28.02.20

Reflexiones en torno a una nueva Constitución en Chile

Por Monseñor Francisco Javier Stegmeier, obispo de Villarrica

Mural de la batalla de Maipú-Pedro Subercaseaux (+1953)

Autonomía legítima de lo temporal o democracia totalitaria

En el debate acerca de una posible nueva Constitución, es necesario tener en cuenta, por una parte, la legítima autonomía de las realidades terrenasen cuanto que las cosas creadas y las sociedades gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aplicar y ordenar paulatinamente. En efecto,“la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios”.

Por otra parte, hay que tener también en cuenta que, “si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras” (Gaudium et spes 36).

Todo instrumento jurídico, más aún una Constitución que está destinada a regir todos los ámbitos de una Nación, para que sea conforme con la dignidad de la persona, a la que debe servir, debe reconocer, expresar, promover y defender la verdad moral objetiva, fundada en último término en Dios Creador de todo. Antes y por sobre el Estado está primero Dios y luego la persona. Una sana Constitución debe partir de esta premisa.

En caso contrario, estaremos ante una Constitución estatista que pone a la persona al servicio del Estado. El Estado se atribuye ser la fuente originaria de todos los derechos y deberes, los que puede conceder o eliminar según su arbitrio. Un antecedente es la legalización del aborto. El Estado, a través de sus órganos ejecutivo y legislativo, se arroga el poder de conceder el derecho a vivir a algunas personas y se lo quita a otras. Según esto, el derecho a la vida no es inherente a la persona humana, anterior y superior al Estado.

Una Constitución estatista es germen de una democracia totalitaria. Al respecto decía San Juan Pablo II: “La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la Nación o el Estado”. Una Constitución basada en estos presupuestos es inadmisible.

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31.01.20

Santo Tomás de Aquino, apóstol de la verdad ante los errores mentales que envuelven por entero el mundo de hoy

Santo Tomás de Aquino, Benozzo Gozzoli (+1497)

Leo Moulin, un ateo declarado, les dirigía a los católicos estas advertencias: «Haced caso a este viejo incrédulo que sabe lo que dice: la obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos, sobre todo en los católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza, por su propia historia. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. En cambio, yo, agnóstico, pero también un historiador que trata de ser objetivo, os digo que debéis reaccionar en nombre de la verdad.» (cf. Vittorio Messori, Leyendas negras de la Iglesia, 17-18)

¿Oscurantismo medieval? Uno de esos blancos preferidos, acribillado por los disparos de una crítica corrosiva ha sido y es Santo Tomás de Aquino. Su pensamiento ha sido asociado al mal llamado «oscurantismo medieval» por obra del anticlericalismo creciente, originado en el mundo protestante, primero (siglos XVI), y en el seno de la Ilustración, después (siglo XVIII). En el Syllabus de 1864 Pío IX condenó una afirmación que decía que los métodos y principios de los antiguos doctores escolásticos no se adaptaban a las necesidades de nuestro tiempo y al progreso científico (Denzinger-Bannwart, 1713). Siguiendo el llamado del agnóstico Leo Moulin, es necesario hoy más que nunca restablecer la verdad en torno a este grandísimo doctor de la Iglesia, cuanto más porque el Magisterio de los últimos seis siglos viene proponiéndolo con insistencia como el único remedio a los graves problemas de la inteligencia que afectan a la Iglesia y al mundo en estos últimos tiempos de la historia.

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7.01.20

Un Monasterio contemplativo para la Gloria de Dios y la salvación del mundo


El año 2019 recién terminado ha estado marcado por fuentes acontecimientos para la nación chilena. En efecto, desde el 18 de octubre el país se ha visto sacudido por una descontrolada ola de violencia inimaginable, saqueos, incendios, protestas, un daño considerable en la infraestructura pública a lo largo de todo el país y un número no menor de heridos y muertos. Sin duda, lo más doloroso han sido los múltiples ataques a Iglesias (incluidas profanaciones al Santísimo Sacramento e imágenes sagradas).

Precisamente el sentido de fundar un nuevo Monasterio en la soledad de las montañas de Aysén (Patagonia-zona austral de Chile), se inserta en esta dramática realidad del poder destructor que el demonio, y, bajo su influjo, el pecado y la vida sin Dios ejerce sobre la sociedad humana y sobre el corazón de todo hombre. Una comunidad orante, alejada física pero no espiritualmente, busca ante todo, mediante la entrega de la propia vida, impetrar gracia y misericordia para un mundo que no encuentra el camino de la paz, por no reconocer en Cristo la fuente de la verdadera y única salvación. Un Monasterio busca proporcionar también un espacio físico y espiritual concreto de encuentro personal con Jesucristo, en un contexto de oración y vida sacramental, que es siempre un llamado a la conversión, de cara a la eternidad. Dicho en palabras de Benedicto XVI “La oración no es algo accesorio, o una opción, sino una cuestión de vida o muerte. Sólo quien reza, es decir, quien se confía a Dios con un amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo”. (Angelus 4/3/2007).

