(293) Cristo Rey, venga a nosotros tu Reino

CtoReyMe suena que todo esto lo tiene ya dicho en anteriores artículos.

–Así es. Éste de ahora resume tres (19-21) que escribí en 2009.

–«Aquí estamos en paz, hay tranquilidad y no pasa nada». Ateniéndose a ese juicio, los hombres «comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; pero en cuanto Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y acabó con todos. Lo mismo pasará el día en que se revele el Hijo del hombre» (Lc 17,28-30). Cuántos cristianos hoy, al menos entre aquellos que gozan de una relativa prosperidad y tienen una mentalidad liberal-mundana, son moderados a la hora de considerar los males del mundo, en el que de ningún modo aceptan vivir «como peregrinos y forasteros» (1Pe 2,11), y menos aún como combatientes. Son «hombres terrenales"; mientras que los cristianos somos «hombres celestiales» (1Cor 15,48).

Piensan que no hay que dar crédito a los profetas alarmistas, y que los males del mundo actual son, con un poco de paciencia, tolerables. Tranquilos todos. En esta actitud, no pierden su tranquilidad aunque continuamente los medios de comunicación les informen de que crece la criminalidad, la droga, el espiritismo y los cultos satánicos, la promiscuidad sexual, las enfermedades mentales, la violencia, la pobreza de los países pobres, la homosexualidad, la irreligiosidad, el ateísmo y el agnosticismo, el laicismo contrario a Dios en todo, política, leyes, educación, sanidad, etc. ¿Y con todo esto pueden seguir pensando que no estamos en guerra?… Tendremos que encender en esta oscuridad la luz del Evangelio.

Estamos ahora, en la historia humana, dentro de una batalla espiritual enorme. Y lo primero que ha de hacer el cristiano es enterarse de ello. Y obrar en consecuencia: «vigilad, pues, en todo tiempo y orad, para que podáis evitar todo esto que ha de venir, y comparecer ante el Hijo del hombre» (Lc 21,36; cf. 18,1).

Concilio Vaticano II: «toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (GS 13b). «A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final» (37b).

No puede el hombre mantenerse ajeno a esa batalla, en una neutralidad distante y pacifista: «el que no está conmigo está contra mí» (Lc 11,23). Hay dos bloques mundiales enfrentados. De un lado, guiados y dominados por el diablo, están los que afirman: «no queremos que Él reine sobre nosotros» (Lc 19,14). Y del otro, guiados y animados por el mismo Cristo, los que quieren y procuran: «venga a nosotros tu Reino». Unos quieren «ser como dioses, conocedores del bien y del mal» (Gén 3,5) y creen, como dice el beato Pío IX, que «la razón humana, sin tener para nada en cuenta a Dios, es el único árbitro de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal; es ley de sí misma; y bastan sus fuerzas naturales para procurar el bien de los hombres y de los pueblos» (Syllabus 1864,3; cf. Vat. II, GS 36c). Los otros quieren regirse por la ley de Dios, expresada en la ley natural y revelada plenamente en Cristo: «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».

La meditación de las dos banderas, en los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, expone muy claramente la batalla permanente que hay en el mundo entre la luz de Dios y las tinieblas del diablo:

«El primer preámbulo es la historia: cómo Cristo llama y quiere a todos bajo su bandera, y Lucifer, al contrario, bajo la suya» (137): los dos campos que se enfrentan son Jerusalén y Babilonia (138). El tercer preámbulo es «pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para guardarme de ellos, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para imitarle» (139). El jefe de los enemigos «hace llamamiento de innumerables demonios y los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados ni personas algunas en particular» (141). Contra él y contra ellos, «el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc., y los envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todo los estados y condiciones de personas» (145).

Elijan ustedes dónde se sitúan, con quién combaten y contra quién luchan. No demoren su elección, sepan que es necesaria y urgente. No se dejen engañar ni por el diablo, ni por la flojera de la carne, ni por las solicitudes del mundo (comían, bebían, se casaban, plantaban, etc.), porque si no entran de lleno a combatir bajo la bandera de Cristo, lo quieran o no, rechazan al Salvador de la humanidad y se mantienen cautivos del Príncipe de este mundo.

***

La batalla de la Iglesia es contra el diablo, «contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos» (Ef 6,12). Lo sabemos porque Cristo lo enseñó claramente en el Evangelio. Pero además Él nos enseñó también a discernir las señales de la presencia y de la acción del diablo, y la Iglesia sabe hacerlo.

Pablo VI: «podremos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios se hace radical, sutil y absurda; donde la mentira se afirma, hipócrita y poderosa, contra la verdad evidente; donde el amor es eliminado por un egoísmo frío y cruel; donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde (1Cor 16,22; 12,3); donde el espíritu del Evangelio es mistificado y desmentido; donde se afirma la desesperación como última palabra» (15-11-1972).

Es evidente que, especialmente el Occidente apóstata, padece hoy un fuerte y extenso influjo del diablo. La constitución atea de los Estados modernos liberales y de los grandes Organismos internacionales, sean de izquierda o de derecha viene a ser la misma: «no queremos que Cristo reine sobre nosotros». Signos del influjo diabólico sobre el mundo son la depravación del pensamiento y de la cultura, el pudrimiento de los espectáculos y de los grandes medios de comunicación, la perversión estatal de la educación, el favorecimiento político de la fornicación juvenil, la normalización legal y financiada del aborto, de la homosexualidad, de la eutanasia, la generalización de una anticoncepción sistemática que acaba demográficamente con las naciones, la imposibilidad práctica de las fuerzas cristianas para unirse y actuar en el mundo secular, y tantos otros males. Todos esos signos y otros muchos son señales evidentes de la poderosa acción del Príncipe de este mundo.

