¿Es lícito luchar por Cristo? (3-3): hasta los santos en las Cruzadas

¿Es lícito pelear por Cristo? (3-3): ¡Hasta los santos en las Cruzadas!

Como dijimos anteriormente, la entera Cristiandad se sintió galvanizada por el ideal de las Cruzadas. Hasta un espíritu tan apacible y sereno como el de san Francisco, no ocultó su entusiasmo por la empresa. Ya desde su juventud, se había sentido deslumbrado por el estilo de vida caballeresco, que llegaba entonces a la península italiana a través de los Alpes.

Ahora bien, su conversión, lejos de hacerle abandonar aquellos ideales en aras del ascetismo monástico tradicional, le confirió una nueva significación que inspiró toda su misión religiosa. Los ideales de su fraternidad se basaron más en los de la caballería romántica que en los del monaquismo benedictino. No puede resultar insólita la atracción que ejerció la tierra donde nació y murió Nuestro Señor sobre aquél que quiso tomar el Evangelio al pie de la letra. Sus “Hermanos Menores” constituirían una suerte de Caballería espiritual, dedicados al servicio de la Cruz y al amor de la Dama Pobreza, que llevarían a cabo hazañas espirituales sin temor a los riesgos y peligros que pudiesen encontrar en su senda[1]. San Francisco encarnaba al mismo tiempo al pobre y al caballero, es decir, las dos fuerzas que reconquistaron Jerusalén.

Para poner un ejemplo de su vida, en 1219, los cruzados que sitiaban Damieta, ciudad cercana al Nilo, vieron llegar un día, según cuenta Jacques de Vitry[2], a “un hombre sencillo y no muy culto, pero muy amable y tan querido de Dios como de los hombres, el Padre Francisco, fundador de la Orden de los Menores”. Tras convivir por algún tiempo con los caballeros cruzados se propuso nada menos que pasar al campamento de los infieles. Cuando los caballeros se enteraron de semejante decisión, al parecer, completamente temeraria, no podían contener la risa. Pero Francisco persistió en su idea, y en compañía de Fray Iluminado, se dirigió hacia las líneas enemigas. Al verlos, los centinelas musulmanes se abalanzaron sobre ellos, dispuestos a apalearlos. Entonces Francisco comenzó a gritar: «¡Sultán! ¡Sultán!». Creyendo los guardias que se trataba de parlamentarios, luego de encadenarlos, los condujeron hasta donde estaba el Sultán. Los frailes, sin más trámite, lo invitaron a convertirse al cristianismo, causando la risa de todos los presentes. Sin embargo, dicha osadía le cayó en gracia al Sultán que, perdonándoles la vida, les hizo acompañar de nuevo al campamento cristiano.

Pero una de las formas más asombrosas que tomó esta epopeya a comienzos del siglo XIII fue la que se llamó Cruzada de los Niños. El hecho tuvo su origen en la convocatoria de un pastorcito, Esteban de Cloyes, quien aseguró que el Señor se le había aparecido y le había dado la orden de liberar el Santo Sepulcro. Lo que los caballeros se habían mostrado incapaces de realizar lo harían ellos, los niños, con sus manos inocentes. Como en los días de Pedro el Ermitaño, miles de adolescentes se enrolaron en las filas de Esteban y tomaron la Cruz. A pesar de la prohibición del rey de Francia, los jóvenes cruzados atravesaron dicho país y llegaron a Marsella, donde se embarcaron en siete galeras; dos de ellas naufragaron y otras dos llegaron a Argelia, donde los adolescentes fueron vendidos como esclavos. También en Alemania se organizó poco después una Cruzada semejante, pero los que la integraban acabaron dispersándose, agotados y hambrientos, por los caminos de Italia. “Estos niños nos avergüenzan –exclamó Inocencio III, cuando se enteró de tales sucesos; nosotros dormimos, pero ellos parten…”.

Hubo de todo y para todos los gustos, pero siempre el fin era el mismo: recuperar los Santos Lugares que habían sido arrebatados por los moros. Sin duda que hubieron también ejemplos no tan edificantes como el de San Francisco. Citemos el caso de Federico II Hohenstaufen, nieto del conocido Federico Barbarroja: se trataba de un curiosísimo personaje, luego de haber sido excomulgado por el Papa, se embarcó en una Cruzada logrando el éxito imprevisto al punto de coronarse a sí mismo en el Santo Sepulcro.

En su comitiva, sin embargo, poseía un verdadero harén en el que había sobre todo mujeres moras y sus costumbres era más que reprochables, al punto que sus estrechos lazos de amistad con los musulmanes lo hicieron sospechoso de haberse convertido en secreto al islamismo, acusación no suficientemente fundada, ya que lo que al parecer más apreciaba del Islam no era tanto su doctrina cuanto la voluptuosidad de las costumbres musulmanas. Singular figura la de este Emperador que en pleno siglo XIII preanuncia, como algunos lo han señalado, el estilo de los príncipes del Renacimiento, tal y como lo delinearía Maquiavelo. En nuestro siglo ciertos historiadores lo han cubierto de elogios, creyendo ver en él al precursor del “déspota ilustrado”, escéptico, tolerante, culto, en resumen, un soberano de ideas “modernas” perdido en el mundo feudal, pero cruzado…

En contraposición tenemos dos grandes figuras que al menos nombramos: Balduino IV, quien llegaría a ser rey de Jerusalén (joven simpático y atractivo, de apenas 17 años) y el ya nombrado Godofredo de Bouillon, gran conquistador del Santo Sepulcro. Ambos se disputan las muestras de coraje de por aquel entonces.

No faltaron tampoco las mujeres que, recordando el celo por la casa de Nuestro Señor, también quisieron participar de este momento único donde el cielo estaba barato[3].

