Santo Tomás de Aquino: ¿debemos aceptar o rechazar la inmigración?
Presentamos aquí la traducción al español de un artículo publicado originalmente en francés en aquí (sólo hemos agregado versalitas y referencias bibliográficas tomistas).
Que no te la cuenten
P. Javier Olivera Ravasi, SE
¿Debemos aceptar o rechazar la inmigración?
Por John Horvat
El problema de la inmigración no es nuevo. Santo Tomás de Aquino ya lo abordó en el siglo XIII en su famosa Suma Teológica (I-II, q. 105, a. 3). Inspirado en las enseñanzas de la Sagrada Escritura sobre el pueblo judío, el Doctor Angélico establece claramente los límites de la hospitalidad debida a los extranjeros. Quizás nosotros también podamos extraer algunas lecciones de esto.
Santo Tomás de Aquino: «Con los extranjeros, el pueblo puede mantener dos tipos de relaciones: en paz y en guerra. Para regular ambas, la ley contenía los preceptos necesarios» (S. Th., I-II, q. 105, a. 3, c).
Santo Tomás afirma, por tanto, que no todos los inmigrantes son iguales, porque tampoco lo son las relaciones con los extranjeros: algunas son pacíficas, otras beligerantes. Cada nación tiene derecho a decidir qué tipo de inmigración puede considerarse pacífica y, por lo tanto, beneficiosa para el bien común; y qué tipo, por el contrario, es hostil y, por lo tanto, perjudicial (ibid.). Un Estado puede rechazar, como medida de legítima defensa, los elementos que considere perjudiciales para el bien común de la nación (cf. S. Th., I-II, q. 90, a. 3 ad 2; q. 94, a. 2).
Un segundo punto se refiere a las leyes, tanto divinas como humanas. Un Estado tiene derecho a hacer cumplir sus leyes justas (S. Th., I-II, q. 95, a. 2; q. 96, a. 4).
El Doctor Angélico pasa luego al análisis de la inmigración “pacífica”.
Santo Tomás de Aquino: «En tiempos de paz, los judíos tenían tres oportunidades de entrar en contacto con extranjeros: primero, cuando estos viajaban por el país; o cuando llegaban a establecerse como inmigrantes. En ambos casos, los requisitos legales tienen un carácter humanitario; son las máximas del Éxodo (22:21): “No oprimirás al huésped extranjero”; y (23:9): “No serás cruel con el viajero extranjero”» (S. Th., I-II, q. 105, a. 3, c).
Aquí, Santo Tomás reconoce que puede haber extranjeros que deseen visitar otro país de forma pacífica y beneficiosa o permanecer allí durante un período determinado. Estos extranjeros deben ser tratados con caridad, respeto y cortesía, deber de toda persona de buena voluntad (cf. S. Th., II-II, q. 26, a. 6; q. 31, a. 2). En tales casos, la ley debe protegerlos de cualquier exacción (S. Th., I-II, q. 95, a. 2 ad 3).
Santo Tomás de Aquino: «El tercer caso es el del extranjero que desea ser recibido en plena comunidad de vida y culto con el pueblo: se observaban ciertas formalidades a su respecto, y su admisión a la ciudadanía no era inmediata. De igual modo, según Aristóteles, era norma entre ciertas naciones reservar la ciudadanía a aquellos cuyo abuelo, o incluso su tatarabuelo, hubiera residido en la ciudad» (S. Th., I-II, q. 105, a. 3, c; cf. Política de Aristóteles, III, 1-3).
Luego, Santo Tomás menciona a quienes desean establecerse en el país. Y aquí el Doctor Angélico establece una primera condición para aceptarlos: el deseo de integrarse plenamente en la vida y la cultura del país de acogida (ibid.).
Una segunda condición es que la acogida no sea inmediata. La integración es un proceso que lleva tiempo. Las personas necesitan adaptarse a la nueva cultura. Santo Tomás también cita a Aristóteles, quien afirma que este proceso puede durar de dos a tres generaciones (cf. Política, III, 1; S. Th., I-II, q. 105, a. 3). Santo Tomás no establece un tiempo ideal, solo dice que puede ser largo.
Santo Tomás de Aquino: «Y esto es comprensible, a causa de los muchos inconvenientes que causa la participación prematura de los extranjeros en la gestión de los asuntos públicos, si, antes de fortalecerse en el amor al pueblo, emprenden algo contra él» (S. Th., I-II, q. 105, a. 3, c).
