25.02.15

¿Se puede ser santo sin orar? ¿Se puede orar sin silencio del alma?

San Bruno, Capilla de San Bruno, La Grande Chartreuse

A continuación, proponemos para la meditación de nuestros lectores en este santo tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión y de gracia, tres textos maravillosos sobre la virtualidad sanante y santificante de la oración contemplativa. 

1.- De San Juan Maria Vianney, cura de Ars (1786-1859), en su Catecismo sobre la oración. 

“Mirad, hijos míos, el tesoro de un cristiano no está en este mundo sino en el cielo.(Mt 6,20) Así pues, nuestro pensamiento tiene que encaminarse hacia donde está nuestro tesoro. La persona humana tiene una tarea muy bella, la de orar y la de amar. Vosotros oráis, vosotros amáis: he aquí la felicidad de la persona en este mundo.

La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Cuando el corazón es puro y está unido a Dios, uno percibe en su interior un bálsamo, una dulzura que embriaga, una luz que deslumbra. En esta íntima unión Dios y el alma son como dos trozos de cirio fundidos en uno; ya no se pueden separar. ¡Qué hermosa es esta unión de Dios con su pequeña criatura! Es una felicidad que sobrepasa toda comprensión. Habíamos merecido no saber orar; pero Dios, en su bondad, nos permite hablarle. Nuestra oración es incienso que él recibe con infinita benevolencia.

Hijos míos, tenéis un corazón pequeño, pero la oración lo ensancha y lo capacita para amar a Dios. La oración es una pregustación del cielo, un derivado del paraíso. Nunca nos deja sin dulzura. Es como la miel que desciende al alma y lo suaviza todo. Las penas se deshacen en la oración bien hecha, como la nieva bajo el sol".

2.- De la Beata Teresa de Calcuta (1910-1997) fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad, Camino de sencillez, cap. 7.

“Ante todo hay que dedicar tiempo a la contemplación y al silencio, sobre todo si vivimos en las grandes ciudades donde todo es agitación. Por esto he decidido abrir nuestra primera casa de hermanas contemplativas, cuya vocación es de orar durante la mayor parte del día, en Nueva York y no en el Himalaya, porque sentía que en las grandes urbes hay más necesidad de silencio y de contemplación.

Yo comienza la oración siempre por el silencio. En el silencio habla el corazón con Dios. Dios es amigo del silencio y debemos escucharle porque lo que cuenta no son nuestras palabras sino lo que él dice, y lo que dice a través de nosotros. Lo que la sangre es para el cuerpo, es la oración para el alma. Nos acerca a Dios y purifica nuestro corazón. Una vez purificado el corazón podemos ver a Dios, hablarle y descubrir su amor en la persona de cada uno de nuestros hermanos humanos. Si vuestro corazón es puro, vosotros seréis transparentes en la presencia de Dios, no disimularéis nada, y entonces le ofreceréis libremente lo que él espera de vosotros".

3.- De San Juan de la Cruz (1542-1591), Cántico Espiritual B 1, 8-9

“¿Qué más quieres, oh alma, y qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma?…Sólo hay una cosa, es a saber, que, aunque esté dentro de ti, está escondido….

Pero todavía dices: “puesto está en mí el que ama mi alma, ¿cómo no le hallo ni le siento?” La causa es porque está escondido, y tú no te escondes también para hallarle y sentirle. Porque el que ha de hallar una cosa escondida, tan a lo escondido y hasta lo escondido donde ella está ha de entrar, y, cuando la halla, él también está escondido como ella. Como quiera, pues, que tu Esposo amado es el tesoro escondido en el campo de tu alma, por el cual el sabio mercader dio todas sus cosas (Mt 13,44) convendrá que para que tú le halles, olvidadas todas las tuyas y alejándote de todas las criaturas, te escondas en tu retrete interior del espíritu (ib 6,6) y cerrando la puerta sobre ti, es a saber, tu voluntad a todas las cosas, ores a tu Padre en escondido; y así, quedando escondida en él, entonces le sentirás en escondido, y le amarás y gozarás en escondido y te deleitarás en escondido con él, es a saber, sobre todo lo que alcanza la lengua y sentido".

13.02.15

La misteriosa fecundidad de la vida contemplativa

San Bruno de Jean-Antoine HOUDON, 1766

De la Constitución Apostólica Umbratilem del Papa Pio XI, del 8 de julio de 1924

Cuantos han hecho profesión de pasar una vida oculta apartados del estrépito y de las locuras del mundo, de tal forma que no sólo contemplen con toda atención los divinos misterios y las verdades eternas, y pidan, en las preces que dirijan a Dios con fervor y constancia, que florezca su reino y se extienda cada día más, sino también que satisfagan y expíen con la penitencia del alma y del cuerpo, que les esté prescrita o voluntaria, las culpas, no tanto las propias como las ajenas, ésos, ha de decirse en verdad, que eligieron la mejor parte, como María de Betania. Porque no hay ninguna otra condición y modo de vivir más perfecto que pueda proponerse a los hombres, para que lo elijan y abracen, cuando el Señor verdaderamente les llame; pues, de la unión estrechísima con Dios y de la santidad interior de los que practican silenciosamente en los claustros la vida solitaria, se mantiene radiante la aureola de esa santidad, que la Esposa inmaculada de Cristo Jesús ofrece a todos para que la contemplen e imiten.