Dueñas de tanta o más fe y de vigor que sus cónyuges, compartieron con ellos penurias e ilusiones, y al buen decir de Quevedo, “acompañaron el lado del marido, más veces en las huestes que en la cama”. Estuvieron en los sitios de Antioquía y de Acre, calmando la sed y las he­ridas, dando ánimo sin reclamar mayor distinción que la de tener un puesto a la ho­ra del sacrificio.

Solo para no que no se pierdan en el laberinto de la historia, recordemos algunos casos: Adela, echó de su casa a su marido Etienne de Blois por haber desertado del Cerco de Antioquía; el esposo, viendo que no encontraba refugio ni en su propia morada y digno al fin, regresó para derramar su sangre en Tierra Santa y ganarse el amor de aquella alma varonil. Elvira de Aragón, por su parte, partió hacia Oriente con su esposo Raimundo de Saint Gilles, perdió un hijo y engendró otro, y no temió a las inclemencias del camino ni a la gravedad de las circuns­tancias; Idia de Austria, la mujer del duque Welf de Baviera, tomó la cruz a la par de los hombres y participó en Heraclea de las gestas sin fin.

Son solo algunos casos, pe­ro podrían multiplicarse. De esta época son asimismo algunas coplas que aluden a doncellas guerreras, hijas de padres an­cianos sin descendencia masculina, que imposibilitados ellos de concurrir al combate, enviaban a sus niñas vestidas de va­rón. Y de otras tantas coplas, no menos ilustrativas, en las que se narran aquellos patéticos casos de esposos dados por muertos en la lucha y que vuelven un día, milagrosamente, después de añares, para encontrarse con la fidelidad intacta de la esposa; tan intacta como su esperanza y su presentimiento del regre­so y por los cuales no había vuelto a casarse. En la iglesia franciscana de Nancy, una lámina mortuoria ha inmortalizado este gesto emblemático de recíproca lealtad marital. Es la que recuerda a Hugo I de Vaudemont y a su esposa Ana, íntima­mente abrazados, después de diecisiete años sin verse.

Pero terminemos con dos grandes santos que han dejado su sello imborrable de esta gloriosa época; se trata de dos figuras “arquetípicas” del buen combate que requiere tanto el filo del verbo como el de la espada.

Me refiero a san Bernardo de Claraval y a san Luis Rey de Francia.

San Bernardo fue un predicador eximio e iluminado. Tenía el don de alumbrar y de conmover con su verbo, de proferir sentencias que fueran a la vez como flechas filosas para los impíos y como agua mansa para los corazones leales. Ni en celo ni en sabiduría podía equiparársele. Fue así que al soplo de su voz se obraban prodigios y auténticos milagros. Tullidos que recobraban su andar y ciegos o mudos que al fin veían y podían comunicar­se. Pecadores que se enmendaban y ejércitos enteros que se izaban resueltos sobre el horizonte de la Cristiandad; como ocurrió en Vézelay en la Pascua del 1146, donde, al igual que en Clermont, no alcanzaron las telas rojas para hacer la “cruz de las Cruzadas” y tuvo el santo que partir su propio hábito monacal.

Cuentan que al paso de san Bernardo por las ciudades en donde predicaba las Cruzadas, las madres escondían a sus hijos y esposos para que éstos no dejasen todo y se embarcasen en la lucha por Cristo.

Es que esta lucha era para el santo reformador de los benedictinos un en­sanchamiento del Reino de Cristo, la realización de la unidad de las naciones bajo el signo de la Verdad, la espiritualización del poder político y la única guerra justa que daba razón de ser a las corporaciones militares. “Cuanto más inferiores en la pelea” –le escribe a Eugenio III– “tanto más superiores se hicieron en la fe”.

Amaba la soledad, el silencio y la vida contemplativa pero Dios le pedía la acción; gracias a la disciplina monástica y a la mortificación que la carne impone, se encendía en el celo de la predicación y la palabra de su boca era para los oídos más dulce que la miel en los labios, al punto que se le llamó el Doctor Melifluo. Se le arremolinaban para oírlo, convencido el gentío del honor y del deber de creer y de pelear.

Monje y caballero, poeta y profeta, taumaturgo y mora­lista, san Bernardo no dejó sitio por visitar: Colonia, Aquisgrán, Maestricht, Lieja, Mons, Flandes o Maguncia, eran algunos de los púlpitos que escucharon su voz. Multitudes en procesión salían a su encuentro. “Los enemigos de la Cruz –decía– han levantado su blasfemo estandarte y devastado con el fuego la Tierra Santa, la Tierra Prometida… Ceñíos virilmente la armadura y empuñad la espada triunfadora”. Pero conocía asimismo el valor superador de la Fe y de la Esperanza, y el valor inmenso de la plegaria, por eso, tanto al Santo Padre como a los creyentes comunes no cesaba de instarlos a la vida de oración como el prólogo de la acción. Entonces sí, como se lo reclamó al Papa, “urge ya el tiempo de obrar, ¡obra pues! Ha llegado el tiempo de la poda, si antes meditaste. Si has movi­do el corazón, se ha de mover también la mano. Domarás los lobos, pero no dominarás las ovejas… Fuertes en las luchas, no apoltronados entre sedas”.

Contemplación y acción, adoración al Señor y pelea por Él; todo ha de saber hacer el buen cruzado. Llevar el manto o la cogulla monacal, cargar el crucifijo y el hierro macizo, montar a caballo e hincarse de rodillas, batirse en las moradas interiores y asaltar murallas de sarracenos. Y tener por Suprema Dama en esta vida caballeresca, a María Santísima, a la que san Bernardo, como buen cisterciense, amaba en la sublime austeridad de su recinto espiritual[4].

