InfoCatólica / Schola Veritatis / Categoría: Apologética

13.07.23

Acerca de la fuerza de las ideas en la historia

1.- La fuerza de las ideas en Los demonios de Dostoyevski:

Fiódor Dostoyevski (1821-1881), fue uno de los principales escritores rusos del siglo XIX, cuya creación literaria explora la profundidad de la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de su tiempo.

Una de sus obras de mayor madurez, «Los demonios» o «Los endemoniados» (según se traduzca), desarrolla los acontecimientos ocurridos en una apacible ciudad de provincia rusa, cuyos habitantes, como poseídos por un espíritu maligno, caen de forma «aparentemente incomprensible» —para quien no comprenda la fuerza de las ideas…— en la autodestrucción: muerte, locura o suicidio.

El libro comienza con el pasaje del Evangelio de San Lucas, donde después de que Nuestro Señor realiza el exorcismo de un hombre poseso, los demonios solicitan su permiso (se ve cómo el demonio está sujeto y humillado bajo el poder divino) para entrar en una piara de cerdos, la cual no tarda en lanzarse a un acantilado y morir (cf. Lc 8, 33).

Dostoyevski, desvelando la fuerza destructora de las ideologías de su tiempo, ha «vislumbrado» lo que sería la revolución bolchevique más de 40 años antes. Por eso su obra tiene un carácter profético. Sus libros, y muy especialmente éste del cual hablamos, manifiestan cómo las «ideas» que asumimos nos dirigen, gobiernan nuestras acciones y se propagan al modo de una epidemia. Él mismo decía a este respecto:

«En nuestro país las ideas caen sobre los hombres como piedras enormes, aplastándolos a medias; (ellos) se debaten bajo su peso, pero son incapaces de liberarse. Unos aceptan vivir incluso aplastados, otros no se contentan y se matan».

Entre las ideas que «preocupan» a Dostoyevski —de manera especial por su alto nivel de contagio en las jóvenes generaciones de su época— destaca el «nihilismo», cuyo desenvolvimiento natural empuja ¡a la demencia, al suicidio y a la destrucción universal!

Es notable la vinculación que él establece entre dichas ideas con los principios del liberalismo ilustrado occidentalista, el cual penetró en la burguesía rusa hasta el punto de que en las mismas reuniones sociales, el idioma francés era tenido por un excelente indicio de buena educación (también en Chile el francés se hablaba en los salones de la alta burguesía y aristocracia (cf. La novela Martín Rivas)). En Los Demonios, no son ellos, los de la generación de 1840, los que llevan dichas ideas hasta sus últimas consecuencias: son sus hijos, para espanto y horror de sus mismos padres. Como decía Donoso Cortés: “Abonáis los principios y abomináis las consecuencias". Esto ha sido siempre así, etiam Ecclesia.

Para Dostoyevski, un nihilista es una persona que no se doblega ante ninguna autoridad, y que cree que la civilización, antes de reformarse, debe ser destruida hasta sus últimos cimientos. Es enemigo no solo del orden burgués sino de todo el mundo civilizado, con sus leyes, tradiciones, moral y costumbres. Como consecuencia de la aceptación de la máxima «Dios ha muerto», el nihilismo, movido por el vacío existencial, es la antesala del terrorismo, capaz de despertar los impulsos más violentos del ser humano. Es la «anomía» (a=sin; nomos= ley) llevado a su más temible desarrollo.

En el centro de la novela se encuentra un personaje inolvidable para el lector: Stavroguin, figura oscura y enigmática, cuya deslumbrante belleza y distinción contrasta con su maldad fría, tranquila, racional, y por lo mismo, la más repulsiva y peligrosa que puede existir. Suave, modesto, refinadamente orgulloso y brutalmente cruel, es el destinatario de la adoración del resto de los personajes que caen subyugados a su magnetismo… En ellos, Stavroguin —para huir del terrible hastío vital que lo sume en un aburrimiento continuo—, inocula las perversas ideas que él mismo no llega sino a mirar con desprecio e incredulidad, pero que en sus «hijos espirituales» se transformará en ¡un fuego y una obsesión!, desembocando en la destrucción de sus vidas, la muerte o la locura… El ateísmo filosófico racionalista en Kirillov, el nacionalismo mesiánico en Shatov, el nihilismo revolucionario en Verjovenski: ideas al parecer incompatibles entre sí pero remontadas a un único origen, perverso y diabólico.

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11.03.20

Ha bastado un microbio para "desestabilizar" el planeta

San Miguel Arcángel, de autor desconocidoEn el contexto de la crisis vivida a causa de la extensión del coronavirus, una religiosa de clausura nos ha hecho llegar un comentario que merece la pena. Compartimos este pensamiento de fe, sin citar a la persona ni sus palabras exactas, pues no viene al caso.

Es evidente que nada escapa a los designios de la Providencia divina, y que dichos designios buscan siempre nuestra conversión. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2,4). San Agustín afirma que fuera de Cristo, “camino universal de salvación, que nunca ha faltado al género humano, nadie ha sido liberado, nadie es liberado, nadie será liberado” (De civitate Dei 10,32,2). En la vida de cualquier ser humano, de una familia, de una nación o un continente, una crisis como esta, essiempre una intervención amorosa de Dios, para que volvamos nuestra mirada hacia El. Es un llamado de Dios, un grito del cielo. En este caso, un grito al mundo entero. Hemos llegado a unos niveles de orgullo y soberbia demasiado altos; hemos pensando, no como personas aisladas sino a nivel cultural, que somos dueños de la vida y de la muerte, alcanzando la plenitud del desarrollo de la tentación inicial deser “como dioses”. En palabras de San Juan Pablo II, es el desarrollo de la anti-palabra en la historia, que ha cristalizado en una cultura destructora del orden natural en todos los ámbitos posible. Necesitamosla humillación del flagelo de la enfermedad para que reconozcamos nuestra dependencia total del Creador, único dueño y señor de la vida y de la muerte. Ha bastado un microbio para desestabilizar el planeta.

