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12.07.19

Popieluszko y el amor a la verdad

Cuando parezca que ya nada tiene sentido y que decir hoy la verdad es arar en el mar.

Cuando nos digan que es mejor, “por prudencia”, callar sin chistar y plegarnos al vocabulario de turno.

Cuando quieran que “cinco” sea “cuatro” y que “cuatro” sean “dos” y el mundo esté tan emputecido que hasta la misma verdad parezca cabalgar en los altares.

¡Recuerda, recuerda alma mía el verbo de este testigo de la Verdad!

 Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi 


Beato Jerzy Popieluszko. El amor a la verdad

 

Señalando el deber cristiano de la fortaleza, el Padre Jerzy Popieluszko, daba una visión de la liberación a través de la resistencia psicológica no violenta en condiciones en las que el miedo y la represión son la norma: “Un cristiano cumple sus deberes sólo cuando es fuerte, cuando profesa sus principios valientemente, cuando no se avergüenza de ellos ni renuncia a ellos debido al miedo o las necesidades materiales. ¡Desgraciada una sociedad cuyos ciudadanos no viven en la fortaleza! Cesan de ser ciudadanos y se convierten más en esclavos. Es la fortaleza la que crea ciudadanos, porque sólo un hombre con coraje es consciente de sus derechos y deberes. Si un ciudadano carece de fortaleza, se convierte en un esclavo y causa un daño inconmensurable no sólo a sí mismo sino también a su familia, a su patria y a la Iglesia… ¡Desgraciadas las autoridades estatales que quieren gobernar a los ciudadanos por medio de amenazas y miedo! La fortaleza es una parte esencial de la vida de cada uno como ciudadano. Es por eso que la fortaleza es, para el cristiano, el deber más importante después del amor” (MP, abril de 1983).

“A fin de permanecer como hombres espiritualmente libres, debemos vivir en la verdad. Vivir en la verdad significa testimoniarla al mundo exterior en todo tiempo y situaciones. La verdad es inmutable. No puede ser destruida por decreto ni ley algunos. El origen de nuestra cautividad reside en el hecho de que permitimos reinar a las mentiras, de que nos las denunciamos, de que no protestamos contra su existencia cada día de nuestras vidas, de que no confrontamos la mentira con la verdad sino que guardamos silencio o pretendemos creer en las mentiras. Así vivimos en un estado de hipocresía. El valiente testimonio de la verdad conduce a la libertad. Un hombre que es testigo de la verdad puede ser testigo incluso si está en prisión.

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