Pero también entre los políticos hubo santos, aunque no se crea…

Modelo entre modelos admirables, san Luis Rey ejer­ció el gobierno de un modo completo, personal y absoluto con el único fin con que es lícito hacerlo: buscando el bien común. Sin favoritismos y en contra de ellos, pero a favor de los reales necesitados, a quienes socorrió con sencillez de padre.

Ejemplo de gobernante santo, tanto castigaba a los blasfemos como impartía jus­ticia públicamente; escuchaba personalmente las quejas de su grey y reparaba con equidad la situación del débil y del des­poseído, acabando con los abusos de los arrendadores o con los maltratos de los recaudadores y usureros.

Era para sus súbditos un consuelo y un jefe misericordioso. Un bien para el alma y para los cuerpos. Nadie parece haberlo aventajado en el cuidado de las finanzas y en la administración de la hacienda, al punto que habían pasado muchos años de su muerte y la población humilde seguía re­clamando “las monedas de san Luis”. Maestro de la caridad y de la piedad, tan pronto repartía libros y donaba bibliotecas, como entregaba limosnas y víveres. Tan seguro de sí en la expulsión de los perjuros y en la asistencia a los menesterosos. Tan grande con el yelmo y la corona real, o con el hábito de peregrino cuidando leprosos calladamente. Tan brioso en la formulación de los artículos del Credo y rienda en mano, al frente de sus tropas implacables.

El hombre que enseñaba a su hijo Felipe a no ser tolerante con los sembradores de sacrilegios y que no ahorraba el hie­rro para mantenerlos a raya y con merecidos castigos. El pri­mero en avanzar en tiempos de pelea y el primero en la paz, visitando ciegos y desvalidos. Primero en la vigilancia moral y espiritual de sus subordinados, primero en el amor y en el desprendimiento, y asimismo primero en imponerse penitencias y mortificaciones severas (todavía hoy se conserva en el museo de Notre Dame de París, la camisa ensangrentada que utilizaba al disciplinarse duramente). Su figura ascética y caballeresca si­gue siendo admirada por el mundo entero.

Semejante hombre no podía dejar de ser Cruzado. Por eso no le importó estar enfermo y haber sido dado por muerto a causa de sus graves dolencias. La campaña de Poitou y Saintonge lo había regresado envuelto en fiebres y en dolo­res fatales. Fueron días largos y tensos en los cuales se lloró por su partida y en los que se creyó en su definitivo final terreno. Que­dó quieto y mudo sobre su lecho, envuelto en oraciones y en amargas expectativas. Pero bastó que recuperara el aliento y la palabra para que ordenara al Obispo de París que lo invis­tiese Cruzado. “Señor Obispo” –le habló– “os ruego ponerme en la espalda la cruz del viaje de ultramar”.

No hubo ruego ni prevención humana que lo hiciera desistir de su propósito. Su vida era lo menos reservado que poseía, y estaba consagrada por entero a la gloria del Redentor. Tomó la cruz, agradeció profundamente al Creador, y besándola dijo simplemente: “Ahora sí estoy curado”.

Ordenó las cuestiones internas de su reino, tomó todas las precauciones prácticas y se puso en camino. Ningún detalle quedó fuera de su atención épica: fun­dar un puerto de embarque o almacenar forrajes, alistar pontoneros o planificar obras de compleja ingeniería, recorrer terraplenes y edificar galerías para el resguardo de la tropa: pero precisamente porque era un santo y las preocupaciones terrenas tenían su sitio, una vez satisfechas, armó espiritualmente a sus hombres con una mística fervorosa y ardiente. Gracias a ella pudieron resistir las peores adversidades y ejecutar las más nobles hazañas. Como el Conde Pedro de Bretaña y sus compañeros de prisión que prefirieron el martirio a una libertad indigna. Como Villain de Verfey y Guy de Dammartin que enemistados personalmente se perdonaron en vísperas de lucha porque no podían combatir faltos de caridad.

Jinete diestro, tumbando enemigos a su paso, ballesta y lanza en mano en medio del agua, cuando le tocó pelear allí arroja­do desde una nave, tal como lo cuenta Juan de Beaumont; arengando a sus guerreros con voces encendidas, como en las puertas de Damiette, enarbolando el estandarte de la flor de lis entre el estruendo de los timbales y los gritos de la lucha; magistralmente entero ante las exigencias del Sultán, cuyas presiones no lo arredraron ni lo rindieron sus amenazas, fir­me en el cautiverio y en el trono, leal a la palabra empeñada aun a costa de sus privados intereses y despojado de toda va­nidad, sin perder jamás el señorío, como parece recreárnoslo el pórtico de la Catedral de Reims en el famoso retablo de “La Comunión del Caballero”.

Su discurso a los combatientes a la vista de las riberas de Damiette es un retrato acabado de su estatura religiosa y guerrera, una clase magistral de la doctrina de las dos espa­das, un canto al sentido cristiano de la lucha: “Mis fieles amigos: se­remos invencibles si permanecemos inseparables en nuestra caridad. No ha sido sin el permiso de Dios que hemos arri­bado tan pronto aquí. Abordemos esta tierra, cualquiera que sea, y ocupémosla decididamente… Todo está por nosotros, cualquier cosa que nos ocurra. Si somos vencidos, subiremos al cielo como mártires; si por el contrario triunfamos la gloria del Señor se celebrará con ello, y la de toda Francia o más aun la de toda la Cristiandad, será por ello más grande. Dios, que todo lo prevé, no me ha incitado a esto en vano. Esta es su causa, combatimos por Jesucristo y Él triunfará con nosotros; y esto dará gloria, honor y bendición no a nosotros sino a Su Nombre”.

No conforme con sus campañas el Santo Rey organizó una segunda cruzada con el propósito de completar y mejorar la primera. Su salud ya declinaba irremisiblemente. El Papa Clemente IV vaciló antes de darle su consentimiento, pero entendió al fin, seguramente, que no era aquel un hombre que pudiera con­tener su celo apostólico por falta de plenitud corporal.

