JMJ: Manifestaciones, dineros públicos y otras hierbas
Los organizadores de la marcha contra la visita del Papa a Madrid para la JMJ llegaron a un acuerdo con la delegación de gobierno sobre el recorrido de la misma. Saldrán de Tirso de Molina, pasarán por Sol y volverá al punto de salida. Se cumple así su derecho a manifestarse y se evita, al menos en teoría, que Sol vuelva a ser ocupada por los antisistema izquierdistas de siempre. Porque a estas alturas pocos pueden dudar ya de que el movimiento 15-M, que se ha unido a la manifa, está copado por esos antisistema.
Me temo que les hemos dedicado demasiado tiempo y presencia mediática a los organizadores de ese evento. En Madrid se van a reunir más de un millón de jóvenes de todo el mundo. Me apuesto pincho de tortilla y caña a que ni el 15-M, ni los de Europa Laica, ni mucho menos los de ese engendro llamado Redes Cristianas, cuyo patrón es Judas Iscariote, lograrán reunir a un 2% de esa cifra de jóvenes católicos. Y eso a pesar de lo mucho que han aparecido en los medios de comunicación. Si no les hubiéramos hecho ni caso, no iría ni Maroto el de la moto.
Ayer el P. Lombardi dijo que a la Santa Sede le preocupa poco este tipo de manifestaciones. Están acostumbrados a que las haya en muchos de los países a donde va el Papa. Por su parte, Mons. Martínez Camino, especialista en hacer amigos por dondequiera que va, les ha llamado más o menos parásitos a los organizadores. Más concretamente, “grupúsculos minoritarios que lo que hacen es parasitar“. Hombre, don Juan Antonio, no le negaré que tiene parte de razón, pero precisamente esos grupúsculos lo que buscan es que alguien les desprecie para hacerse las vírgenes violadas y arremeter con más virulencia contra la Iglesia. Creo que todos deberíamos habernos aplicado aquello de “no hay mejor desprecio que no hacer aprecio”.
Aunque somos muchos los que pensamos que detrás de toda esa movida está el anticlericalismo izquierdista de toda la vida, la excusa que dan los organizadores de la marcha es el coste público de la visita del Papa. Desde la Iglesia se insiste en que la JMJ no sólo no le cuesta nada al Estado sino que al final dejará dinero. Es decir, los posibles costos -sobre todo los de seguridad- serán menores que los impuestos que recaude el Estado por el gasto que los peregrinos harán en Madrid. También se señala el beneficio que recibirá la imagen del país por la repercusión mundial del evento.
Todo eso está muy bien, pero yo voy más allá. Si la JMJ costara de verdad algo de dinero al Estado, ¿dónde está el problema? ¿Acaso los católicos no pagamos impuestos como el resto de ciudadanos?, ¿acaso no tenemos derecho a que se cumpla el art 16.3 de la Constitución española, que dispone que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones"?, ¿acaso el Estado no se gasta dinero para garantizar la seguridad de grandes eventos deportivos y culturales?, ¿es que la religión ha de ser tratada como una apestada?
Algunos apelan a que España es aconfesional. Y sin duda lo es. Pero ¿alguien se cree de verdad que otro líder religioso mundial puede congregar en este país a más de un millón de jóvenes? Que lo busquen y lo traigan, que por mi parte no me opondré a que el Estado haga con su visita lo mismo que va a hacer con la del Papa Benedicto XVI.
Por último, están aquellos que dicen que el dinero que cuesta todo esto debería de gastarse en ayudar a los hambrientos en el Cuerno de África. Suelen ser los mismos que piden que el Vaticano venda sus riquezas y reparta el dinero entre los pobres. Hace cuatro años escribí un artículo al que puse como título “El espíritu de Judas el tesorero”. A él me remito.
Cuando San Pablo visitó a los cristianos de Galacia en pleno siglo I, los gálatas le recibieron como si fuera el mismísimo Cristo (Gal 4,14). Los jóvenes van a recibir en Madrid a Pedro, a nuestro “dulce Cristo en la tierra", al siervo de los siervos de Dios, al pastor cuya autoridad sólo está sujeta al Pastor de todos los pastores. Lo verdaderamente importante es el encuentro entre el Vicario de Cristo y las ovejas que Dios ha puesto a su cuidado. Lo esencial es el mensaje que el Papa dé a los jóvenes y el cariño que estos le demuestren. Lo fundamental es que el Espíritu Santo obre en el corazón de los peregrinos que están bien dispuesos. Lo divino es el perdón que la Iglesia ministrará por medio de sus sacerdotes en confesión. Lo demás es vanidad de vanidades.
Luis Fernando Pérez Bustamante