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3.04.22

La gloria de Dios y la gloria de los hombres

Sermón para el Domingo de pasión

“La gloria de Dios y la gloria de los hombres

Javier Olivera Ravasi, SE

            

 

Evangelio para el Domingo de Pasión (calendario según la forma extraordinaria)

         ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.» Los judíos le respondieron: «¿No decimos, con razón, que eres samaritano y que tienes un demonio?». Respondió Jesús: «Yo no tengo un demonio; sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí. Pero yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga. En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás.» Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás.” ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?» Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: “El es nuestro Dios”, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra. Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró.». Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy.». Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo (Jn 8,46-59).

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Nos encontramos a las puertas de Semana Santa, la semana mayor de la liturgia romana; Dios mediante, tendremos la gracia, la semana próxima de participar del Domingo de Ramos, rememorando la entrada triunfal de Cristo, el Mesías esperado en Jerusalén.

Estamos a las puertas entonces del misterio de la salvación; son las puertas del cielo.

Y en el Evangelio que hoy se lee, también las turbas están a las puertas de quien es la salvación misma, Yeshua, “Dios salva”: el único sóter, el único salvador del género humano, principio y fin, alfa y omega, como quedará pintado en el cirio pascual.

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