Ex-sacerdote Luis Padrosa, Argumentos y respuestas.

Antes de continuar mi estudio sobre la Trinidad he querido hacer otro paréntesis, debido a que recientemente ha llegado a mis manos un pequeño libro donde se narra el testimonio de un ex sacerdote católico (Jesuita), que dice haber abandonado la Iglesia Católica al haber descubierto que no es la verdadera Iglesia de Jesucristo. El sacerdote en cuestión es Luis Padrosa, quien afirma haber sido 43 años católico, 10 años sacerdote predicador de grandes multitudes y de públicos especializados y 23 de vida religiosa en la Compañía de Jesús.

Comencé a leer el testimonio y debo confesar que en un principio dudé seriamente que esta historia fuera cierta, ya que luego de leerle decir “Conozco los argumentos de ambos lados, los he analizado todos” me encontré con serias inconsistencias y errores que difícilmente cometería alguien que realmente conociera bien la doctrina católica, que decir de un sacerdote y mucho menos jesuita. Sin embargo, posteriormente una buena amiga me comentó que ya había investigado el caso y me comentó que el señor Padrosa si había sido sacerdote, con lo cual mis dudas sobre su identidad se disiparon.

Es así como en estas líneas quiero analizar, no a la persona, la cual solo Dios podrá juzgar, sino la validez de las razones que da para su abandono de la fe católica, y debido a que el libro es bastante extenso, pretendo analizarlo todo en varias entregas. En esta entrega me limitaré a estudiar sus objeciones respecto a la infalibilidad papal.

Capítulo Primero. Objeciones a la infalibilidad pontificia.

Puede leer lo que expone Luis Padrosa respecto a este punto AQUI.

La primera inconsistencia que noté en el testimonio aquí estudiado, es que el autor plantea el asunto como diferencias entre dos bandos: Los católicos versus los protestantes, para luego alegar que de los argumentos “los conoce todos", y luego concluir que se ha inclinado por los argumentos protestantes, pero luego cuando comienza en este punto, hace planteamientos con los cuales, ni siquiera los protestantes (por lo menos en sus denominaciones de más prestigio) estarían de acuerdo.

Objeción #1: La Iglesia no recibió las llaves, solo Pedro

Un ejemplo lo tenemos cuando en su negativa a la infalibilidad pontificia, alega que Cristo entregó las llaves del Reino de los cielos solo a Pedro, y no a la Iglesia ni a sus sucesores. Escribe Padrosa:

“Hemos repetido muchas veces: «Pedro y sus sucesores», porque esto es lo que dice la Iglesia Católica. Pero hemos de hacer notar que Jesucristo y sus Apóstoles no lo dijeron ni una sola vez.

Esto sólo ya hace pensar en la posibilidad de un sofisma a toda persona que juzga serenamente y que busca sinceramente la verdad. Jesucristo dice explícitamente: «A ti, te doy las llaves. Para que lo que tú abras abierto quede, y lo que tú cierres cerrado quede».

Ni una sola vez dijo: «Lo que tú y tus sucesores abráis abierto quede». Ni una sola vez.

No las entregó tampoco a la Iglesia.

Ni una sola vez dijo: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y a ella entregaré las llaves del reino de los cielos».

No las entregó tampoco al Colegio Apostólico. Las entrego solamente a Pedro: «A ti».”

Del comentario anterior de Luis Padrosa, tengo que enfatizar que Padrosa establece:

1. Cristo entregó las llaves solo a Pedro, no a la Iglesia, oficio que murió con él, ya que no lo transmitió a más nadie.

2. Tampoco las entregó al colegio apostólico.

Pero si en verdad se conociera la posición protestante, se daría cuenta que esto es también contrario a lo que ellos profesan. Por ejemplo, en la confesión de Augsburgo de 1530 (con la cual se identificó casi totalmente el protestantismo en tiempos de la reforma) ellos confieran:

Confesión de Augsburgo

XXVIII. LA POTESTAD DE LOS OBISPOS

Nuestros teólogos enseñan que, de acuerdo con el evangelio, el poder de las llaves, o de los obispos es un poder y mandato divino de predicar el evangelio, de perdonar y retener los pecados y de distribuir y administrar los sacramentos, porque Cristo envió a los apóstoles con el siguiente encargo: “Como me envió el Padre, así también yo os envío. Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos", Juan 20: 21-23. Este mismo poder de las llaves o de los obispos se practica y se realiza únicamente mediante la enseñanza y la predicación de la Palabra de Dios y la administración de los sacramentos a muchas personas o individualmente, según el encargo de cada uno. De esta manera no se otorgan cosas corporales sino cosas y bienes eternos, a saber, la justicia eterna, el Espíritu Santo y la vida eterna….

Por consiguiente, el ministerio de los obispos, según el derecho divino, consiste en predicar el evangelio, perdonar los pecados, juzgar la doctrina contraria al evangelio y excluir de la congregación cristiana a los impíos cuya conducta impía sea manifiesta, sin usar del poder humano, sino sólo por la Palabra de Dios.

