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8.07.25

Europa será destruida. Aviso a Hispanoamérica

Es sabido que Léon Bloy decía que cuando quería conocer la actualidad, leía el libro del Apocalipsis:

Cayó, cayó Babilonia la Grande y se ha convertido en morada de demonios, guarida de todo espíritu impuro y de toda ave impura y aborrecible porque del vino del furor de su prostitución han bebido todas las naciones, los reyes de la tierra se han prostituido con ella y los comerciantes de la tierra se han enriquecido con el poder de su lujo. Oí otra voz del cielo que decía: «Salid de ella, pueblo mío, para no ser cómplices de sus pecados ni ser contados en sus plagas porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades».
Apocalipsis 18, 2-5

Yo sugiero leer también el libro del Génesis:

Después los hombres dijeron a Lot: «¿Tienes aquí a alguien más? Yernos, hijos, hijas o a cualquiera que tengas en la ciudad, sácalos de este lugar porque vamos a destruirlo. El clamor contra sus habitantes ha llegado a ser tan grande en presencia del Señor que el Señor nos ha enviado a destruirla». Lot salió y habló a sus yernos, los que habían de casarse con sus hijas, y les dijo: «Levantaos, salid de este lugar porque el Señor va a destruir la ciudad». Pero a sus yernos les pareció que bromeaba.
Génesis 19, 12-14

La noticia que damos hoy en InfoCatólica, en la que informamos de que solo uno de cada cuatro hogares en Europa cuenta con menores de edad, es la crónica de la futura destrucción del continente. No es discutible que va a ocurrir. Solo queda por saber cuándo se derrumbará todo como un castillo de naipes. De hecho, no tiene vuelta atrás. Ya es tarde para evitarlo.

No creo que haya que ser un experto ni en sociología ni en economía para saber que:

  1. Sin niños no hay futuro. En Europa cada vez nacen menos niños.
  2. Sin familias estables no hay futuro. Las nuevas generaciones en Europa son incapaces de formar ese tipo de familias.
  3. El estado del bienestar social es inviable en un contexto de crisis demográfica y envejecimiento acelerado de la población. Por más que millones de inmigrantes ocupen el lugar que antes ocupaban los jóvenes europeos, dado que desarrollan trabajos de baja cualificación y, por tanto, con sueldos bajos, no se podrán pagar pensiones ni la asistencia médica de los ancianos.

¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Se puede hacer algo para evitar el colapso? ¿Qué decisiones conviene tomar a nivel personal?

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Europa lleva décadas bajo el dominio de una ideología perversa, impuesta tanto desde la izquierda como desde la derecha. Izquierda y derecha son las dos caras de una misma moneda: los precursores de un nuevo orden mundial masónico.

La promoción de la mentalidad anticonceptiva primero y abortiva después, la destrucción de la familia tradicional con la incorporación masiva —primero sugerida y luego impuesta— de la mujer al mercado laboral a costa de su papel maternal, las leyes de ingeniería social que pisotean la ley natural, la educación de los niños y adolescentes en la ideología de género y la promiscuidad sexual, etc.

De nada valen las políticas de apoyo a la natalidad. ¿Qué podemos esperar de una generación de jóvenes que, debido a la educación recibida, son incapaces de mantener relaciones estables? ¿Cómo van a tener hijos quienes no pueden formar familias? ¿De qué sirve dar dinero para tener hijos cuando se regalan anticonceptivos, se pagan abortos con fondos públicos y se fomentan tendencias sexuales incompatibles con la vida?

Y si nuestros hijos, que son menos que nosotros porque nuestros padres todavía tuvieron bastantes, ya no tienen hijos, ¿qué será de nuestros escasísimos nietos?

Muchos creen que la inmigración es la solución a la crisis demográfica. Ciertamente ayudará a que el golpe sea algo más suave, pero a cambio de la aparición de graves conflictos sociales debido al choque de valores entre la población autóctona y la que viene de fuera. La islamización de Europa, también imparable, es una de las características de la destrucción venidera.

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21.05.25

España y sus inmigrantes

El aumento radical del número de inmigrantes en España es imparable. No tiene sentido oponerse: va a ocurrir sí o sí. De hecho, si no ocurre, el país colapsará.