Y son los Papas, con pocos más, los que denuncian esa acción del demonio en el mundo actual. Lo hacen demasiado solos. Es notable la superficialidad naturalista con la que tantos saviazos católicos –teólogos, historiadores, sociólogos, pastoralistas– describen las coordenadas del mundo moderno, sin tener, al parecer, ni idea de la acción del diablo, que en gran medida causa, explica y mantiene esa siniestra cultura vigente. Casi ninguno menciona al diablo, ni siquiera de paso. Pero no pueden darnos terapias sociales eficaces quienes parten de diagnósticos tan erróneos.

Gracias a Dios, los Papas, al menos, y algunos pocos con ellos, anuncian la verdad, la verdad de Dios, la verdad del mundo actual. El Estado moderno apóstata está mucho más sujeto al diablo, por ejemplo, que el Imperio pagano de Roma. Éste era solo un perro de mal genio, comparado con el tigre estatal de liberales, socialistas y comunistas. Al menos en la mayor parte del Occidente apóstata, el Estado es hoy la Bestia mundana, a la que «el Dragón [infernal] le dió su poder, su trono y un  poder muy grande» (Apoc 13,2). ¿Puede entenderse algo de lo que hoy pasa en el mundo si esto se ignora? ¿Los medios que ponen los cristianos activistas, con su mejor voluntad, son los más eficaces para neutralizar a este gran Leviatán diabólico? 

Juan Pablo II insiste en que el diablo quiere ante todo mantener oculta su acción en el mundo: las palabras de San Juan «“el mundo entero está bajo el Maligno” (1Jn 5,19) aluden a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan de Dios. El influjo del espíritu maligno puede “ocultarse” de forma más profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus “intereses”. La habilidad de Satanás en el mundo es la de inducir a los hombres a negar su existencia en nombre del racionalismo y de cualquier otro sistema de pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no admitir la obra del diablo» (13-8-1986).

***

–«Mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». Así rezamos cada día en la Misa. Están perdidos aquellos que viven «sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef 2,12). Por el contrario, Simeón era un anciano «justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25), y también Nicodemo era un hombre de fe, que «esperaba el reino de Dios» (Mc 15,43). Ahora los cristianos, en la plenitud de los tiempos, vivimos «esperando la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». Y ésa es la fe y la esperanza que nos identifican. La frase viene de San Pablo, cuando contrapone a los que «son enemigos de la cruz de Cristo, tienen por dios su propio vientre y  ponen su corazón en las cosas terrenas», con los cristianos, que somos «ciudadanos del cielo, de donde esperamos al Salvador y Señor Jesucristo» (Flp 3,19-21). Pero recordemos en primer lugar que hay muchas esperanzas falsas, y una sola verdadera.

1.–No tienen verdadera esperanza

aquéllos que diagnostican como leves los males graves del mundo y de la Iglesia. O es­tán ciegos o es que prefieren ignorar u ocultar la verdad.

Como les falla la esperanza, niegan la gravedad de los males, pues consideran irremediable el extra­vío del pueblo. Y así vienen a estimar más conveniente –más opti­mista– decir «vamos bien». Tampoco tienen esperanza verdadera aquellos que se atreven a anun­ciar «renova­ciones primaverales» y «renovaciones radicales» de esto y lo otro, que no van precedidas del reconocimiento de los pecados y de la conversión y penitencia que nos libra de ellos.

falsa es la esperanza de quienes la ponen en medios humanos, y reconociendo a su modo los males que sufrimos, pretenden vencerlos con nuevas fórmulas doctrinales, litúrgi­cas y disciplinares «más avanzadas que las de la Iglesia oficial».

Ellos se consideran a sí mismos como un «acelerador», y ven como un «freno» la tradición católica, los dogmas, la autoridad apostólica. Éstos una y otra vez intentan por medios humanos –méto­dos y consignas, organizaciones y campañas, una y otra vez cam­biadas y renovadas–, lo que sólo puede conseguirse por la fidelidad a la verdad y a los mandamientos de Dios y de su Iglesia. Sus empeños son vanos. Y por eso vienen a ser des-esperantes.

los que no esperan de verdad la victoria «próxima» de Cristo Rey, pactan con el mundo, haciéndose sus cómplices. Por ejemplo, no viven ciertamente esa esperanza de la Parusía inminente de Cristo aquellos políticos cristianos, que aunque aparenten oponerse a los enemigos de Cristo y de la Iglesia, en el fondo ceden ante ellos, y sometiéndose durante muchos decenios a la norma del mal menor, van llevando al pueblo, un pasito detrás de los enemigos del Reino, a los mayores males.

El Apocalipsis afirma muchas veces que la venida de Cristo «ha de suceder pronto» (1,1;2,16; 22,7). «Mira, vengo pronto y traigo mi recompensa conmigo, para pagar a cada uno según su trabajo» (2,12; cf. 3,12; 22,20).

quienes no creen en la fuerza de la gra­cia del Salvador, no llaman a conversión, porque no tienen esperanza. Y así aprueban, al menos con su silencio, lo que sea: que el pueblo se aleje habitualmente de la eucaristía, que profane normalmente el matrimonio, etc.