Las enseñanzas de Santo Tomás, basadas en el sentido común, suenan políticamente incorrectas hoy en día. Sin embargo, tienen todo el sentido. El Doctor Angélico demuestra que vivir en otro país es muy complejo (cf. S. Th., I-II, q. 94, a. 2). Se necesita tiempo para conocer las costumbres y la mentalidad del país y, por lo tanto, para comprender sus problemas. Solo quienes han vivido allí durante mucho tiempo, como parte de su cultura, en estrecho contacto con su historia, están mejor capacitados para tomar decisiones a largo plazo que sean apropiadas para el bien común (S. Th., I-II, q. 90, a. 2).
Es perjudicial e injusto poner el futuro del país en manos de quienes acaban de llegar. Aunque no sea su culpa, a menudo son incapaces de comprender plenamente lo que está sucediendo o lo que ha sucedido en el país que han elegido como su nueva patria. Y esto puede tener consecuencias desastrosas.
Para ilustrar este punto, Santo Tomás observa que los judíos no trataban a las personas por igual. Había más pueblos vecinos y, por lo tanto, se asimilaban con mayor facilidad. Otros, sin embargo, eran más distantes, incluso hostiles. Los ciudadanos de algunos pueblos considerados hostiles no podían ser aceptados en Israel debido a su enemistad (S. Th., I-II, q. 105, a. 3, c).
Santo Tomás de Aquino: «Por lo tanto, según las disposiciones de la ley, ciertas naciones más o menos emparentadas con los judíos, como los egipcios, entre quienes nacieron y crecieron, los edomitas, descendientes de Esaú, hermano de Jacob, fueron acogidos desde la tercera generación en la comunidad del pueblo. Otros, por el contrario, que habían mostrado hostilidad hacia los judíos, como los descendientes de Amón y Moab, nunca fueron admitidos; en cuanto a los amalecitas, que les habían sido particularmente hostiles y no tenían ningún parentesco con ellos, debían ser tratados para siempre como enemigos» (ibid.).
Las reglas, sin embargo, no deben ser rígidas sino que pueden permitir excepciones:
Santo Tomás de Aquino: «Sin embargo, por dispensación individual, un individuo podía, en virtud de alguna gran obra, ser incorporado al pueblo; leemos en Judit (14,6) que el líder de los amonitas, Ajior, fue incorporado al pueblo de Israel, él y toda su posteridad. Lo mismo ocurrió con Rut, una moabita, mujer de gran virtud» (S. Th., I-II, q. 105, a. 3, ad 4).
Es posible, por lo tanto, admitir excepciones según las circunstancias concretas. Estas excepciones, sin embargo, no son arbitrarias, sino que siempre tienen en cuenta el bien común de la nación (S. Th., I-II, q. 96, a. 1; q. 97, a. 1). El general Ajior, por ejemplo, intervino ante Holofernes en favor de los judíos arriesgando su vida, ganándose así su eterna gratitud a pesar de su origen amonita.
He aquí, pues, algunos principios sobre la inmigración establecidos por Santo Tomás de Aquino hace siete siglos. De estas enseñanzas se deduce claramente que cualquier análisis de la inmigración debe guiarse por dos ideas clave: la integridad de la nación y su bien común (S. Th., I-II, q. 90, a. 2; q. 94, a. 2).
La inmigración debe tener siempre como objetivo la integración, no la desintegración ni la segregación, es decir, la creación de pequeñas “naciones” conflictivas dentro del país (cf. S. Th., I-II, q. 105, a. 3). Además de los beneficios que ofrece su nueva patria, los inmigrantes también deben asumir sus responsabilidades, es decir, la responsabilidad por el bien común, participando en su vida política, económica, social, cultural y religiosa (S. Th., II-II, q. 58, a. 5). Al convertirse en ciudadanos, los inmigrantes se convierten en miembros de una gran familia con un alma, una historia y un futuro comunes, no solo en accionistas de una corporación, interesados únicamente en ganancias y ventajas (S. Th., I-II, q. 94, a. 2).
Luego Santo Tomás enseña que la inmigración debe tener siempre como objetivo el bien común: no puede abusar ni destruir la nación (S. Th., I-II, q. 90, a. 2 ad 3).