La cosa se explica fácilmente. La tasa de natalidad en España entre las mujeres españolas es 1,09 hijos por mujer. Esa cifra se va a desplomar aún más por una razón sencilla: nuestros jóvenes —adoctrinados convenientemente tanto por la izquierda como por la derecha liberal— son incapaces de mantener relaciones sentimentales estables, algo imprescindible para fundar familias. Además, no quieren tener hijos. Y si quieren, no pueden, debido a la dificultad de acceso a la vivienda.

Una España sin españoles

Las mujeres marroquíes residentes en España tienen entre 2,5 y 3 veces más hijos que las españolas. En poco tiempo, el 10 % de los niños que nazcan en este país serán hijos de padres marroquíes. Además, dado que las mujeres musulmanas no pueden casarse con no musulmanes, apenas habrá hijos de madre marroquí y padre español. En cambio, sí los habrá de padre marroquí y madre española, muchas de las cuales acabarán convirtiéndose al islam.

Con la inmigración hispanoamericana el panorama es distinto: su tasa de fecundidad es «solo» de 1,4 hijos por mujer, que, aun siendo superior al de las españolas, tendrá un impacto mucho menor a largo plazo.

Por tanto, en cuestión de 20 o 30 años, España tendrá una mayoría absoluta de ciudadanos procedentes de otros países. Los españoles «nativos» solo serán mayoría en la franja de la tercera edad. Y como apenas tendrán descendencia, su atención supondrá una carga inasumible para el erario público. Nada que no se pueda resolver ampliando las causas para regular el suicidio asistido. La generación del divorcio y el aborto morirá con una inyección como las que se administran a los animales domésticos ancianos y enfermos. Se recogerá lo que se ha sembrado.

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8.04.25

Ni venimos del mono ni Cristo es "un" dios

Como bien saben ustedes, y si no se enterarán al leer este artículo, estamos en plena conmemoración por los 1700 años de la celebración del Concilio de Nicea, primero de los ecuménicos.

Arrio era un presbítero influyente en Alejandría, conocido por su elocuencia, su formación filosófica y su capacidad para atraer seguidores tanto entre el clero como entre los laicos. Su tesis era tan clara como errónea: el Hijo de Dios no es eterno ni de la misma esencia que el Padre. Según él, si Dios es absolutamente único e ingenerado, no puede compartir su esencia con otro ser. Por tanto, el Hijo -aunque exaltado y anterior a toda la creación- fue creado por el Padre “antes de los siglos”, y por tanto hubo un tiempo en que el Hijo no existía. Para Arrio, esto no rebajaba a Cristo a un mero ser humano, pero sí lo situaba por debajo del Padre, como criatura intermedia entre Dios y el mundo.

Dado que las tesis arrianas se hicieron muy populares, ustedes se pueden hacer idea del problema al que se enfrentaba la Iglesia. Entonces el emperador Constantino, que se había convertido al cristianismo -aunque esto es matizable-, vio que esa controversia podía afectar al imperio y decidió convocar un concilio.

El sacerdote alejandrino pudo exponer sus tesis ante los obispos -el de Roma representado por dos legados-, que de forma prácticamente unánime las rechazaron. Se adoptó entonces el término “homousios" es decir, que el Hijo es de la misma sustancia o esencia que el Padre. Esta palabra fue elegida precisamente para dejar sin ambigüedades la afirmación de la divinidad plena del Hijo. Dicha divinidad ya aparece de forma contundente en la Escritura (Jn 1,1; Tito 2,13; 1 Jn 5,20; etc), pero como la Biblia también diferencia claramente la persona del Padre y del Hijo -y también del Espíritu Santo-, convenía aclarar cuál era el alcance de la condición divina del Hijo.

Aunque la doctrina cristiana quedó claramente definida, no ocurrió lo mismo con la aceptación de la misma. No voy a explicar en este artículo todos los vericuetos históricos que siguieron al concilio, porque basta saber que se intentó llegar a una especie de solución intermedia entre las tesis arrianas y la fe nicena. Según la misma, el Hijo era “homoiusios", semejante al Padre. Una simple “i” lo cambiaba todo. Porque o Cristo es Dios como el Padre es Dios, o Cristo es un dios pero no el mismo sentido que el Padre es Dios.