Ni piensan siquiera en llamar a conversión, porque estiman irremediables los males del mundo arraigados en el pueblo cristiano. «¿Cómo les vas a pedir que?»…. Al fallarles la esperanza en Dios, y la esperanza en la bondad potencial de los hombres asistidos por su gracia, ellos no piden, y por tanto, no dan el don de Dios a los hombres, a los casados, a los políticos, a los feligreses sencillos, a los cristianos dirigentes. No llaman a conversión, porque en el fondo no creen en su posibilidad: les falta la esperanza. Ven como irremediables los males del mundo y de la Iglesia. ¡Y son ellos los que tachan de pesimistas y carentes de espe­ranza a los únicos que, entre tantos de­sesperados y derrotistas, mantienen la esperanza verdadera!

2.–Tienen verdadera esperanza

los que reconocen los males del mundo y del pueblo descristianizado, los que se atreven a verlos y, más aún, a decirlos. Porque tienen esperanza en el poder del Salvador, por eso no dicen que el bien es imposible, y que es mejor no proponerlo; por eso no enseñan con sus palabras o silencios que lo malo es bueno; y tampoco aseguran, con toda afabilidad y simpatía, «vais bien» a los que en realidad «van mal».

los que tienen esperanza predi­can al pueblo con mucho ánimo el Evangelio de la conver­sión, para que todos pasen de la mentira a la verdad, de la soberbia intelectual a la humildad discipular, del culto al placer y a las riquezas al único culto litúrgico del Dios vivo y verdadero, de la arbitrariedad rebelde a la obediencia de la disciplina eclesial.

–los que creen con fe absoluta que «todos los pueblos, Señor, vendrán a postrarse en tu presencia». El «Salvador del mundo» salvará al mundo y a su Iglesia. ¿Está viva de verdad esta esperanza en la mayoría de los cristianos de hoy? Son muchos los que dan por derrotada a la Iglesia en la historia del mundo. ¿Cuáles son las esperanzas que de verdad tienen  los cristianos sobre este mundo tan alejado de Dios, tan poderoso y cautivante, y qué esperanzas tienen sobre aquellas Iglesias que están profundamente mundanizadas?… Lo dan todo por perdido. Sin remedio.

***

–Nuestras esperanzas no son otras que las promesas mismas de Dios en las Sagradas Escrituras. Desde el anuncio del arcángel Gabriel a la santísima Virgen María sabemos que a Jesús le será dado «un reino que no tendrá fin» (Lc 1,33). ¿Cómo Cristo no será efectivamente Rey de las naciones si «Él es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, pues en Él fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra… y todo fue creado por Él y para Él» (Col 1,1-16)?

 En el A.T. los autores inspirados nos aseguran una y otra vez que «todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor, y bendeci­rán tu Nombre» (Sal 85,9; cf. Tob 13,13; Sal 85,9; Is 60; Jer 16,19; Dan 7,27; Os 11,10-11; Sof 2,11; Zac 8,22-23; Mt 8,11; 12,21; Lc 13,29; Rm 15,12; etc.). El mismo Cristo nos anuncia y promete que «habrá un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16), y que, finalmente, resonará grandioso entre los pueblos el clamor litúrgico de la Iglesia: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios, soberano de todo; justos y verdaderos tus designios, Rey de las naciones. ¿Quién no te respetará? ¿quién no dará gloria a tu Nombre, si sólo tú eres santo? Todas las naciones vendrán a postrarse en tu presencia» (Ap 15,3-4).

Siendo ésta la altísima esperanza de los cristianos, no tenemos ante el mundo ningún com­plejo de inferioridad, no nos asustan sus persecuciones, ni nos fascinan sus halagos, y tampoco nos atemo­rizan los zarpazos de la Bestia, azuzada y potenciada por el Diablo, que «sabe que le queda poco tiempo» (Ap 12,12). Sabemos con toda certeza los cristianos que al Príncipe de este mundo ha sido vencido por Cristo, que a Él se le ha dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Y por eso mismo no tenemos ni siquiera la tentación de esta­blecer complicidades oscuras con ese mundo de pecado que gime bajo el poder del Príncipe de este mundo..

–Una vez más son hoy principalmente los Papas los que mantienen vivas las esperanzas de la Iglesia. Son ellos los fue, fieles a su vocacion, «confortan en la fe a los hermanos» (Lc 22,32). Especialmente asistidos por Cristo, son fieles a la Revelación, a la fe y a la esperanza de la Tradición católica. Con muy pocos apoyos de los autores católicos actuales en estos temas.

San Pío X, de modo semejante, en su primera encíclica, declara que su voluntad más firme es «instaurar to­das las cosas en Cristo» (Ef 1,10). Es cierto que «“se amotinan las naciones” contra su Autor, “y que los pueblos planean un fracaso” (Sal 2,1), de modo que casi es común esta voz de los que luchan contra Dios: “apártate de nosotros” (Job 21,14). De aquí viene que esté extinguida totalmente en la mayoría la reverencia hacia el Dios eterno, y que no se haga caso alguno de la Divinidad en la vida pública y privada. Más aún, se procura con todo empeño y esfuerzo que la misma memoria y noción de Dios desaparezca totalmente. Quien reflexione sobre estas cosas, será ciertamente necesario que tema que esta perversidad de los ánimos sea un preludio y como comienzo de los males que se han de esperar para el último tiempo; o que “el Hijo de perdi­ción”, de quien habla el Apóstol, no esté ya en este mundo… “levantándose sobre todo lo que se llama Dios… y sentán­dose en el templo de Dios como si fuese Dios” (2Tes 2,3-4)».

