1.11.17

Perdón Gendarmería. Más sobre el "caso Maldonado"

Vengan algunas valientes reflexiones acerca del “caso Maldonado” que publicó ayer el diario La Nación de Buenos Aires.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


Gendarmería: las cosas por su nombre

Fuente: Diario La Nación (Argentina). Editorial

 

Quedará en los anales de la ignominia y la hipocresía el uso de una muerte accidental para crear y endilgarle al gobierno de Mauricio Macri una desaparición forzada. La construcción del caso involucró necesariamente una cadena de mentiras y falsos testimonios. Se sacó provecho, además, de la sensibilidad de una parte de la sociedad cuando algo se refiere a los llamados “pueblos originarios".

Un reclamo de una fracción mapuche contestataria y claramente infiltrada por corrientes subversivas, identificada como Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), cortó la ruta 40 en un tramo cercano al territorio que reivindican como propio. La Justicia ordenó proceder a la disolución del piquete y la liberación de la ruta, tarea que le cupo a la Gendarmería Nacional, para concretarla con el menor daño posible a los involucrados. Sin disparos de armas de fuego, sus efectivos recibieron numerosos impactos de piedras y elementos contundentes por parte del grupo activista, respondiendo con idénticos elementos. En cualquier lugar del mundo la acción de las fuerzas del orden frente al corte violento y prepotente de una ruta hubiera parecido de una levedad inapropiada.

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31.10.17

Sermón: "Y el Verbo se hizo Rey. De catolicismo vegetante a catolicismo militante"

Para oír el sermón hacer clic aquí

La Iglesia celebra hoy, según el calendario de la “forma extraordinaria”, la solemnidad de Cristo Rey. No se trata de una fiesta litúrgica más, de una devoción más, sino de un misterio crucial queintegra el conjunto de la doctrina católica.

Cristo es Rey; más aún es Rey de reyes y Señor de señores; en esto creemos los católicos, en esto cree la Iglesia. Y lo es no por voto democrático, por plebiscito o por mayoría absoluta, sino por eterno designio del Padre que, desde todos los siglos, quiso darle esta prerrogativa.

No es siquiera un rey electivo, ni ha recibido la corona por medio de la ley sálica. No: su realeza “no es de este mundo”, como respondió claramente a Pilato (cfr. Jn 18,36):

- «¿Luego tú eres Rey?» - preguntó el procurador romano preocupado.

«Tú lo has dicho. Yo soy Rey: para esto he nacido y para esto he venido al mundo»” (cfr. Jn 18,37).

La conversación no transcurre en un lugar cualquiera. No está platicando el Señor en parábolas ni en metáforas; no está hablando frente a las turbas o ante los pobres y enfermos, sino ante el mismo procurador romano, la encarnación imperial en Judea. Su declaración, pues, se trata de una confesión solemne, jurídica, hasta provocadora: “Yo soy rey. Para esto he venido al mundo”.

Desde entonces existirán dos gritos antagónicos que entrecrucen la historia a favor y en contra de este Verbo hecho Rey:

El “no queremos que este reine sobre nosotros” (Lc 19,15) y el de San Pablo: “es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies” (1 Cor 15,25).

Dos gritos y dos cosmovisiones que resuenan en las cronologías. Pero, ¿hasta dónde llega Su realeza?¿hasta dónde Su poder?

Y aquí comienzan las dificultades y se dividen las aguas.

Algunos, errados, dirían que el Verbo eterno quiso encarnarse para reinar sólo dentro de nuestros corazones, en la esfera personal, doméstica y familiar, de allí que dijera: “Mi reino está dentro de vosotros” (Lc 7,21).

Y es verdad; esto es el principio, pero nada más: Cristo quiere reinar en nuestras inteligencias, voluntades, afectos y criterios; y estando nuestras almas en gracia poseemos una participación en la vida divina. Pero no es el único ambiente donde el Verbo quiso reinar. El Señor no fue un hippie vagabundo que se enfrentó a los fariseos sólo para que las almas se hicieran devotas. Había recibido“todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18) y no sólo en las almas…, de allí que su reinado debía -¡debe!- extenderse también al ámbito político, social y público. Pues “no porque los hombres estén en la sociedad se independizan de ese Cristo al cual están sujetos en su vida individual”, según decía bellamente Pío XI (Quas primas).

Esta lucha, la lucha del Verbo hecho Rey del alma o de las sociedades, se ha dado siempre a lo largo de la historia. Cuando el Señor reina sólo en el interior del hombre, puede ser que haya cristianismo (que es la base y el inicio) pero sólo eso; solamente cuando reina en las sociedades hay Cristiandad¸ por mal que les pese a los verbicidas modernos.

