Los indios no eran veganos: el pueblo que mató a Solís en el Río de la Plata

Con extrañeza por el medio en que fue publicado (Diario La Nación), reproducimos aquí fragmentos del artículo de Daniel Balmaceda donde se narra parte de ese “paraíso” rousseaniano de los pueblos originarios precolombinos para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE


Cazados y sacrificados: cómo fue el trágico descubrimiento del Río de la Plata

Por Daniel Balmaceda

El 25 de septiembre de 1513, el capitán Vasco Núñez de Balboa avistó las aguas de una gran extensión de agua que primero se llamó Mar del Sur y luego, ya advertidos de que se trataba de un océano, recibió el nombre de Pacífico. La novedad era de gran interés porque, en aquel tiempo en que el poderío comercial se ejercía con la flota, se planteaba un nuevo gran misterio: si había alguna forma de unir el Atlántico con el nuevo mar.

Los reinos de Portugal y España se lanzaron a buscar el supuesto corredor al Pacífico. En el caso de los españoles, la tarea fue encomendada a Juan Díaz de Solís. Tenía instrucciones específicas debido a que varios navegantes que lo antecedieron -Cristóbal de Haro, Nuño Manuel y también Américo Vespucio (por quien América se llama como se llama)- habían divisado un inmenso río que se internaba en el continente, que en los mapas fue señalado con el nombre “Jordán”.

Solís debía remontar el Jordán con el fin de establecer si lograba navegar hasta el mar descubierto por Balboa. La expedición llegó a la desembocadura del Plata (o del Jordán) en septiembre de 1516 y el capitán desembarcó con un grupo de marineros en la costa uruguaya, entre Nueva Palmira y Carmelo (Departamento de Colonia), sin advertir que era observado por un importante número de nativos.

Unos cuantos flechazos a distancia impactaron en las presas y ese mismo día, a la vista de los que estaban en los barcos -entre ellos el hermano de don Juan Díaz-, los cocinaron y se los comieron. Durante años, los textos de historia acusaron a los charrúas del homicidio. Pero no tiene sentido: los aborígenes establecidos en la banda oriental del río no eran antropófagos.

¿Quiénes fueron, entonces, los que le provocaron ese final tan infeliz al explorador? Sin duda, fueron los guaraníes. Pero allí cabe preguntarse cómo es posible que veinte años después los hombres de la expedición de Pedro de Mendoza se asentaran en Asunción y convivieran con ese grupo nativo. La respuesta es que se trataba de la misma familia, pero los que atacaron a Solís fueron los tupinambás, los más feroces de Sudamérica, asentados principalmente en el sur de Brasil. De hecho, los guaraníes de Asunción son una rama que se desprendió de este grupo y dejó de ser nómade.

Debe tenerse en cuenta que era un pueblo guerrero y solía enfrentarse con grupos vecinos de su misma etnia. El carácter belicoso se moldeaba desde la niñez.

En 1788, un periódico español publicó un texto escrito en Buenos Aires que trataba sobre la valoración del casamiento para la población tupinambá.

Según el texto,

“los varones no pueden casarse, sin que antes hayan muerto en campal batalla a algún enemigo de su actual nación. Las hembras únicamente aguardan los primeros signos núbiles de su pubertad. Las mujeres hasta este tiempo y los hombres hasta aquel triunfo, no pueden hacer uso de las bebidas de licores fuertes”.

Por otra parte, el hombre “que ha logrado la victoria de un enemigo nacional, puede tomar las mujeres que pueda mantener, según sus posibilidades. Y con la misma facilidad que las toma, las repudia cuando se cansa de ellas”. En cuanto al adulterio, “es un delito abominable entre estos salvajes, y le castigan sin excepción [al adúltero], con pena de muerte”.

Continúa el texto diciendo que “un marido no debe ni puede conocer más mujeres que las que toma con este título, y ellas deben guardarles fidelidad íntegra y perpetua una vez que se le declararon por esposas. Con todo eso, las doncellas o mujeres jóvenes, mientras se mantienen solteras, pueden prostituirse sin la menor vergüenza a los solteros que más les gustan. Y aún los padres se las ofrecen de buena gana con el fin de que las quieran admitir como mujeres propias porque sólo así se reprime su prostitución”.

“Es rarísimo -prosigue- la mujer que llega doncella al matrimonio, pero luego que la une este contrato está muy seguro el marido de que tiene una esposa honrada. No porque una mujer se halle encinta queda eximida del trabajo. Antes bien, se la imagina más obligada a las faenas domésticas porque dicen que con el ejercicio se habilita más para el parto”.

Tal era el grupo nativo, o un desprendimiento de éste, que se abalanzó sobre los exploradores y se dieron un banquete ante el horror de los testigos en las embarcaciones.

Las aguas del Jordán, que Solís, impresionado y confundido por su extensión, apenas tuvo tiempo de bautizar Mar Dulce, pasaron a ser designadas con el quimérico y codicioso nombre de Río de la Plata.

Daniel Balmaceda


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4 comentarios

  
carla orue
Con este relato se entiende el por qué Jesús dijo "Id y predicad el Evangelio a todas las naciones. El que crea y se bautice se salvara y el que no crea se condenara.
Estos indígenas cometían pecados gravísimos, aunque no supiesen que los estaban cometiendo. Dios era ofendido gravemente, aunque nos digan y nos redigan que para cometer un pecado mortal hace falta querer voluntariamente ofender a Dios.
La evangelizacion ha sido y sera vital para la salvacion de las almas.
16/02/21 11:29 PM
  
Adriana
Aquí en Colombia, los Caribes que estaban al norte, eran caníbales y feroces....
17/02/21 2:46 AM
  
Fuenteovejuna
En 2010 la presidenta Cristina Kirchner firmó un decreto que cambió la celebración del 12 de octubre como Día de la Raza por el Día de la Diversidad Cultural. Entidades defensoras de las derechos humanos y distintos sectores políticos de izquierda presionaron por el cambio porque según ellos España había exterminado a los indios, por eso hubieran preferido cambiar el Día de la Raza por el Día del Genocidio. Parece que estos defensores de los DD.HH. que nunca tuvieron noticias de los gulag soviéticos o de las clínicas siquiátricas donde Stalin enviaba a sus opositores para curarlos, nunca supieron tampoco que los aztecas, incas y mayas, sacrificaban a los dioses anualmente a miles de prisioneros de otras tribus, incluso a mujeres y niños, para tener buenas cosechas. Tampoco oyeron hablar de estos indios orientales que se comieron a Solís a la parrilla sin pimienta ni sal, y nadie les contó de los jíbaros que les cortaban la cabeza a sus enemigos y las achicaban al tamaño de una naranja para lucirlas como un souvenir sobre la mesita de luz. Alguien dijo alguna vez que la historia la escriben los vencedores y otro le contestó que no se apure a comer la liebre antes de cazarla. Parece que un chistoso arrancó la hoja del último capítulo con un final tan inesperado que ni la genial Agatha Christie jamás hubiera imaginado...
17/02/21 4:00 AM
  
Néstor
A mí eso del veganismo y vegetarianismo me suena a discriminación de los vegetales, esos mudos y sufridos compañeros de la aventura humana...perdón, pensamiento antropocéntrico y especieísta.

Saludos cordiales.
18/02/21 4:04 PM

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