Notese como ellos incluso ven como sinónimos el poder de las llaves y el poder de los obispos, posición contraria a la que establece Luis Padrosa, donde este poder murió con el apóstol Pedro.

La confesión de Westminster, con la cual se identificaron las Iglesias reformadas y todavía se identifican hoy día, dice algo similar. También reconocen que este poder incluye sanciones eclesiásticas como la excomunión.

La confesión de Westminster, Capítulo 30. La disciplina eclesiástica.

I. El Señor Jesús como Rey y Cabeza de su Iglesia, ha designado en ella un gobierno dirigido por oficiales de la iglesia, diferentes de los magistrados civiles. (1)
1. Isaías 9:6,7; 1 Timoteo 5:17; 1 Tesal. 5:12; Hechos 20:17,18; 1 Corintios 12:28; Hebreos 13:7,17,24; Mateo 28:18-20.

II. A estos oficiales han sido entregadas las llaves del reino de los cielos, en virtud de lo cual tienen poder respectivamente para retener y remitir pecados, para cerrar aquel reino a los que no se arrepienten tanto por la palabra como por la disciplina; y para abrirlo a los pecadores arrepentidos, por el ministerio del Evangelio, y por la absolución de la disciplina según lo requieran las circunstancias. (1)
1. Mateo 16:19 y 18:17,18; Juan 20:21-23; 2 Corintios 2:6-8…

IV. Para lograr mejor estos fines, los oficiales de la iglesia deben proceder por la amonestación, por la suspensión del sacramento de la Santa Cena por un tiempo, y por la excomunión de la iglesia, según la naturaleza del crimen y la ofensa de la persona. (1)
1. 1 Tesal. 5:12; 2 Tesal. 3:6,14,15; 1 Corintios 5:4,5; 13; Mateo 18:17; Tito 3:10.

Si seguimos investigando ahora en la obra del reformador Juan Calvino (muy apreciada por las iglesias presbiterianas, reformadas y calvinistas por resumir sus doctrinas fundamentales), reconoce que la intención de Cristo no fue conceder este ministerio para ser utilizado una sola vez:

Institución de la Religión Cristiana, Juan Calvino. Libro IV, Capítulo 1.

El ministerio de las llaves se ejercita continuamente con los creyentes.

En efecto, ésta es la causa por la que el Señor ha dado las llaves a la Iglesia, para que ella dispense la gracia haciéndonos partícipes de la misma. Pues cuando Jesucristo mandó a sus apóstoles y les dio el poder de perdonar los pecados (MT.16, 19; 18,18; Jn.20,23), no quiso que sólo desligasen de sus pecados a aquellos que se convertían de su impiedad a la fe en Jesucristo, ni que hiciesen esto una sola vez, sino que su intento fue que usaran continuamente de este oficio en favor de los fieles.

Es lo que enseña san Pablo cuando escribe que Dios confió a los ministros de su Iglesia el encargo de la reconciliación, para exhortar al pueblo continuamente a reconciliarse con Él en el nombre de Cristo (2 Coro 5, 19-20).

En la comunión de los santos, pues, se nos perdonan los pecados continuamente por el ministerio de la Iglesia, cuando los presbíteros, o los obispos, a quienes se encomendó este oficio, confirman las conciencias de los fieles con las promesas del Evangelio, certificando que Dios quiere hacerles misericordia y perdonarles. Esto, tanto en general como en particular, según requiera la necesidad. Porque hay muchos que, por estar enfermos, tienen necesidad de ser consolados a solas y aparte; ya san Pablo dice que, no solamente en los sermones públicos, sino que aun de casa en casa enseñó al pueblo la fe en Jesucristo, amonestando a cada uno en particular acerca de la doctrina de la salvación (Hch.20,20-21).

Un Catecismo Luterano muy utilizado actualmente repite al igual que las fuentes anteriores que Cristo dio las llaves a la Iglesia:

Catecismo Luterano basado en el catecismo de Lutero, por el profesor Prof. Georg Metzger, Parte V

1. ¿Qué queremos decir con la expresión “el oficio de las llaves”?

a. “El oficio de las llaves es el poder especial que nuestro Señor Jesucristo ha dado a su iglesia.” Así dice nuestro catecismo. Habla de un oficio, y nos explica esta palabra con más precisión usando otra palabra: poder. Un oficio aquí es lo mismo que un poder. Pero tampoco se entiende sin más la palabra poder. Hablamos, por ejemplo, del oficio de un pastor. El pastor tiene un oficio en la iglesia con el cual la sirve. Por virtud de este oficio tiene el poder y el derecho de hacer mucho que no lo debe hacer otro que no sea el pastor de la congregación, por ejemplo, proclamar públicamente la palabra de Dios, administrar el bautismo y la Santa Cena. El caso de un juez en el estado es similar. También él tiene poder y derecho para hacer muchas cosas en el ejercicio de su oficio. Un oficio, luego, es un servicio que da a un hombre el poder y el derecho para hacer muchas cosas que otro no debe hacer.

b. El oficio del que aquí se habla es el de las llaves. Esta expresión se toma de las Escrituras. Mateo 16:19. Aquí se habla de las llaves del reino de los cielos. Es una expresión figurada. El reino de los cielos, el reino de Dios, se retrata bajo la imagen de una casa o un templo, que se puede abrir o cerrar. El que tiene el poder sobre las llaves de una casa tiene el poder y derecho de abrir y cerrar la casa. Del mismo modo el que tiene este oficio de las llaves tiene el poder y el derecho de abrir y cerrar los cielos.

