de unos 200.000 fieles asistentes a unos 120.000. ¡Solo en los últimos cinco años han desaparecido ochenta mil fieles, cuatro de cada diez!

Al investigar un poco, he encontrado otra carta de un obispo anterior de la misma diócesis, Mons. DiMarzio, que reconocía que entre 1995 y 2016 los asistentes a Misa habían descendido un 23 %, de 280.000 a 220.000. ¡Otros sesenta mil fieles desaparecidos, uno de cada cuatro! Y quién sabe cuántos se habrían perdido antes de esas fechas. Es decir, se trata de una tendencia de larga data que, además, se ha acelerado vertiginosamente. Si las cosas continúan así, en diez o quince años prácticamente habrán desaparecido los católicos de Brooklyn, una gran diócesis neoyorquina de cinco millones de habitantes (es decir, mayor que cualquier diócesis española).

Solo esto bastaría para reflexionar y que mereciera la pena hablar de ello, pero hay tres cosas más que me gustaría analizar brevemente: las soluciones que se proponen en las dos cartas episcopales, las causas a las que los obispos atribuyen la terrible situación de su diócesis y una clarísima omisión que puede darnos una pista para entender mejor el problema.

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