InfoCatólica / Reforma o apostasía / Categoría: Santidad perfección

18.03.16

(368) Santidad-11. Acuérdate de mí por amor a tu pueblo

Monje orante

–Ya se termina la Cuaresma… y yo estoy como estaba al principio…

–Hagamos un último empeño de oración y ascesis, que Dios en un segundo puede darnos lo que no hemos procurado-conseguido nosotros, miserables, en cuarenta días de Cuaresma.

En Cuaresma debemos procurar nuestra propia conversión, pero también la de nuestros prójimos, que tantas veces ni saben que están en Cuaresma, aunque sean cristianos, y menos aún si son paganos o cristianos paganizados. Hemos de vivir la Cuaresma por nosotros y por los demás: por los malos y por los buenos, pues todos están, estamos, necesitados de conversión.

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12.03.16

(367) Santidad-10. Conversión: oración, ayuno y limosna

Guercino 1618

–Demos gracias a Dios, pues parece que ya hemos terminado…

–Hemos terminado de exponer la conversión, pero seguimos con el grandioso asunto de la santidad.

En el artículo anterior veíamos que la inmensa misericordia del Señor nos concede que podamos satisfacer por nuestros pecados «ante Dios Padre por medio de Jesucristo» por –las penas de la vida, –las impuestas por el confesor en el sacramento, y –«con las penas espontáneamente tomadas por nosotros para castigar el pecado» (Trento, Denz 1693); lo que solemos llamar mortificaciones voluntarias. Pues bien, ¿cuáles son las principales obras penitenciales que debemos imponernos?

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25.01.16

(359) Santidad-2. El cristiano, hombre deificado y espiritual

Liturgia de Pascua

–Emplea usted tantas palabras del Nuevo Testamento al hablar del cristiano –por ejemplo, espíritu y carne–, que no van a entender nada.

–Es que yo quiero que los lectores, al mismo tiempo que aprenden Espiritualidad cristiana, conozcan mejor la Biblia y la Tradición. Es oferta comercial: tres por uno.

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La deificación del hombre

Jesucristo santifica al hombre deificándole verdaderamente. En la creación nos hizo Dios imágenes suyas, que es mucho; pero falsificamos la imagen con el pecado, dejando al hombre en caricatura de Dios. Ahora, en la salvación de Cristo, de un modo nuevo, el Señor nos hace «participantes de la naturaleza divina» (2Pe 1,4) por la comunicación del Espíritu Santo y de la gracia sobre-natural, sobre-humana. Y por eso decimos que nosotros somos hijos de Dios, porque en Cristo hemos renacido verdaderamente «del agua y del Espíritu» (Jn 3,5). «Lo que nace de la carne es carne, pero lo que nace del Espíritu es espíritu» (Jn 3,6).

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4.01.16

26.04.15

(318) La alegría cristiana (y III), y sus cien motivos

Pórtate bien

–Quedamos en que el paganismo es triste y el cristianismo alegre (I).

–Y en que la alegría cristiana debe ser pedida, procurada y guardada con todo cuidado (II). Veamos ahora finalmente los motivos de la alegría cristiana (y III):

Es de experiencia, es dato indiscutible –aunque haya quien lo niegue–, que allí donde se vive más en Cristo hay más alegría. En mí propia experiencia, recuerdo tantas confirmaciones de la alegría cristiana en familias, en enfermos, en seminarios y noviciados, en ancianos, en riqueza y en pobreza, en sabios e ignorantes, en colegios y escuelas, en paz o en guerra. Es una alegría sencilla la de quienes viven en Cristo, no estimulada por placeres o prestigios, sino nacida de dentro, nacida de Dios. Es a un tiempo humana y sobre-humana.

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