«Sin embargo, ninguno que tenga la mente sana puede dudar del resultado de esta lucha de los mortales contra Dios… El mismo Dios nos lo dice en la Sagrada Escritura… “aplastará la cabeza de sus enemigos” (Sal 67,22), para que todos sepan “que Dios es el Rey del mundo” (46,8), y “aprendan los pueblos que no son más que hombres” (9,21). Todo esto lo creemos y esperamos con fe cierta» (enc. Supremi Aposto­latus Cathedra, 1903).

–Cristo vence, reina e impera. Cada día confesamos en la liturgia –quizá sin enterarnos de ello– que Cristo «vive y reina por los siglos de los siglos. Amén». No sabemos cuándo ni cómo será la victoria final del Reino de Cristo. Pero siendo nuestro Señor Jesucristo el Rey del universo, el Rey de todas las naciones; teniendo, pues, sobre la historia humana una Providencia omnipotente y misericordiosa, y habiéndosele dado en su ascensión «todo poder en el cielo y en la tierra», ¿podrá algún cre­yente, sin re­nunciar a su fe, tener alguna duda sobre la plena victoria final del Reino de Je­sucristo sobre el mundo?

Reafirmemos nuestra y nuestra esperanza. La secularización, eufemismo de la apostasía, la complicidad con el mundo, el horizontalismo inmanentista, la debilitación y, en fin, la falsificación del cristianismo proceden hoy del silenciamiento y olvido de la Parusía. Sin la esperanza viva en la segunda Venida gloriosa de Cristo, los cristianos caen en la apostasía

***

–La Parusía ha sido falsificada en una visión secularista, como puede apreciarse, por ejemplo, en Teilhard de Chardin. El padre Castellani asegura: «No hay una sola idea original en Telar Chardín, hay sólo una terminología nueva, bastante pedante: “la biósfera”, “la antropósfera”, “la noósfera”, “el Punto Omega” –que es el fin de la Evolución y es Dios– […] San Pablo en 1 Timoteo 4,1-2.7 [afirma que] “el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas… Rechaza las fábulas profanas y los cuentos de viejas» (Domingueras prédicas, 1966, dom. 17 post Pentec.). «Evidentemente hay una apostasía parcial o un comienzo de apostasía en todo el mundo» (ib. 1961, dom. 19 post Pentec.).Y sigue:

«Teilhard de Chardin sostiene que la Parusía o Retorno de Cristo no es sino el término de la evolución darwinística de la Humanidad que llegará a su perfección completa necesariamente en virtud de las leyes naturales; porque la Humanidad no es sino “el Cristo colectivo”… Pone una solución intrahistórica de la Historia; lo mismo que los impíos “progresistas”, como Condorcet, Augusto Compte y Kant; lo cual equivale a negar la intervención de Dios en la Historia» (El Apokalipsis de San Juan, ed. Paulinas 1963, cuad. III, exc. N). Pero nosotros, dejando a un lado acerca de la Parusía todas estas «fábulas y cuentos de viejas», recordemos el Credo de la Iglesia:

–Cristo resucitado «subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre. Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin». Es palabra angélica y evangélica: «este Jesús que os ha sido arrebatado al cielo vendrá de la misma manera que le habéis visto subir al cielo» (Hch 1,11).

El Catecismo de la Iglesia confiesa de la parusía (668-679) que Jesucristo, ya desde la Ascensión, «es el Señor del cosmos y de la historia… “Estamos ya en la última hora” (1Jn 2,18). El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable». Sin embargo, el Reino de Dios, presente ya en la Iglesia, no se ha consumado todavía con el advenimiento del Rey sobre la tierra, y sufre al presente los ataques del Misterio de iniquidad, que está en acción (2Tes 2,7). Pero ciertamente «el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente. Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento» (673).

La segunda venida de Cristo no se producirá por haber llegado la Iglesia en el mundo a un florecimiento universal. Todo lo contrario.

La segunda venida de Cristo, en gloria y poder, vendrá precedida por la conversión de Israel, según anuncia Cristo, y también San Pedro y San Pablo (Mt 23,39; Hch 3,19-21; Rm 11,11-36). Y vendrá también precedida de grandes tentaciones, tribulaciones y persecuciones (Mt 24,17-19; Mc 14,12-16; Lc 21,28-33). Muchos cristianos caerán en la apostasía. Enseña el Catecismo: «La Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de nume­rosos creyentes (cf. Lc 18,8; Mt 24,9-14). La persecución que acompaña a la peregrinación de la Iglesia sobre la tierra (cf. Lc 21,12; Jn 15,19-20) desvelará “el Misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que propor­cionará a los hombres una solución aparente a sus problemas, mediante el precio de la apostasía de la ver­dad. La impostura religiosa suprema es el Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo, colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2Tes 2,4-12; 1Tes 5,2-3; 2Jn 7; 1Jn 2,18.22)» (n.675). Ese enorme engaño tendrá «la  forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso”» (676).

«El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (Ap 13,8), en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desen­cadenamiento del mal (Ap 20,7-10). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (Ap 20,12), después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (2Pe 3,12-13)» (677). 

   –Cristo, «mientras esperamos su venida gloriosa», reina actualmente en la historia. Vive y reina por los siglos de los siglos, y muestra su dominio, sujetando cuando quiere y del modo que quiere a la Bestia mundana, que recibe toda su fuerza y atractivo del Dragón infernal.

Ateniéndonos sobre todo al Apocalipsis, recordemos que estas victorias de Cristo en la historia

no son crueles y destructoras, sino plenas de gracia y mi­sericordia. Él no ha sido enviado a condenar, sino a salvar a los pecadores. Él ha sido enviado como luz del mundo, y la luz ilumina las tinieblas, no las destruye.

–son victo­rias siempre realizadas  por la afirmación de la verdad en el mundo, es decir, con «la espada que sale de su boca» (Ap 1,16; 2,16; 19,15.21; cf. 2Tes 2,8). Es así como vencen Cristo y su Iglesia.

–no son victorias obtenidas por un ejército de superhombres, que luchando como campeones poderosos, con grandes fuerzas y medios, se imponen y prevalecen, aplastando las fuerzas mundanas del mal. Es todo lo contrario: Cristo vence al mundo a través de fieles suyos débiles y pobres, que permanecen en la humildad (cf. 1Cor 1,27-29; 2Cor 12,10). Si Cristo vence al mundo muriendo en la cruz, ésa es tam­bién la victoria de sus apóstoles, la victoria de los dos Testigos, y la de todos los fieles cristianos (Ap 11,1-13). Así es como la Iglesia primera venció al mundo romano, igual que San Pablo: «muriendo cada día» (1Cor 15,31).

«las oraciones de los santos» son las que principalmente provocan las interven­ciones más poderosas del cielo sobre la tie­rra. Es la oración de todo el pueblo cristiano la que, eleván­dose a Dios por manos de sus ángeles, atrae sobre todos la justicia salvadora de nuestro Señor Jesucristo (Ap 5,8; 8,3-4).

en la historia del mundo, únicamente son fieles aquellos cristianos que son mártires, porque no aceptan que el sello de la Bestia mundana «imprima su marca en su mano derecha y en su frente» –en su acción y su pensamiento–. Precisamente porque «guardan los preceptos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (12,17), por eso son perseguidos y marginados del mundo, donde «no pueden comprar ni vender» (13,16).

–La Parusía, la segunda venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo, según nos ha sido revelado,

vendrá precedida de señales y avisos, que justamente cuando se cumplan revelarán el sentido de lo anunciado. Por eso únicamente los más atentos a la Palabra divina y a la oración podrán sospechar la inminencia de la Parusía: «no hará nada el Señor sin revelar su plan a sus siervos, los profetas» (Am 3,7):

«habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra perturbación de las naciones, aterradas por el bramido del mar y la agitación de las olas, exhalando los hombres sus almas por el terror y el ansia de lo que viene sobre la tierra, pues las columnas de los cielos se conmoverán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y majestad grandes» (Lc 21,25-27).

vendrá precedida del Anticristo, que producirá una inmensa difusión de errores, como nunca la Iglesia la había experimentado en su historia. Dice Castellani:

«El Anticristo reducirá a la Iglesia a su extrema tribulación, al mismo tiempo que fomentará una falsa Iglesia. Matará a los Profetas y tendrá de su lado una manga de profetoides, de vaticinadores y cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por el hombre, hierofantes que proclamarán la plenitud de los tiempos y una felicidad nefanda. Perseguirá sobre todo la predicación y la interpretación del Apokalypsis; y odiará con furor aun la mención de la Parusía. En su tiempo habrá verdaderos monstruos que ocuparán cátedras y sedes, y pasarán por varones píos, religiosos y aun santos, porque el Hombre del Pecado tolerará y aprovechará un Cristianismo adulterado»  (El Apokalipsis de San Juan, cuad. III, visión 11).

será súbita y patente para toda la humanidad: «como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre… Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del hombre en el cielo, y se lamentarán todas las tribus de la tierra [que vivían ajenas al Reino o contra él], y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande» (Mt 24,27-31).

será inesperada para la mayoría de los hombres, que «comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban» (Lc 17,28), y no esperaban para nada la venida de Cristo, sino que «disfrutando del mundo» tranquilamente, no advertían que «pasa la apariencia de este mundo» (1Cor 7,31). Pero vosotros «vigilad, porque no sabéis cuándo llegará vuestro Señor… Habéis de estar preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24,42-44). «Vendrá el día del Señor como ladrón» (2Pe 3,10).

El siervo malvado, habiendo partido su señor de viaje, se dice: «mi amo tardará», y se entrega al ocio y al vicio. Pero «vendrá el amo de ese siervo el día que menos lo espera y a la hora que no sabe, y le hará azotar y le echará con los hipócritas; allí habrá llanto y crujir de dientes» (Mt 24,42-50). «Estad atentos, pues, no sea que se emboten vuestros corazones por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y de repente, venga sobre vosotros aquel día, como un lazo; porque vendrá sobre todos los moradores de la tierra. Velad, pues, en todo tiempo y orad, para que podáis evitar todo esto que ha de venir, y comparecer ante el Hijo del hombre» (Lc 21,34-35). Todos los cristianos hemos de vivir siempre como si la Parusía fuera a ocurrir mañana mismo o pasado mañana.

***

–«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido». Y dijo el Señor entonces: «He aquí que hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,1.5)… Entonces «las naciones [antes paganas] caminarán a su luz, y los re­yes de la tierra [antes hostiles] irán a llevarle su esplendor» (21,24). Así como el hombre muere, se corrompe, y gracias a Cristo resucita glorioso en alma y cuerpo, de modo semejante, todas las criaturas que, oprimidas por el pecado de la humanidad, gimen con dolores de parto, «serán liberadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloria de los hijos de Dios» (Rm 8,19-23). «Nosotros, pues, esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, donde habitará la justicia, según la promesa del Señor» (2Pe 3,13).

