San Agustín y el primado Romano

Cuando los argumentos bíblicos contra el primado de Pedro y de la Iglesia de Roma suelen estrellarse con Mateo 16,18, ocurre algo curioso: quienes decían no salir de la Biblia, comienzan a citar padres de la Iglesia como evidencia su favor, y hay quien llega incluso a tener la cachaza de citar a San Agustín.

Y aunque ya traté el tema de Agustín brevemente en un post previo, quiero hacerlo ahora más profundamente, y prometo que próximamente seguiré con otros padres de la Iglesia.

San Agustín, Serm.120 n.13

“No puede creerse que guardáis la fe católica los que no enseñáis que se debe guardar la fe romana

Al leer textos como el anterior de parte de San Agustín, uno no puede preguntarse como a alguien se le ocurre insinuar que San Agustín no creía en el primado Romano.

La razón es que los protestantes creen ver en su interpretación de Mateo 16,18 una negativa al primado.

Uno de los textos en cuestión es este:

San Agustín. Serm. 295; PL 38,1348-1352.
“San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que llegó a oír de él estas palabras: Ahora te digo yo: Tú eres Pedro. Él había dicho antes: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Cristo le replicó: «Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Sobre esta piedra edificaré esta misma fe que profesas. Sobre esta afirmación que tú has hecho: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, edificaré mi Iglesia. Porque tú eres Pedro». «Pedro» es una palabra que se deriva de «piedra», y no al revés. «Pedro» viene de «piedra», del mismo modo que «cristiano» viene de «Cristo». El Señor Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a los que dio el nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó la totalidad de la Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo representaba en su persona a la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas palabras: Te daré las llaves del reino de los cielos. Porque estas llaves las recibió no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la excelencia de la persona de Pedro, en cuanto que él representaba la universalidad y la unidad de la Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido entregado a todos. Pues, para que sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos. En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los discípulos que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, por el hecho de referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si se dirige a Pedro con preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero entre los apóstoles. No te entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el temor. A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera vez encomendó el Señor sus ovejas a Pedro”

Y aunque en dicho texto claramente se refiere a Pedro como el único capaz de portar la figura de la Iglesia entera y el primero entre los apóstoles, la mayoría solo lee la parte donde interpreta que la piedra de Mateo 16,18 es la fe de Pedro, y ya de plano asumen allí eso como una negativa al papado.

San Agustín, Mateo 16,18

Lo cierto es que San Agustín a lo largo de su vida estuvo a favor de la otra interpretación, el cual él mismo reconoce, como veremos más adelante, que es creída en la Iglesia.

Algunas de las citas donde San Agustín veía en Pedro la piedra son:

San Agustín, Christian Combat, 31:33(A.D. 397), in JUR,3:51

“No nos permitimos escuchar a aquellos que niegan que la Iglesia de Dios es capas de perdonar todos los pecados. Ellos se equivocan porque no reconocen en Pedro la Roca y ellos rechazan creer que las llaves del cielo, desde sus propias manos han sido entregadas a la Iglesia”

San Agustín, Homilies on John, Tract 11:5(A.D. 417), in NPNF1,VII:76

“Cuando de este modo él había dicho a sus discípulos, “Ustedes también me dejaran”, Pedro, la Roca contestó por todos: “Senor, a quien iremos, tu tienes palabras de vida eterna”

San Agustín, In Psalms, 69:4[PL 36, 869] (A.D. 418), in Butler, 251

“Pedro, quien había confesado a Él como hijo de Dios, y en esa confesión había sido llamado roca sobre la cual la Iglesia debía ser edificada

San Agustín, In Psalms, 104[103]:16(A.D. 418),in NPNF1,VIII:513

“...Pero esa Roca, Pedro mismo, la gran montaña. ..”
Y luego en sus retractaciones se inclina por la otra interpretación::