Otra vez las banderas, los estandartes y las lanzas. Otra vez las cabalgaduras y la Cruz en alto. Otra vez el esfuer­zo, el sacrificio y la lucha. Hasta que ya no pudo levantarse sino con la mirada y con el alma.

Su tienda de agonizante semejaba una capilla. La misa y los diarios oficios litúrgicos se celebraban en ella, y un cruci­fijo se enarbolaba al final de su lecho, que el caballero bende­cía y besaba con unción. Seguía las letanías, aun musitándolas por la debilidad de su voz, y no quería dejar de arrodillar­se para recibir la Sagrada Forma.

“Iremos a Jerusalén”, le oyó decir su confesor Geoffroi de Beaulieu, poco antes de morir. Y no se equivocaba. La Jerusa­lén Celestial lo aguardaba gozosa, y hacia ella partió al fin repitiendo las palabras del Salmista: “Entraré en vuestra casa, adoraré a vuestro templo y confesaré vuestro nombre”. Era el comienzo de su mejor Cruzada[5].

* * *

Si consideramos las Cruzadas en su conjunto, advertimos que hubo en su transcurso gestos heroicos y llenos de nobleza que hacen vibrar a cualquier alma cristiana.

Hubo también, debe decirse, excesos en algunos de los protagonistas primarios o secundarios (pues se sabe que en toda guerra sale a flote lo más noble y lo más ruin del hombre, lo que tiene de ángel pero también lo que tiene de bestia).

¿Constituyeron las Cruzadas un fracaso? Militarmente hablando si se quiere, el balance fue negativo (Tierra Santa no llegó a estar un siglo entero en manos de los reconquistadores). Pero moralmente fue un éxito completo al unificar a la Cristiandad en un fin común, recordando la necesidad de dar el buen combate por la Fe.

Por encima de las reales diferencias que distanciaban a los diversos pueblos, aquellos hombres comprendieron que existía una realidad superior, algo que los unía a todos bajo la conducción del Papa, de lo que el minúsculo Reino de Tierra Santa era como el vínculo simbólico. A pesar de las miserias y ruindades que pudieron haber existido en algunos, lo principal fue el testimonio positivo y heroico que dieron los mejores de ellos, ofreciendo a la sociedad verdaderos paradigmas de coherencia e intrepidez.

Que no te la cuenten…


[1] Cristopher Dawson, Ensayos acerca de la Edad Media, Aguilar, Madrid 1960, 214.

[2] Jacques de Vitry, autor del siglo XIII, era cardenal e historiador, famoso por haber predicado la cruzada contra los albigenses. Escribió una obra bajo el título de “Historia occidental”.

[3] Resumimos aquí el pensamiento de Antonio Caponnetto, op. cit., 248-256. Para ampliar el papel de la mujer, véase Régine Pernoud, La mujer en el tiempo de las cruzadas, Rialp, Madrid 1991.

[4] Sobre la vasta literatura acerca de san Bernardo, podemos recomendar la siguiente: juan carlos ruta, Monje y Caballero, Fundación Instituto de Teología, La Pla­ta 1990; J. luddy ailbe, San Bernardo, Rialp, Madrid 1963; Obras Completas de San Bernardo, BAC, Madrid 1953-55; Obra Mariana de San Bernardo, Teotocos, Buenos Aires 1947 y F. M. Raymond, La familia que alcanzó a Cristo, Difusión, Buenos Aires 1945,

[5] Sobre la vida y la obra de San Luis, recomendamos a marius sepet, San Luis, rey de Francia, Excelsa, Buenos Aires 1946 y a henry bordeaux, San Luis, Rey de Francia, Espasa Calpe, Buenos Aires 1951.

Vínculo: http://quenotelacuenten.com/2014/02/04/hasta-los-santos-en-las-cruzadas/

19 comentarios

  
Ricardo de Argentina
"Pero moralmente fue un éxito completo al unificar a la Cristiandad en un fin común,"
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Ésta es una de las razones por las cuales las Cruzadas son denostadas con una obsesión digna de mejor causa: los Señores del Poder tienen terror de que Europa vuelva a ser cristiana, por lo que intentan borrar con frenesí la memoria de sus grandes epopeyas.
22/01/15 1:24 AM
  
Luisfer
Desde el punto de vista histórico fue un fracaso en efecto. Y calificar como éxito la sucesión de guerras (con lo que esto significa) el unificar la Cristiandad es muy discutible. Por más que leo el Evangelio en ningún sitio encuentro que Cristo hable de proyectos políticos de unificación.
Fueron temas políticos los que llevaron a poner en marcha las cruzadas. Se aleja total y absolutamente del mensaje de amor de Jesús. Es más, diría que es un contrasentido declarar guerras en nombre de Dios. Cuestión aparte es defenderse de una agresión, pero no era esta la situación.
Y respecto a la afirmación "se sabe que en toda guerra sale a flote lo más noble y lo más ruin del hombre"... se equivoca Padre Javier, sólo sale lo más horroroso. Lo que sucede en las guerras es inimaginable para los que hemos vivido siempre en paz.
Y no soy ningún señor del poder ni nada parecido.
22/01/15 9:03 AM
  
Juan
No matarás. Mandamiento Divino. Con eso me basta.
22/01/15 2:42 PM
  
Luiscar73
El Cristianismo expande el Reino de los cielos en la tierra ,por la fuerza del Amor del Espiritu Santo, y todo reino que se expande en la tierra por la fuerza de las armas en nombre de los cielos,es por la debilidad del orgullo.
Es decir ,que si justificamos la "guerra santa" cristiana,tambien deberiamos justificar la Yihad musulmana.
La Paz de Cristo.
22/01/15 3:47 PM
  
Sonia S
Hola,

D. Javier, hace algunos meses vd dijo que evitaba caer en el cronocentrismo; al parecer es una tentacion muy grande a la que no se puede sustraer. No se lo reprocho, aun vd dijo lo que dijo.

