El PURGATORIO. 2 de noviembre, la conmemoración de los FIELES DIFUNTOS
13 de mayo de 1917, en un remoto pueblo de Portugal llamado Fátima, Nuestra Señora se apareció a tres pequeños pastorcitos: Jacinta, Francisco y Lucía.
Lucía tenía 10 años, Francisco 9 y Jacinta, 7 (eran hermanos y primos de Lucía).
Estaban apacentando sus ovejas.
De repente, vieron un relámpago, y Lucía, la mayor, dijo:
— “Será mejor que vayamos a casa, hay relámpagos y puede venir una tormenta.”
Comenzaron a bajar la colina, y cuando llegaron a una gran encina verde, vieron otro relámpago— y sobre ella, una Señora vestida toda de blanco.
Se detuvieron, asombrados, y la Señora dijo:
— “No tengan miedo, no les haré daño.”
— “¿De dónde es usted?”, preguntó Lucía.
— “Yo soy del Cielo”, respondió la Señora.
Cuando Nuestra Señora les dijo: “Soy del Cielo”, inmediatamente los niños comenzaron a preguntar si ellos también irían al Cielo.
— “¿Y yo también iré al Cielo?”, preguntó Lucía
— “Sí, irás.”
— “¿Y Jacinta?”
— “También.”
— “¿Y Francisco?”
— “También, pero tendrá que rezar muchos rosarios”, dijo la Virgen.
Entonces Lucía preguntó por algunas jóvenes que habían muerto recientemente:
— “¿Y María das Neves? ¿Está ya en el Cielo?” (María era hermana de Lucía.)
— “María ya está en el Cielo.”
— “¿Y Amelia?”
Amelia era una joven, de unos 19 años, que había fallecido recientemente.
La Virgen, con expresión triste, respondió:
— “Estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo.”
¿Qué podría haber hecho esta joven, en una época sin televisión, sin internet, ni redes sociales?
¿Qué pecado pudo haber cometido para permanecer en el Purgatorio hasta el fin del mundo, pagando las justas penas de sus faltas?
Quizás un grave pecado contra la pureza que no pudo expiar del todo en vida.
O quizá simplemente que el fin del mundo no esté tan lejano…
De eso trata la Misa de hoy; porque celebramos la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, y rezamos por ellos.
Rezamos porque, si murieron en gracia de Dios y aún no han llegado al Cielo, nuestras oraciones pueden ayudarlos a alcanzarlo.
Pero, ¿qué es esta verdad olvidada del Purgatorio?
Nosotros sabemos por Fe que, si un alma muere en pecado mortal, es decir, sin haberse confesado de una falta grave, se pierde el Cielo y se gana el infierno no porque Dios sea malo, sino porque Dios, al mismo tiempo que es misericordioso, también es justo, y premia a los buenos y castiga a los malos que mueren en enemistad con Él.
Estas son verdades que muchos hoy no quieren oír: uno va a un funeral y resulta que todos los muertos son buenos…; de todos decimos: “ya está en el cielo”.
Si todos están en el cielo, ¿para qué celebramos la Misa por ellos hoy?, ¿para qué rezamos por ellos? ¡Es ridículo!
No; sabemos por Fe que el alma, al dejar este cuerpo mortal, si no se ha arrepentido y no se ha confesado o, al menos, si Dios no le ha dado la gracia de arrepentirse a último momento, haciendo un acto de contrición perfecto, aun sin un confesor al lado, si muere sin arrepentimiento, se va al infierno.
Por eso es necesario estar confesados y, sobre todo, confesar los pecados mortales que nos quitan la gracia de Dios.
¿Y cuáles son los pecados mortales? Pues las faltas contra la pureza, las blasfemias, las grandes mentiras, el homicidio, el aborto, el robo de algo importante, la homosexualidad, el adulterio, la apostasía, la falta voluntaria a una misa de precepto, etc.
¿Pero qué sucede si morimos confesados? Pues si morimos confesados y, por ende, en gracia de Dios, nos espera el Cielo. Pero no a todos de modo directo.
Algunos – pocos – irán directamente al Cielo porque pudieron pagar aquí en la tierra la pena merecida a sus pecados.
— “¿Y cómo hicieron para pagar por los pecados cometidos?”
— Pues haciendo penitencia, rezando, haciendo limosna, etc. Es decir, fueron tapando el agujero que sus pecados habían dejado aquí.
Pero otros, la mayoría que tenga la gracia de morir en gracia de Dios, pasará por el Purgatorio.
— ¿Y qué es el Purgatorio?
Pues dice el Catecismo que es el lugar donde las almas de los justos, que murieron con pecados veniales o en gracia de Dios, pero sin haber satisfecho, es decir, sin haber pagado completamente por los pecados ya perdonados, sufren por algún tiempo para purificarse y poder entrar después en el cielo.
Y sufren grandes penas: la primera, sufren por no poder ver aún a Dios y, la segunda, sufren dolores que las purifican de las penas merecidas por sus pecados.
Es por eso que hoy celebramos la Santa Misa por ellos, pidiendo por su alivio. Y es por ello que damos limosnas, hacemos sacrificios y rezamos por ellas porque ya no pueden merecer más para sí dado que el tiempo se terminó. Pero nosotros sí podemos ayudarles con nuestras obras y oraciones.
¿Qué consecuencias sacar de todo esto?
