La inmolación de la inteligencia de María en la Cruz

Diego Velázques, 1632

Compartimos hoy con nuestros lectores un breve fragmento de la bella obra del Padre Marie-Dominique Philippe, dominico fundador de la Congregación de los hermanos de Saint Jean, Mystère de Marie (IV,3). La tradución del original francés es nuestra:

En el misterio de la cruz, la fe de María conoce un modo doloroso que inmola de una manera intensa su inteligencia. Esta fe contempla el misterio de Cristo crucificado. En este misterio hay como ciertas contradicciones aparentes en María: ¿No es Jesús para ella el Hijo de Dios que debe reinar eternamente sobre la casa de David, como el ángel Gabriel se lo había dicho? Ella guarda en su corazón esta palabra de la Anunciación, y ahora Jesús se presenta a ella como el Crucificado, el maldito de Dios y de los hombres. ¿No está dicho en la Escritura: maldito aquél que cuelga del madero? Jesús aparece entonces como el rechazado de Dios y no solamente aparece como tal sino que Él mismo lo declara: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?. Él, el Hijo amado, en quién el Padre se complace, es ahora el abandonado y el que debe vivir en este estado de anatema, de separado. Hay allí una oposición brutal que quiebra hasta en su fondo más íntimo la inteligencia de María, puesto que esta cuasi contradicción apunta a Aquél que es a la vez para ella su Verdad, su Camino, su Vida y su Hijo bienamado. Si María escuchara las exigencias de su inteligencia humana, apartaría inmediatamente una parte de esta contradicción aparente; o bien se abandonaría a la desesperación, pensando que el ángel la ha engañado; o bien se rehusaría a aceptar la Cruz, no queriendo guardar ni considerar sino la palabra del ángel. En estas condiciones, habría una elección humana, habría una herejía, dividiendo humanamente lo que está unido en la sabiduría de Dios. En nombre de las exigencias de la razón humana, ella haría una división, ya no guardaría íntegramente el mensaje de Dios.

Adhiriendo en toda su pureza a la voluntad infinitamente amable del Padre sobre su Hijo y sobre ella, María penetra mucho más adentro todavía en su intimidad. Pues la unidad se hace entonces en esta voluntad del Padre, en el Espíritu Santo. María coopera activamente en la obra de su Jesús. La Cruz se apodera de su inteligencia que, en este acto heroico de fe, es como enteramente ofrecida, enteramente inmolada. Recordemos el holocausto de Elías, prefiguración maravillosa del de la Cruz. ¡El fuego del cielo se apodera de las víctimas, del altar y del agua! Se trata verdaderamente de la fe de la esposa que cree en el amor del Esposo por ella misma, aun cuando las circunstancias exteriores parezcan negarlo, parezcan oponerse. Esta fe es totalmente silenciosa, pues implica el holocausto incluso de la inteligencia. Esta no puede decir nada más, no comprende nada, ya no puede comprender nada más. Es por eso que ya no hay ni siquiera el quomodo de la Anunciación. María debe permanecer totalmente pasiva, entregada a la voluntad del Esposo.