“Teología del cuerpo”: una crítica a Evan Lemoine y Ksawery Knutz sobre el acto conyugal y la visión beatífica
Decía Aristóteles que a la naturaleza le aborrece el vacío. Y es así nomás.
Como sabemos, nuestra falta de formación catequética ha permeado todos los estadios de la vida católica y uno de ellos es el de la moral conyugal.
Nuestros abuelos sabían que, el matrimonio católico, tenía como finalidad clara la procreación y la ayuda mutua; y si alguno llegara a preguntarse acerca de qué era lícito hacer y qué no hacer, un confesor, siguiendo a San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia en el ámbito de la moral (hoy sacado del olvido por el Papa León XIV), le habría dicho simplemente que el acto conyugal debe estar abierto a la vida y que por excepción, los hijos podrían espaciarse siguiendo la naturaleza femenina. Punto.
Sobre qué hacer y qué no hacer, el mismo San Alfonso y la teología moral clásica lo había planteado ya hace siglos (cosa que intentamos resumir aquí hace tiempo para el hombre de hoy, siguiendo a Royo Marín). Sin embargo, hoy esto no se enseña en la inmensa mayoría de los seminarios.
Y los matrimonios católicos, ante este vacío, buscan naturalmente una respuesta en otras cosas como ser la denominada “Teología del cuerpo”

Decía Aristóteles que a la naturaleza le aborrece el vacío. Y es así nomás.
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