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25.11.17

Una mirada contemplativa hacia la Realeza de Cristo

Cristo Pantocrator - XII - Anónimo Pintura al fresco Berze la Ville - Francia

Como preparación a la Solemnidad de Cristo Rey que la Iglesia celebra mañana, último domingo del año litúrgico, hemos traducido y copiado para nuestros lectores un fragmento del libro “Demain la Chrétienté” (“La Cristiandad mañana) de Dom Gérard Calvet (+2008), fundador y primer Abad de la Abadía Sainte Madeleinte de Le Barroux (Provence, Fracia). En este texto, Dom Gérard ofrece algunas claves para penetrar contemplativamente en el misterio de la realeza de nuestro Señor Jesucristo, realeza que es universal, espiritual y social.


Del libro “Demain la Chrétienté”, Capítulo VII.

Jesús busca primeramente reinar en el secreto del alma. El kyrios Patocrator -Oh milagro incomprensible- cuya mano sostiene el universo, se acerca a su creatura y le murmura: “Hijo mío, dame tu corazón”. Perdonarán a un monje el recordar incansablemente la búsqueda presente del reino de los cielos. La realeza del Señor Jesús es cosa dulce e interior, se dirige primero del alma al alma para introducirnos en la intimidad de las personas divinas. Cristo todopoderoso ejerce la realeza mendigando amor. Si tú conocieras el don de Dios y quien es el que te habla, dice a la samaritana.

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24.09.16

La última guerra de Satanás

La esfera y la cruz

Compartimos en este post con nuestros lectores un fragmento de la obra de Gilbert K. Chesterton “La esfera y la cruz”, de una impresionante actualidad.

Mañana se celebra en Chile la Solemnidad externa de la Virgen del Carmen, Madre, Reina y protectora de nuestra patria. Que ella nos ampare y libre del horror del crimen del aborto, a las puertas de las votaciones de esta ley en el parlamento.


—¿Qué busca usted? —clamó Turnbull.

—Te busco a ti, Jaimito —dijo el excéntrico personaje del muro, y con las mismas, se dejó caer de un brinco en medio del césped, donde rebotó literalmente como pelota de goma, y se quedó en pie, despatarrado, haciendo muecas a Turnbull. Solamente tres hechos pudo añadir ahora Turnbull a su inventario: que el hombre llevaba pendiente del cinturón un cuchillo disforme; que sus pies morenos estaban desnudos, como el torso y los brazos atezados, y que sus ojos despedían brillo singular, frío, sin color alguno.

—Dispénsame si no vengo vestido de etiqueta —dijo el recién llegado con sonrisa cortés—.

Nosotros, los hombres de ciencia, ya se sabe… Yo mismo fabrico mis máquinas… Ingeniero electricista… Trabajo muy duro.

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12.04.16

Los que siguen a Cristo más de cerca son aquellos que luchan por la verdad hasta la muerte

Cristo Rey, de autor desconocido

Hoy más que nunca, volvamos nuestra mirada hacia Cristo, quien ha venido al mundo “para dar testimonio de la verdad ” (Jn 18,37), verdad que como don de Dios concede la auténtica libertad al hombre (“la verdad os hará libres” Jn 8,32). Todo el que es de la verdad escucha la voz de Cristo y la sigue (cf. Jn 18, 37). Obrando así, en la adhesión plena a su Palabra, “puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca” (Mt 7, 24).

San Juan Pablo II ha comentado estos esenciales pasajes evangélicos en la audiencia general que transcribimos abajo para nuestros lectores. Construyamos la casa de nuestras vidas sobre la roca de la Palabra de Cristo. Él es nuestra paz. Amén, Aleluya.

“El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” (Mt 24,35).

“A Cristo le siguen más de cerca aquellos que luchan por la verdad hasta la muerte” (San Agustín, Tratado 124,5).

Los destacados en negrita y cursiva son nuestras.


Audiencia General del Papa San Juan Pablo II, del 4 de mayo de 1988

La misión de Cristo. “Para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37)

1. “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37). Cuando Pilato, durante el proceso, preguntó a Jesús si Él era rey, la primera respuesta que oyó fue: “Mi reino no es de este mundo…” Y cuando el gobernador insiste y le pregunta de nuevo: “¿Luego tú eres Rey?", recibe esta respuesta: “Sí, como dices, soy Rey” (cf. Jn 18, 33-37). Este diálogo judicial, que refiere el Evangelio de Juan, nos permite empalmar con la catequesis precedente, cuyo tema era el mensaje de Cristo sobre el reino de Dios. Abre, al mismo tiempo, a nuestro espíritu una nueva dimensión o un nuevo aspecto de la misión de Cristo, indicado por estas palabras: “Dar testimonio de la verdad". Cristo es Rey y “ha venido al mundo para dar testimonio de la verdad". El mismo lo afirma; y añade: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz” (Jn 18, 37).

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