¿Quién puede celebrar una Misa?

El profesor Juan Manuel Cabezas explica quién puede celebrar una Misa.

Es muy interesante que sepamos quién puede celebrar adecuadamente la Santa Misa.

Nos dice el Código de Derecho Canónico, siguiendo en esto la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo, transmitida a nosotros por los apóstoles, que quien puede celebrar la Santa Misa es el clérigo, sacerdote, que esté válidamente ordenado y que no se lo prohíba ninguna pena canónica impuesta por la Iglesia.

El sacramento de la Eucaristía es algo tan grande que el Señor lo ha dejado reservado a los que tienen el orden sagrado, y no cualquiera que tenga el orden sagrado.

Los diáconos no pueden celebrar la Santa Misa, están ya participando del sacramento del orden, pero en su grado menor, dedicándose al servicio del pueblo de Dios.

Todavía no son figura de Cristo cabeza y no tienen la capacidad de celebrar la Santa Misa.

En cambio, los presbíteros, el segundo grado del sacramento del orden, los que han recibido ya lo que nosotros llamamos el sacerdocio, así de forma más sencilla, son los únicos que pueden celebrar la Santa Misa, por supuesto, también los obispos, los que tienen el sacramento del orden en su plenitud.

Por supuesto, el sacerdote, a la hora de celebrar, tiene que celebrar de la forma más digna posible, tiene que celebrar buscando, de verdad, el encuentro vivo con Cristo.

Cuando celebra la Santa Misa, él va a decir, esto en mi cuerpo, no dice, este es el cuerpo de Cristo.

¿Qué quiere decir esto?, que a través de la configuración que le da, ontológica, el carácter que le imprime el sacramento del orden, él ya, en ese momento, no es él mismo, sino que es Cristo mismo el que celebra la Eucaristía.

Si yo, sacerdote, estoy en pecado mortal, estoy apartado de Dios, y yo celebro, yo cometo un sacrilegio, pero es válida la celebración de la Misa, y esa Misa hace un bien muy grande a los que están presentes, a los que reciben la comunión, aunque yo esté cometiendo un pecado.

Esa es la grandeza de los sacramentos cristianos, que obran ex opere operato.

Pero esto no nos disculpa de que nosotros hagamos la celebración de la Misa no solo válida, sino también lícita y, además, fructuosa.

Es decir, que cuando yo estoy representando a Cristo en el sacramento, de verdad sea imagen viva de Cristo. Es decir, que vean todos que Cristo vive en mí.

De tal forma, como decían cuando veían al santo cura de Ars, he visto a Dios en un hombre.

Pues he visto, celebrando la Misa en sacerdote, que la celebra como Cristo la celebraría, y ese es nuestro ideal.

Cuando se comprende lo que es la celebración de la Santa Misa, pues, ciertamente, uno ve la grandeza del sacerdocio.

Pero, desgraciadamente, hoy somos conscientes que hay muchos sitios, muchos lugares, cada vez más, donde el sacerdote, a veces, no puede llegar, porque hay carencia de sacerdotes, como antes ocurrían las misiones, ahora también ocurre en nuestros países de antigua cristiandad.

Entonces, donde el sacerdote no puede celebrar la Misa, no puede llevar la comunión, a veces se autoriza a algunos laicos para que puedan hacer la celebración de la Palabra, pero sin Misa, claro, sin consagración.

A otros laicos o a unas religiosas se les autoriza para que lleven la comunión a los enfermos.

Pues esto son labores de suplencia.

Está muy bien donde no hay otra solución, pero la solución es que haya sacerdotes suficientes, y, si cabe, abundantes, para que puedan celebrar la Eucaristía, porque es una riqueza de la cual la Iglesia no se puede privar.

La Eucaristía hace a la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía.

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