El oficio de las llaves, por lo tanto, es un oficio maravilloso, que da un gran poder, la autoridad de abrir y cerrar el cielo.

2. Además preguntamos: ¿quién tiene el oficio de las llaves? ¿Quién tiene este poder para abrir y cerrar el cielo? Pregunta 294.

a. Nuestro catecismo nos dice que Jesucristo ha dado a su iglesia este poder

El Catecismo de Heidelberg (utilizado por protestantes) reconocen que el poder de las llaves incluye la disciplina eclesiástica y la capacidad de excomulgar a los infieles y apóstatas de la Iglesia:

Catecismo de Heidelberg

82. Pregunta: ¿Deben admitirse también a esta Cena,los que por su confesión y vida se declaran infieles e impíos?

Respuesta: De ninguna manera, porque así se profana el pacto de Dios, y se provoca su ira sobre toda la congregación (a). Por lo cual, la Iglesia debe, según la orden de Cristo y de sus apóstoles (usando de las llaves del reino de los cielos), excomulgar y privar a los tales de la Cena, hasta que se arrepientan y rectifiquen su vida. a. 1 Cor. 11:20, 34; Isaías 1:11; isaías 66:3; Jer.7:21; Salmo 50:16.

83. Pregunta: ¿Qué son las llaves del reino de los cielos?

Respuesta: La predicación del Santo Evangelio y la disciplina eclesiástica: con los cuales se abre el cielo a los fieles, y se cierra a los infieles.

84. Pregunta: ¿De qué manera se abre y se cierra el reino de los cielos por la predicación del Evangelio?

Respuesta: Cuando (según el mandamiento de Cristo) públicamente es anunciado y testificado a todos los fieles en general y a cada uno en particular, que todos los pecados les son perdonados por Dios, por los méritos de Cristo, todas las veces que abrazaren con verdadera fe la promesa del evangelio. Al contrario, a todos los infieles e hipócritas,se les anuncia que la ira de Dios y la condenación eterna caerá sobre ellos mientras perseveraren en su maldad (a); según testimonio del Evangelio,Dios juzgará así en esta vida como en la otra. a. Juan 20:21-23, Mateo 16:19.

85. Pregunta: ¿De qué manera se cierra y se abre el reino de los cielos por la disciplina eclesiástica?

Respuesta: Cuando (según el mandamieno de Cristo) aquellos que bajo el nombre de cristianos se muestran en la doctrina o en la vida ajenos a Cristo, y después de haber sido fraternalmente amonestados en diversas ocasiones, no quieren apartarse de sus errores o maldades, son denunciados a la Iglesia o a los que han sido amonestados por ella. Y si aun no obedecen a la amonestación de éstos, por la prohibición de los sacramentos, son expulsados de la congregación cristiana, y por el mismo Dios, del reino de Cristo; y otra vez recibidos, como miembros de Cristo y de su Iglesia, cuando prometen enmienda y lo demuestran por sus obras (a). a. Mateo 18:15-17; 1 Cor. 5:4, 5, 11; 2 Cor. 2:6-8.

En la confesión Helvética incluso llegan al extremo contrario, afirmando que Cristo dio las llaves del Reino de los cielos a toda la Iglesia.

Artículo 14, Segunda confesión helvética

Las llaves del Reino.

Acerca de las «Llaves del Reino de Dios» que el Señor confió a los apóstoles, hay muchos que parlotean las cosas más raras y con ellas forjan espadas, alabardas, cetros y coronas a más de la omnipotencia sobre los mayores reinos e igualmente sobre el cuerpo y el alma.

Resumiendo, Luis Padrosa dice que Cristo no entregó las llaves a la Iglesia ni al colegio apostólico, mientras que las fuentes protestantes citadas dicen exactamente lo contrario. ¿Ha visto todos los argumentos y los conoce todos? Dificil de creer siendo que diciendo apoyar la postura protestante, la contradice de forma explícita.

¿Pero cual es la diferencia real más frecuente entre la doctrina católica y la doctrina protestante?

Tanto católicos como protestantes creemos que Cristo ha conferido a la Iglesia el poder de atar y desatar, sin embargo nosotros si creemos que a Pedro y sus sucesores han sido entregadas las llaves y así la Iglesia en comunión con el sucesor de Pedro tiene acceso a estas llaves para atar y desatar. Pedro y sus sucesores portan las llaves, la Iglesia unida las utiliza. Los protestantes no creen que sea necesaria la comunión con el portador de las llaves (Pedro y sus sucesores) para poder utilizarlas. También creemos en la sucesión apostólica, y es que este poder se transmitió como lo atestigua la Biblia por una sucesión ininterrumpida de obispos.

