La parábola del buen samaritano y el orden de la caridad
Homilía para el 13 de Julio de 2025
La Crosse, Wisconsin
Se levantó un escriba, dice la parábola del Buen Jesús (que es como si hoy dijésemos que se levantó un sacerdote) para preguntarle a un simple fiel.
- “¿Que he de hacer para tener en herencia la vida eterna?”
- “¿Qué está escrito?¿Qué lees?” – le dijo el Nazareno
- “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo…
- Pero…, ¿quién es mi prójimo?”.
* * *
- Como sabemos por los Evangelios, en tiempos de Nuestro Señor, el judaísmo se había convertido en una suma de preceptos incontables, insoportables, que, plasmados luego en el Talmud y la Mishná, hacían de la vida del judío algo imposible: “enseñan tradiciones de hombres”, les decía Nuestro Señor a los fariseos (Mt 15,9).
Por entonces, para los judíos, los próximos eran los parientes y quizás algunos amigos más cercanos.
Aunque la Sagrada Escritura decía lo contrario (por cierto).
Es que ya en tiempos de Nuestro Señor no se seguía estrictamente la Escritura ni la verdadera Tradición judía, sino más bien, como pasa hoy entre algunos, la Cábala (o Kabaláh): esa tergiversación del judaísmo mezclada con prácticas espúreas a partir de tanto andar errante.
Pero sigamos.
¿Quiénes son los personajes que intervienen?
- El pobre golpeado: es decir, un hombre cualquiera (el mundo).
- El samaritano: personaje despreciable por el pueblo israelita, considerados herejes por ellos (es decir, Cristo).
- El sacerdote y el levita: dos personajes importantísimos para la religión judía (como si hoy dijésemos un obispo y un cura). Los sacerdotes judíos eran los encargados de perpetuar el culto mientras que los levitas(“clérigos” que no podían acceder al sacerdocio por ser de la tribu de Leví), se encargaban de todo lo relativo al culto (la música, la organización, etc., etc.). Pero eran, digamos, catequistas o “gente de Iglesia”.
Lo que Nuestro Señor quiere indicar en la parábola es algo doble:
- Que debo amar al prójimo, cueste lo que cueste, pero no por lo que hay de él, sino por lo que hay en él de Dios. Lo otro, lo diremos después.
1) Amar al prójimo por lo que hay de Dios en él
(Mt 5,43) «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo’ y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan… Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?”.
Por eso dice San Juan (1 Juan 4,20): “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”.
Porque el himno de San Pablo a los Corintios (1 Co 12,31—13,13) sobre la caridad, sigue estando vigente aún hoy:
“Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena…
Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.
Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada sirve.
La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad”.
Hermosas palabras… Entonces ¿tengo que soportarlo todo, en todo tiempo y en todo lugar?
- “¿Y entonces padre? –dirá alguno– ¿debo quedarme impávido ante toda ofensa? ¿aún ante aquellas a mi familia, a mi Patria, a Dios?
¡No hombre! ¡Es que la tolerancia puede ser un gran pecado también!
Cuando la ofensa es personal, uno la puede soportar y poner la otra mejilla, pero no así cuando es a Dios, a la Patria o a un tercero indefenso.
Como decía el Padre Leonardo Castellani citando a un poeta:
Amar la patria es el amor primero
Y es el postrero amor después de Dios
Y si es crucificado y verdadero
Ya son un solo amor, ya no son dos.
* * *
2) El amor al prójimo debe ser la característica del cristiano. Pero esa característica se va a acabar al final de los tiempos, porque la caridad se enfriará por la maldad
Son muchos los teólogos serios que, apoyados en los Evangelios nos enseñan que los tiempos de la Segunda Venida de Nuestro Señor serán similares a los de la primera, que fue como su tipo o figura. El mismo Cristo lo dice con estas palabras:
Al final de los tiempos “se levantarán muchos falsos profetas, y a muchos engañarán. Y debido al aumento de la iniquidad, la caridad de muchos se enfriará” (Mt 24,12).
Es claro que la iniquidad hoy es ley.
Por eso, ante el enfriarse de la caridad, el católico debe recordar cuáles son las obras de misericordia que debemos practicar para poder alcanzar el Reino de los cielos.
Siete obras de misericordia corporales
1.ª Visitar y cuidar a los enfermos.
2.ª Dar de comer al hambriento.
3.ª Dar de beber al sediento.
4.ª Dar posada al peregrino..
5.ª Vestir al desnudo.
6.ª Redimir y visitar a los presos y
7.ª Enterrar a los muertos
Siete obras de misericordia espirituales
1.ª Enseñar al que no sabe.
2.ª Dar buen consejo al que lo necesita.
3.ª Corregir al que yerra.
4.ª Perdonar las injurias.
5.ª Consolar al triste.
6.ª Sufrir con paciencia los defectos del prójimo; y
7.ª Rogar a Dios por los vivos y difuntos.
Y de todas estas: ¿cuáles son las más importantes? Pues las espirituales, porque apuntan a la salvación del alma y no del cuerpo meramente, como enseña Santo Tomás de Aquino.
Por eso, cuando hagamos una obra de misericordia corporal, siempre, siempre, hay que dirigirla a Dios, hay que mencionar a Dios, hay que hablar de Dios al prójimo. Porque “solidaridad” también pueden hacer los marxistas, los masones, los ateos, pero caridad, es decir, el amor al prójimo por amor de Dios, sólo los cristianos.
* * *
Nuestro Señor, como en casi todas sus parábolas, siempre tiene un lugar protagónico y hasta simbólico.
En este caso, Cristo es el Buen Samaritano: es Él quien, de camino, recogió a la humanidad herida y apaleada, caída en manos de ladrones.
Es Él quien echó en sus llagas aceite y vino, símbolos de la sanación.
Él la vendó lo mejor posible y la confió a Su propia Iglesia, pagando de antemano y prometiendo volver para ajustar las cuentas con todos.
Porque algún día volverá y pagará. Eso seguro.
- Ave María Purísima. Sin pecado concebida.
P. Javier Olivera Ravasi, SE
4 comentarios
Yo tenía entendido que pueden ser obras salvíficas porque según la fe cristiana, “la ley de Dios está escrita en el corazón” (Romanos 2:14–16), y toda persona puede responder a esa voz interior aunque no reconozca su origen.
Dios conoce las intenciones y premia el amor verdadero.
https://www.infocatolica.com/blog/notelacuenten.php/1701180917-mision-e-ignorancia-invencibl
Santa Teresa del Niño Jesús y S.F. se preguntaba cuál sería el destino eterno del indio salvaje que jamás conoció a Dios pero que se comportaba honestamente según los impulsos de su corazón, y la santa doctora se dio cuenta que el indio salvaje después de dejar este mundo poseería una felicidad natural pero no beatífica. No podemos exigir a Dios, ni pretender ser mejores que Dios.
Dejar un comentario