Vigilad, orad, mirad al cielo, esperando la Parusía del Señor. «Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col 3,1-2). El Santo Cura de Ars exhortaba: «consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro» (De una catequesis sobre la oración). Respice finem, decía el adagio romano.

Mirad siempre al fin de todo, y podréis poner en vuestra vida presente los medios más verdaderos y útiles, más buenos y bellos, para llegar a ese fin. Cuanto más miréis al cielo, más lucidez y fuerza tendréis para transformar el mundo presente. Así lo ha demostrado la Iglesia en tantos pasos de su larga historia. Como también ha demostrado que cuanto menos piensan los cristianos en la Parusía y en el cielo, más torpes e imbéciles se hacen para influir en el mundo y mejorarlo. En cuanto cristianos, no valen en el mundo para nada. Son luz apagada, son sal desvirtuada, que solo sirve para que la pisen los hombres. Por el contrario, que a vosotros «el Dios de la esperanza os llene de plena alegría y paz en la fe, para que abundéis en la esperanza por la fuerza del Espíritu Santo» (Rm 15,13).

José María Iraburu, sacerdote

*Post post. ¿Hubieran podido los judíos salir de Egipto, y atravesar el desierto caminando cuarenta años, si casi nunca les hablara nadie de la Tierra Prometida? ¿Podrá el pueblo cristiano realizar su éxodo del mundo secular, como Dios manda, si no le hablan con frecuencia de la Parusía del Señor, de los cielos nuevos y la nueva tierra?…

Reforma o apostasía.

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32 comentarios

  
antonio
Muchas Gracias,VIVA CRISTO REY !!!!!!



Que Dios Lo Bendiga
23/11/14 12:02 PM
  
Miguel Antonio Barriola
Ante tan espl'endida, l'ucida y muy bienvenida panor'amica del reino de Cristo, s'olo una pequenia observaci'on, el *Syllabus* no fue obra de San P'io X, sino del beato P'io IX.

/ Perd'on por la extrania presentaci'on de las letras. Escribo con una computadora que no es de mi pertenencia y su teclado no las tiene todas consigo. Faltan las *enies*, por ejemplo/
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JMI.-Gracias por señalarme el *lapsus* y cambio a P'io IX. Como ver'a, me *solidarizo* con sus problemas de PC.
23/11/14 1:57 PM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
"Vigilad, orad, mirad al cielo, esperando la Parusía del Señor. «Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col 3,1-2). Santo Cura de Ars: «consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro» (De una catequesis sobre la oración). Respice finem, decía el adagio romano".

En el afán de negar el infierno, el cielo ya ni se nombra. Todo es buscar una felicidad terrenal; los bienes eternos y la felicidad de la Vida eterna no cuentan. Hay que ver todo el esfuerzo que se despliega en una homilía para negar la existencia del demonio; la interpretación que se hace de las Sagradas Escrituras, tergiversación de por medio, deja mucho que desear. Es muy doloroso comprobar la banalidad en la que hemos caído.

Muchísimas gracias Padre José María por sus esclarecedoras palabras. ¡¡¡Cómo me gustaría que existieran muchos José María Iraburu en el mundo, que no se cansaran de dar a conocer la Verdad sin ambigüedades y distorsiones!!! Constantemente pido a Dios por la santidad de los sacerdotes y por santas vocaciones sacerdotales y religiosas.
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JMI.-Bendición +
23/11/14 2:19 PM
  
Adn
"Jesús no es un rey a la manera de este mundo: para Él reinar no es mandar, sino obedecer al Padre, entregarse a Él para que se cumpla su diseño de amor y de salvación"
Papa Francisco, hoy mismo.
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JMI.-Por supuesto que no es un rey a la manera de este mundo.
Pero su predicación del Evangelio y sus mandatos ("si me amáis cumpliréis mis mandatos") nos comunican su Espíritu Santo desde el Padre. Y Él reina en quien lo recibe en su pensamiento, en su vida, en sus caminos. En la Liturgia de las Horas, en la lectura de San Agustín se explica muy bien.
"Vendremos a él y en él haremos morada", reinando por la gracia en sus pensamientos y voluntades, palabras y obras.

En sentido análogo se dice también que Cristo Rey reina en una nación, en un pueblo, cuando esa gran comunidad en su conjunto reconoce a Cristo como Señor y como Maestro para discernir el bien y el mal.

En mi artículo van, qué sé yo, 50 o 100 citas de Sagrada Escritura y Magisterio sobre que significa "Cristo Rey". Eso es justamente lo que cree-enseña la Iglesia. Y el Papa Fco, por supuesto.
23/11/14 7:46 PM
  
Palas Atenea
Padre: No puedo más que adherirme punto por punto a lo que dice. Es lo que siempre he oído en mi familia y en la iglesia. Maranathá!
23/11/14 8:04 PM
  
Bernardita
Pero el reinado de Cristo, ¿acaso implica que El no debe "mandar" en nada al mundo?...¿A quién obedecer entonces, sino a El?...
"... como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas."(Pío XI, Quas Primas, 6)
Y más adelante, sobre el campo de Su dominio:
"Por tanto, a todos los hombres se extiende el dominio de nuestro Redentor, como lo afirman estas palabras de nuestro predecesor, León XIII, las cuales hacemos con gusto nuestras: El imperio de Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia, aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano.
El es, en efecto, la fuente del bien público y privado. Fuera de El no hay que buscar la salvación en ningún otro; pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos (ibid. 15-16)."
"...Se comenzó por negar el imperío de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos.(Ibid, 23)"
Perdón por la extensión, padre, pero creo que esta encíclica tiene hoy una impresionante actualidad.