San Agustín, Retractations,1:21(A.D. 427),in GILES, 177

En mi primer libro contra donato mencioné en algún lugar una referencia a el apóstol Pedro como “la iglesia es fundada sobre él como sobre una roca”. Esta interpretación también suena en muchos labios en las líneas de bendición de San Ambrosio, donde, hablando de cocina domestica, él dice: Cuando canta él, la roca de la Iglesia, absuelve el pecado. Pero yo recuerdo que frecuentemente expliqué las palabras de nuestro Señor hacia Pedro “sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, de manera que deberían ser entendidos como refiriéndose a la confesión de Pedro mismo cuando dice “Tu eres el Cristo, el hijo del Dios viviente, y como significando que Pedro había sido llamado luego roca, portó la figura de la Iglesia, la cual es construida sobre esta roca y ha recibido las llaves del reino de los cielos. Por lo que fue dicho de él no fue ‘Tu eres Roca’ sino ‘Tu eres Pedro’, pero la Roca era Cristo, habiendo sido confesado por Simón (y como la Iglesia entera confiesa) quien fue llamado Pedro. Cual de estas interpretaciones es más correcta, decida el lector

De los textos anteriores podemos entender que:

1. San Agustín primeramente estaba a favor de llamar a Pedro la Piedra sobre la que se edifica la Iglesia.

2. Comenta que dicha interpretación está muy difundida y menciona otro padre de la Iglesia que la favorece: San Ambrosio.

3. Favorece la interpretación de que la Piedra de Mateo 16,18 es la fe de Pedro, pero no rechaza definitivamente la primera interpretación por lo cual cita a San Ambrosio (otro padre de la Iglesia de renombre), y deja así abierta la posibilidad de que la otra interpretación sea también correcta permitiendo al lector decidir.

Así, Asumir que esta interpretación es un rechazo al primado es tan simplista como decir que Leon I, quien también estaba a favor de ella, no estaba conciente de su potestad primacial. O que el catecismo también la niega, siendo que expresamente armoniza esta interpretación (CIC 424, 552-553,881)

Así, para San Agustín el obispo de Roma es el legítimo sucesor de Pedro, portador de las llaves, tal como declara:

San Agustín. Ep. 53,2

“Si la sucesión de obispos es tomada en cuenta, cuanto más cierta y beneficiosa la Iglesia que nosotros reconocemos llega hasta Pedro mismo, aquel quien portó la figura de la Iglesia entera, el Señor le dijo: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella!”. El sucesor de Pedro fue Linus, y sus sucesores en orden de sucesión ininterrumpida fueron estos: Clemente, Anacleto, Evaristo, Alejandro, Sixto, Telesforo, Higinio, Aniceto, Pío, Sotero, Eleuterio, Victor, Ceferino, Calixto, Urbano, Ponciano, Antero, Fabián, Cornelio, Licio, Esteban, Sixto, Dionisio, Felix, Eutiquiano, Cayo, Marcelino, Marcelo, Eusebio, Miltiades, Silvestre, Marcos, Julio, Liberio, Damaso, y Siricius, cuyo sucesor es el presente obispo Anastasio. En esta orden de sucesión, ningún obispo donatista es encontrado”.

Hay evidencia adicional suficiente para estar seguros de ir contra la tendencia que propone le negación del primado a raíz de estas frases en los sermones del santo. Quienes piensan así tendrían que explicar si comparten con San Agustín que dijera que la iglesia de los donatistas no puede ser la verdadera por no ser católica, una, santa y apostólica, que quien se separa de la Iglesia sacrifica su salvación (Bapt 4,17.24). ¿Según esto basta la confesión de fe como fundamento para la edificación de la Iglesia?

San Agustín. C. ep. Man. 4,5.

“Aún prescindiendo de la sincera y genuina sabiduría…, que en vuestra opinión no se halla en la Iglesia Católica, muchas otras razones me mantienen en su seno: el consentimiento de los pueblos y de las gentes; la autoridad, erigida con milagros, nutrida con la esperanza, aumentada con la caridad, confirmada por la antigüedad; la sucesión de los obispos desde la sede misma del apóstol Pedro, a quien el Señor encomendó, después de la resurrección, apacentar sus ovejas, hasta el episcopado de hoy; y en fin, el apelativo mismo de Católica, que son sin razón sólo la Iglesia ha alcanzado….Estos vínculos del nombre cristiano – tantos, tan grandes y dulcísimos- mantienen al creyente en el seno de la Iglesia católica, a pesar de que la verdad, a causa de la torpeza de nuestra mente e indignidad de nuestra vida, aún no se muestra”.

El texto siguiente es un reconocimiento explícito de la primacía de la Iglesia de Roma:

San Agustín, Ep 43,3,7

“…Veínan que Ceciliano estaba unido por cartas de comunión a la Iglesia romana, en la que siempre residió la primacía de la cátedra apostólica….”

