🇵🇾 Peregrinación de Santa María Reina 2025. Crónicas de los Peregrinos de Santa María Reina – Paraguay🇵🇾
Queridos todos.
Publico esta hermosa crónica que algunos amigos nuestros de Paraguay escribieron luego de la Peregrinación de Santa María Reina 2025, culminada hace pocos días.
Dios quiera que en breve, estos 200 jóvenes que participaron se vuelvan en breve millares y millares que buscan vencerse a sí mismo para conquistar los corazones para María Reina.
¡Que viva Cristo Rey!
P. Javier Olivera Ravasi, SE
Datos generales:
Fecha: 27 al 29 de setiembre de 2025
Peregrinantes: 200
Logística: 70
Salida: Ybycuí (ubicada a 119 km de Asunción)
Llegada: Caacupé
Distancia recorrida: 107 km
Organizadores: Comisión organizadora propia, formada por diversos laicos de grupos y centros culturales, con la parroquia San Luis Gonzaga de la diócesis de Encarnación como patrocinadora principal.
Sacerdotes peregrinantes: 3
Religiosos peregrinantes: 20
Desde la bendita ciudad de Ybycuí, situada a 100 kilómetros de la Basílica de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, los peregrinos emprendieron su marcha. Partieron con el corazón ardiente, como quien camina al encuentro del amor eterno. A lo lejos, los cerros vigilaban en silencio, mientras la arena de los caminos se mezclaba con las huellas firmes de los que, entre cantos y oraciones, levantaban estandartes y banderas que flameaban al viento. Más resplandecientes aún que esas telas eran los corazones que las sostenían, porque cada paso era un acto de entrega, y cada kilómetro, un testimonio de fe.
Doscientos peregrinos, muchos jóvenes entre ellos, llegados desde los más diversos lugares, se encontraron en un mismo punto y bajo un mismo ideal: honrar a la Reina del Paraguay, la Madre que los une y los llama. Era la Iglesia joven en camino, la patria que ora y canta, el pueblo que peregrina con esperanza.
Los caminos eran tan diversos como la vida misma: subieron cerros que desafiaban sus fuerzas, caminaron por calles pedregosas donde cada paso era un reto, atravesaron la espesura de bosques silenciosos que parecían abrazar la marcha con su frescura, y también recorrieron llanuras abiertas donde el horizonte parecía interminable. Hubo fatiga y descanso, silencio y canto, desierto y sombra. Así como en la existencia humana, cada tramo tenía su propia enseñanza.
El trayecto muy duro. Tres días de marcha. El viento impetuoso acompañó las primeras jornadas, poniendo a prueba la resistencia. En la primera noche la lluvia mojaba los rostros y la ropa mientras templaba los ánimos, recordando que todo camino hacia Dios pasa por el crisol de la prueba. Luego, el sol abrazador se hizo compañero cotidiano, exigiendo de cada uno fortaleza interior. Al principio a los peregrinos los sostenía la emoción y el entusiasmo del inicio; al día segundo, el espíritu comunitario, los cantos, las risas y las conversaciones que aligeraban las horas; y al día final, cuando los pies ardían como brasas y ya se aprendió a caminar sobre el dolor, fue la fe la que levantaba cada paso y convertía el sufrimiento en ofrenda.
Los caminos largos parecían interminables, y sin embargo, cada metro recorrido se volvía oración silenciosa. El cansancio enseñaba que la verdadera fuerza no nace del cuerpo, sino del alma que confía. Algunos caminaban en silencio, otros entonaban cantos, otros compartían testimonios de vida y otros limpiaban sus pecados con el sacramento. Así, la peregrinación se transformaba en una escuela del espíritu, donde la paciencia, la fraternidad y la entrega se forjaban.
Y entonces, cuando el horizonte comenzó a revelar la silueta de la Basílica de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, los ojos se llenaron de lágrimas y los corazones de júbilo. Aquel templo no era solo un edificio de piedra: era el rostro de la Madre que esperaba. Así como una madre abre los brazos a sus hijos que vuelven cansados del camino, así la Virgen se mostraba a ellos, recibiendo su esfuerzo y su amor.
El cansancio se volvió gozo, las heridas se transformaron en coronas invisibles, y cada lágrima en agua bendita derramada en la tierra. Los jóvenes, al llegar, no solo habían alcanzado una meta geográfica, sino también una meta espiritual: descubrieron que peregrinar es vivir en carne propia la historia de la fe, que es lucha, sacrificio, comunidad y sobre todo, amor.
Fue glorioso. Fue victorioso. Fue un canto de amor hecho camino.
Porque cuando se camina hacia la Madre, siempre se llega al Hijo.
Peregrinos
4 comentarios
El espíritu, la mente y el corazón salieron renovados de ella.
¡Cuando el sacrificio, la entrega, la donación, se convierten en júbilo, en alegría de salvación!
Dejar un comentario

