Vuelven las misas a las iglesias. Carta de Mons. Víctor Fernández y pedido de la Conferencia Episcopal Argentina
¡Deo gratias!
Ese gran político converso del siglo XX que fue Charles Maurras (converso a pesar de haber sido injustamente excomulgado), repetía que, para poder analizar con certeza los hechos de la realidad social, era necesario anteponer la política (“politique d’abord”, decía). Es decir, pensar la vida de la polis, fuese la polis que fuese. Incluso la eclesial.
Y no se equivocaba.
Un ejemplo de esto es lo que sucedió en el México de 1929: luego de tres años de la suspensión del culto decretada por la misma jerarquía eclesiástica, los obispos decidieron aceptar los famosos Arreglos, a pesar de que los mismos serían un fracaso. ¿Por qué lo hacían? Se planteaba que, luego de tanto tiempo, el pueblo mexicano no sólo podía volverse inmoral sino excesivamente independiente de la misma jerarquía.

Por razones de higiene mental, aunque sobre todo por la necesidad de una perspectiva histórica política que nos permita analizar con visión más amplia las mordeduras e insidias de la pandemia actual, dejemos de lado momentáneamente los terrores prensa-dirigidos, las contraacusaciones sobre el origen y las rutas del bicho, las guerras bacteriológicas, las conspiraciones de brujas (que las hay nomás…), las megamanipulaciones, las delaciones promovidas por tanto demócrata suelto con urgencias de dictadura y la imposición de solidaridades obedientes a las directivas de gurúes salvadores del mundo.
Como todos sabemos por nuestro Catecismo elemental, existen en la Iglesia Católica, los Mandamientos de la Ley de Dios (los famosos “10 mandamientos”, dados a Moisés en tablas de piedra, para que no se nos “olviden”…)
El actual Catecismo de la Iglesia Católica dice en su número 2447 lo siguiente:





