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6.12.19

Fátima: ¿Fue realizada la consagración de Rusia? Estado de la cuestión (4-4)

La Ostpolitik 

¿Por qué es tan difícil hacer lo que Nuestra Señora pidió? ¿Por qué el Papa (junto con los obispos) no consagra a Rusia “de nuevo” nombrándola de una vez por todas para terminar la discusión? Sencillamente porque la consagración solicitada parece estar en desacuerdo con la dirección de la Ostpolitik del Vaticano, línea política promotora de una coexistencia[1] y distensión pacífica entre cristianismo y ateísmo, es decir entre el Vaticano y los gobiernos comunistas, concretada a través del Party Line[2], es decir la sepultura del carácter profético de Fátima en el pasado y cuanto mucho su reducción a un mero pedido de oración y penitencia.

El intento de separar a los católicos de la obediencia a Roma fue la obsesión de los marxistas, que procuraron formar una especie de Iglesia patriótica, cercana al Partido Comunista, cuyas autoridades se reservaban el nombramiento de los obispos, aceptados en última instancia por el staff vaticano, como acaba de suceder en China.

 El ya citado Monseñor P. Hnilica[3], que se opuso a la Ostpolitik desde su juventud, sufrió las penurias de un campo de concentración y conoció los manejos para sustituir al primado de Checoeslovaquia, Cardenal J. Beran (1888-1969), advirtió al Papa que el presunto éxito de la diplomacia vaticana era en realidad un éxito para el régimen comunista, que, al conseguir exilar y sustituir a un prelado fiel, se libraba de problemas internacionales desagradables sin ceder en nada substancial[4].

Esta condescendencia había comenzado en tiempos de Pío XI y se había ido agravando sucesivamente a partir del llamado Pacto de Metz[5], entre el Cardenal TIsserand y el metropolitano ortodoxo ruso Nikodim, en virtud del cual no se trató del comunismo en el Concilio. Se agravó en 1973, con la aceptación sin resistencia de cuatro obispos propuestos por el régimen comunista checo y la destitución, por parte del Papa Paulo VI, del primado de Hungría, Cardenal Mindszenty el 18 de noviembre del mismo año. En 1988, la escandalosa presencia del Cardenal Casaroli[6], por entonces Secretario de Estado, en Moscú y no en la perseguida y fiel Ucrania, para la conmemoración del milenario del cristianismo eslavo, contribuyó a consolidar la misma orientación[7] aun cuando el Vaticano haya modulado su Ostpolitik desde la caída de B. Yeltsin[8] y el ascenso de V. Putin[9] que alentó la resurrección oficial de la ortodoxia rusa.

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