Más textos explícitos:

San Agustín, De utilit. credenci c.17 n.35

“Pues que vemos en ellos un gran socorro de Dios y tanto provecho y utilidad, ¿dudaremos en acogernos en el seno de esta Iglesia que, según la confesión del género humano, tiene en la Sede Apostólica [Roma] y ha guardado por la sucesión de sus obispos la autoridad suprema, a despecho de los clamores de los herejes que la asedian y han sido condenados, ya por el juicio del pueblo, ya por las solemnes decisiones de los concilios, o por la majestad de los milagros? No querer darle el primer lugar es seguramente producto de una soberana impiedad o de una arrogancia desesperada. Y si toda ciencia, aun la más humilde y fácil, exige, para ser adquirida, el auxilio de un doctor o de un maestro, ¿puédese imaginar un orgullo más temerario, tratándose de libros de los divinos misterios, negarse a recibirlo de boca de sus intérpretes y sin conocerlos querer condenarlos?»”

A diferencia de la postura protestante, para San Agustín no hay motivo justo para efectuar la separación de la Iglesia y preparar la propia (secta), separada de ella (E. Cp Parm 2,11,25). Inclusive atribuye a las sentencias de Roma en materia de fe la máxima importancia, como por ejemplo, cuando combate al pelagianismo

Una prueba clara la tenemos cuando en varios concilios efectuados en Cártago y Mílevis los obispos africanos condenaron al pelagianismo y apelaron al Papa para que ratificara su decisión. Un extracto de la carta que 68 obispos enviaron al Papa dice:

Concilio de Cártago al Papa Inocencio I

“Hemos acudido de acuerdo a la costumbre a la Iglesia de Cartago, y un sínodo se llevó a cabo para discutir varios temas, cuando nuestro hermano presbítero Orosio nos presentó cartas de nuestros santos hermanos y compañeros obispos Heros y Lázaro, las cuales incluimos. Una vez leídas estas, hemos percibido que Pelagio y Celestino fueron acusados de ser autores de un perverso error, que deben ser condenados por todos nosotros. Debido a lo cual pedimos que todo lo que se ha hecho respecto a Celestino aquí en Cartago desde hace unos cinco años debe llevarse hasta el final. Habiéndose leído esto, como su Santidad puede percibir de las actas que adjuntamos, a pesar de que la decisión era clara, por la cual se había mostrado que tan grande herida se había amputado de la Iglesia por juicio episcopal, aún así pensamos conveniente en deliberación común, que los autores de esta persuasión (a pesar de que se dijo que este Celestino ha llegado desde entonces al sacerdocio), sean abiertamente anatemizados para que, si no se logra su salvación, se logre al menos procurarse la de aquellos que han sido o puedan ser engañados por ellos, cuando sepan acerca de la sentencia en su contra. Pensamos correcto que este acto, honorable hermano, fuera comunicado a su santa caridad, para que para la estatura de nuestra pequeñez se pudiera añadir la autoridad de la Sede Apostólica (ut statutis nostrae mediocritatis etiam apostolcae sedis adhibeatur auctoritas) para la preservación de la seguridad de muchos, y para la corrección de la perversidad de algunos”

“Y tememos que por repetirle a usted estas mismas cosas que usted predica con mayor gracia desde la silla Apostólica (quae majore gratia de sede apostolica praedicas), pudiera parecer que actuamos de manera inconveniente. Pero lo hacemos debido, solo tomando en cuenta nuestra mayor debilidad, mientras más celo mostramos al predicar la Palabra de Dios, los ataques de los herejes son más constantes y atrevidos. Si, por lo tanto, Pelagio parece a su Santidad justamente absuelto por las actas Episcopales que se dice han sido negociadas en el Este, en todo caso, el error mismo y la impiedad que ahora tiene muchos promotores en diversos lugares, debe también ser anatemizado por la autoridad de la Sede Apostólica. Que su Santidad considere y sienta con nosotros en su corazón de pastor cuan vanas y destructivas son para las ovejas de Cristo las necesarias consecuencias de su sacrílega discusión.”