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JMI.-Grandioso texto. Eso es lo que la Iglesia ha enseñado siempre, que Jesús "es el Señor", el Señor de todo, de todos, de todas las naciones, de todos los siglos.

Su reinado se ejercita de un modo en quienes le reconocen, aman y obedecen, y configuran su vida, sus leyes, su cultura según Su voluntad. Y de otro en aquellos que le desconocen y nada saben de su pensamiento y doctrina. Y de otro en quines le rechazan con toda su alma: "no queremos que Él reine sobre nosotros".

Pero le ha sido dado TODO PODER en la tierra y en el cielo, sobre todas las criaturas. A la derecha del Padre, Él gobierna la providencia sobre todos los pueblos y sobre cada persona humana. De Él proceden "todos los bienes", decimos antes de la doxología que cierra la Plegaria eucarística. Y no se produce un mal en el mundo si Él no quiere permitirlo. Vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
23/11/14 10:10 PM
  
Frutos
Estupendo artículo, padre, como siempre.
Pero tenga un poco de cuidado con Leonardo Castellani: rescata a Manuel Lacunza (especialmente en su libro "Los Papeles de Benjamín Benavides") sobre cuyo milenarismo tuvo que pronunciarse el Santo Oficio mediante Decretos de 1941 y 1944, pronunciamientos de los que son deudores los puntos 676 y 677 del Catecismo, por lo que en el tema del Reino de Mil años no conviene seguirlo en absoluto.
Aun así, tanto Castellani como Lacunza tienen una fuerte predicación en sudamérica, y el milenarismo (incluso en muchas ocasiones la postura protestante del "rapto" o "arrebato") es seguido por algunos católicos de cierta influencia televisiva: José Galat (director del programa "Un café con Galat"), Robert O'Farrill (director del programa "El pulso de la Fe"), Luis Eduardo López Padilla (vetado en las arquidiócesis españolas de Valencia y Madrid y advertido en el arzobispado mexicano de Guadalajara), José Alberto Villasana (que ya ha acusado al Santo Padre Francisco de Antipapa), y entre nosotros Antonio Yagüe. No sé si cabría incluir a García de Polavieja, seguidor de la pitonisa Vassula Ryden, sobre cuyos mensajes ya advirtió la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La Iglesia desde San Agustín y San Jerónimo ha considerado que los mil años son el tiempo de la Iglesia, no hay un Reino intermedio con una Segunda Venida previa a una Tercera Venida de Cristo, y así lo recoge el Catecismo en los puntos citados:
Quizá convendría un artículo suyo al respecto, padre.
De todos modos, recomiendo vivamente el artículo del sacerdote doctor Miguel Antonio Barriola "EL REINO DE MIL AÑOS (APOC 2O, 1 - 1O) APORTES PARA SU INTERPRETACION", que puede encontrarse en la página feyrazon.org en que explica y rebate el milenarismo de Castellani.

¡Un saludo y felicidades de nuevo!
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JMI.-Gracias por sus informaciones.
Para los lectores en general creo yo que con atenerse al Catecismo 676 y 677 es muy suficiente.
23/11/14 10:28 PM
  
Juan Argento
Comparto un dato que puede ser util a otros lectores. La cita en el artículo de la catequesis de S. Juan Pablo II del 13-8-1986 me motivó a leerla. Al hacerlo, me extrañó inmediatamente la afirmacion:

Está claro que si Dios "no perdonó" el pecado de los ángeles, lo hace para que ellos permanezcan en su pecado,

Como ya he notado muchas veces errores en las traducciones en castellano de vatican.va, hice lo mismo que esas veces: comparar con la version original en italiano:

È chiaro che se Dio “non perdona” il peccato degli angeli lo fa perché essi rimangono nel loro peccato,

Lo cual demuestra que el texto castellano correcto es:

Está claro que si Dios "no perdonó" el pecado de los ángeles, lo hace porque ellos permanecen en su pecado,


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JMI.-La primera mala traducción, al español, es de Juzgado de guardia.
Aquí sí que se cumple el adagio italiano: traduttore, traditore.
23/11/14 11:36 PM
  
Adn
Sí, pero cuidado con las manipulaciones ideológicas. Cuántas ideologías mundanas, a veces tan poco cristianas, han usado el grito de Cristo Rey para fines espúreos. Y han convertido al reino de Cristo en excusa para la detentación del poder al modo del mundo. El poder de Dios, el verdadero poder es el servicio, el que hace de los últimos los primeros, el que "derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes." El que cuando le ofrecen todos los reinos de este mundo (satánica tentación) dice "al Señor tu Dios rendirás homenaje y solo a él solo prestarás servicio".
Cuidado con las interpretaciones mundanas del Reinado de Cristo.
Por eso es magnífica y muy pertinente la frase de hoy del papa.
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JMI.-Toda advertencia sobre posibles errores hace un buen servicio.
De todos modos, creo yo que el peligro de lo que Ud. dice hoy se da en grados mínimos "de hecho". Pero que también es "como doctrina" algo muy ajeno al pensamiento actual de los cristianos. Nadie quiere una teocracia, ni siquiera disimulada. Nadie quiere que por invocar el nombre de Cristo le voten y le paguen tributo. Por no haber, ni siquiera hay partidos políticos católicos (casi en ninguna parte) que exijan votos y ayudas para poder "servir" en el nobilísimo "servicio" de la política a Cristo Rey.

