La fe y la moral como factor político
Uno de cada cuatro votantes de Estados Unidos no sólo profesa y practica la fe protestante evangélica sino que basa su voto por los candidatos presidenciales teniendo muy en cuenta dicha fe. En las últimas elecciones ese fenómeno ha crecido igualmente de forma bastante considerable entre el votante católico practicante, con lo cual podemos estar entre un tercio o más de ciudadanos norteamericanos que depositan la papeleta en la urna no sólo teniendo en cuenta su bolsillo sino su fe. Si los cristianos “activos” votan en masa a un candidato, su victoria es casi segura.
En las elecciones pasadas el “católico” Kerry consiguió la proeza de convertirse en el primer demócrata en bastante tiempo -concretamente desde que Reagan arrasó en su segunda elección- en perder las elecciones entre los católicos de misa dominical. Su posicionamiento a favor de la legislación favorable al aborto fue clave en esa pérdida. No siendo George Bush la alegría de la huerta, es obvio que Kerry acusó el claro mensaje lanzado por muchos obispos católicos norteamericanos en el sentido de que un cristiano no puede ni debe votar a un candidato pro-abortista.
Los protestantes useños no tienen obispos, salvo en algunas denominaciones, pero son absolutamente conservadores en la defensa de la vida y de la familia tradicional. Así que a menos que los candidatos republicano y demócrata mantengan una postura similar ante esos asuntos, su voto estará siempre decantado hacia el que sea más “cristiano” en sus ideales.
Otro factor importante es lo mucho que cuenta el comportamiento privado de los candidatos. El votante cristiano norteamericano tiende a creer que aquellos que no son fieles a sus cónyuges no están especialmente capacitados para ser fieles a su país. Y a diferencia de en España, la mentira es una losa insuperable para cualquier político en los Estados Unidos. Sencilla y llanamente la gente no se fía de quien les miente. Aquí les votamos. Allá les botan.