“Por que, incluso si Pelagio y Celestino hayan corregido su conducta o anuncien que nunca tuvieron dichas opiniones, y nieguen que sean suyos cualesquiera escritos que se nos presenten como evidencia contra ellos, y si no hay manera de convencerlos de su falsedad, aún en general quien quiera asegure dogmáticamente, etc..que sea anatema. Cualesquiera otras cosas que se objeten contra ellos, no dudamos que su Reverencia, después de leer la actas Episcopales que se dice han sido redactadas en el Este por la misma causa, emitirá tal sentencia que nos hará regocijar a todos en la misericordia de Dios (id judicarurum unde omnes in Dei misericordia gaudeamus).”

Otra carta que enviaron 61 obispos del concilio de Milevis (San Agustín incluido) decía:

Concilo de Milevis al Papa Inocencio I
“Dado que Dios por un don especial de Su gracia lo ha colocado a usted en la Sede Apostólica, y nos ha dado alguien como usted en nuestros tiempos, para que pueda mas bien ser imputada a nosotros como una falta de negligencia si fallamos en mostrar a su Reverencia lo que se sugiere para la Iglesia, que a usted haber podido recibir las mismas con desprecio o negligencia le rogamos que involucre su diligencia pastoral hacia el gran peligro de los miembros débiles de Cristo.”

Al insinuar estas cosas a su pecho Apostólico no necesitamos decir mucho, y apilar palabras acerca de esta impiedad, debido a que sin duda moverá en usted tal sabiduría que no podrá abstenerse de corregirlas, para que no puedan seguir infiltrándose más…Se dice que los autores de esta perniciosa herejía son Pelagio y Celestino, quienes en verdad, deberían preferir ser curados con la Iglesia, en lugar de ser separados de la Iglesia sin necesidad. Se dice que uno de ellos, Celestino, incluso ha llegado al sacerdocio en Asia. Su Santidad esta mejor informado por el Concilio de Cartago acerca de lo que se hizo en contra suya hace algunos años. Pelagio, nos informan las cartas de algunos de nuestros hermanos, está en Jerusalén, y se dice que ha engañado a muchos allí. Muchos más, sin embargo, que han podido examinar más de cerca sus puntos de vista, están combatiéndolo en nombre de la Fe Católica, pero específicamente su santo hijo, nuestro hermano y compañero sacerdote, Jerónimo. Pero nosotros consideramos que con la ayuda de la misericordia de nuestro Dios, a quien rezamos para que lo aconseje y que escuche sus plegarias, aquellos que mantienen estas perversas y banales opiniones cederán más fácilmente a la autoridad de su Santidad, que ha sido tomada de la autoridad de las Santas Escrituras (auctoritati sanctitatis tuae, de sanctarum scripturarum auctoritate depromptae facilius….esse cessuros), para que podamos regocijarnos en su corrección en lugar de entristecernos por su destrucción. Pero sea lo que sea que ellos mismos escojan, su Reverencia percibe que al menos se debe cuidar a esos muchos que pueden ser enredados en sus redes si ellos no se someten honradamente. Escribimos esto a su Santidad desde el Concilio de Numidia, imitando a nuestros compañeros obispos de la Iglesia y provincia de Cartago, que entendemos han escrito acerca de este tema a la Sede Apostólica que su Gracia adorna.”

En dichas cartas se señala al Papa como aquel que recibió de Dios la gracia especial de sentarse en la silla apostólica, pero lo más llamativo es que aunque las sentencias de dos concilios locales repletos de obispos (Agustín incluido) es rechazado por los herejes, la autoridad de la silla apostólica puede o infundirles el terror o quizá convertirlos.

Es necesario resaltar que los obispos piden una condenación autoritativa del Papa a esas doctrinas que ellos ya habían previamente condenado, para que el mal sea enteramente erradicado, reconociendo de forma implícita que mientras un concilio local puede solo alcanzar las regiones africanas, el alcance del Papa tiene una fuerza universal. Si esto no es jurisdicción pregúntese usted que lo es.

Y si el obispo de Roma no tuviera autoridad sobre la Iglesia entera ¿Por qué se iban a preocupar los obispos de Africa y Agustín de lo que el Papa (también obispo) dijera o no?. ¿Por qué los herejes que habían ignorado la decisión de más de 100 obispos iban a convertirse por lo que dijera uno?.

