La gloria de Dios y la gloria de los hombres

Sermón para el Domingo de pasión

“La gloria de Dios y la gloria de los hombres

Javier Olivera Ravasi, SE

            

 

Evangelio para el Domingo de Pasión (calendario según la forma extraordinaria)

         ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.» Los judíos le respondieron: «¿No decimos, con razón, que eres samaritano y que tienes un demonio?». Respondió Jesús: «Yo no tengo un demonio; sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí. Pero yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga. En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás.» Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás.” ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?» Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: “El es nuestro Dios”, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra. Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró.». Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy.». Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo (Jn 8,46-59).

*          *          *

Nos encontramos a las puertas de Semana Santa, la semana mayor de la liturgia romana; Dios mediante, tendremos la gracia, la semana próxima de participar del Domingo de Ramos, rememorando la entrada triunfal de Cristo, el Mesías esperado en Jerusalén.

Estamos a las puertas entonces del misterio de la salvación; son las puertas del cielo.

Y en el Evangelio que hoy se lee, también las turbas están a las puertas de quien es la salvación misma, Yeshua, “Dios salva”: el único sóter, el único salvador del género humano, principio y fin, alfa y omega, como quedará pintado en el cirio pascual.

Las turbas venían acorralando al Señor luego de la resurrección de Lázaro (ese fue el milagro que lo condenaría a muerte); y ahora están en el Gazofilacio, el hall de entrada donde se reunían las ofrendas para el gran templo de Jerusalén.

Allí se desata esta discusión acerca del Mesías.

Habían pasado ya las 70 semanas de Daniel.

Había venido el Precursor.

Habían visto ver a los ciegos, andar a los rengos, oír a los sordos; habían dicho que Nunca nadie había hablado así (Jn 7)… Entonces: ¿sería posible que este carpintero de Galilea, discípulo de nadie y venido desde el norte fuese el Mesías esperado?

Y viene entonces la primera monición:

      - “Si digo la verdad ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios”.

Porque no es la inteligencia la que salva, sino la voluntad, el ejercidio de nuestra libertad que quiere abrazar el bien.

“Digo la verdad… y no me creéis”.

- “Yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga”.

Las obras que Dios hace en la tierra, de modo habitual, las realiza por medio de enviados: los ángeles, que sostienen el firmamento, los profetas que anuncian Su mensaje, los evangelistas que narran Su palabra, etc. Porque toda obra buena surge, como un monte cuando es regado desde los cielos, de parte de la fuente de la Bondad, que es Él mismo. Por eso, sólo a Dios se da la gloria.

No podemos realizar ninguna obra buena, ninguna obra santa, ninguna obra que merezca merecimiento, sin estar unidos a Dios; así como no puede la vid dar frutos si no está unido al sarmiento, de allí que Dios busque Su gloria por medio de su creación y, quienes somos sus hijos, debemos dejar que todo redunde en la suya: “que Él crezca y que yo disminuya”, como decía San Juan Bautista.

Y esto es lo que los judíos no entendían; o no querían entender. La Verdad estaba frente a ellos, habían visto sus obras, sus milagros, su enseñanza y no querían ver: “Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen oídos y no oyen”, como dice el salmista.

Es que, el soberbio, el duro de corazón, no es que sea sordo, ciego o mudo: quiere serlo. Se ha quedado así porque, lo único que puede ver, decir u oír, es lo que él dice, oye o ve. Ha perdido el órgano de la percepción de la realidad y, por eso, no puede llegar a la verdad; la verdad que libera. La verdad que hace libres.

Porque busca su propia gloria.

Eso es lo que el hijo único de Dios, Jesucristo, el León de Judá, hizo a lo largo de toda su vida terrenal: dar testimonio de la verdad por medio de una voluntad inquebrantable; y así consigue, por conquista, que Dios Padre lo glorifique.

- “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica”.

Porque sólo quien busca hacer la voluntad del Padre recibe los premios verdaderos y no las migajas de los dioses y señores de la tierra, que de nada valen; de nada valen… Porque la gloria humana, la vanagloria, la que no se dirije a Dios, es como una roca que impide volar al Cielo: ata; aprisiona; encarcela.

Y este es el centro de este Evangelio: buscar la gloria de Dios y no la de los hombres. Ad maiorem Dei gloriam, como decía San Ignacio de Loyola. Todo para la mayor gloria de Dios.

Lo otro es un mal negocio pues el mundo, “no paga”, como dicen los jóvenes hoy.

