Empiezo a estar harto
Quede claro una cosa. Considero que cualquiera que abusa sexualmente de niños debería de pasar el resto de su vida encerrado en una mazmorra oscura y húmeda, a pan y agua. Podría pensar que sería incluso conveniente aplicarles lo que dijo Cristo de colgar de su cuello una piedra de molino y tirarles al mar, pero como en principio prefiero que no se aplique la pena de muerte, baste con la cadena perpetua. Incluso en una cómoda celda de una cárcel moderna. Pero encerrado de por vida. Sí, ya sé que en muchos de esos casos hay detrás una alteración psicológica grave, pero en ningún caso actúa como eximente de la responsabilidad del sujeto abusador.
Quede claro otra cosa. Si el abusador es un sacerdote, y su culpabilidad es manifiesta, clara e indubitable, el delito es si cabe aún más repugnante. Quienes desde la condición sacerdotal convierten el "dejad que los niños vengan a mí" en un "niños, venid a mí que vais a ver lo que os voy a hacer", deben ser objeto del más profundo de los desprecios. La tolerancia cero debe de extenderse de forma canónica por toda la Iglesia. Por supuesto puede y debe dejarse lugar al arrepentimiento y absolución sacramental, pero quien ha abusado de un niño (no hablo de relaciones consentidas con menores de 16-17 años sexualmente activos) no debería poder volver a ejercer el sacerdocio jamás.