16.06.07

La misericordia invitada (Lucas 7,36-8,3)

La misericordia invitada (Lucas 7,36-8,3)

Invitar a comer es uno de los signos de amistad más comunes en todas las culturas. El Evangelio de hoy nos narra un episodio de un fariseo que rogaba a Jesús que fuera a su casa porque le quería invitar a comer. Así fue. Pero se coló una mujer conocida en la ciudad por sus pecados, y discretamente comenzó a llorar a los pies de Jesús, a besárselos y enjugarlos con los cabellos, a perfumarlos con el frasco de perfume que había traído. El fariseo viendo aquello, se puso a murmurar contra el maestro. Es decir, invitó a Jesús a comer como quien invita a una persona famosa, acaso para pavonearse de haber sido anfitrión del afamado maestro que estaba en la boca de todos.

Es tremendo eso de esperar a Dios en los caminos que Él no frecuenta o empeñarse en enmendarle la plana cuando le vemos llegar por donde ni nos imaginamos. En esta entrañable escena, no obstante, lo más importante no era la desilusión defraudada del fariseo, sino la enseñanza de Jesús ante el comportamiento de aquella pobre mujer. Ella hizo lo que le faltó al fariseo en la más elemental cortesía oriental: acoger lavando los pies, secarlos y perfumarlos. Ella no lo hizo como gesto de educación refinada, pues no estaba en su casa y era ella quien había invitado a Jesús, sino como gesto de conversión, como petición de perdón y como espera de misericordia. Ciertamente el Señor respondería con creces: no banalizaría el pecado de la mujer, pero valoraría infinitamente más el perdón que con aquel gesto ella suplicaba. El fariseo sólo vio en ella el error, mientras que Jesús acertó a ver sobre todo el amor: a quien mucho ama, mucho se le perdona.

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15.06.07

Cataluña, tierra de misión (Patianus en Germinans germinabit)

Mucho de lo que dice Patianus de Cataluña en su artículo de esta semana en Germinans germinabit, se podría decir del resto de España.

Cataluña, tierra de misión - 15/06/2007

Pocos pueden dudar ya de que Cataluña es hoy tierra de misión, pues gran parte de su población está totalmente descristianizada o en vía de estarlo. Ciertamente la cultura catalana, como la del resto de los pueblos de España, hunde sus raíces en la fe católica de tal forma que no se puede hablar de una Cataluña real sin hacer referencia a sus santos, sus iglesias, sus monasterios y sus advocaciones marianas, con Montserrat de faro luminoso de la identidad cristiana de ese pueblo. Pero aunque el pasado está ahí y no puede ser borrado ni anulado, lo que debe preocupar al pueblo cristiano que queda en tierras catalanas es tanto el presente, ciertamente poco alentador, como el futuro, que si en verdad somos de Cristo ha de afrontarse con la esperanza que nace de la conciencia de ser luz en medio de las tinieblas y sal que dé sustancia a la Cataluña del siglo XXI

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14.06.07

¿Qué pasaría sí.....

¿Qué pasaría si decenas de sacerdotes de una diócesis escribieran una carta pidiendo a su obispo que cese a los presbíteros que hacen de su capa un sayo en la liturgia y la administración de sacramentos?

¿Qué pasaría si grupos de laicos o movimientos eclesiales caracterizados por su fidelidad a la Iglesia enviaran cartas a los medios de comunicación solidarizándose con la decisión de Monseñor Rouco Varela en relación a la parroquia de Entrevías?

¿Qué pasaría si gran parte de los que viven su fe muy a gusto en la Iglesia se dedicaran, un día sí y otro también, a arremeter públicamente acá y allá contra los que promueven otro tipo de Iglesia que no es la de aquellos, que no es la que nos viene de veinte siglos de tradición?

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13.06.07

Sólo Dios basta.

¿Para qué nos vamos a engañar? Cuando estamos en medio de una prueba donde la fe parece que no nos alcanza para sostenernos en pie, lo que queremos es que acabe cuanto antes. Podemos saber lo que dice la Escritura acerca de lo fortalecidos que saldremos de la misma. Podemos repetirnos una y otra vez que el Señor sacará un bien de todo el mal que parece caernos encima como una losa. Podemos, y en verdad debemos, hacer uso de nuestra fe como si fuera un músculo a punto de sufrir una rotura de fibras bestial que le deje inútil para los restos. Pero lo que en verdad queremos es que todo termine cuanto antes para poder volver a un tiempo de refigerio espiritual, de reposo del alma y del corazón, siquiera para reponer fuerzas de cara a afrontar nuevas pruebas, si es que han de llegar.

Los asiduos a este blog saben que tanto yo como los míos estamos pasando por un tiempo complicado. Siendo necesaria y prudente la discrección, no he contado detalladamente todo lo que estamos viviendo, pero sí he pedido la mejor ayuda que puedo recibir de los que están al otro lado de la pantalla: la oración. Os estoy eternamente agradecido por cada plegaria en favor nuestro. Y es de justicia que reconozca que aunque no tengo una balanza para medir el peso de esas oraciones, sin duda están sirviendo para inclinar el plato hacia el lado bueno.

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10.06.07

Los dos amores, por Monseñor Sanz Montes

Espero que el martes, Dios mediante, el blog vuelva a su actividad habitual. Mientras tanto os dejo con la carta que ha escrito mi obispo esta semana. Gracias a todos por vuestras oraciones que sin duda están siendo de mucha ayuda.

Los dos amores

Queridos Hermanos y amigos: paz y bien.

Dios pasea por nuestra vida si le abrimos las calles, el hogar y nuestro corazón. La procesión del Corpus Christi que este domingo realizaremos en tantos de nuestros pueblos y ciudades supone asomarnos a quien de continuo está asomado a nuestra realidad: la más pública y social, así como la más íntima y personal. Dios no es un ser ajeno, lejano y gruñón al que no le interesa nuestra vida, sino más bien es alguien prójimo, alguien próximo, que se ha aprendido nuestro nombre, que sabe cuáles son nuestros límites y nuestras posibilidades; un Dios al que le conmueven nuestras penas y sabe sonreír con nuestras alegrías. Él nos acompaña cada instante con su luz, su gracia y su paz, del modo más discreto que cabría pensar. Es su amor infinito el que nos brinda.

El Papa nos lo acaba de decir en la exhortación Sacramentum Caritatis: que la Eucaristía, presencia de Dios entre nosotros, es el sacramento de la caridad, el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre.

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