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21.12.19

Alégrate, Santa Madre de la Luz, y alegrémonos nosotros contigo

Imagen Notre Dame du Salut, Francia

“Gaude Dei genetrix, Virgo immaculata; gaude, quae gaudium ab Angelo suscepisti; gaude, quae genuisti aeterni luminis claritatem; gaude mater, gaude sancta Dei genetrix virgo: tu sola mater innupta; te laudat omnis factura Genetricem Lucis: sis pro nobis, quaesumus, perpetua interventrix”.

Canto gregoriano antiguo del tiempo de Adviento.

Traducción:

Alégrate, Madre de Dios, Virgen Inmaculada; alégrate, la que recibiste el gozo del Angel; alégrate, la que engendraste la claridad de la eterna Luz; alégrate Madre, alégrate Virgen Santa Madre de Dios: tú la única madre incorrupta; toda la creación te alaba, Madre de la Luz: te pedimos que seas para nosotros intercesora por siempre.

Los miembros de la comunidad de Schola Veritatis invitan a todos los lectores de este portal a participar del gozo de la Santísima Virgen, tan bellamente plasmado en este canto y en las palabras del Magníficat. Este gozo, una vez que ha entrado en el corazón Inmaculado de María, no la abandonará jamás: es la alegría por la salvación del género humano, por la venida de Dios a nuestra tierra, por la misericordia divina derramada sobre el mundo. Tampoco a nosotros, hijos de esta Madre bendita, debe abandonarnos nunca este gozo, pues creemos en Aquél que vence el pecado, que vence la oscuridad y la mentira, vence al mundo, al demonio y a la carne, que vence a todos nuestros enemigos: Jesucristo, Señor Nuestro. Sabemos que las cosas van mal; pero sabemos por sobre todo que la victoria eterna es de Jesús y de María.

Ven, Señor Jesús, ven a reinar sobre nosotros con tu Madre a quien amamos.

Santa Navidad para todos y la promesa de nuestras oraciones.

3.12.19

El arte de mantenerse en la verdad durante la tentación

San Antonio Abad, Diego Velazquez

La vida monástica, desde sus mismos orígenes, ha colocado en el centro de su itinerario espiritual el combate contra los pensamientos o logismoi. La renuncia a los pensamientos malignos es la renuncia monástica por excelencia, incluso por sobre la ascetismo físico de los ayunos y las vigilias. A veces este combate constituye un auténtico martirio espiritual, el cual es propio de aquellos que siguen una vocación solitaria. Como se lee en uno de los Apotegmas: “también los filósofos ayunan y viven en castidad; solo los monjes vigilan sus pensamientos”.

En efecto, el paso desde el hombre carnal al estado del cristiano espiritual perfecto, implica un combate en un doble frente, los cuales están unidos entre sí: el de las pasiones desordenadas arraigadas en el fondo del corazón humano, y el de los demonios. La guerra que los monjes deben sostener es una guerra interior, espiritual, inmaterial, una guerra invisible, que por lo mismo que combate a enemigos que no se dejan ver, es la más ruda y peligrosa de todas las guerras. Esto, y no otra cosa, es lo que se vive en la soledad de los monasterios.

El arma que habitualmente usan los demonios son los “pensamientos”, a veces buenos en sí, pero en general malos y perversos. El demonio no da la cara sino que se esconde detrás de los malos impulsos que están dentro del hombre -y aun detrás de los buenos- y se sirve de ellos insidiosamente para llevarlo a su ruina. Así, apenas San Antonio Abad deja el mundo y marcha al desierto, el Enemigo busca apartarlo de su propósito recordándole los bienes que ha dejado, el cuidado que debe tener de su hermana, sus afectos familiares, los placeres de la vida y la dificultad de la virtud. Al no ser pensamientos objetivamente malos, resultan más peligrosos. En el caso de los principiantes y aquellos que tienen menos purificadas sus pasiones, se sirven los demonios de otras tentaciones más manifiestas, contenidas en los ocho logismoi o vicios capitales, como los llamará Juan Casiano.

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