Posteriormente San Agustín envía una carta a un obispo de nombre Hilario perviniendolo contra los herejes:

San Agustín, Ep 178, p. 773

“…hemos oido que en la Iglesia de Cártago un decreto de un concilio de obispos ha sido hecho contra ellos para ser enviado por carta al santo y venerable Papa Inocencio, y nosotros tenemos cartas similares del Concilio de Numidia a la misma silla apostólica”

La respuesta del Papa a las cartas de los obispos africanos el 3 de Enero del 417:

Carta del Papa Inocencio I al Concilio de Cártago, Ep 181 in FC, XII:121-122, 125, 127

“Al inquirir acerca a esas cosas que deben ser tratadas con toda solicitud por los obispos, y especialmente por un verdadero y justo Concilio Católico, preservando, como ustedes han hecho, el ejemplo de la antigua tradición y preocupándose de la disciplina eclesiástica, ustedes han verdaderamente fortalecido el vigor de nuestra Fe, no menos ahora que nos consultan que cuando pasaron su veredicto. Ya que ustedes decidieron que era apropiado referir a nuestro juicio, sabiendo lo que es debido a la Sede Apostólica, ya que todos los que estamos en este lugar, deseamos seguir al Apóstol (Pedro) del cual el mismo episcopado y la entera autoridad de este nombre se derivan. Siguiendo sus pasos, sabemos como condenar el mal y aprobar el bien. Asimismo, ustedes han preservado por su cargo sacerdotal las costumbres de los Padres y no han desdeñado aquello que es decretado por una sentencia divina y no humana, que cualquier cosa que sea echa, aun en provincias distantes, no debe finalizar sin haber sido dado a conocer a esta Sede. Que es por su autoridad que todos los pronunciamientos justos deben ser fortalecidos, y que a partir de estos todas las otras Iglesias (como aguas fluyendo de su nacimiento y corriendo por las distintas regiones del mundo, los arroyos puros de la única cabeza incorrupta) deben recibir lo que buscan imponer, a quienes deben lavar y a quienes esta agua, digna de cuerpos puros, debe evitar como profanados con porquería no lavable. Los felicito, por lo tanto, queridos hermanos, por haber dirigido cartas a nos por medio de nuestro hermano y compañero Obispo Julio, y por, mientras cuidan las Iglesias que ustedes gobiernan, han mostrado su solicitud por el bienestar de todos y que pidan un decreto que debe beneficiar a todas las Iglesia del mundo de una sola vez, para que la Iglesia, habiendo establecido en sus reglas y confirmado por este decreto de justo pronunciamiento contra estos errores, pueda evitar temer a estos hombres, etc.”

Carta del Papa Inocencio I al concilio de Milevi, Ep 182, in FC, XII:127, 128, 130, 131
“Dentro de los deberes de la Iglesia Romana y las actividades de la Sede Apostólica en que tratamos con las fieles y curativas discusiones de las consultas de diversos, nuestro hermano y compañero obispo Julio me ha traído sin esperarlas las cartas de su caridad que envían desde el Concilio de Milevis en su serios cuidados por la Fe, añadiendo al escrito una queja similar del Concilio de Cartago. Es por lo tanto con el debido cuidado y apropiadamente que ustedes consultan los secretos del oficio apostólico (apostolici consulitis honoris [al. oneris] arcano) ese oficio, me refiero, a la que corresponde, así como las cosas de afuera, el cuidado de todas las Iglesias, acerca de que opinión deben tener en esta preocupante pregunta, siguiendo entonces la antigua regla que ustedes saben ha sido observada conmigo por todo el mundo. Pero descarto este tema, por que yo no pienso que sea desconocido por su prudencia; si no, ¿porque confirmarlo con su acción, si no conocieran que las respuestas siempre fluyen de la fuente Apostólica a todas las provincias para aquellos que las piden? Especialmente con frecuencia se discute una cuestión de fe, Yo pienso que todos nuestros hermanos y compañeros obispos deber referirlas a nadie más que a Pedro, el autor de su nombre y oficio, incluso como ahora que su caridad a nos a referido un tema que puede ser útil en todo el mundo a todas las Iglesias en común. Porque por necesidad debemos volvernos más cautelosos cuando vemos a los inventores de la maldad, debido a la relación de los dos sínodos, han sido cortados por nuestra sentencia de la comunión eclesial. Su caridad por tanto hará un doble bien. Porque ustedes obtendrán la gracia de haber preservado los cánones y el mundo entero compartirá su beneficio.”