La gloria humana, la fama, el aplauso y el reconocimiento de este mundo, es como paja que lleva el viento, como hierba que pronto se marchita y mañana se echa al fuego. Y es esto lo que Nuestro Señor Jesucristo intenta explicar en uno de los últimos sermones antes de su pasión y muerte: que ya sea que comamos, que bebamos, que trabajemos, que limpiemos, que planchemos o invirtamos, que enseñemos o cocinemos o cantemos…, todo, todo todo, como decía San Pablo, debemos hacerlo para la gloria de Dios y no para gloria nuestra.

Termina el episodio del Evangelio con la clara alusión de Cristo acerca de su divinidad:

- “En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy”.

Que es como si dijera: “En verdad, en verdad os digo YAHVÉ” (Ex 3,14), es decir, yo soy el que es. “Yo soy; y uds. no son nada”. Por esto lo quisieron apedrear, claro…

Porque en Su infinita misericordia, Dios quiere aún que sus propios enemigos lo glorifiquen.

*          *          *

Termina el texto del Evangelio diciendo que, ya no pudiendo aguantar más tantas verdades, los judíos, que buscaban la gloria propia y no en verdad la de Dios, tomaron unas piedras para arrojárselas pero Jesús se les fue de las manos. Porque la gloria humana, al final de cuentas, son como esas rocas que impiden: más bien conviene esquivarlas.

Pidamos a Dios Nuestro Señor, a las puertas de su Pasión, que nos conceda obrar todo para Su mayor gloria.

P. Javier Olivera Ravasi, SE

3/4/2022

9 comentarios

  
Argia
Hay que hacer esa elección: o glorificar a Dios o a nosotros mismos.
Dios nos da esa oportunidad, pero que dificil es el que en TODO lo que hacemos hacerlo para gloria de Dios, tenemos como un potente iman, hacia el quedar bien, al que nos quieran, al demostrar "nuestra" inteligencia, nuestra cultura, sapiencia, virtudes etc.
Por eso es preciso orar en todo momento y poder reconocer quién es el dador de todas nuestras cosas buenas, y devolverle todo lo que nos da.
A un niño muy pequeño si le das alguna cosa, aunque sea una piedra, se la queda mirando, y luego todo sonriente te la devuelve, es como si reconociera tu acto de amor y quisiera corresponderte.
Cuando el niño es un poco mayor, intenta pegarte con la piedra, jugando, también sonriente, es un gesto de compartir el regalo. Cuando es ya un niño mayor, se la queda y ya no te sonrie y ademas se marcha por si acaso se la pides.
Los adultos ya hemos pulido la piedra ha salido el diamante, nos hemos hecho ricos, pero ni me acuerdo de quién me la ha dado.
Por algo dice Jesus que si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los cielos, con tantas vanas glorias, no cabemos por la puerta estrecha.
03/04/22 3:35 PM
  
Marta de Jesús
Con Argia. Muy interesante comentario-comparativa.
La gloria solo a Dios.
03/04/22 7:56 PM
  
Miguel Hinojosa
1Cro 29,10-13: Solo a Dios honor y gloria

Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
04/04/22 9:44 AM
  
Juan
Un modo de dar Gloria a Dios:

25:31 cum autem venerit Filius hominis in majestate sua et omnes angeli cum eo tunc sedebit super sedem majestatis suæ

25:32 et congregabuntur ante eum omnes gentes et separabit eos ab invicem sicut pastor segregat oves ab hedis

25:33 et statuet oves quidem a dextris suis hedos autem a sinistris

25:34 tunc dicet rex his qui a dextris ejus erunt venite benedicti Patris mei possidete paratum vobis regnum a constitutione mundi

25:35 esurivi enim et dedistis mihi manducare sitivi et dedistis mihi bibere hospes eram et collexistis me

25:36 nudus et operuistis me infirmus et visitastis me in carcere eram et venistis ad me

25:37 tunc respondebunt ei justi dicentes Domine quando te vidimus esurientem et pavimus sitientem et dedimus tibi potum

25:38 quando autem te vidimus hospitem et colleximus te aut nudum et cooperuimus

25:39 aut quando te vidimus infirmum aut in carcere et venimus ad te

25:40 et respondens rex dicet illis amen dico vobis quamdiu fecistis uni de his fratribus meis minimis mihi fecistis

25:41 tunc dicet et his qui a sinistris erunt discedite a me maledicti in ignem æternum qui paratus est diabolo et angelis ejus

25:42 esurivi enim et non dedistis mihi manducare sitivi et non dedistis mihi potum

25:43 hospes eram et non collexistis me nudus et non operuistis me infirmus et in carcere et non visitastis me

25:44 tunc respondebunt et ipsi dicentes Domine quando te vidimus esurientem aut sitientem aut hospitem aut nudum aut infirmum vel in carcere et non ministravimus tibi

25:45 tunc respondebit illis dicens amen dico vobis quamdiu non fecistis uni de minoribus his nec mihi fecistis

25:46 et ibunt hii in supplicium æternum justi autem in vitam æternam
04/04/22 2:46 PM
  
Feri del Carpio Marek
"Porque no es la inteligencia la que salva, sino la voluntad"

Padre Javier, esto ya te lo escuche decir en más de un video, también me lo dijo el P Federico alguna vez. Pero todavía me queda alguna objeción, que te la presento, a ver si me puedes ayudar, a lo que quedaría agradecido.