¿Cómo explicar esto al hombre moderno, que no entiende de sutilezas teológicas y que piensa que estas discusiones son innecesarias?

Pienso que, reconociendo todas sus limitaciones, podemos hacer uso de las semejanzas. Un servidor de ustedes las ha usado en debates con los arrianos de nuestro tiempo: los Testigos de Jehová. He aquí un posible diálogo con ellos:

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4.04.25

Imaginen un concilio de Nicea "sinodal"

El virus sinodal alemán, apenas matizado por el Sínodo de la sinodalidad celebrado en Roma, se extiende por toda la Iglesia. Consiste básicamente en someter la autoridad de los obispos, de quienes la Tradición e incluso el Concilio Vaticano II en el capítulo III de la Constitución Dogmática Lumen gentium afirma que son “pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno", a la del populismo asambleario que imita a la perfección el que se produjo en muchos países occidentales desde la revuelta estudiantil francesa de 1968. No es democracia auténtica, aunque ya de por sí eso sería inaceptable, sino revolución. Los grupos más ideologizados son los que están interesados en participar en un proceso que es de hecho ignorado, cuando no despreciado, por la gran masa de los fieles. Italia acaba de asistir a un nuevo capítulo de la autodestrucción de la Iglesia, que solo Dios sabe qué grado alcanzará no tardando mucho.

Tras décadas de impulso de secularización de la sociedad occidental y de la propia Iglesia, no tiene nada de particular que los laicos que participan en esa revolución quieran que llegue hasta las últimas consecuencias: LGTBI, feminismo, aceptación de la anticoncepción, cambio de la moral sexual, supresión del celibato, vaciamiento del sacramento del orden, etc. Al aborto y la eutanasia no llegan por el momento, pero todo se andará. No en vano la copresidente del sínodo alemán ya se mostró favorable a que se prestara un servicio nacional para llevar a cabo abortos. Y ahí tienen ustedes al cardenal Fernández -auténtico destructor de la fe, muñidor de la herética Amoris Laetitia y la blasfema Fiducia Supplicans- mostrando el camino a la aceptación de las operaciones de cambio de sexo. Se trata de no dejar piedra sobre piedra.

Sinodalidad actual a la luz de la Biblia y la Tradición

¿Qué nos dice la Escritura y el resto de la Tradición sobre el proceso actual?

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29.03.25

Ay, mi querida Huesca

En el día de ayer me enteré de que hoy se iba a producir este nombramiento:

El papa Francisco ha nombrado obispo de las diócesis de Huesca y de Jaca al P. Pedro Aguado Cuesta, Sch.P., en la actualidad superior general de la Orden de las Escuelas Pías (Escolapios). El nombramiento se hace público a las 12.00 horas de hoy, sábado 29 de marzo, y así lo ha comunicado la Nunciatura Apostólica a la Conferencia Episcopal Española.

Viví junto con mi familia 16 años en la diócesis de Huesca. A ella fui a parar cuando no había pasado un año de mi regreso a la Iglesia Católica, así que como se pueden hacer ustedes idea, tengo un alto aprecio por esa iglesia local. 

Por otra parte, mi vida escolar transcurrió en su mayor parte en el colegio de los Escolapios en Getafe (Madrid). Fui un niño afortunado pues sólo tengo buenos recuerdos de aquellos años. Tanto que llegué a recibir una especie de llamado vocacional gracias a unos seminaristas de la congregación religiosa.

Es por ello que debería de alegrarme de que quien ha sido Superior General de las Escuelas Pías desde hace 16 años sea el nuevo obispo de Huesca y de Jaca. Nada más lejos de la realidad. No he tenido trato alguno con el P. Pedro Aguado, pero sí he visto el marasmo en que se han convertido los escolapios en todos estos años. Por no hacer muy sangrante este post, me voy a limitar a poner unos pocos enlaces, para que ustedes entiendan mi pesar:

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