Parece claro que vd preferiria si o si los siglos medievales.

Si es asi, no hace falta señalar que eso es un contraSentido, vivio vd. hemos vivido en esa epoca? podemos compararlas? vd ahora, como yo, como todos los comentaristas, podemos comer, agua corriente y caliente vivir sin plagas ..., cree vd que si tuviera maquina del tiempo y pudiera visitar esa epoca podria decirles: tengan higiene! esa enfermerdad que les asola esta causada por microbios que se eliminan con jabon. Seguramente le tacharian de loco, igual hasta acaba en la hoguera. Los tiempos son los tiempos. Querer interpretarlos o leerlos en clave de actualidad es de todo menos guapo, como se suele decir.

De las guerras, cuando hay religion en el asunto, siempre digo que una guerra santa sigue siendo una guerra. En la guerra salen todos los horrores de los que es capaz el ser humano, Renan decia (con que razon!) "en la guerra se considera licito y aun loable lo que en tiempos de paz es una aberracion" Y no soy pacifista.

Saludo,

PS: le comento esto no con animo de trollear, a mi parecer su ilusion tan grande por el medioevo le hace restar algun credito a sus posteos.

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Sonia: gracias por su apreciación. No quiero volver a la Edad Media; en absoluto. No soy como el protagonista de la película de Woody Allen ("Medianoche en París"); no todo tiempo pasado fue mejor. Tiene razón ud. Dios Nuestro Señor nos hizo nacer en la mejor época para que nos salvásemos; no en otra. Lo que intento hacer en el post es mostrar que, amén de la contingencia histórica del caso, hay principios para la guerra que se encuentran en el catecismo y que hoy por hoy el mundo olvida. Hace poco hasta el Papa Francisco salió hablando de esto. La guerra es dolorosa pero no por serla es pecado. No es, como dijo un comentarista más arriba (no puedo salir al cruce de todo) que basta con el "no matarás" del 5to mandamiento. Eso es desconocer la doctrina católica.
La Iglesia, más allá de las circunstancias actuales, jamás ha condenado (ni siquiera en la "Gaudium et Spes") la guerra "simpliciter", es decir, absolutamente, sino que ha puntualizado que, puede haber y ha habido "guerras justas". Está en el catecismo. Yo no quiero volver a la Edad Media, sino a los principios católicos que no han sido derogados pero que sí están silenciados y hasta trocados.
Por último, le agradezco de nuevo el comentario. Quizás lleva razón en eso que dice que me apasiono un poco. Dios la guarde
22/01/15 4:26 PM
  
King crimson
No comulgo con esta creencia.

La guerra es fruto del pecado como dice el monje Silvano; el enfoque que se le da, es, para mi, perverso.

Que los pueblos que se presten a combatir lo hagan, pero no en nombre del Altísimo.

No hay que justificar lo injustificable. Saludos
22/01/15 8:07 PM
  
Ricardo de Argentina
El pacifismo omnipresente que hoy nos enerva es un obstáculo para juzgar las motivaciones de la gesta gloriosa de las Cruzadas.
En general, esta sociedad corroída por el Liberalismo ha abandonado los paradigmas del Santo y del Héroe, este último ligado íntimamente a la acción guerrera. En su reemplazo ha entronizado a su antítesis: el Corrupto y el Cobarde. Mientras antes los primeros eran reconocidos con estatuas y con efemérides, ahora éstos son los reconocidos por la atención mediática, y se han convertido en el nuevo paradigma social.

En ese ambiente es imposible que se logre siquiera entender lo que significaron las Cruzadas, ni sus motivaciones de santidad y de heroísmo. El rechazo frontal a esa aventura hecha al grito de "Dios lo quiere", era esperable y previsible.

No obstante duele que esos criterios mundanos se hayan colado entre quienes se llaman católicos. Arriesgar la vida por Dios pareciera que no está entre las prioridades de algunos de ellos. Entonces, no tienen nada que admirar de quienes sí la han arriesgado, perdiéndola en la mayoría de los casos.
Si al menos supieran lo que es la gratitud, deberían agradecer que en virtud de que muchos antepasados nuestros derramaron la sangre por Cristo en los campos de batalla, hoy nosotros nos podemos llamar cristianos.
22/01/15 9:04 PM
  
Feri del Carpio Marek
Hablando de la libertad religiosa, me llegó a mi correo este texto de Vladimir Putin, me parece que está formidable:

Lección que Putin le da a Occidente:

Hace unos años el rey de Arabia visitó a Putin en Moscú. Antes de
partir le dijo a Putin que quería comprar una gran parcela y edificar,
con dinero totalemente árabe, una gran mezquita en la capital rusa.

"No hay problema", contestó Putin, "pero con una condición: que autorice a que se construya también en su capital árabe una gran
iglesia ortodoxa" .

" No puede ser" dijo el árabe.

"¿Por qué? Preguntó Putin.

"Porque su religión no es la verdadera y no podemos dejar que se
engañe al pueblo".

"Yo pienso igual de su religión y sin embargo permitiría edificar su
templo si hubiera correspondencia, así que hemos terminado el tema"

El 4 de agosto de 2013 el líder ruso, Vladimir Putin, se dirigió al
parlamento de su país con este discurso acerca de las tensiones con
las minorías étnicas:

"¡En Rusia vivid como rusos! Cualquier minoría, de cualquier parte,
que quiera vivir en Rusia, trabajar y comer en Rusia, debe hablar ruso
y debe respetar las leyes rusas. Si ellos prefieren la Ley Sharia y
vivir una vida de musulmanes les aconsejamos que se vayan a aquellos lugares donde esa sea la ley del Estado...
Rusia no necesita minorías musulmanas, esas minorías necesitan a Rusia y no les garantizamos privilegios especiales ni tratamos de cambiar nuestras leyes adaptándolas a sus deseos. No importa lo alto que exclamen "discriminación", no toleraremos faltas de respeto hacia
nuestra cultura rusa. Debemos aprender mucho de los suicidios de
América, Inglaterra, Holanda, Francia, etc., si queremos sobrevivir
como nación.