Si estudiamos la Escritura veremos que la posición católica tiene mucho sustento bíblico. En primer lugar porque Cristo cita como ejemplo el conocido modelo monárquico antiguo, donde la autoridad suprema era el rey, quien a su vez tenía un conjunto de ministros a su servicio. De todos ellos, había un ministro llamado el mayordomo, quien tenía las llaves del palacio y tenía la autoridad para atar y desatar en nombre del Rey (ver Isaías 22,22). Así, aunque todos los ministros en unión al mayordomo, ataban y desataban, solo este tenía las llaves.

Es importante notar también que tanto los católicos como protestantes reconocemos que los ministerios son oficios que tienen que estar siempre siendo ejercidos por alguien. No es inconsecuente con esto entender que cuando alguien ejerce un oficio, pero posteriormente muere, otro ocupe su puesto. Un ejemplo lo tenemos en el capítulo 1 de los hechos cuando el mismo Pedro notó la necesidad de que otro ocupara el ministerio del apostolado que había tenido Judas Iscariote, y como los apóstoles organizaron a la Iglesia estableciendo obispos y presbíteros con la intención de que el ministerio no quedara vacante.

Así, es frecuentemente escuchar protestantes alegando que las llaves la recibieron todos los cristianos (argumento también falso), pero ciertamente la posición del ex sacerdote no es ni mucho menos la posición protestante, aunque habiendo tantas diferencias doctrinales entre ellos, no es imposible descartarlo que alguna denominación se identifique con su postura. En cualquier caso, es una objeción que no supera el más simple análisis bíblico y hermenéutico.

Objeción #2: El poder de las llaves es inútil porque Cristo será quien juzgue a vivos y muertos.

Otra objeción que plantea Luis Padrosa como un dilema que ningún católico puede resolver, es que de nada sirve el poder de las llaves si Cristo será finalmente quien en el juicio final decidirá quien se salva y quien se condena. Escribe Padrosa:

“Arguyamos pues: ¿Es que acaso en el día del Juicio quitará Jesucristo las llaves a Pedro y a sus sucesores y revisará las causas sentenciadas por ellos?

Si así fuera, volvemos a preguntar: ¿De qué sirve que ahora Pedro y sus sucesores abran si después Jesucristo ha de cerrar, y viceversa?

Para nada les sirven las llaves.

¿O es acaso que en el día del Juicio, Jesucristo solamente vendrá a ratificar solemnemente lo que Pedro y tus sucesores han hecho?

En este caso no dice la verdad Jesucristo cuando afirma que vendrá a juzgar, ni tampoco cuando declara en el Apocalipsis: «Esto dice el Santo, el Verdadero el que tiene la llave de David, que abre y nadie cierra y cierra y nadie abre». (Apoc. 3:7).

Este dilema, el católico no lo puede resolver, y ningún apologista católico relaciona la concesión de las llaves a Pedro con el Juicio final, por temor a la evidente consecuencia”

Debo confesar que este fue otro comentario que me sorprendió bastante, viniendo de alguien que afirma conocer la doctrina y razones de ambas partes, pero desconociendo la doctrina católica a este respecto.

El Catecismo de la Iglesia Católica explica el oficio de las llaves de la siguiente manera:

CIC 53 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, “el Buen Pastor” (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección:"Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15-17). El poder de “atar y desatar” significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y particularmente por el de Pedro, el único a quien él confió explícitamente las llaves del Reino.

Resumiendo, para la Iglesia Católica, el oficio de las llaves designa autoridad para:

1. Gobernar la casa de Dios

2. Absolver pecados

3. Tomar decisiones disciplinares en la Iglesia.

No hace falta citar, porque lo acabamos de leer, que las fuentes protestantes previamente citadas entienden del oficio de las llaves algo similar. Pero hay que partir de esta definición para demostrar que el supuesto dilema que ningún católico puede resolver se origina en una falta de entendimiento del oficio de las llaves por parte del señor Padrosa.

Cristo no concedió el oficio de las llaves para que la Iglesia dictaminara de forma definitiva quien se salva y quien se condena, pero si para gobernar la Iglesia en nombre de Cristo, y eso ciertamente incluye, como ya dijimos, absolver pecados, definir doctrina dogmática (sentencias doctrinales) y aunque a nuestro amigo Padrose no le guste, tomar decisiones disciplinares, en las cuales la excomunión está incluida. Es aquí donde puede surgir la confusión del señor Padrosa, al confundir la excomunión, con una sentencia definitiva de condenación.

La excomunión implica una ruptura con los vínculos que unen al excomulgado a Cristo por medio de su Iglesia. La excomunión no pone a la persona fuera de la Iglesia pero si la separa de la participación de su comunión. Hay que enfatizar que la excomunión de la Iglesia tiene un sólido sustento bíblico, un ejemplo lo tenemos en 1 Corintios 5 donde San Pablo no duda en excomulgar a uno de los creyentes que vivía en adulterio. En 1 Timoteo 1,20; 2 Timoteo 2,17 Pablo comenta la excomunión de Himeneo, Alejandro y Fileto.

