La irlandesa Bulkeley

Imagen: Espectáculo en Puy du Fou (Vendée) con la irlandesa Bulkeley en plena acción.

Una segunda oportunidad

Céleste Julie Michèle Talour de La Cartrie, nació el 14 de mayo de 1753 en Angers en el seno de una familia numerosa y bien acomodada que vivía en el castillo de la Villenière, siendo la octava de catorce hijos. Muy jovencita, se casó con el Sr. Chappot de la Brossardière, con quien alcanzó a tener una hija, Marguerite, antes de quedar viuda.

Años después, en la casa de su tío conoció a un apuesto lugarteniente irlandés, William de Bulkeley, del regimiento de infantería de Walsh.

Hermoso oficial de tan sólo 20 años, carácter jovial y mente brillante, que se enamoró de Céleste a primera vista a pesar de la diferencia de edad. A decir verdad, ella no aparentaba sus 34: alta, esbelta y de bellísimos ojos azules pasaba por una veinteañera más… Céleste tampoco lo dudó y terminó casándose en segundas nupcias con el irlandés. Se dice que “Madame Bulkeley” y su marido eran una de las parejas más bellas y felices de la región, aunque la luna de miel no duraría mucho.

A partir de julio de 1788 se instalaron en París durante cuatro años, siendo testigos de los disturbios y revueltas que los decidieron a retornar a su amada Vendée en el momento justo. A principios de 1793 la región ya estaba en plena convulsión y el levantamiento había estallado. Pronto el señor Bulkeley se unió a los campesinos de región, en La Roche-sur-Yon, y terminó peleando bajo las órdenes de François Charette. Ella no se quedó atrás siguiendo los pasos de su marido muy de cerca… para poder luchar a su lado. Se la vio a pie y a caballo, siempre elegante, con un vestido verde, echarpe blanco y, por supuesto, pistola a la cintura y espada en mando. No era para menos, Céleste también estuvo al mando de una compañía de cazadores a sueldo suyo, que la llamaban “La Bulkeley”.

Una mujer jefe de guerra

William y Céleste obtuvieron la victoria vendeana de La Roche-sur-Yon el 23 de octubre de 1793, luego de la cual se le encargó a ella la custodia de los prisioneros.  Tiempo después actuaron juntos bajo las órdenes del Gral. Jean-Baptiste Joly, como nos lo cuenta atónito Louis Perrocheau, un testigo ocular: “Los de la caballería avanzaban y yo comencé a frotarme los ojos pensando que veía mal: ‘General, pero… hay una mujer’. ‘Y sí, hay una mujer, incluso, una bella mujer’ me respondió. Una mujer a caballo fue el primer shock… la hermosa dama llevaba un vestido muy entallado de amplia pollera, un sombrero sobre el cual tenía atado un velo de muselina blanco que flameaba al viento. No estaba sentada en la montura, pues sus dos piernas se encontraban de lado izquierdo (…). El segundo shock fue que esta mujer estaba armada. Llevaba un forro de cuero en la cintura donde tenía envainado su sable. Además tenía enganchada una pistola en la tela blanca, alrededor de su vestido (…) Una mujer a caballo, una mujer lista para combatir como soldado y, para colmo, una mujer jefe de guerra”.

Más tarde los Bulkeley dejarán al Gral. Joly para unirse temporariamente con Charette hasta que llegaron los días desesperados del Terror y la Vendée fue aplastada por las columnas infernales. Fue entonces cuando William, Céleste, su hija y una criada, decidieron cruzar el Loire con Henri La Rochejaquelein y el resto de los vendeanos en busca de apoyo extranjero.

Desgraciadamente en la Navidad de 1793, luego del desastre de Le Mans, los cuatro cayeron prisioneros de los republicanos en los alrededores de Ancenis y se los condenó a muerte por “bandidos”. La pequeña Marguerite no sobrevivió a la prisión, muriendo de tifus en los brazos de su madre. El Sr. Bulkeley y la criada fueron guillotinados en la plaza pública de Angers el 20 de enero de 1794. La ejecución del extranjero fue celebrada por el alcalde de la ciudad, quien escribió orgullosamente al comité de Paris: “Nuestra santa guillotina trabaja. Lo hace desde hace tres días, afeitó a once sacerdotes, una religiosa, un general y también a un soberbio inglés de seis pies de alto por lo cual con la cabeza sobresalía demasiado. Hoy en día ya está en la bolsa”.

Pero la irlandesa era de armas llevar y no se iba a dejar condenar así nomás; al menos, sin intentar lo imposible para salvarse. Se declaró embarazada, y le concedieron un plazo de gracia…  hasta constatar el hecho. En efecto, gracias a su bebé, la Señora Bulkeley consiguió escapar a la “santa guillotina” con un certificado de perdón que le otorgaron por el embarazo. Meses más tarde dará a luz un niño muerto.

Reincidencias…

Sin darse tiempo para el duelo familiar, volvió de inmediato a tierras vendeanas para seguir combatiendo, ya sin la compañía de su marido. Se enroló con un grupo de mujeres nobles al ejército de Charette, quien les dio refugio seguro en Legé y los medios para luchar como verdaderas amazonas. Ella no dejó pasar semejante oportunidad: en Torfou fue herida dos veces a golpe de espada, también se batió en Mortagne y Saint-Fulgent. En más de una ocasión cubrió la retirada de los monárquicos a punta de pistola y espada en mano como se la representa en este famoso grabado.

Madame Céleste Bulkeley en el combate de La-Roche-sur-Yon.

El 13 de octubre de 1794, se la vio a caballo participando del asalto al castillo de Givre, donde a pesar de ser rechazada y estar en minoría, volvió a la carga dos veces. “La amazona Bulkeley, famosa por sus crueldades -escribe el Gral. Beaupuy- no quiso de ninguna manera aceptar el fracaso”. La irlandesa continuó sin ceder, a pesar de que la tropa estaba siendo diezmada por el fuego republicano; solo se retiró cuando se dio cuenta que irían inútilmente a la masacre.

Depuso definitivamente las armas el 29 de marzo de 1796, con la ejecución del Gral. Charette. Un año después se casó con Jacques Thoreau de Touchardière, quien la dejó viuda por tercera vez en 1798. La cuarta fue la vencida para esta irlandesa empedernida que terminó casándose otra vez, en enero de 1803, con el capitán Jean Pissière.

Y luego de tantas idas y vueltas, Céleste murió octogenaria, el 13 de marzo de 1832 en la misma ciudad donde había nacido. Su cuerpo aún atesoraba varias cicatrices de guerra… Sin embargo, su honor estaba intacto por haberse batido hasta el final, sin jamás defeccionar.

Hna. Marie de la Sagesse, S.J.M.

Bibliografía consultada:

http://www.puystory.fr/archives/2017/08/07/33769086.html

http://www.vendeensetchouans.com/archives/2019/10/18/37722232.html

https://www.la-chouette-de-vendee.fr/blog/params/post/873921/paroles-de-boun-femmes

 


 

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1 comentario

  
maru
Desde luego en la Vendee , hubo grandes y valientes heroínas.
Qué burla y menosprecio derrochaban los "padres de la patria", cuando ejecutaban en la guillotina a sacerdotes y religiosos, qué sádicos!!!!
18/05/21 3:27 PM

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