España, historia de una traición consentida
El pasado viernes, en la final de fútbol la Copa del Rey, asistimos a la constatación de que hay dos regiones españolas en las que el sentimiento anti-español y separatista es mayoritario, al menos a la hora de hacerse notar. Es decir, puede que todavía haya más vascos y más catalanes que prefieran no separarse de España, pero los que sí lo quieren son mucho más activos y están más comprometidos con su causa.
Aunque en esas regiones siempre ha habido independentistas, lo cierto es que hace 30 años eran claramente minoritarios. Pero una vez que los partidos nacionales mayoritarios aceptaron entregar gran parte de la soberanía de la nación -competencia de educación incluída- a las autoridades autonómicas, se pusieron las bases para que las siguientes generaciones fueran formadas en un espíritu de desprecio, cuando no de odio, hacia la idea misma de España. Y todo esto se hizo con la anuencia, por no decir, complicidad, de la Corona.
Hoy recogemos lo que se sembró en la Transición y, sobre todo, en los diversos gobiernos del PSOE y del PP, que siempre han preferido llevarse bien con los enemigos de la unidad de España antes que llegar a un pacto de estado para fortalecer y garantizar esa unidad.

Por lo que llevamos visto hasta ahora, el VII Congreso Mundial de las Familias que se está celebrando en Madrid es todo un éxito. Las ponencias son la mar de interesantes y ayer se vio además como el personal está especialmente entusiasmado con Mons. Reig Pla, que fue recibido con una ovación de las que hacen época. Es bueno que arropemos a los nuestros y que los enemigos de la Iglesia vean que no dejamos tirados a los pastores que dan la cara.
Hay que crucificarle. Al paredón con él. Un pelotón de fusilamiento y “pim, pam, pum". Y que no quede ni el anillo ni el báculo. Fuera, largo, echémosle del pueblo, que nosotros somos gente muy honrada y muy decente y él un miserable. Y si el resto de obispos le apoya, vayamos a por ellos. ¿Qué se habrán creído esos señores? ¿de verdad piensan que en nuestra España se puede decir que la práctica de la homosexualidad y el adulterio son pecado? ¿y hacerlo ni más ni menos por la televisión pública que pagamos con nuestro dinero todos los españoles? Nada, nada. A por ellos, que son pocos y cobardes. Echémosles a las mazmorras del desprecio social.
La democracia es un régimen político que cuenta, entre sus virtudes, con la capacidad de cambiar a los gobernantes sin necesidad de recurrir a métodos violentos. Son los ciudadanos quienes, mediante el voto, tienen en sus manos la posibilidad de mandar a casa a quienes no han desempeñado bien su labor al frente de la “cosa pública".
Ignacio Arsuaga, presidente de HazteOir, señala en una entrevista a Aciprensa que en el PP “hay determinados sectores del Partido Popular que quieren convertir al partido de centroderecha en España en un partido que defiende los postulados de la izquierda política, del laicismo y del relativismo, en última instancia“. Y tiene razón.
Pues sí, el arriolismo reina en el PP. Pero no es cosa de ahora. Ya lo hacía en tiempos de Aznar. Su influencia no ha sido siempre la misma, ciertamente. Pero nunca ha sido menor que la que haya podido tener el sector “cristiano” dentro del partido. Por ejemplo, en temas relacionados con la defensa de la vida, el arriolismo más débil ha sido más influyente que el “cristianismo” más fuerte de los Oreja, Pintado y demás.