La finalidad de la excomunión no pretende la condenación de nadie, sino sacar al hombre de la comunidad para que este pueda comprender su mal y arrepentirse. Pablo resume esto diciendo que por medio de la “destrucción” de su carne se salve para la eternidad (1 Corintios 5,5).

Es cierto que la excomunión pone en peligro la salvación del hombre, pero por causa de que este mismo en su obstinación rechaza a la Iglesia, la cual es cuerpo de Cristo. Estar unido a Cristo, es estar unido a su Iglesia. Aunque a muchos protestantes no les guste la idea, ha sido Cristo quien ha dicho:

“Quien a ustedes os escucha, a mí me escucha; y quien a ustedes os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»” Lucas 10,16

Objeción #3: El poder de las llaves se limita a inaugurar la era de la Iglesia.

Ahora, el señor Padrosa no solo alega que el oficio de las llaves fue entregado solo a Pedro y murió con él, sino que afirma que el oficio de las llaves se limita a inaugurar la era de la Iglesia:

“No hay que confundir, pues, el privilegio de las llaves, que es dado a uno, con el de atar y desatar, que es dado a muchos.

Solamente hay una cosa que San Pedro hizo de un modo exclusivo y nadie más ha podido hacer. Inaugurar la Era de la Iglesia, abriendo las puertas del Reino de los cielos, primero a los judíos y prosélitos del judaísmo el día de Pentecostés, después a los gentiles en casa de Cornelio (Hechos 10:44-4.

Evidentemente Jesucristo quiso dar las llaves a San Pedro como se dan al ministro o al gobernador las llaves de un edificio que va a ser inaugurado.

El mismo Apóstol San Pedro se refiere con satisfacción y legítimo orgullo a este privilegio único concedido por su Señor, en el Concilio de Jerusalén: «Después de una larga deliberación se levantó Pedro y les dijo: «Hermanos, ustedes saben cómo desde mucho tiempo ha, determinó Dios aquí entre vosotros que por mi boca oyesen los gentiles la palabra del Evangelio y creyesen». (Hechos 15, 7).

Observemos que San Pedro no dice: «Varones hermanos, ustedes saben cómo desde mucho tiempo ha, Dios escogió que yo fuese el jefe infalible de la Iglesia y por lo tanto yo declaro y defino ex cátedra el asunto que viene debatiéndose en este Concilio». Sino tan solamente: «Dios determinó que por boca oyesen los gentiles la palabra del Evangelio y creyesen».

Así interpretó el propio San Pedro el privilegio de las llaves. ¿Podemos entenderlo nosotros de algún otro modo?

Esta interpretación la he escuchado mayormente en comunidades eclesiales pentecostales, pero como vimos en las fuentes protestantes consultadas, es solo una interpretación entre otras, en las cuales los protestantes no se han podido poner de acuerdo.

Ahora bien, yo aquí debo preguntar ¿En base a que razón el señor Padrosa establece que el oficio de las llaves estaba limitado exclusivamente a inaugurar la era de la Iglesia?. Aquí se cita hechos 15,7 donde Pedro testifica que Dios le ha elegido a él entre el resto de los apóstoles para que los gentiles escuchasen por él el evangelio y creyesen.

Es cierto que en virtud de sus llaves a Pedro le correspondía abrir las puertas de la Iglesia a los gentiles, pero asumir que hasta allí llegaba el oficio de las llaves es solo una suposición. La Escritura no establece ese tipo de limitaciones en cuanto a las facultades del oficio encomendado a Pedro, Cristo más bien establece:

todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos” Mateo 16,19

Observe que Cristo se refiere a que “lo que ates” y a “lo que desates”. Así, todo el argumento de Padrosa se basa en una falla de razonamiento: Asumir que cuando Pedro ejerce su oficio en un modo particular, eso ya limita su oficio a solo lo que en ese momento realiza o sentencia.

También habría que preguntar: ¿En base a que razón supone que el oficio de las llaves no tiene relación con el poder de atar y desatar?. Esto no lo niegan ni los protestantes. Lo que sostenemos los católicos es que el oficio de las llaves le da a la Iglesia en comunión con el “mayordomo” y portador de las llaves, el poder de atar y desatar. Pero esta autoridad proviene precisamente de las llaves que Cristo ha dado a su Iglesia.

Objeción #4: Citas de los padres de la Iglesia en rechazo del papado.

A continuación Padrosa cita a los padres de la iglesia para alegar que su interpretación era similar a la posición protestante:

Vosotros, los doce, juntos y apoyados en Pedro, cuya declaración de fe en la divinidad es la base, la piedra fundamental de mi iglesia (San Cirilo, en su libro IV sobre la Trinidad, dice: “Creo que por la roca debéis entender la fe Invariable de los Apóstoles".

San Hilario, obispo de Poitiers, en su libro sobre la Trinidad, dice: “La roca (piedra) es la bendita y sola roca de la fe confesada por boca de San Pedro".

San Juan Crisóstomo, en su Homilía 55 del Evangelio de San Mateo, dice: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia. Es decir, sobre la fe de su confesión". Ahora bien: ¿Cuál fue la confesión del Apóstol? Hela aquí: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo".

