Publico aquí las crónicas de las misiones que se dieron en Darién, Panamá, a pedido de su obispo, por parte de algunos sacerdotes, laicos y formandos de la Orden San Elías.
¡Viva Cristo Rey!
P. Javier Olivera Ravasi, SE
PD: sepan disculpar si hay errores de redacción, pues está escrita por un joven cuya primera lengua es el polaco y en medio de las correrías de la misión.
Durante la segunda semana del mes de septiembre de 2025, un grupo de sacerdotes, laicos y formandos de la Orden San Elías se internó en la impenetrable selva de Darién bajo las órdenes de su obispo, el Vicario Apostólico Mons. Pedro Joaquín Hernández Cantarero. Como toda misión popular, la finalidad es evangelizar y proponer el Evangelio a quienes aún no lo han oído o recordárselo a quienes lo han olvidado. Nos propusimos ir en busca de la oveja perdida. ¡Demos gracias a Dios por los frutos y sigamos rezando por la conversión de todas las personas a Cristo y por el aumento y santificación de las vocaciones misioneras!
Amanecimos en Mwalupanga, temprano como siempre. Laudes y desayuno. Celebramos la Santa Misa y salimos a misionar. Jornada intensa de misión en el pueblito de Lufeyo. Visitas de casa, divididos en tres grupos, para poder llegar a todos. Nos recibieron muy bien en cada casa. Algunos pidieron ingresar en la iglesia católica. Otros lo van a pensar y rezar. Los tres grupos nos reencontramos en la escuela a la entrada del valle para almorzar y para emprender el regreso a Mbeya, al campamento base. El camino de regreso atravesaba la selva… cansador a causa de los marcados desniveles pero hermosísimo. Tuvimos que apurar el paso para que la noche no nos sorprenda al interior de la misma.
Publico aquí la segunda parte de las crónicas que el padre José Ansaldi, moderador general de la Orden San Elías, ha venido escribiendo desde la selva africana, donde fueron a predicar a tribus de paganos, es decir, a gente que no conoce aún a Jesús.
¡Valen muchísimo la pena!
P. Javier Olivera Ravasi, SE
Jueves 7 de agosto: San Cayetano
Hoy cambiamos la base de la misión, dejando Chalambweni para trasladarnos a Kaleghania.
Montamos las carpas, almorzamos y salimos a invitar a la gente al acto misionero y a la Santa Misa.
Publico aquí las crónicas que el padre José Ansaldi, moderador general de la Orden San Elías, vino escribiendo desde la selva africana, donde fueron a predicar a tribus de paganos, es decir, a gente que no conoce aún a Jesús.
¡Valen muchísimo la pena!
P. Javier Olivera Ravasi, SE
“Lo primero que tiene que hacer un misionero… ¡es llegar al lugar de misión!”
No vivimos en la época de la primera evangelización de América cuando muchos misioneros morian en el camino sin poder ver la tierra de misión…pero aún en nuestros días para llegar a algunos lugares hace falta un cierto tiempo y bastante paciencia…. Les cuento…
El fracaso aparente de Javier y su abandono final apenas tienen precedente en la Historia de la Iglesia[1] . Conquistas espirituales nunca vistas, planes, ambiciones, sueños divinos. Poco a poco Dios se lo fue quitando todo; le despojó como despojaron a Jesucristo al subir al Calvario; le dejó solo con un chino en una isla pequeña perdida en el mar infinito. Cuando le tiene acorralado y sin salida, le quita la salud. Cae enfermo, y como no tiene casa propia donde reclinar su cabeza, le dan de limosna una choza de paja batida por el viento frigidísimo de diciembre que se acercaba. No hay cama ni médico ni sacerdote. Nadie en el mundo sabe que el P. Francisco está enfermo. Lo que pasó entre Javier y Dios lo vieron las ángeles que le circundaban admirados.
Javier murió solo, sin Sacramentos, lejos de Navarra y del P. Ignacio a quien escribía de rodillas. Luego de expirar en aquella soledad, le metieron en una caja con cuatro sacos de cal viva. Cavaron una hoya muy honda y Antonio le enterró con la ayuda de un portugués, un chino y dos esclavos. Total cinco personas. Escribe Antonio que no asistieron más al entierro porque hacía mucho frío. No llegaron a media docena los que asistieron al entierro.
Pudo parecer que todo había terminado allí. Los que han sido testigos de las procesiones y fiestas solemnísimas que ha suscitado en el mundo el paso triunfal del brazo de San Francisco Javier, podrán entender mejor cómo aquel funeral de Sanchón medio a escondidas fue luego seguido por manifestaciones de primera magnitud en los tiempos modernos. Dios, si vale la frase, disfruta en guasearse del mundo mostrando con una ironía manifiesta lo que le agrada y lo que le desagrada. Le desagradan el egoísmo, la soberbia y el apegamiento a lo terreno en cualquier forma que sea. Le agradan la caridad, la humildad y el desasimiento de todo lo terreno por amor a Él. El P. Francisco mató y enterró el «yo» maldito que todos llevamos en las carnes y vigiló cauteloso para que no resucitara. Se entregó a Dios no negándole nada que le pidiese; y mientras más le pedía Dios, más le daba a Dios Javier. Entonces Dios, para no dejarse vencer en generosidad, le dio primero un trono de gloria en el cielo al lado de los Apóstoles, y en la tierra triunfos apoteósicos en que no soñaba ciertamente Javier cuando salió calenturiento de la nave para la choza de paja llevando de limosna debajo del brazo unas almendras y unos calzones de paño. Somos muchos los que venimos a misiones como Javier; pero en 400 años no hemos visto quien le iguale; o por lo menos Dios no nos ha querido manifestar a ninguno. Tal vez no hemos sabido matar y enterrar hasta que se pudra este «yo» traidor que se quiere apropiar la gloria que es debida a solo Dios.
El P. Javier Olivera Ravasi, fundador y director del sitio web quenotelacuenten.org, se graduó como abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En el año 2002 ingresó al seminario y tras concluir el bienio de estudios filosóficos fue enviado a Europa donde se doctoró en Filosofía por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma (2007) para recibir, un año después, la ordenación sacerdotal. Se doctoró en Historia (UnCuyo) y es además, Profesor Universitario en Ciencias Jurídicas y Sociales.
Es Miembro de Número del cuerpo académico del Instituto de Investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas y cofundador, junto al padre Federico Highton, de la Orden San Elías, una sociedad de vida apostólica en formación que tiene por fin la misión «ad gentes» y el apostolado de la contra-revolución cultural.