Los musulmanes están venciendo en esos países y no lo lograrán en
Rusia. Las tradiciones y costumbres rusas no son compatibles con la
falta de cultura y formas primitivas de la Ley Sharia y de los musulmanes. Cuando este honorable cuerpo legislativo piense crear nuevas leyes, deberá tener en mente primero el interés nacional ruso, observando que las minorías musulmanas no son rusas."

Los miembros del Parlamento Ruso puestos en pie ovacionaron a Putin durante cinco minutos.
22/01/15 10:34 PM
  
Luiscar73
Matar a otros por conquistar la tierra santa fisica-geografica(Jerusalem),o morir a nosotros mismos para conquistar nuestra tierra interior de pecado(Santidad-Jerusalem celestial). ¿ Donde estaria-estara, la Ciudad de Paz ?

Visitar los lugares por donde camino el Señor,o que llegue el dia de nuestra Visitacion(Lucas;19;43) y caminemos siempre en la compañia de Cristo que hace SU morada en nuestro corazon.
Aunque ,ciertamente, a uno le puede llegar el dia de su Visitacion,visitanto la tierra que piso nuestro Gloriosisimo Señor.

No es oro todo lo que reluce,pero si es santificado todo el que pasa por el fuego de la prueba.
La Paz de Cristo.
23/01/15 12:27 AM
  
Feri del Carpio Marek
La guerra, toda guerra, sí que es fruto del pecado, como también la muerte es fruto del pecado. Pero de ahí no se concluye que toda guerra sea pecado. Para mí un ejemplo muy elocuente de ello es el de Santa Juana de Arco.
23/01/15 12:31 AM
  
Jaime Fernández de Córdoba
Muy cierto, señor Marek. Ciertamente nos cuesta imaginar el dolor que la guerra produce, y yo no llegué a planteármelo seriamente hasta que fui padre. Pero el que no está dispuesto a arriesgar su vida por nada, nada vale. ´Con todo el respeto, a mí no me parece que la postura pacifista sea genuinamente cristiana, pues se ha dicho al que tiene dos mantos, que venda uno para comprar una espada. Y es Dios el Señor de los Ejércitos, y san Miguel el caudillo de la hueste celestial.
Y no entiendo cómo deberían defenderse los cristianos de la agresión musulmana cuando se produjo: ¿con oraciones, cantando salmos, tal vez? ¿O es que pacíficamente ocuparon los musulmanes la Tierra Santa? Y aquí en España, sin guerra hoy irían con burka las mujeres, y yo no podría beber vino, que tanto me gusta, pecador de mí.
23/01/15 1:59 PM
  
Sonia S
Hola!

D. Javier, gracias y de corazon por sus deseos, aunque no quiero engañar a nadie, yo soy no- creyente. Le confieso que he intentado creer pero no he podido,

Y bueno, le comentaba que no queria 'reprocharle' (si es que tengo derecho a ello, por eso lo pongo con la comilla) el que se apasione si una epoca le gusta. Pero claro, si queremos dar objetividad al tema, siempre es necesario o deseable aparcar las querencias sino aparecen muy rapidamente contreasentidos y efectos secundarios. Es dificil! ya lo creo nos pasa a todos. Me parece que ya he puesto alguna vez como ejemplo a alguien tan sosegado y serio como Stanley g Payne cuando en una conferencia admite que intenta escribir de manera imparcial pero que no sabe bien si lo consigue.

Conozco un poco el delicado asunto de la guerra justa, lo comentamos hace unas temporadas en otros foros de historia (a la que soy aficionada). Delicado y espinoso asunto que entra en crisis durante todo el XIX y se viene abajo definitivamente con la WWI, con la aparicion de la 'guerra total'. (Que contrariamente como se cree no nace con la WWII, sino que es manifiesta ya con el conflicto de 1914-18). (Consultar con Eric Hobsbawm "Age of Extremes: the short twentieth century, 1914-1991"), Autor que por cierto, establece con gran tino la exacta cronologia del siglo XX: no empezaria en el año 1900 estricto sino en 1914, asi como no terminaria en 1999 sino en 1991). Si me permite un enlace, por ejemplo aqui tocamos este tema:

www.mundohistoria.org/temas_foro/primera-guerra-mundial/fueron-tan-diferentes-1914-1939

Para Ricardo (de Argentina):

Ricardo, de verdad a mi me es dificil a mi bajar al "ad hominem"; lo es porque cada uno tiene sus querencia, sus manias, simpatias, preferencias ... y siempre es delicado separar persona y argumentos o razones. Asi es, de los ultimos y ultimas hay muchos y suelen repetirse, pero persona no, solo hay una. Y solo una.

Es que leyendote, Ricardo, tambien es tan dificil no pensar que casarias mucho mas que bien con Nietzsche ... lo siento, no puedo evitarlo :-(. En este punto no insistire mas. Si tengo objecciones y estas -creo- super-razonables de tu mensaje.

La opinion ha dejado atras al santo, al heroe? imagino que si, al menos tal como creo lo entiendes tu. Me parece que el pensamiento actual es muy desconfiado de tales figuras. Muy a menudo la dolorosa historia nos muestra al 'heroe' totalmente confundido al lider mesianico que cree tener en sus manos el destino a su designio. Y por supuesto nada, pero nada de magnificar en su sustitucion al vil y cobarde. Hasta alli llega tu repudio al liberalismo??? mare mia!

