(651) Vendemos todo, para tener a Jesucristo

–Ése es el Evangelio de hoy, miércoles de la 17ª semana.

–Sí, ya me he dado cuenta al celebrar la Misa.

Pues sí, al celebrar temprano la Misa con la comunidad que atiendo he leído este Evangelio:

«En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo; el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo» (Mt 13,44). Y en la breve homilía que suelo predicar cada día les he dicho más o menos lo que sigue, y que ahora escribo a vuelapluma.

Eso que hoy el Señor nos predica desde el cielo en la Misa lo dice «a la gente», a todos los que lo oyen, y que con el tiempo serán laicos, sacerdotes o religiosos.

+Los cristianos laicos que de verdad quieren ser fieles a la vida cristiana, dóciles al Espíritu Santo, alma de su alma, han de renunciar a muchas cosas que en el mundo en el que viven son comunes y normales. Renuncian al pecado, al mundo, a la carne, al demonio. Para seguir a Cristo, tienen que tomar la cruz de cada día, porque si no la toman, no podrán seguirle como discípulos suyos.

Si se casan, su matrimonio ha de ser sacramento de la unión de Cristo con la Iglesia, su esposa. Pero habrán de renunciar a la anticoncepción, que profana la santidad de su unión conyugal. Habrán de dedicar su atención y su amor al cónyuge y a los hijos que Dios les ha dado… Habrán de renunciar en su vida familiar al lujo indebido, viviendo en espíritu de pobreza, para poderse acordar verdaderamente de los pobres, para ayudar a la Iglesia, a Obras benéficas, a la Misiones. Habrán de vivir libres del impudor, de los espectáculos indecentes, de odios y rencores, de un uso morboso de los medios de comunicación y de las redes sociales, y libres de cualquier otra adicción que los vacíe de sí mismos, y los pierda habitualmente en un mundo de mentiras y vanidades.  Difícil será que alcancen puestos muy altos en la sociedad, en la vida económica, profesional y política, si se manifiestan con fortaleza y prudencia contra el aborto y contras otras perversidades que en tantas naciones a veces «obligan» con sus leyes al mal.

Pero habiendo recibido por la fe y el sacramento la vida sobrehumana de la gracia, viven alegres y felices en Cristo, y «llenos de alegría», renuncian a todo lo que disminuye o quiebra el vínculo de unión con Él, y viven a su luz. Son bienaventurados, porque vendiéndolo todo, les ha sido dado poseer a Jesucristo, su tesoro: su camino, verdad y vida.

+Los cristianos religiosos, por la consagración a Cristo, y con la ayuda de los tres votos de la perfección evangélica, «han dejado todo», todo lo han vendido, se han expropiado de sí mismos por la obediencia, y «llenos de alegría», se han despejado de todo lo que tenían o hubieran podido llegar a tener, para seguir a Cristo más de cerca, para unirse más a él, para «servirle con sus bienes», para vivir con Él, como los apóstoles, entrando en su vida y sus trabajos.

Un recuerdo de hace muchos años. Asistía yo como concelebrante a la Misa en la que una religiosas iba a realizar su profesión perpetua. Y el sacerdote presidente, en su homilía, hizo un extremado elogio de «la generosidaaaad de esta joven, que en plena juventud, con un horizonte tan precioso en su vida, con un excelente trabajo fijo, con un porvenir afectivo y sentimental tan atrayente [etc., etc., etc.]… lo ha dejado todo, para consagrarse a Cristo y al servicio de la Iglesia»…

Imagínense, en una hipótesis absurda, que ese mismo sacerdote, predicando en la Misa de un casamiento, hiciera un elogio extremado de la «generosidaaaaad de esta joven, que habiendo en su ambiente tantos jóvenes buenos, atrayentes, con sus carreras y trabajos valiosos [sigue con su descripción fascinante]… ha aceptado casarse con N. N.»… Es probable que, al final de la Misa, los parientes del novio entraran en la sacristía para darle su merecido al cura: «¡Qué generosidaaaad, ni qué cuartos… Lo que tenía usted que hacer es felicitar a la novia por el novio que Dios le ha dado. Y al novio también, claro».

Elogio de la entrega religiosa en clave pelagiana o semipelagiana.

+Los cristianos sacerdotes, por el sacramento del Orden, vienen también a consagrarse a Cristo según el modelo apostólico, dejándolo todo. Después de una noche de oración, Cristo «llamó a los que quiso, vinieron a él, y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos predicar» (Mc 3,14). Los elige y constituye como amigos y como colaboradores suyos, para glorificar a Dios y salvar a los hombres. Y en una ocasión Pedro le preguntó:

«“He aquí que nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué tendremos?” Jesús les dijo: “Os didgo de verdad que vosotros, los que me habéis seguido… os sentaréis para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que deja hermanos o hermanas, o padre o madre o esposa, hijos o campos por amor de mi nombre, recibirá el céntuplo [ahora, en este mundo: Mc, 10,30], y heredará la vida eterna» (Mt 19,27-30).

El negocio, sin duda, es formidable. Y ellos, «llenos de alegría», dejan sus barcas, su oficina de recaudación de impuestos, todo lo que tenían o hubieran podido tener, para centrarse en vivir con Cristo, como amigos suyos íntimos y como los colaboradores más inmediatos y continuos en su grandiosa obra sobrehumana: difundir y mantener el Reino de Dios en el mundo.

¿Generosidaaaaad?… Generosidad la de Jesucristo, que «llamó a los que quiso» (Mc 3,14): «no me elegisteis vosotros, sino que yo os elegí a vosotros» (Jn 15,16). Eligió y llamó, por ejemplo, al publicano (pecador público) Mateo: gracia fue elegirlo, gracia fue llamarlo, y por gracia pudo Mateo decirle que sí, y bajar la persiana de su oficina recaudadora de impuestos romanos. Cambió de negocio, pasando a un trabajo mejor. Y para celebrarlo dio un banquete con «muchos publicanos y pecadores, sentados con Jesús y sus discípulos» (Mt 9,10)… Otro que, con alegría, se despojó de todo para recibir el tesoro supremo: nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.

José María Iraburu, sacerdote

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