Esto explica por qué tantos europeos sienten inquietud y aprensión ante la inmigración masiva y desproporcionada de los últimos años. Este flujo de extranjeros, procedentes de culturas muy lejanas e incluso hostiles, introduce situaciones que destruyen los elementos de unidad psicológica y cultural de la nación, torpedeando así la capacidad de la sociedad para absorber nuevos elementos de forma orgánica. En este caso, nos encontramos claramente ante un atentado contra el bien común (S. Th., I-II, q. 105, a. 3).
Un aspecto secundario, pero muy importante, es el económico. En medio de su peor crisis económica en décadas, ¿puede Europa permitirse acoger a millones de inmigrantes sin perjudicar el bien común de sus ciudadanos? (cf. S. Th., II-II, q. 66, a. 2; q. 77, a. 1).
La inmigración orgánica y proporcional siempre ha sido un factor saludable y fortalecedor para la sociedad, aportando nueva vida y talento. Sin embargo, cuando se vuelve excesiva y descontrolada, poniendo en peligro los cimientos de la sociedad y del Estado, resulta perjudicial para el bien común (S. Th., I-II, q. 94, a. 2).
Esto es especialmente cierto cuando se trata de una inmigración al menos potencialmente hostil, según las categorías propuestas por Santo Tomás (ibid.). Es el caso, por ejemplo, de los musulmanes, representantes de los pueblos que han guerreado contra Europa durante siglos buscando su destrucción (cf. S. Th., II-II, q. 40, a. 1).
Europa haría bien en seguir las sabias enseñanzas del Doctor Angélico. Sin duda, un país debe aplicar la justicia y la caridad en su trato a los inmigrantes (S. Th., II-II, q. 58, a. 10; q. 31, a. 2). Pero, sobre todo, es necesario mantener la armonía y el bien común, sin los cuales un país no puede perdurar (S. Th., I-II, q. 90, a. 2; q. 96, a. 1). Esto sin olvidar la fe cristiana, la piedra angular más profunda de nuestra civilización (S. Th., II-II, q. 2, a. 3).
John Horvat
Vínculo: https://magnificat5.webnode.fr/limmigration-saint-thomas-daquin/
21 comentarios
O mejor sí, con una aclaración: "¿Cuándo te vimos forastero y te recogimos? De cierto os digo que cuándo lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi me lo hicisteis"
Aristóteles, el Aquinate y John Horvat pueden decir misa (En latín por supuesto).
Cristo no pudo hablar más claro.
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Acogerlos sí, pero si luego de acogerlos violan a tu hija, es mejor ponerse en guardia. Que vamos, que si quiere interpretar la Biblia a lo protestante, pues entonces, la próxima vez que se le vaya la vista con una mujer, mejor arránquese el ojo o corte por lo sano, como hizo Orígenes... Bendiciones. PJOR
Esa es la base de la justicia, dar a cada uno lo suyo como sostenía Ulpiano.
Los castigos colectivos son profundamente injustos.
Si en España un argentino viola a una mujer no tomamos represalias contra todos los "sudacas", igual que si el crimen lo comete un marroquí no linchamos a todos los "moros".
Sto. Tomás de Aquino también defendía la idea de que era lícito condenar a muerte al hereje porque falsificaba la fe, igual que los príncipes terrenales condenaban a muerte al que falsificaba la moneda.
Me parece un argumento muy rebuscado justificar lo primero con lo segundo, pero es una forma de decir que en el s.XXI no podemos aplicar las ideas tomistas sobre leyes y orden público porque no nos vamos a poner ni a expulsar musulmanes ni a quemar protestantes en la hoguera.
Ni somos los israelitas de tiempos de Salomón ni los atenienses de Aristóteles ni europeos medievales.
Aunque creo que también podríamos decir, que el Islam en Europa no sería posible, sin que antes Europa no hubiera dejado de ser católica.
A unas religiones les suceden otras. El espacio que han dejado los españoles, lo gana el Islam.
Creo que fue San Juan Pablo II el que dijo: " en el próximo siglo, Europa será católica, o no será". Más claro, el agua.
A veces reflexiono si Europa, y particularmente España, no merece realmente un correctivo por olvidar su fe.