Sucede Ricardo, que me siento ofendida cuando reniegas de esta manera del liberalismo. Pero no te preocupes! estas en tu derecho y eso yo jamas lo pondre en entredicho. Nunca. Y no es que prefiera al liberalismo porque si, porque -entre otras cosas segun vosotros- quiera destruir a la Iglesia y la religion. No, lo prefiero porque es el unico que garantiza que la gente no se mate por las calles por ideologias. Y eso no quiere decir que -por supuesto!- sea perfecto. mira, fijate, Ricardo, que la democracia liberal es el unico -UNICO- sistem (disculpas por la mayuscula) que acoge hasta aquellos que quieren destruirla! Siempre he comentado que un debate como este, con posiciones tan alejadas, es solo posible con 'liberalidad'; en una dictadura no se podria hacer. Una de las dos partes no existiria.

El iberalismo (que esta es otra, el termino es demasiado amplio, pero vamos, creo que mas o menos nos entendemos) lo que ensalza es al emprendedor. Y no lo aclama como tramposo o vil o personaje sin escrupulos sino que lo aplaude como competidor honesto y amante del fair play. Si eso no sucede asi en algunos casos (que sucede) es porque NO ES perfecto. Esa es la diferencia, saber reconocer los defectos y tener en cuenta que nada es perfecto.

Nada, una ultima cosilla. Es de tu ultimo parrafo. Como diria un historiador, la conclusion es historia-ficcion. No creo que sea muy relevante la actuacion de los cruzados para la defensa de Occidente. Segun la historiografia, el ultimo intento de acercar Europa al 'turco' fue con el asedio de Viena en 1683 que marca el zenit de la expansion del imperio otomano (y con el, su islamismo), es decir en fecha mucho mas tardia. Y por cierto, sin olvidar que en estos eventos los enredos por mor del puro interes politico, con el frances "prefiriendo el turbante del turco al capelo del cardenal". Conviene no idealizar demasiado las cosas, aunque ello, lo reconozco, conlleve un aumento del escepticismo.

Bueno, nada, que esto ya debe ser largo, saludo y buen finde!
23/01/15 2:38 PM
  
Ricardo de Argentina
Sonia, siento que te ofendieras por mi crítica al Liberalismo. Qué le vamos a hacer. Dejas constancia de tu opinión y ahí nomás lo dejamos, que no es tema del artículo.

En cuanto a que las Cruzadas no se hicieron para defender a Occidente del Turco, de acuerdo. Yo no dije tal cosa, sino que me estaba refiriendo en general a los que reniegan de las acciones armadas movidos por principios pacifistas. Principios que de cristianos no tienen nada.
Las últimas grandes gestas que alejaron a los musulmanes de Europa fueron la Reconquista española, Lepanto y Viena, ésta la última, como tú bien señalas.
Ahora volvieron de manera pacífica. Pero están al acecho.
23/01/15 11:18 PM
  
Rexjhs
No te olvides, Javier, de nuestro rey guerrero, también santo, primo hermano de San Luis de Francia (quien era hijo de española): San Fernando, y de la cruzada española, durante ocho siglos, contra el Islam.
25/01/15 10:56 PM
  
Joaquín conesa
Leyendo comentarios anteriores me ha venido a la cabeza la fábula aquella que se preguntaba si eran galgos o podencos los perros que venían a cazarlos. Como se han dado tantas opiniones sólo quisiera dejar una reflexión.
En el caso de que viniese un grupo armado a tu casa a matarte (a ti y a tu familia) creo que es de todos común la idea de que puedes esperarlos tras la puerta para defenderte. Esperar en la puerta del ascensor para defender a tu vecina que vive sola y evitar que la maten, me parece lícito también. Así también lo sería esperar en el portón del edificio para evitar que entrasen en cualquier piso del bloque. Y parapetarse al inicio de la calle, a la entrada de la ciudad o defender las fronteras de tu Patria lo es en igual modo. Es por esto por lo que digo que si se tuviera que llegar a una guerra para defender a los habitantes de un país contra aquellos que quieren asesinarlos, sería una guerra justa y el derramamiento de sangre sería totalmente lícito, por más que haya quien se quede en las palabras del 5º mandamiento o crea en un pacifismo de inacción. Esto es una postura totalmente cristiana. El ir a buscarlos a sus casas para evitar que embarquen rumbo a la tuya creo que también lo es.
26/01/15 12:00 AM
  
Sonia S
Ricardo, es que me he acogido al "espiritu de Charlie Hebdo!" XD.

Bueno, en serio, que el tema no es nada gracioso, aunque yo ultimamente no me tomo casi nada en idem, y seguramente eso no es bueno tampoco. Por ejemplo, del "turco" y del "moro" ahi si estoy de acuerdo, que estan "al acecho", estoy convencida.

Y si me sabe un poco mal tu gran mania al liberalismo, cuando -repito- es el unico sistema que permite la convivencia. Y eso la historia lo demuestra, yo no me invento nada. Insisto tambien que si alguien me proporciona un ejemplo de sistema politico mejor que la democrcia liberal, por mi parte aceptado!

Aunque primero habra ver cual es.

Saludo,
27/01/15 3:21 AM
  
Mariano
¿QUÉ ES LO DIFÍCIL DE COMPRENDER?