San Agustín, en un comentario sobre la 1ª Epístola de San Juan, declara: “¿Qué significan las palabras: “Edificaré mi iglesia sobre esta roca? Sobre esta fe, sobre esto que me dices: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo".

Aquí Padrosa cita selectivamente a tres padres de la Iglesia (San Agustín, San Hilario y San Juan Cristóstomo) y comete un error que cometen frecuentemente la mayoría de los protestantes. Este consiste en tomar los textos donde algunos de los padres interpretan que la piedra en Mateo 16,18 es la fe de Pedro, para asumir que este es un rechazo al oficio del Papado. Pero si realmente hubiera estudiado la doctrina que enseñaron estos padres, sabría que ni esto es cierto, y que tampoco esos padres negaban que Pedro fuera la roca de Mateo 16,18. No abordaré aquí nuevamente este tema, porque ya hay una buena explicación acá:

Mateo 16,18 el Primado de Pedro y los padres de la Iglesia

Objeción #5: Confundiendo impecabilidad con infalibilidad.

Escribe Padrosa:

Jesucristo dijo: «Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos». …

Es cierto que Cristo también estará con nosotros hasta la consumación de los siglos los que le buscamos, le amamos y creemos en El y en su Evangelio.

Lo que confirma en otro pasaje al decir: «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos». (San Mateo 18:20).

No nos abandonará jamás. Pero es evidente que esto no nos da infalibilidad.

Y es cierto que las puertas del infierno no podrán destruirla. Mientras haya hombres, habrá quien le ame y observe sus mandamientos, y allí estará la Iglesia fundada por EL.

Ciertamente el hecho de que Cristo esté con nosotros (como individuos) siempre, no nos da infalibilidad, pero si la da a la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (1 Timoteo 3,15).

¿De que puede ayudar que Cristo esté siempre con su Iglesia y le haya concedido el poder de atar y desatar (el cual incluye sentencias doctrinales), si a su vez no acompaño a esta con el carisma de predicar la verdad, pese a los intentos del demonio de prevalecer contra ella?

Ahora bien, la pespectiva de Luis Padrosa es algo ambigua, y para darnos cuenta de ello, meditemos un poco en la visión protestante de la Iglesia como un organismo invisible, que está compuesta por los cristianos que aquí y allá cumplen los mandamientos.

¿Como podría en esta visión de la Iglesia tener la seguridad de que lo que se cree es realmente una doctrina ortodoxa?. A esta pregunta un protestante responderá: En base a la Biblia. Pero en la practica vemos como aquellos que solamente se rigen por la Biblia no solo han dividido en múltiples grupos, sino que no pueden ponerse de acuerdo en asuntos importantes de fe, tales como la divinidad de Cristo, la naturaleza de los sacramentos, la salvación, etc. ¿Como puede mantener la unidad un modelo donde se coloca el juicio privado sobre el juicio de la Iglesia unida y en concilio? ¿Acaso fue esa la actitud que tomaron los cristianos a lo largo de los conflictos de los primeros siglos comenzando por el concilio de Jerusalén en los primeros siglos?

Sin embargo, a estas objeciones contesta:

“Errar la Iglesia en la doctrina es errar en lo principal. No se cumpliría, pues, la promesa de Jesús.

Para que se pueda cumplir la divina promesa: «Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella», es menester que en sus afirmaciones doctrinales no pueda haber nunca ningún error

A esto respondemos que cuando Jesucristo decía que las fuerzas infernales no prevalecerían contra ella, re refería a la conservación o duración de la Iglesia.

Jamás quiso indicar que en su Iglesia no habría pecados de todas clases

Entre los doce Apóstoles, escogidos por El, uno fue traidor, y los demás cometieron faltas a granel y cayeron en errores sin cuento.

Jesucristo tenía que corregirlos continuamente. Y después de la Asunción del Señor, los Apóstoles tenían que luchar siempre contra los errores doctrinales y las desviaciones que brotan entre sus discípulos.

No; Jesucristo no dio ningún privilegio de infalibilidad, o al menos no consta que lo diera a nadie, fuera del Colegio Apostólico, cuando éstos hablaran y escribieran inspirados por el Espíritu Santo, o sea en materias doctrinales.

Y es aquí donde es injustificable que alguien que afirma conocerse todos los argumentos (católicos y protestante) confunda impecabilidad con infalibilidad, un error que hoy en día es difícil encontrar en apologistas protestantes serios. Sorprendente que objete:

“Jamás quiso indicar que en su Iglesia no habría pecados de todas clases..”.

Lo cual es en toda regla una falacia de muñeco de paja, ya que jamás ha sido doctrina de la Iglesia Católica que en ella no habría pecadores ni pecados, sin embargo con esta afirmación intenta, estableciendo su punto, insinuar que si lo hace.

La falla se hace más evidente cuando confundiendo errores de conducta con errores al enseñar doctrina:

“Entre los doce Apóstoles, escogidos por El, uno fue traidor, y los demás cometieron faltas a granel y cayeron en errores sin cuento”

Y luego de confundir errores de conducta con errores doctrinales, remata:

“Y después de la Asunción del Señor, los Apóstoles tenían que luchar siempre contra los errores doctrinales y las desviaciones que brotan entre sus discípulos.”

