Los crímenes de los “buenos”: Francia y Alemania luego de la segunda guerra (1-2)
Por Ron Unz
En la escuela secundaria me volví un ávido lector de la segunda guerra mundial, el conflicto más titánico jamás peleado. Sin embargo, aunque me gustaba leer las detalladas narrativas de las batallas, especialmente en el frente oriental que en gran medida determinó el resultado de la guerra, tenía mucho menos interés en la historia política, y simplemente me fiaba de los textos convencionales, los cuales suponía bastante confiables.
Validando esa fuerte percepción, dichas fuentes no parecían ocultar algunos de los aspectos más feos del conflicto y sus secuelas, por ejemplo las notables brutalidades que sufrieron los simpatizantes alemanes luego de la liberación de Francia en 1944. Pierre Laval, líder del gobierno de Vichy y un gran número de sus seguidores fueron enjuiciados y ejecutados por traición, e incluso el Mariscal Petain, héroe francés en la primera guerra mundial, quien en sus últimos años había dado su nombre al régimen como jefe de estado, fue condenado a muerte, aunque su vida luego perdonada. Colaboradores menos prominentes también sufrieron, con las bien conocidas fotos de cientos o miles de mujeres francesas quienes por miedo, amor o dinero tuvieron cierta intimidad con soldados alemanes durante la ocupación, y como consecuencia sus cabezas fueron rapadas y forzadas a caminar por las calles en desfiles vergonzosos.

Del diario
“Vade retro Salvini", tituló hace cuatro días la revista “
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Hace pocos días mi hija me pregunto qué significaba la palabra gracias. Está claro que con seis años y algunas buenas costumbres conoce y usa el término desde pequeña. Ella quería ahondar y me obligó a mí a hacerlo. Todos, al igual que esta niña, conocemos el significado inmediato de esa “palabra mágica”. Pero puestos a ahondar había que ver qué nos podía decir el Diccionario de la Real Academia Española; vimos que arroja 15 definiciones entre las cuales figura la dada por la doctrina católica: “favor sobrenatural y gratuito que Dios concede al hombre para ponerlo en el camino de la salvación”. En cuanto a su origen etimológico se sabe que “La palabra gracias proviene del latín
