InfoCatólica / Reforma o apostasía / Archivos para: Diciembre 2023

26.12.23

(526) Navidad. Nació Jesús, el Salvador del mundo

La Tour, 1640 -Jesús recién nacido

–Estamos en Navidad: paz, alegría, solidaridad, ayuda a los pobres, presos, inmigrantes…

–Todo eso es digno, equitativo y saludable. Y oración, Eucaristía, perdón de ofensas, reconciliación sacramental con Dios, y sobre todo anuncio de Jesús, único Salvador del mundo pecador, gratitud a la Santísima Trinidad y a la Santísima Virgen María…

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¿Hay en la raza humana un pecado original que la enferma en su propia naturaleza, es decir, a todos? Quedan no muchos que lo crean

–Los judíos del Antiguo Testamento se sabían pecadores: «mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre» (Sal 50,7). Lo sabían desde el principio, desde el Génesis. Creían en el pecado original. El pecado de los protoparentes, porque degrada profundamente la misma naturaleza del hombre –mente, voluntad, sentidos y sentimientos–, se transmite por generación a toda la humanidad. Todos los nacidos del hombre y de la mujer han de reconocer ante el Señor: «contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces» (ib. 8).

Los paganos antiguos y modernos, en todas sus religiones, han conocido y reconocido su condición de pecadores, practicando oraciones y ritos de expiación por el pecado. Y no sólo los pueblos más incultos y primitivos; también los cultos y pensantes conocían su condición de pecadores. El poeta romano Ovidio (43 a. C.–17 d. C.) declara: «Video meliora, proboque, deteriora sequor»: veo lo mejor, lo aprecio, y hago lo peor.

Los cristianos mantienen la convicción de los judíos: «por la desobediencia de uno [Adán] muchos fueron hechos pecadores, y así también por la obediencia de uno [Jesús, nuevo Adán] muchos serán hechos justos» (Rm 5,19; muchos que significa todos, 5,18). Y coinciden también con los paganos:

«El querer el bien está en mí, pero el hacerlo no. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace: es el pecado que habita en mí» (Rm 7,18-19; como Ovidio).

«Me deleito en la Ley de Dios, según el hombre interior; pero siento otra ley en mis miembros, que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, [que nos libra] por la gracia de Dios» (Rm 7,22-25).

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2.12.23

(468) El Adviento en el Apocalipsis

Ven, Señor Jesús

–Mucha falta hace recordar lo que hoy nos dice.

–El P. Castellani veía en el olvido de la Parusía una de las causas principales de la descristianización. Apenas se predica nunca del Adviento definitivo de Cristo. Y está en el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza.

–Estamos en una gran Guerra invisible

El Apocalipsis es realmente el quinto Evangelio, que tantos cristianos de hoy ignoran. En esta Revelación de Jesucristo, entre el fulgor de liturgias cósmicas y celestiales, y el ale­gre anuncio de las victorias de Dios omnipotente, al mismo tiempo se nos manifiesta e interpreta esa «dura batalla contra los poderes de las tinieblas que atra­viesa toda la historia humana, y que, ini­ciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor» (Vat.II, GS 37b; +Catecismo 409). En contra de esto leí en un buen teólogo hace unos años:

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