 

*          *          *

 

Así sucedió al principio: había cristianos pero no había aún Cristiandad. Fue poco a poco que, la fuerza de Evangelio, fue impregnando el orden social hasta llegar a la Edad Media, ese tiempo en que –al decir de León XIII- “la filosofía del Evangelio gobernaba los estados” (Immortale Dei). Sin embargo, con el transcurrir de la historia, la ruptura protestante y las crisis de la Iglesia llevaron a los católicos a abandonar la esfera pública para comenzar a vivir un catolicismo privado, un “catolicismo de sacristía”; algo reservado a las “acciones privadas de los hombres que no ofendan a la moral o al orden público”, como dice nuestra Constitución Nacional.

Y así, del grito de San Pablo (“¡es necesario que Cristo reine!”) de un catolicismo militante, se pasó a un catolicismo vegetante, que sólo cuida su jardín –en el mejor de los casos. Este es el gran mal que nos aqueja en el presente; es el catolicismo liberal, que hace de las componendas, los encuentros, el caminar juntos, nuevos dogmas que, transgredidos, son penados en la hoguera de la inquisición de lo eclesialmente correcto.

Es lo mismo que sucedió con los judíos y el profeta Elías en el Monte Carmelo quien, luego de llamar a quienes adoraban a Yahvé pero en privado, dijo:

“¿Hasta cuándo van a andar rengueando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, síganlo; si es Baal, síganlo a él”. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra…  (1 Reyes 18,21).

 

Porque la tibieza es la temperatura que nos hizo vomitar a Cristo incluso de nuestro interior. Destronado de la política, de la economía, del arte, de las familias, fue también luego, destronado de nuestras almas:

“En estos últimos siglos…quisieron la naturaleza sin la gracia: ‘Cristo sí y la Iglesia no’ (Revolución protestante)… Después Dios sí y Cristo no (Revolución liberal)… Al fin, el grito impío: Dios ha muerto (Revolución comunista)” (Pío XII, 12/10/1952):

Y, finalmente, como en la Revolución Francesa, Cristo fue destronado.

 

*          *          *

 

Nos encontramos en el marco de las primeras comuniones de un colegio. Y es nuestro deber recordar estas cosas, no sólo para educar a los niños, ni siquiera para recordar esto a sus padres, sino para que estas verdades que ahora oímos, se hagan fuego en las almas de estos pequeños al punto que, los hijos de estos niños, intenten darle a Jesucristo el lugar que es debido.

Es esta la idea que tenemos aquí; porque éste intenta ser un colegio católico; no un colegio católico “sociedad anónima” que lucra con su nombre. Por eso no debemos buscar tener un colegio con Misa, sino al revés, una Misa con colegio, donde lo más importante sea Dios y todo el resto, añadidura. Porque aquí, como decía Santa Juana de Arco, Dios debe ser “le premier servi”, el primero servido.

Y esto es imposible sin la ayuda de los padres. Por eso, para que Cristo reine en las almas de estos niños y para que luego ellos o sus hijos puedan seguir siendo un eslabón en una cadena que implica resistir y avanzar, hace falta recordar que, “sin exasperar”, eduquemos niños para el Cielo.

Que los padres vayan a Misa y frecuenten los sacramentos, que recen el Rosario y den testimonio público de su Fe. Que sus hijos los vean confesar y comulgar; que los vean convertirse, pero sobre todo, que los vean como católicos militantes.

Pidamos entonces cambiar nuestro catolicismo de vegetante en militante, venciendo el respeto humano y trabajando y educando hasta que Cristo reine de nuevo en nuestra sociedad, haciendo nuestras las palabras de la gran Isabel la católica, que, ante el temor de las batallas interiores y exteriores, repetía:

“Tengo miedo, Señor,
de tener miedo
y no saber luchar.
Tengo miedo, Señor,
de tener miedo
y poderte negar.

Yo te pido, Señor,

que en Tu grandeza

no te olvides de mí;

y me des con Tu amor

la fortaleza

para morir por Ti”.

 

P. Javier Olivera Ravasi

29/10/2017

 

 


 

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27.10.17

25.10.17

El futuro que los liberales quieren: versión súcubo drag maestro de jardín de infantes

Por Enrique de Zwart

 

No me sorprendió como en las últimas semanas los autodenominados “antifa” y otras fuerzas de choque del nuevo orden mundial deshonraron estatuas de Junípero SerraCristóbal Colón y Juana de Arco! Tampoco me sorprendió la tibia y anodina respuesta de algunos “conservadores”, ni la no-respuesta de los “príncipes de la Iglesia”.

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23.10.17

Luterándonos, Galantino y un film italiano

Las declaraciones de Mons Galantino, secretario de la Conferencia episcopal italiana, diciendo que la “Reforma” protestante “fue un acontecimiento del Espíritu Santo”, son análogas a las de cierto dicasterio que, para la des-unión de los cristianos, lo considera ahora “un testigo del evangelio”.

La cosa se está poniendo cada vez más interesante.

Nos fue imposible no recordar los fragmentos de cierto film satírico italiano, que compartimos ahora ("Scherzo da prete", de 1978).

P. Javier Olivera Ravasi


 

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