ACÁ NO SE HA DICHO QUE LA GUERRA (CUALQUIERA SEA) SEA UN BIEN. ES UN MAL QUE DEBE SER EVITADO HASTA QUE NO QUEDE OTRA OPCIÓN. CLARO, HABRÍA UNA OPCIÓN MÁS: DEJARSE MATAR. PERO SI UNO SE DEJARA ASESINAR POR CAPRICHO DE ALGUIEN QUE ESTÁ ATACANDO MI PAÍS, PUEBLO U HOGAR INJUSTAMENTE:

1- ¡ESTARÍA RECHAZANDO LO MEJOR QUE SE ME HA DADO! ¡LA VIDA!
2- ¡ESTARÍA DESAPROVECHANDO LA OPORTUNIDAD DE SALVAR LAS VIDAS DE MIS FAMILIARES Y MIS VECINOS! ¿ACASO ES MENOS DIGNO?

ESO ES PACIFISMO, ES NO IMAGINAR POR UN MOMENTO QUE EL SALVAR NUESTRAS VIDAS O LA DE LOS DEMÁS, EN UNA POSIBLE GUERRA, PUEDE RENDIR FRUTOS EN UN FUTURO (BRINDAR ALGÚN SERVICIO HERMOSAMENTE AMOROSO A LA COMUNIDAD Y A LAS GENERACIONES VENIDERAS).
ES OLVIDAR QUE EL QUINTO MANDAMIENTO: NO MATARÁS, TAMBIÉN IMPLICA EL "NO IGNORARÁS AL OTRO" (MATARLO EN VIDA) O "NO LO DIFAMARÁS" (MATAR SU FAMA PÚBLICAMENTE). Y AHÍ TENGO QUE AFIRMAR QU EL QUINTO PECADO ES MÁS FÁCIL DE SER HECHO QUE LO QUE SE CREE.

HAY ALGO QUE NO COMPRENDO DE ALGUNOS QUE HAN COMENTADO... ¿ACASO PIENSAN QUE JAVIER PUBLICA PARA DECIR "AY, SER CRISTIANO ES MEJOR, Y SE ES MEJOR CRISTIANO CUANDO SE MATA POR EL SEÑOR"? NO ... JAVIER, POR SI NO SE HAN AVIVADO, PUBLICA, EN GRAN PARTE, SOBRE TEMAS DE HISTORIA. Y JUSTAMENTE, LOS TRATA CON RIGOR HISTÓRICO.

COMO BIEN INDICA REGINE PERNOUD, NO SE HABLABA DE CRUZADAS (TÉRMINO MODERNO), SE HABLABA DE "EL CAMINO DE LA CRUZ" (Y A LOS QUE LO EMPRENDÍAN, SE LOS LLAMABA CRUZADOS), O MÁS AÚN: "LA PEREGRINACIÓN" (LLAMÁNDOSELOS PEREGRINOS)...
ESO ES LA CRUZADA: UNA PEREGRINACIÓN... CON UN PLUS,
¿CUÁL? EL CARACTER ARMADO,
¿POR QUÉ? PORQUE SE DEBÍA PROTEGER A LOS PEREGRINOS QUE, LO DICE LA PALABRA, PEREGRINABAN (NO POR MANDAMIENTO, COMO EL MUSLIM A LA MECA, SINO: PIADOSAMENTE)...
¿PROTEGERLOS DE QUIÉN? DE LOS TURCOS SELYÚCIDAS DEL SIGLO XI, QUE PARA NADA AMISTOSOS ESTABAN, SINO QUE POR MERA CONQUISTA ACABABAN DE ARRAZAR CON EL EJÉRCITO BIZANTINO EN EL ASIA MENOR.

ESO ES UNA CRUZADA. ES UN "NO VOY A HACER UN BIEN EN LA BATALLA, PERO LOS RESULTADOS SERÁN MARAVILLOSOS ANTE MIS OJOS, PUES SEGURAMENTE SALVE LA VIDA DE ANCIANOS, MUJERES, NIÑOS, DE MI PRÓJIMO [...]" (Y ES MÁS PRÓJIMO EL QUE ESTÁ CERCA, COMENZANDO POR EL HOGAR PROPIO, NO SE OLVIDE QUE HAY JERARQUÍA EN LAS COSAS) "[...] DIOS ME JUZGARÁ CON SU INTELIGENCIA INFINITAMENTE PERFECTA, PUES EL SABRÁ QUE HE COMETIDO REPETIDAMENTE, EN LA BATALLA, EL PECADO MORTAL, PERO HE EVITADO QUE EL ENEMIGO REALICE MULTIPLICADAMENTE ESE PECADO CON LOS SERES QUE YO AMABA"

ESO ES UNA CRUZADA. NO ES YIHAD (GUERRA QUE GARANTIZA LA EXISTENCIA Y EXPANSIÓN DEL "NUEVO PUEBLO ELEGIDO": EL ÁRABE), NI FANATISMO POR EL SEÑOR. ES AMAR Y PECAR AL MISMO TIEMPO (POR ESO MISMO SALE LO MEJOR Y LO PEOR DE LA PERSONA HUMANA).

SÍ, LA CRUZADA ES LA MAYOR OBRA, EN SENTIDO HISTÓRICO, DE LA CRISTIANDAD: PRIMERA UNIÓN EUROPEA, CORROMPIDA POR EL VICIO Y EL PECADO, OBVIAMENTE: DE CRISTIANOS "A MEDIAS" DE LOS SIGLOS PASADOS. Y JUSTAMENTE, POR EL VICIO, PORQUE FUE UN ACTO HUMANO Y PERECEDERO, TERMINÓ CAYENDO EN LAS DESVIACIONES, COMO EN LA CONQUISTA DE BIZANCIO POR LOS FRANCOS EN 1204.
07/02/15 7:05 AM
  
F.javier
Poner la otra mejilla sie.pre aún que nos maten , quien pierda la vida por mi la ganara.
Esta vida es una prueba y la verdadera vida es después de la muerte.
01/05/20 4:31 AM
  
Chico
Excelente doctrina católica. Lo que pasa es que hoy somos blandos azucarados en la fe no entendemos la virtud de la Fortaleza de la Justicia
20/10/23 2:47 PM

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