A lo cual respondemos respecto a los errores doctrinales, que si, la Iglesia si ha tenido que luchar contra herejías que han intentado salir de entre sus filas, pero que fueron rechazadas gracias a que manteniendo la unidad del cuerpo de Cristo, podía identificarlas y erradicarlas.

“Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros” 1 Juan 2,18-19

Un ejemplo que citamos lo tuvimos en el concilio de Jerusalén, cuando los primeros judaizantes intentaron introducir herejías en la Iglesia obligando a los cristianos gentiles a judaizar. ¿Que hubiera pasado si la Iglesia hubiera optado por el modo protestante? Cada quien hubiera salido por su lado, argumentando que nada lo podía separar de la Iglesia “invisible” (a la cual pertenecían solo los creyentes verdaderos -esto es, a los que pensaban como él) y la Iglesia se hubiera comenzado a dividir en ese mismo instante. Sin embargo, la Iglesia se reunió, deliberó y el magisterio se pronunció. La herejía fue erradicada, y no vemos hoy a nadie diciendo que hay que circuncidarse para salvarse. Así mismo con todas las herejías que fueron erradicadas poco a poco (sabelianismo, arrianismo, nestorianismo, monotelismo, etc. Etc. Etc.) las cuales gracias al modelo protestante han podido volver a surgir y contra las cuales los protestantes no tienen forma de luchar, mientras penetran cada vez más dentro de ellos y la confusión doctrinal aumenta.

Objeción #6: Una bien tonta anécdota “rigurosamente histórica".

Luis Padrosa narra una anécdota donde supuestamente unos jovenes bautistas refutan a un sacerdote jesuita que les abordó con un argumento católico. Cito la anécdota:

En un tren iba un grupo de jóvenes evangélicos conversando alegremente de vuelta de una concentración juvenil bautista.
Llevaban insignias de la Unión Bautista de Jóvenes a la que pertenecían.
Un Padre Jesuita se les acercó y, sospechando lo que eran, les dijo:
— ¿Qué insignia es esta que lleváis?
— De la Unión Bautista de Jóvenes.
— ¿Posible? ¿Protestantes? ¿Pero quién os ha tomado el pelo?
Y tras unas breves frases, el irónico jesuita quiso disparar el tiro de gracia contra la fe de aquellos jóvenes.
— Vamos a ver. ¿Quién os dice lo que habéis de creer?
— La Biblia — contestaron ellos,
—¡Magnífico! Pero la Biblia ya sabéis que está formada por varios libros seleccionados entre muchos. A unos los llamaron santos e inspirados por Dios y a otros, apócrifos o simplemente historia humana. Decidme: ¿quién ha seleccionado estos libros santos y quién garantiza que sean éstos y no aquéllos los que debéis creer? Si no hay una autoridad infalible, queda sin fundamento vuestra creencia en la Biblia sola.
De momento quedaron todos en silencio como sorprendidos por la argumentación. Pero uno de ellos se dirigió cortésmente al jesuita y le preguntó:
— ¿Usted sabe cuántas partes tiene la Divina Comedia de Dante?
—Tres — dijo el jesuita — Infierno, Purgatorio y Cielo.
— ¿Y usted sabe de quien es la Odisea y la Ilíada?
— ¡Claro! De Homero.
—¿Está usted seguro?
—Segurísimo.
—Si yo le dijera a usted que la Divina Comedia de Dante tiene una cuarta parte describiendo el Limbo, y que la Odisea y la Ilíada son de Virgilio, ¿qué me diría usted?
—Que es usted un ignorante.
—Y tendría usted razón. Pero ahora le pregunto: para tener esta certeza, ¿ha tenido usted que consultar a un magisterio de críticos e historiadores infalibles?
—No.
—Evidente que no. Ni usted ni nadie. El hombre que para admitir que la Divina Comedia tiene tres partes y no cuatro, y que para creer que la Odisea es de Hornero y la Eneida de Virgilio exigiera una Academia Literaria con el don de la Infalibilidad, lo tendríamos por ignorante y por necio. Sabemos o podemos saber con certeza, si queremos, qué dijo Homero, qué dijo Horacio y qué dijo Virgilio. Y no sólo que dijo, sino cómo lo dijo. Y distinguimos las ediciones con suposiciones, interpolaciones o deformaciones de su estilo, sin necesidad de un magisterio infalible.

Si se lee bien lo que planteó el joven bautista, este afirma que así como nadie necesita un magisterio infalible para saber quien escribió la divina comedia, la Odisea o la Ilíada, tampoco hace falta un magisterio infalible para saber cuales libros son Escritura y cuales no, y quien no lo sepa, según el mismo sacerdote le hacen confesar, es un “ignorante”

Lo cierto es que toda esta anécdota está basado en un análisis falaz de al realidad. Si hoy día se acepta que cuales son los autores de la Eneida, la Iliada o la Odisea, es porque hubo un conjunto de eruditos especialistas en la materia cuyas opiniones asentaron eso como un hecho. Es cierto que el sacerdote no tiene que consultarles ahora para saberlo, y es porque las opiniones de estos eruditos en su momento fueron transmitidas hasta nosotros de tal modo que ahora es un hecho aceptado, pero esto es así precisamente porque en un principio estos eruditos que lo sostuvieron.