Muy necio sería negar el convencimiento que expresa el Papa en sus cartas a los obispos Africanos (Agustín incluido) sobre su jurisdicción sobre el orbe. De hecho, así lo expresa de forma diáfana cuando afirma que “no debe finalizar sin haber sido dado a conocer a esta Sede. Que es por su autoridad que todos los pronunciamientos justos deben ser fortalecidos”. Interesante es que se afirma que esta es una antigua regla que se sigue en todas partes, y más claro todavía cuando afirma que a ella corresponde el cuidado de todas las Iglesias, y que las respuestas fluyen de esta fuente apostólica a todas las provincias que lo solicitan, sobre todo en cuestiones de fe.

No es necesario decir que una carta así no hubiera sido bien recibida por San Agustín y los obispos africanos si pensaran como nuestra contraparte protestante, y de no existir tal primacía y jurisdicción del Papa sobre las provincias del orbe las palabras del Papa hubieran estado completamente fuera de lugar, sin embargo, San Agustín no muestra evidencia alguna de que dicha carta causara incomodidad en ningún sentido, y no solo no dice “pio”, sino que se alegra del dictamen del Papa y escribe que ya Roma ha hablado, el caso está cerrado:

San Agustín, Sermo 131,10,10; Ep 1507

“Ya por este motivo se han enviado dos misivas a la sede apostólica y también de allí han venido dos rescriptos. La causa ha terminado para que finalmente termine el error”

En el futuro San Agustín reafirma su pensar sobre lo definitivo del decreto del Papa Inocencio.

San Agustín, On Original Sin,7:8(A.D. 418),in NPNF1,V:239

“[Celestio] debería mantener su asentimiento al decreto de la silla apostólica el cual había publicado por su predecesor de sagrada memoria. El acusado, sin embargo, rechazó condenar las objeciones realizadas por el diácono, con todo él no se atrevió a sostener abiertamente la carta del bendito Papa Inocencio”

San Agustín, Against Two Letter of the Pelagians, 3:5 (A.D. 420), in NPNF1, V:393

“…él contestó que él consintió a las letras de papa Inocencio de bendita memoria, en quien toda la duda sobre esta materia fue removida

San Agustín, Against Two Letter of the Pelagians, 4:6 (A.D. 420), in NPNF1, V:394

“Las palabras del venerable obispo Inocencio referentes a esta materia al Concilio Cartaginense. ¿Que podría ser más claro o manifiesto que el juicio de la silla apostólica?”

Sería absurdo así suponer que San Agustín no reconocía la primacía del obispo de Roma, cuando espera su confirmación para lo decretado en dos concilios africanos repletos de obispos. En definitiva, cualquier objeción para negar que San Agustín consideraba los decretos del Papa como autoritativa y definitiva es risible.

Adicionalmente vemos al obispo de Hipona, someter sus obras al Papa Bonifacio, no para instruirle, sino para solicitar su aprobación y censura si fuere necesario: “Haec ergo quae… respondeo, ad tua potissimum dirigere sanctitatem, non tam discenda quam examinanda, et ubi forsitan aliquid displicuerit emendanda, constitui” (Contra duas epist. Pelag. I, 1 t. XLIV, col 549-551) [Estas cosas que… respondo, he decidido dirigir de modo especial a tu santidad no para instruir sino para que sean examinadas, y donde tal vez haya algo que displiciera, sea enmendado].

Otro argumento frecuentemente escuchado lo tenemos a un evento que sucedió después cuando luego de que el Papa Zósimo sucediera al Papa Inocencio (que muriera en el 417). Ocurrió que Pelagio y Celestio enviaron apelaciones a la Sede Romana (sorprendentemente hasta los herejes reconocían la autoridad de la sede apostólica evidenciada en estas apelaciones). Las decisiones del Papa Inocencio I habían sido contundentes pero Zósimo quería comprobar si realmente Pelagio y Celestio habían enseñado las doctrinas condenadas como heréticas. Acusan aquí entonces al Papa Zósimo de haber aprobado el pelagianismo y sido magnánimo con los herejes y a San Agustín de resistirle. Comparto una muy detalada explicación que da la enciclopedia católica sobre los hechos:

