¿Qué quiere decir un enfermo cuando dice «Doctor: Quiero morir ya»?

Acompañar espiritualmente a una persona que ha expresado su deseo de adelantar su muerte requiere comprender profundamente su sufrimiento existencial y ayudar a responder a sus preguntas. ¿Cómo se compatibiliza esta ayuda con la objeción de conciencia a la eutanasia?

Este video forma parte del Diccionario de Bioética de BioeticaRed.

Jacinto Bátiz Cantera es doctor en Medicina y Cirugía, médico de familia, Máster en Cuidados Paliativos y Experto en Ética y Deontología Médica. Desde 1993 hasta 2017 dirigió la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurtzi (Bizkaia). Desde 2017 hasta la actualidad está dirigiendo el Instituto para Cuidar Mejor del mismo hospital. Es profesor invitado en la Universidad del País Vasco, Universidad de Deusto, Universidad Pontificia de Comillas y Universidad Autónoma de Madrid en cursos postgrado de Cuidados Paliativos. Autor de los libros: ‘Mi vida al final de su vida’ (2004), ‘Cuidar a las personas en el proceso de morir’ (2019), ‘Reflexiones desde los cuidados a enfermos de alzhéimer’ (2020) y ‘Mientras llega la muerte’ (2021).

¿Cómo hemos de acompañar espiritualmente a quienes desean adelantar su muerte?

En primer lugar, tendríamos que tener en cuenta que el que pide la muerte en realidad lo que quiere es otra cosa.

Cuando un enfermo nos dice acabemos con esto, ¿a qué se refiere? ¿Desea acabar con su vida, desea acabar con ese dolor insoportable o con su angustia o su soledad?

El enfermo lo que no quiere es sufrir, esto es lo que nos está pidiendo: Doctor, no quiero sufrir. Detrás de esa petición quiero morir, hay un trasfondo que significa quiero vivir o quiero morir de otra manera.

Es verdad, si quien sufre no recibe los cuidados adecuados para aliviar su sufrimiento, suele ver en la muerte su solución y por ello solicita que le ayuden a adelantarla.

Pero ayudar a adelantar la muerte a quien sufre no es hacerse cargo del sufriente, sino eliminar su vida para eliminar su sufrimiento. Y esto no es lo correcto. Podemos objetar, como los médicos tenemos el derecho a través de la ley de la eutanasia que nos otorga este derecho de objetar a realizar la eutanasia.

Pero esto no es incompatible con acompañar. Se puede objetar administrar la muerte y continuar acompañando al enfermo durante su proceso de morir. Las acciones objetar y acompañar son compatibles con los cuidados paliativos.

Y acogerse a la objeción de conciencia, insisto, no debe conllevar al abandono del enfermo.

Nada justificaría el abandono del enfermo.

Cuando se cuida al ser humano desde una perspectiva integral, se necesita procurar no solo alivio biológico, sino también alivio biográfico, que conlleva un sufrimiento humano y que también necesita ser acompañado desde la espiritualidad.

¿Cómo no? Es importante saber, además, que la mayor parte del sufrimiento que ocurre en este final de la vida, aparte de provocarle el dolor físico, tiene que ver con otros temas emocionales y espirituales y con su propia incapacidad para resolver los interrogantes más profundos de la vida.

El profesor Diego Gracia decía en una conferencia en la que yo estuve, que los cuidados paliativos han de controlar el dolor del paciente, pero también atender sus necesidades espirituales entendidas más allá de la religiosidad.

El enfermo, efectivamente, tiene necesidades biológicas, necesidades psicológicas, necesidades sociales, pero el aspecto espiritual quizás sea la parte más desconocida, pero la más demandada en los últimos días de su vida.

Por eso entiendo que nuestro acompañamiento espiritual, sobre todo a quien desea adelantar su muerte y de hecho deseo vaya en contra de nuestra creencia, también se merece que estemos junto a él en el trance difícil del final de su vida.

Este acompañamiento debe componerse sobre todo de estar junto a él y de escucharle.

El enfermo, en esa situación de terminalidad, no necesita nuestros consejos, necesita nuestra compañía y nuestra escucha. En ningún caso, desde luego, nuestro acompañamiento tiene como objetivo hacerle cambiar de opinión.

Esto no sería el objetivo de acompañarle. Si cambia de opinión, que sea porque el enfermo lo decide así, hemos de respetar su individualidad y no juzgarle por sus decisiones, aunque esas decisiones sean contrarias a quienes les atendemos.

Hemos de respetar, como digo, la individualidad y no hemos de juzgar.

Tampoco le debemos abandonar si él desea que continuemos acompañándole, pero sí debiéramos retirarnos cuando se vaya a llevar a cabo el acto eutanásico.

Creo que no sería admisible, por parte de quienes asisten espiritualmente a estos enfermos, ningún gesto exterior que pueda ser interpretado como una aprobación de la acción eutanásica, como por ejemplo estar presentes en el instante de su realización.

Esta presencia solo puede interpretarse como complicidad en el acto eutanásico.

Por lo tanto, podríamos acompañar al enfermo, pero nos tendríamos que retirar, sobre todo si somos profesionales que estamos representando a la Iglesia, como pueden ser sacerdotes, como pueden ser agentes de pastoral, nos tendríamos que retirar.

Y esto nos lo dice la Carta de Samaritanus Bonus.

Esto sería cómo tenemos que acompañar espiritualmente a quien desea adelantar la muerte.

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