Alégrame el día, ateo
Un simpático ateo, cuyo nombre omitiremos, ha participado en el concurso literario católico de historias cortas. ¿Por qué sé que es ateo? Porque, al abrir el relato que había presentado, resultó que contenía dos cosas: 1) Un breve párrafo de introducción, en el que nuestro amigo insultaba a la Iglesia y a los católicos, que hemos “envilecido a los hombres y a las mujeres”, empobreciendo “su mente y sus horizontes” con nuestra moral, dogmas y normas. 2) El texto de la Wikipedia sobre Baudelaire, supongo que por ser uno de los “poetas malditos”, con referencias a Verlaine, otro de los poetas franceses del vicio y la perversión.
¿Qué pasaría por la cabeza del autor al preparar este correo y el falso relato de participación en el concurso? ¿Molestar, avergonzar, entristecer, buscar pelea, convencer de algo? ¿Era consciente de que el único resultado de su estratagema iba a ser justamente el contrario? ¿Sospechaba que lo que conseguiría era alegrarme el día, reafirmarme en la fe y prácticamente obligarme a rezar por él?




Probablemente, todos los lectores conocerán la Ley de Murphy. Es una ley famosísima que dice, en su forma más sencilla: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. O, en una formulación alternativa, “la tostada siempre cae al suelo por el lado de la mantequilla”. También podríamos aplicarla al blog, diciendo: “Si uno hace un chiste inofensivo un día sobre un pescador tuerto de cangrejos malayos, puede estar seguro que precisamente ese día leerá el blog el Presidente de la Asociación de Pescadores Mutilados de Cangrejos Malayos y le echará en cara al autor su insensibilidad para con esos héroes olvidados”.








