InfoCatólica / Reforma o apostasía / Categoría: Sma. Trinidad

4.06.23

(591) Somos templos de Dios -La Inhabitación de la Santísima Trinidad

–Así que hoy también nos va a explicar otro misterio grandioso

–Si, claro, porque la doctrina de la inhabitación de la Trinidad divina en los cristianos es esencial para llevar una vida santa y feliz

* * *

Divina presencia creacional y presencia de gracia

A pesar del pecado de los hombres, Dios siempre ha mantenido su presencia creacional en las criaturas. Sin ese contacto entitativo, ontológico, permanente, las criaturas hubieran recaído en la nada. León XIII, citando a Santo Tomás, recuerda esta clásica doctrina:

«Dios se halla presente a todas las cosas, y está en ellas “por potencia, en cuanto se hallan sujetas a su potestad; por presencia, en cuanto todas están abiertas y patentes a sus ojos; por esencia, porque en todas ellas se halla él como causa del ser”» (enc. Divinum illud munus: STh I,8,3).

Pero la Historia de la Salvación nos descubre otro modo por el que Dios está presente a los hombres, la presencia de gracia, por la que establece con ellos una profunda amistad deificante. Toda la obra misericordiosa del Padre celestial, es decir, toda la obra de Jesucristo, se consuma en la comunicación del Espíritu Santo a los creyentes, consagrándolos como un templo.

 

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28.05.23

(600) El Espíritu Santo- 5, don primero, don supremo

 

–Y vamos con el artículo número 600…

–Y ha querido el Señor que sea sobre el Espíritu Santo, el don fontal por el que nos son concedidos todos los dones celestiales. Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.

–¿Pero este artículo no es de hace unos años?

–Sí señor, es de junio del año 2020, pero me ha parecido conveniente recordarlo, y los cinco anteriores. Ya tiene usted meditación para toda la Octava de Pentecostés.

En la segunda parte de mi artículo (591), Somos templos de Dios, traté ya con cierta amplitud de la teología y espiritualidad de la inhabitación del Espíritu Santo en el cristiano. Y en esta serie sobre el Espíritu Santo correspondería ahora exponer ese tema. Me permitiré, pues, resumir y complementar en este articulo lo allí expuesto.

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8.07.20

(605) El Espíritu Santo- 10. El don de consejo

–¿Y cómo se consigue que el don de consejo nos guíe en todas nuestras decisiones?

–Creciendo en la prudencia y en todas las virtudes, venciendo el asimiento a la propia voluntad y otros apegos desordenados, siendo humilde, y sobre todo pidiéndolo al Espíritu Santo: «venga a nosotros tu Reino»

4. El don de consejo

Los lugares de la Biblia, en los que reconocemos al don de consejo, son aplicables en buena medida también a los dones de ciencia, entendimiento y sabiduría. Todos ellos son dones intelectuales, por los que el Espíritu Santo comunica al entendimiento del cristiano una lucidez sobrenatural pasiva, al modo divino,  místico. Cuando la sagrada Escritura habla en hebreo o en griego de la sabiduría de los hombres espirituales no usa, por supuesto, términos claramente identificables con cada uno de estos cuatro dones.

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1.07.20

(604) El Espíritu Santo- 9. El don de piedad

–Todos somos defectuosos y pecadores, necesitados de la piedad de nuestros prójimos…

–Así es. Piedad de los ancianos y de los niños. Piedad entre los cónyuges. Piedad efectiva, no solo afectiva y verbal, con los necesitados. Piedad del párroco con su feligresía. Piedad de los buenos con los pecadores… Cuántas veces somos des-piadados, por acción o por omisión. Dios nos libre y nos dé un corazón como el de Cristo, que tuvo y tiene piedad de nosotros.

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27.06.20

(603) El Espíritu Santo- 8. El don de fortaleza

–¿No puede haber algo de pelagianismo en buscar la fortaleza?

–Si se busca la fortaleza como virtud y don del Espíritu Santo, no hay peligro. Hay humildad.

2. El don de fortaleza

 

–Sagrada Escritura

En el Antiguo Testamento, los fieles captan espiritualmente a Dios como una fuerza inmensa e invencible, como una Roca, y al mismo tiempo como Aquél que es capaz de confortar a sus fieles comunicándoles una fortaleza inexpugnable.

«Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza, Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador; Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte» (Sal 17,2-3). «El Señor es mi fuerza y escudo; en Él confía mi corazón. El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido» (27,7-8).

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