Enciclopedia Católica. Pelagianismo

“El sentido de justicia de Zósimo le impedía castigar a alguien con excomunión, siendo éste dudosamente convicto de su error. Y, si los pasos recientemente dados por los dos que se defendían habían sido considerados, las dudas que debieron surgir sobre este punto no fueron enteramente carentes de fundamento. En el 416 Pelagio publicó un nuevo trabajo, ahora perdido, “De libero arbitrio libri IV” que, en su fraseología parece inclinarse hacia la concepción agustiniana de gracia y del bautismo de los infantes, aunque en principio no se separe del anterior punto de vista del mismo autor… Pelagio envió esta obra junto con una confesión de fe que aún se conserva. En ella testimonia su obediencia como la de un niño, humildemente necesitado y, al mismo tiempo reconoce inexactitudes fortuitas que pueden ser corregidas por él quien “sostiene la misma fe y el parecer de Pedro”. Todo esto fue dirigido a Inocencio I, de cuyo deceso Pelagio no se había aún enterado. Celestio quien, mientras tanto, había cambiado su residencia de Éfeso a Constantinopla, pero había sido proscrito desde entonces por el obispo anti-pelagiano Ático, dio activamente pasos hacia su rehabilitación. En el 417 fue a Roma en persona y dejó a los pies de Zósimo una confesión de fe detallada (Fragmentos, P. L., XLV, 1718), en ésta afirma su creencia en todas las doctrinas, “desde que hay un Dios Uno y Trino hasta la resurrección de los muertos” (cf. S. Agustín, “De peccato orig.", xxiii). Muy contento con esta fe católica y obediencia, Zósimo envió dos cartas diferentes (P. L., XLV, 1719 sqq.) a los obispos africanos, diciendo que, en el caso de Celestio, los obispos Heros y Lázaro habían procedido sin la debida circunspección y que, Pelagio también, como se había probado por su reciente confesión de fe, no se había desviado de la verdad católica. Como para el caso de Celestio, quien estaba entonces en Roma, el Papa encargó a los Africanos revisar la anterior sentencia o acusarlo de herejía delante del mismo Papa dentro de dos meses. El mandato papal golpeó África como una bomba. Con gran rapidez se convocó un sínodo en Cartago en noviembre del 417, y se escribió a Zósimo pidiéndole no rescindir la sentencia que su predecesor, Inocencio I, había pronunciado contra Pelagio y Celestio, hasta que ambos hubieran confesado la necesidad de la gracia interior para todos los pensamientos, palabras y actos saludables. Al fin Zósimo se detuvo. Por un rescripto del 21 de marzo del 418, aseguró a ellos que no se había pronunciado definitivamente, sino que había despachado al África todos los documentos sobre el pelagianismo para pavimentar el camino hacia una nueva investigación conjunta. De acuerdo con el mandato papal se celebró el primero de mayo del 418, en presencia de 200 obispos, el famoso Concilio de Cartago, que otra vez tipificó al pelagianismo como una herejía en ocho (o nueve) cánones (Denzinger, “Enchir.", 10th ed., 1908, 101-8).”

En resumen, lo más que podría demostrarse con este evento, más que el hecho de que hasta los herejes apelaban a Roma, es que el Papa Zósimo fue complaciente, excesivamente indulgente o simplemente precipitado y que San Agustín estaba plenamente conciente de que ya había una resolución del predecesor de Zósimo (el Papa Inocencio I) decisiva condenando al pelagianismo y de allí su resistencia. Sin embargo, nisiquiera el mismo San Agustín interpretó que el Papa Zósimo se había apartado de la ortodoxia, como consta en el libro 6 de su replica a Juliano, donde le reclama sus calumnias al Papa Zósimo:

San Agustín, Contra Iulianum pelagianum, VI, XII, 37

“¿Por qué, para persistir en tu error perverso, acusas de prevaricación al obispo de la Sede Apostólica Zósimo, de santa memoria? Pues no se apartó ni un ápice de la doctrina de su predecesor, Inocencio I, al que temes nombrar. Prefieres citar a Zosimo, porque en un principio actuó con cierta benevolencia con Celestio…”

Por lo que cualquier acusación contra la ortodoxia de Zósimo es rechazada por el mismo San Agustín.

