Esos rostros gloriosos
Temporibus illis, hace muchos años, tuve un profesor de Filosofía que me dio un consejo que todavía recuerdo. Sugirió que fuésemos un día al cine y nos sentáramos en la primera fila. Después, en cuanto empezara la película, en lugar de verla, lo que teníamos que hacer era darnos la vuelta y mirar a la gente que había ido al cine. Decía que la gente, sus actitudes, sus caras y sus reacciones ante lo que estaban viendo eran muchísimo más interesantes que la propia película.
Nunca le hice caso, pero el consejo se quedó grabado en mi mente. Y este domingo me acordé de él cuando estaba en Misa. Yo estaba acolitando, así que, durante la homilía, estaba sentado junto al presbítero, de cara a la asamblea. Y desde mi sitio podía ver los rostros de todos los que habían acudido a celebrar la Eucaristía. Durante unos momentos, me quedé fascinado al mirarlos, como si nunca antes los hubiera visto de verdad.

Bono no es precisamente una autoridad en materia teológica (me refiero al cantante de U2, no al político español, aunque la frase serviría igualmente para ambos). Como hijo de una madre protestante y un padre católico y estudiante de un colegio “ecuménico", no es extraño que este irlandés tenga las ideas bastante confusas en ese aspecto. He leído, sin embargo, unas declaraciones suyas que me han gustado bastante, porque muestran que ha comprendido dos aspectos fundamentales del cristianismo que mucha gente no tiene claros.
Hoy me ha enviado este correo una amiga, que ha empezado a trabajar hace muy poco tras un tiempo en el paro, contándome las cosas que se le ocurrían al pasear a su perro. Son unas líneas muy sencillas, sin sucesos extraordinarios ni grandes argumentos metafísicos.
Me ha encantado leer que el Cardenal Pell, de Sydney, va a participar en el
Como el otro día hablé, con tristeza, de la descristianización de Francia, hoy me alegro de poder decir algo bueno de nuestros vecinos del norte. Y, además, también con respecto a la evangelización, aunque sólo sea un pequeño detalle. Una de cal y otra de arena no es una máxima evangélica, pero servirá, en este caso, para no dejar un regusto amargo al tema de Francia.



