Reflexiones sobre la situación de la Iglesia
Estos días he vuelto a leer y releer a Newman, uno de los grandes conversos al catolicismo de los últimos siglos. Sin duda el más destacado de origen anglicano. Prontamente haré una reseña sobre un libro que recoge algunos se sus sermones como presbítero anglicano. Son secillamente geniales. En ellos ya se apreciaba el gran talento que este hombre de Dios acabó poniendo al servicio de la Iglesia. Y sin duda me van a servir a refinar algunas de mis percepciones de la fe en los próximos años.
Pero al mismo tiempo que le leo, me vuelvo a hacer la pregunta que me hice la primera vez que le leí: ¿se habría hecho hoy católico Newman? Sé que no tiene mucho sentido preguntarse eso, porque cada hombre es de su tiempo, y Newman es un hombre del XIX, con las particularidades propias de la Iglesia Católica en dicho siglo. Su batalla contra el liberalismo, y a otro nivel contra el evangelicalismo, dentro del anglicanismo tenía su eco en la batalla que desde el papado se iba a librar contra el modernismo y el liberalismo católico. Esa batalla la ganaron los liberales en la comunión anglicana, y por eso la misma está como está: a punto de desintegrarse. Pero no tiene nada de particular que lo que nació en la cama de un rey adúltero pueda desaparecer en los púlpitos y falsas cátedras de unos pseudo-pastores entregados al parecer de este mundo, y que ya no son capaces de atraer a sus templos ni a las ratas. Sí, ya sé que soy duro pero el anglicanismo hoy es un despojo de lo que fue -y no es que nunca fuera gran cosa-, salvo en su ala más cercana al protestantismo evangélico. Ala ésta, mayoritaria en África, que será la que probablemente firme el finiquito de comunión anglicana.
Pero yo no soy anglicano ni he estado nunca cerca de serlo. Cuando cierto amigo me sugirió la posibilidad de irme con ellos cuando yo estaba en proceso de abandono del protestantismo, le dije que lo de la Vía Media me sonaba a la tibieza que Cristo advirtió que vomitaría de su boca. Lo que me preocupa no es cómo ha enfrentado el anglicanismo al cáncer que acabará por consumirle, sino cómo se ha enfrentado y se enfrenta la Iglesia Católica a ese mismo cáncer. Y, ¡ay!, me temo que a veces la profecía del Señor de que las puertas del Hades no prevalecerán contra su Iglesia, es casi el único asidero al que agarrarse para no caer en el mayor de los pesimismos. Pero el panorama, señores, en mi opinión es bastante desolador.