Ahora, si el juicio de esos eruditos hubiera estado errado, ellos no hubieran conocido bien los hechos o tuvieron acceso a información deficiente para formar su opinión, hoy día podríamos estar equivocados creyendo que fue Homero quien escribió la Ilíada, o Virgilio la Eneida, y podríamos estar creyendo algo que no es cierto aunque el mundo entero lo tome como tal. Así mismo, de la infalibilidad del los eruditos que afirmaron que estos libros fueron escritos por estos autores, depende si hay probabilidad o no, de que lo que afirmaron sea cierto.

Lo mismo ocurre con la Biblia. Si hoy se reconoce ciertos libros como Escritura, es porque ha habido una autoridad (La Iglesia Católica) que se pronunció de forma definitiva y autoritativa sobre esto, tal que puede ser creído como cierto. Si la Iglesia hubiera caído en apostasía y su juicio hubiera estado pervertido, hoy día podríamos estar creyendo que ciertos libros son inspirados por Dios sin serlo, y eso aunque fuera universalmente aceptado que si lo son.

Otra cosa que omite Padrosa, es que la cuestión de que libro es inspirado o cual no, no es cuestión que cualquier ignorante pueda dilucidar sin la necesidad de un magisterio infalible. Si Padrosa hubiera hecho sus deberes en sus cátedras de historia sabría que el canon bíblico no fue algo que se definió definitivamente de la noche a la mañana, de hecho para muchos libros del Nuevo Testamento se disputó durante bastante tiempo sobre su canonicidad, porque la tradición apostólica no era igualmente clara y evidente en todas las Iglesias. Un ejemplo lo tenemos en el hecho de que el Fragmento de Muratori (de fines del siglo II) siendo el catálogo más antiguo hasta hoy conocido, no tiene entre la lista de libros sagrados a Hebreos, Santiago y 2 Pedro. Inclusive en una catequesis (Catechesis 4,33-36) escrita hacia (+386) por San Cirilo de Jerusalén da una lista completa de los libros del Nuevo Testamento y omite el Apocalipsis. Inclusive en tiempos de la reforma Lutero rechazó Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis, llegando al extremo de escribir:

“Hay que distinguir entre libros y libros. Los mejores son el evangelio de S. Juan y las epístolas de S. Pablo, especialmente la de los Romanos, los Gálatas y los Efesios, y la 1ª epístola de S. Pedro, estos son los libros que te manifiestan a Cristo y te enseñan todo lo que necesitas para la salvación; aunque no conozcas ningún otro libro. La epístola de Santiago, delante de éstas, no es más que paja, pues no presenta ningún carácter evangélico” Lutero, Prólogo del Nuevo Testamento de 1546 (Bibel VI, 10)

El mismo hecho de que inclusive hoy día los católicos y los protestantes tenemos diferencias en cuanto a los libros inspirados y canónicos, derrumba de plano la objeción de Padrosa, con su anécdota.

Todavía han quedado varios capítulos del libro de Padrosa por comentar, pero lo haré en próximas entregas para no hacer excesivamente larga y cansona la presente entrega.

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6 comentarios

  
Luis Fernando
Este Padrosa, ¿cómo es de conocido en el protestantismo hispanoamericano?
23/07/08 4:34 AM
  
Kino
No creo que viva aún este señor. Yo cuando era niño,y ya soy un hombre jubilado,llegó a mis manos este libro. Influyó muchísimo en mi mente todavía no madura. Creó los primeros pasos para mi abandono de la Iglesia. Hoy día mirando la distancia veo el mal que hacen libros similares a éste en las personas nobles y sencillas. Después con el paso del tiempo me enteré que los protestantes franceses retiraron su libro de sus librerías. Parece que su abandono de la Iglesia no fue muy limpio. El testimonio del capitán del barco donde viajaba a Argentina escapando de aquella España, impidiendo que estuviera en el mismo camarote con la que se descubriera luego como su amante,su secretaria María Esteve, y su matrimonio más tarde en este país, parece que revelaron su "conversión" como no muy ejemplar.
Este libro como los posteriores de Lacueva y otros han sido destructivos para almas sencillas como la mía en mi niñez y juventud. Estos hombres no abandonaron todo por la fe,más bien abandonaron la fe por otros motivos.
Ya decía Erasmo de Rotterdam que esto de la Reforma termina como las comedias siempre en boda.
23/07/08 9:42 AM
  
David
De rabiosa actualida lo de este jesuita, si.
23/07/08 11:03 AM
Ciertamente tengo entendido que Padrosa incluso ya ha fallecido
23/07/08 2:41 PM
  
Fray Nelson
José Miguel,

Brillante y completa tu presentación. Haces actual no solo un contenido, sino un modo de argumentar con claridad y profundidad.
23/07/08 5:51 PM
Muchas gracias por sus comentarios Fray Nelson
23/07/08 7:07 PM

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