Según santo Tomás, hasta donde puedo entender, la voluntad es la tendencia hacia el bien aprehendido por el intelecto, y el deleite en ese bien una vez que ha sido poseído. En vista de ello, la inteligencia precede a la voluntad, y el movimiento de la voluntad depende de lo que la inteligencia le presente como bien, para moverse hacia ello. Por eso Jesús dice, "conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Esto también se ve en la caída de Eva: el tentador primero tuvo que engañar a la inteligencia, y presentar como un bien al fruto prohibido, para que recién la voluntad se mueva hacia este.

Por lo anterior, veo que para corregir la voluntad (y salvarme) primero debo corregir la inteligencia para aprehender los bienes verdaderos, en particular el Bien con mayúscula, para que así la voluntad se dirija a ese bien.
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Lea Santo Tomás, Suma teológica, prima pars, q. 82 (ojo, pero no sólo eso). Es el tema que ha desarrollado excelentemente no sólo Santo Tomás, sino también Cornelio Fabro. "Intelligo quia volo". Es decir, hay primacía de la voluntad aún en el "querer" o "no querer" entender. Pero no es para un comentario a un post, lo siento (pues alguno podría, sin mucha formación, entender que estamos hablando de un "voluntarismo"). Bendiciones. PJOR
04/04/22 4:37 PM
  
Luis López
Como dijo el gran teólogo español, el dominico Antonio Royo, si nos salvamos debemos alegrarnos más por la gloria de Dios, que cumple en nosotros su voluntad de salvarnos gratuitamente, que por nuestra propia felicidad eterna junto a Él.

Sólo a Él la gloria por los siglos de los siglos.
04/04/22 7:50 PM
  
claudio
Estimado Padre, tienes toda la razón, es desgarrador ver lo que sucede y cómo se repite querer apedrear a Cristo.
Gloria a Dios

Tantum Ergo Sacramentum
Tantum ergo sacramentum
Veneremur cernui
Et antiquum documentum
Novo cedat ritui
Praestet fides supplementum
Sensuum defectui

Genitori, genitoque
Laus et iubilatio
Salus, honor, virtus quoque
Sit et benedictio
Procedenti ab utroque
Compar sit laudatio
Amen
04/04/22 7:52 PM
  
SS
Gracias.
05/04/22 7:28 AM
  
Feri del Carpio Marek
Muchas gracias por la referencia, padre. Leyendo el artículo 4 de la cuestión 82, encuentro en la objeción 3 y su cotrespondiente respuesta el punto que quiero hacer: que la voluntad no se puede mover por sí misma, tiene como principio intrínseco el moverse solamente hacia un bien presentado previamente por el intelecto. Entonces la voluntad no me salvará si no es que antes Dios infunde en mi intelecto bienes verdaderos hacia los cuales mover mi voluntad hacia la salvación.

Copio aquí la mencionada objeción 3 con su respuesta:

"Nada podemos querer sin conocerlo. Así, pues, si queriendo entender, la voluntad mueve a entender, sería necesario que a dicho acto de la voluntad le precediera otro del entendimiento, y a éste otro de la voluntad, y así indefinidamente. Esto es imposible. Por lo tanto, la voluntad no mueve al entendimiento.

Respuesta:

No es necesario iniciar un proceso indefinido, sino anclarse en el entendimiento como en el punto de partida. Pues a todo movimiento de la voluntad es necesario que le preceda un conocimiento. Pero no al revés, es decir, no a todo conocimiento precede un movimiento de la voluntad. El principio de la deliberación e intelección es un principio intelectivo superior a nuestro entendimiento, y lo es Dios, como también dice Aristóteles en VII Ethicae Eudemicae, con lo cual demuestra que no hay un proceso indefinido."

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Santo Tomás, como dije, no trata sólo aquí (la Suma, no hay que olvidarlo, era para quienes estaban "comenzando"; hay infinidad de lugares donde lo toca). Para profundizar el tema, si lo desea, puede leer el libro de Fabro "Riflessioni sulla libertà" o, si no, la tesis del P.Dr. Christian Ferraro al respecto. Bendiciones. PJOR
05/04/22 6:20 PM

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