1) Pues, la primera, que tenemos que tomarnos en serio la vida de la gracia y la vida de pecado. Que así como dice el Señor, “no quedará sin recompensa ni siquiera un vaso de agua” (Mt 10,41), tampoco quedará sin pena una mentira, un chisme, una falta contra la caridad. Porque en el Cielo, no se puede entrar sin el traje de bodas (Mt 22,11).
Es lo que dice Cristo en el Evangelio al hablar de quien tiene deudas con un amigo.
“Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel.
En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.”(Mt 5,25–26).
Por eso, tenemos que tomarnos en serioeso de “acostumbrarnos” a nuestros pecados. ¡No! Tenemos que luchar contra ellos en un combate espiritual.
2) También tenemos que tener en cuenta que debemos rezar por nuestros difuntos porque, si no llegaron al Cielo, con nuestras misas, oraciones, sacrificios, podemos acortarles el camino.
- “¿Y si alguna de esas almas ya están en el cielo o en el infierno?¿de qué servirán nuestras oraciones o limosnas?” – puede uno preguntarse.
Pues allí estará Nuestra Señora para mediar ante su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y enviar esas gracias que estaban destinadas para ellas a otras almas.
3) Por último, un día como hoy tiene que hacernos pensar en nuestra propia muerte, para tener las valijas preparadas y no solo estar confesados siempre, sino también, aprovechar toda ocasión que tengamos, para ir purgando en esta vida la pena merecida por nuestros pecados. De ese modo, si así Dios lo dispone, podremos llegar más rápida y directamente al Cielo.
Pidamos a Dios esa gracia para todos.
P. Javier Olivera Ravasi, SE
San Francisco, 2 de Noviembre de 2025
7 comentarios
Si fuera haciendo penitencia, rezando, haciendo limosna, .... ¿Habría sacerdotes, obispos, religiosos de distintas órdenes en el Purgatorio?
El pecado igual que la gracia configura el alma, o dicho con otras palabras, el pecado cambia la configuración del alma igual que hace la gracia de Dios, pero lógicamente en sentido contrario a la gracia de Dios.
Pensemos que un pecador que ha pecado con pecados graves toda su vida, por la Misericordia de Dios, recibe el sacramento de la Penitencia, y un familiar suyo gana una Indulgencia plenaria y se la aplica a él. ¿Esta persona que ha pecado toda su vida, que por la Misericordia de Dios ha confesado sus pecados en el último hálito de vida y que además recibe una Indulgencia plenaria después de muerto porque un familiar la ha ganado para él, ¿irá al Cielo sin pasar por el Purgatorio?
Probablemente no, probablemente tenga que pasar por el Purgatorio porque no olvidemos una cosa muy importante, en el Cielo no se entra por estar en gracia de Dios y por llevar debajo del brazo una Indulgencia plenaria, en el Cielo se entra por haber amado y una persona que no ha cuidado su alma inmortal en su paso por este mundo y por tanto no ha amado a Dios ni al prójimo en Dios, no tiene una santidad apropiada para entrar directamente en el Cielo, tendrá que adquirirla en el Purgatorio y probablemente, tendrá un Purgatorio largo porque no sabe amar y tendrá que aprender a amar en el Purgatorio y luego adquirir un grado alto de amor que le permita entrar en el Cielo.
¿Entendemos ahora por qué hay que trabajar esta vida y por qué hay que rezar mucho por nosotros y por los que ya se fueron?
Dales Señor el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua.
Las almas de los fieles difuntos, por la Misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
El padre Loring que en paz descanse decía que podíamos liberar a un alma del purgatorio. Para ello: teníamos que estar en gracia, rezar un rosario por el difunto, asistir a una misa y comulgar.
A mí me parece que esto no es así, lo veo demasiado fácil. Pero tampoco me atrevo a cuestionarlo.
Padre Javier, ¿podría aclararme el asunto por favor?
Una vez leí que la inhabitación permanece en el Purgatorio, ¿es esto cierto?
Gracias.
Un vaso de agua fresca:
Dios es el Eterno, Él en su infinita sabiduría sabe que los familiares de una persona después de muerto van a rezar mucho por él, va a dar limosnas, ofrecer sacrificios. ¿Qué le impide a Dios adelantar los sufragios y darle al difunto una gracia especial para su salvación en el momento de la muerte? Pidamos estas gracias especiales de última hora para familiares y todas aquellas personas cuya salvación no vemos muy clara. Y no nos olvidemos nunca que al Cielo sólo se entra si hemos amado, pero hay que amar al estilo de Dios, no al nuestro. "El que ama, tiene la ley cumplida", nos dice San Pablo.
Para lucra una indulgencia plenaria se necesita la obra indulgenciada, confesión 8 días antes u 8 días después y Sagrada Comunión el día que pedimos la indulgencia plenaria y normalmente un Padrenuestro por las intenciones del Romano Pontífice. Y abominar del pecado venial deliberado. Con estas condiciones puede gana una indulgencia plenaria al día.
Obras indulgenciadas con i. plenaria:
1- Media hora de adoración al Santísimo
2-media hora de lectura de la Sgda. Escritura
3- rezo del santo Rosario en familia o en parroquia, etc.
Consulte el Manual de Indulgencias de la Penitenciaria Apostólica, en él va a encontrar todo lo que necesite saber.
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