Otro detalle digno de mención lo constituyó el que para el año 422 el Papa Bonifacio I enviara 3 cartas respectivamente a los obispos de Tesalia, de Iliria, y a Rufo, vicario del Pontífice y metropolita de Tesalia (el motivo de las misivas consistía en la deposición o rechazo del obispo Patros Perigenio, bautizado y educado en Corinto: los fieles de Patros no lo querían, los corintios lo reclamaban y los obispos de Tesalia por su parte habían elegido a Máximo como pastor de la ciudad). En las tres cartas se aprecia la conciencia o seguridad del Vicario de Cristo como juez o instancia última para los problemas de la Iglesia.

Inclusive hay teólogos protestantes que han aceptado la posición de San Agustín a favor del Primado Romano. El doctor Cesar Vidal Manzanares en su diccionario de patrística explica:

Cesar Vidal. Diccionario de Patrística. Agustín de Hipona:

“…Eclesiológicamente, Agustín no es unívoco en la utilización del término “iglesia” refiriéndose tanto a la comunidad de los fieles, edificada sobre el fundamento apostólico, como al conjunto de los predestinados que viven en la dichosa inmortalidad. Considera hereje no al que yerra en la fe (Ep. XLIII, I) sino al que “resiste a la doctrina católica que le es manifiesta” (De Bapt. XVI, 23), la cual se expresa en el símbolo bautismal, en los concilios (Ep. XLIV, I) y en la sede de Pedro, que siempre disfrutó del primado (Ep. XLIII, 7) ”.

Termino con esta cita de San Agustín

San Agustín. C. ep. Man. 5,6; cf. C. Faustum 28,2

No creería en el Evangelio, si a ello no me moviera la autoridad de la Iglesia católica

Bibliografia

BAC 422. Patrología III, Instituto Patriótico Augustinianum

BAC 457. Obras Completas de San Agustín, XXXV

BAC 69. Obras Completas de San Agustín, VIII

BAC 99b, Obras Completas de San Agustín, X1b

El pontificado Romano en la Historia, José Orlandis

Jesús, Peter & Keys, Scott Butler, Norman Dahlgren, Rev. Mr. David Hess

Upon this Rock, Stephen K. Ray

St. Augustine, St. Peter & the Papacy, Stephen K. Ray

St. Augustine, Pelagianism, and the Holy See, by John Chapman

Catecismo Oficial de la Iglesia Católica

Diccionario de patrística, Cesar Vidal Manzanares

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3 comentarios

  
Burke
Estimado José Miguel:

Lo cierto que soy nuevo por estos lares y por tanto también en su Blog, pero en los pocos artículos que de Vd. he leído reconozco que me ha sorprendido la erudición de la que parece hacer gala y los amplios conocimiento que aparenta poseer en exégesis, patrística, historia de la iglesia, Etc. Ello me lleva a preguntarle qué formación posee Vd. y dónde la ha adquirido y cómo hace para documentarse tan ampliamente en sus artículos, ¿es qué posee la "Biblioteca Británcia" en la cabeza pero en cuestiones religiosas ?.

Saludos y no se tome la pregunta como una impertinencia, ni dicho con segundas, es simple curiosidad.

P.D. Es posible que alguna vez le remitiera alguna duda concreta para que me la resolviera y cómo hacerlo, ¿simplemente mandando un comentario en cualquiera de sus escritos?.

31/08/08 10:20 PM
Saludos Burke

Solo soy un catequista que hace aproximadamente una década comenzó a tomar interés por la apologética.

Para documentarme recurro a mi pequeña biblioteca teológica que he ido enriqueciendo poco a poco, y también con textos patristicos que están disponibles de forma gratuita en la Web (Como la New Advent Encyclopaedia o The Early Churh Fathers de Philips Shaff). Me ha servido adicionalmente documentarme sobre lo que otros apologetas han dicho.

Para este estudio por ejemplo, indico que fuentes he utilizado en la bibliografía, al final del post.

Respecto a si puedo ayudarte a resolver alguna duda, con mucho gusto siempre que esté en mis posibilidades.



31/08/08 11:37 PM
  
gonzalo
Aplastantemente contundente. Es usted un "fiera". Los tengo que leer lentamente ya que no todos tenemos las mismas entendederas.

Salud
05/09/08 12:11 PM

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