Nada, pues, tiene de extraño, si los escritores eclesiásticos de tiempos pasados, para explicar la virtud y eficacia de las oraciones de estos mismos varones religiosos, llegaron hasta compararlas con las de Moisés, recordando un hecho muy conocido: a saber, cuando Josué riñó la batalla en la llanura con los amalecitas, y Moisés oraba y suplicaba a Dios en la cima del monte cercano por la victoria de su pueblo, sucedió que, mientras Moisés levantaba las manos alcielo, vencían los Israelitas; si, por el contrario, alguna vez las bajaba por el cansancio, entonces los amalecitas ganaban a los Israelitas: por lo cual, Aarón y Hur le sostuvieron, de una y otra parte; los brazos, hasta que Josué salió vencedor de la pelea. Con cuyo ejemplo se significan ciertamente con toda propiedad, las preces de los mismos religiosos, que hemos mencionado, puesto que se apoyan, ora en el augusto sacrificio del Altar, ora en el ejercicio de la penitencia, como en dos sostenes, de los cuales el uno expresa de algún modo a Aarón, y el otro a Hur. Pues es cosa corriente y como la principal para los solitarios, según antes hemos dicho, el que se ofrezcan y consagren a Dios como víctimas y hostias de aplacamiento, por un cargo así como público, por su salvación y la de sus prójimos.

Fácilmente se comprende, pues, que contribuyen mucho más al incremento de la Iglesia y a la salvación del género humano, los que cumplen el deber asiduo de la oración y de la penitencia, que los que cultivan y trabajan enel campo del Señor; porque, si aquéllos no hicieran bajar del cielo la abundancia de gracias al campo que ha de ser regado, entonces seguramente cosecharán frutos más escasos de su labor los operarios evangélicos.

7.02.15

La visión de la esencia divina por parte del hombre

Adoración de la Eucaristía en Monasterio Mater Veritatis

Breve comentario a la Suma Teológica de Santo Tomas, Iª q.12 a.1y ss.

El tema grandioso de la visión de Dios es algo que cuestiona a todo hombre a través de la historia, y muy particularmente a los filósofos. Santo Tomás hablando en un contexto de orden sobrenatural, dice en la solución a las objeciones a la q.12:

 «Como quiera que la suprema felicidad del hombre consiste en la más sublime de sus operaciones, que es la intelectual, si el entendimiento creado no puede ver nunca la esencia divina, o nunca conseguirá la felicidad, o ésta se encuentra en algo que no es Dios. Esto es contrario a la fe».

 Ahora  bien, ningún entendimiento creado puede ver la esencia divina. Esto debiera ser la sentencia común, porque la trascendencia divina hace imposible al entendimiento creado, en el orden natural, aspirar a tal «operación».

 Por tanto no puede afirmarse que el hombre pueda alcanzar naturalmente la visio Dei, porque no existe proporción entre ésta y sus capacidades. Ninguna creatura tiene como objeto adecuado la esencia divina. El objeto del entendimiento humano es el ente; es su horizonte natural. 

 Pero como no hay nada que colme plenamente al entendimiento humano sino la visión beatífica, hace falta, por parte del sujeto el lumen gloriae, esto es un aumento de la capacidad intelectiva que es don y gracia divina que le permita ver a Dios. De aquí que cantemos con el salmista «Señor, en ti está la fuente viva y tu luz (lumen gloriae) nos hace ver la Luz (tu esencia) (Salmo 35).

28.01.15

Es necesario que la Verdad sea el fin del universo, Fiesta de Santo Tomás de Aquino

Con inmensa alegría celebramos hoy la Solemnidad de Nuestro Padre Santo Tomás de Aquino. Al instante de su muerte en la abadía cistercience de Fosanova, San Alberto Magno, conociendo de un modo milagroso este hecho, dijo entre lágrimas: «Ha dejado esta vida mi hijo en Cristo, que ha sido la luz de la Iglesia». La infinita bondad del Sagrado Corazón ha querido que Santo Tomás, luz de la Iglesia, sea para nosotros un verdadero Padre. Agradezcamos a Dios este don inmenso.

Santo Tomás, antes de ser promovido al grado máximo de doctor en la Universidad de París, debió pronunciar una lección solemne. Encontrándose atribulado, por no saber que tema elegir, fue instruido en sueños por el mismo Santo Domingo de Guzmán, para centrar su lección en un pasaje del Salmo 103: “Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda”. Este sermón se convirtió en el programa que orientó toda su vida, su camino de santidad. Comentando el señalado salmo, dice Santo Tomás que así como la lluvia desde el cielo riega los montes y forma ríos que descienden hacia los valles, así también la Sabiduría divina riega la mente de los hombres. En otras palabras, la luz del entendimiento humano es participación del entendimiento divino, y es por esto que podemos conocer la verdad. Como dice el salmo 35: “Tu luz, Señor, nos hace ver la luz”.

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23.01.15

Estáse el mundo ardiendo

Santa Teresa de Jesús, José de Ribera, 1630

Da mucha pena ver la desidia con la que muchos buenos cristianos llevan adelante su vida espiritual. Esta frase, ya me doy cuenta, es un tanto contradictoria, pues los cristianos buenos no llevan su vida espiritual con pereza. En todo caso, al decir «buenos cristianos» me refiero a cristianos practicantes y de fe sincera, quecreen en el valor de la oración y de la mortificación, la frecuencia de los sacramentos, la lectura espiritual, el Rosario y todo lo que la tradición católica de la Iglesia enseña y recomienda; y que, en principio, querrían vivir todo eso, aunque su voluntad se muestre ineficaz. Muchos otros no creen, al menos claramente, en esos ideales; ni tienen intención, ni siquiera lejana, de vivirlos. Y estos sí.

En algún sentido, pues, aunque imperfecto, se puede hablar de ellos como de buenos cristianos. Pero qué poquito hacen luego, en clara inconsecuencia con la fe que profesan. Muchos de ellos apenas tienen programa alguno para su vida espiritual. Y aquellos que tienen un cierto plan de vida, qué planteamientos hacen, tan medidos, recortados y tasaditos.

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