España , hace mucho, ya hace más 50 años, olvidó su pasado católico. Y su fe. Franco ayudó a España a vivir su misma esencia católica, como instrumento de Dios, y España, en los años 40 , 50 y principios de los 60, fue tan católica como en el siglo XVI. La más católica de su tiempo.Pero tras el Concilio, en mi opinión, comenzó la caída, a su pesar. Es mi opinión. Aunque hoy quedan minúsculos retazos de aquél pasado . Pero españoles que practiquen, muy pocos. Realmente pocos.
Lamento ser en este aspecto pesimista. La situación me parece muy difícil de revertir.
Pero sólo Dios sabe.
Gloria a Dios por Jesucristo Nuestro Señor!!!
AVE MARÍA PURÍSIMA SIN PECADO CONCEBIDA
Mis ojos no son castos pero sí prudentes.
En cuanto a violaciones, hay muchas entre los presbíteros católicos. El propio fundador de la que fue su congregaciónb(Buela) o el Sr Maciel o Mc. Carrick las cometieron.
Siguiendo su razonamiento... ¿Deberíamos alejarnos de los clérigos, pues?
Pues de los emigrantes tampoco.
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Estimado: nunca pierdo la tranquilidad para estas cosas; gracias de todos modos de darme su venia para ello.
La analogía que plantea es impropia pero aún así la tomo para intentar razonar con ud.
Del mismo modo que la Iglesia viene planteando (justamente por los abusos en su mayoría sodomíticos acaecidos en las últimas décadas) que quienes tengan una arraigada inclinación a cometer actos homosexuales, no pueden ingresar al seminario, de la misma manera, los países soberanos tienen el derecho de regular quiénes pueden ingresar a sus naciones. Nada más.
Por eso digo que "albergar al forastero", sí, con caridad pero también con prudencia. Que la caridad es ciega, pero no es idiota.
Y si abrimos las puertas de nuestras naciones indiscriminadamente, pues ya hemos visto lo que pasa.
En fin. Espero que lo entienda buenamente. Bendiciones. PJOR
Los musulmanes no son compatibles con nuestra cultura. Y el gobierno es muy cobarde y les deja imponer sus costumbres.
Y encima la CEE quiere que legalicen a medio millón.
Muchos católicos estamos cabreados
Y otros muchos son españoles de origen extranjero.
Esa es la realidad.
Lo de que los musulmanes imponen sus costumbres no sé a qué viene ¿estamos obligados a ir a la mezquita los viernes o abstenernos de beber vino?
A mí no me imponen nada.
La CEE no pide legalizar medio millón de musulmanes sino de inmigrantes, incluidos buen número de americanos.
Hace tiempo que en Ceuta ya no dan carne de cerdo en los comedores escolares para no ofender a los musulmanes.
No hace mucho saltó la noticia del Polideportivo de Jumilla. Este espacio se alquila para hacer el rito halal.
Y sobre la CEE, saben perfectamente que entre ese medio millón van a entrar muchísimos musulmanes. Que tienen una seudo religión que está de acuerdo en atacar a "los infieles".
En España hay chinos, gente del este, hispanos, etc. Y son más compatibles con nosotros.
No nos engañemos
No nos engañemos
En Ceuta hay 22 colegios públicos. De ellos hay seis donde no se sirve carne de cerdo simplemente porque al ser la mayoría de alumnos musulmanes, la empresa que se encarga del catering no compra carne que sabe que no van a consumir la mayoría de niños.
Así que en vez de cerdo, se sirve pescado, pollo, cordero o ternera halal que pueden ser consumidos por todos los alumnos.
Además hay que tener en cuenta que en Ceuta también hay judíos e hindúes.
Eso es muy distinto a decir que en Ceuta han prohibido el cerdo en las escuelas. Cosa que por otro lado tampoco sería un drama.
Que usted piense que un chino es más compatible con nosotros que un marroquí ya dice mucho de sus prejuicios.
Para empezar porque el nombre María es de origen semita ¿o se piensa que es mandarín?
¿No sabe que en el Corán también se habla de María?
¿Usted cree que los católicos tienen más libertad en China que en Marruecos?
No voy entrar en con usted en un debate que sería interminable. Predicar en el desierto es tontería.
Que volvamos a la Iglesia y defendamos nuestros valores cristianos? Que abandonemos nuestra vida alejada de Cristo (quienes todavía estamos instalados en lo mundano)? Que nos arrepintamos y estemos preparados? En todo caso es interesante reflexionar.
Muchas gracias por el artículo, padre Javier.
Saludos.
El.modelo es Nigeria
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