Otra cosa es (en una cierta medida que no conozco del todo) lo que se da, por ejemplo, hoy en Hungría, donde el Jefe de Gobierno, Viktor Orbán, con el partido que le apoya, quiere que ciertas leyes criminales, abiertamente contrarias a Cristo Rey y a la tradición cristiana de Hungría, se instalen allí obligadas por presiones muy fuertes de la Unión Europea.

No incurren por eso en el peligro que Ud. señala, y que en algunas épocas y naciones ha sido muy verdadero, de "convertir el reino de Cristo en excusa para la detentación del poder al modo del mundo. El poder de Dios, el verdadero poder es el servicio", etc. Como Ud. bien sabe, gobernar es un "servicio", uno de los más benéficos en el orden natural, que puede hacerse al bien común del pueblo. Y gobernar teniendo en cuenta en las leyes las grandes doctrinas de Cristo (monogamia, p.ej.), no es abusar del poder, exigiendo para el César lo que es de Dios, o entendiendo el "servicio" como explotación de los súbditos. No es eso, o al menos no tiene por qué serlo.
24/11/14 12:02 AM
  
Bernardita
Sr. Frutos, ante todo gracias por sus datos, pero creo que hay que tener cuidado con tachar al p. Castellani de milenarista con cierta ligereza, pues no se trata de un autor apresurado en sus juicios, ni mucho menos. Con respecto al tema, él mismo respondió a sus acusadores en vida, con bastante claridad, y creo que sería justo tenerlo en cuenta en este debate:

"Otra cosa que es forzoso aclarar. Hallamos en muchos autores, incluso “serios”, el aserto de que “el milenismo ha sido condenado”. O “lo será”. O “debe serlo”. Es falso.
El milenismo carnal o “kilialismo” SÍ: ha sido condenado. ¿Dónde?
No hay ningún decreto Conciliar o Pontifical condenatorio dél, que nosotros sepamos. En la recopilación del Denzinger se nombra ciertamente a Kerinthos, pero no como milenista sino como negador de la divinidad de Cristo -como muchos judíos actuales, Kerinthos parece haber aceptado a Cristo como Mesías o Profeta, pero no como Hijo de Dios- en la condena a los Ebionitas (“Ebionem, Cerinthum, Marcionem, Paulum Samosatenum, Photinum… qui… Jesu Christum Dóminum Nostrum verum Deum ese negaverunt…) en el Decreto para los Jacobitas del Concilio de Florencia, 1483, Denz. 720.
Los que hubieren leído los 12 tomos del Mansi, si acaso han hallado la condena expresa del milenismo carnal, haríanos favor nos la indicando.
Pero el Kilialismo Kerenthiano está seguramente condenado en los escritos de los Santos Padres; en lo que llaman “el magisterio ordinario”. Ni una sola línea de las que escribió Kerinthos nos ha llegado; lo cual puede explicar la ausencia de condena expresa y formal. No conocemos propriis términis la herejía de Kerinthos.
Los santos padres se desencadenan contra ella, algunos con verdadera furia; por su afirmación de que habría bodas después de la resurrección (entre resurgidos); contra la afirmación del Evangelio; Lc. XX, 27.
El milenismo espiritual por el contrario no ha sido condenado, ni jamás lo será: la Iglesia no va a serruchar la rama donde está sentada; es decir, la Tradición.
Hubo hace poco dos decretos disciplinares para la América del Sur de una sacra Congregación Romana en que se prohíbe enseñar como “peligroso” (sin condenarlo como “erróneo”) una especie de milenismo. ¿Qué especie?
Aquel que sostiene que “Cristo reinará corporalmente en la tierra”, dice el primer decreto informativo al arzobispo de Chile; “visiblemente”, corrige el 2° decreto, extendido a toda la América del Sur (11-VII-1940 y 28-VII-1944).
La corrección del adverbio “corporáliter” sustituido por “visibíliter” es fácil de comprender. El alegorista que redactó el primer decreto no advirtió quizá que sin querer se condenaba a sí mismo. En efecto, los alegoristas o antimilenistas sostienen como hemos visto que el profetizado Reino de Cristo en el universo mundo es este de ahora, es la Iglesia actual tal cual. ¿Y cómo reina ahora Cristo en este reino? Reina desde el Santísimo Sacramento. ¿Está allí corporáliter? Sí.
Había que corregir rápidamente eso. Está pues prohibido enseñar en Sudamérica que Cristo reinará visiblemente desde un trono en Jerusalén sobre todas las naciones; presumiblemente con su Ministro de Agricultura, de Trabajo y Previsión y hasta de Guerra si se ofrece. Muy bien prohibido. Teología a la Fulton Sheen. “Teología para negros”, llama a esta fabula Ramón Doll. Con perdón de los negros.
Ningún Santo Padre milenista -y hay muchos, como hemos visto- o quier escritor actual serio, ha descripto así el Reino de Cristo. Simplemente no añaden nada de su cosecha, que sería temeridad, a lo que el Evangelista y los Profetas dicen; y ellos no dicen tal cosa.
Uno es libre de imaginar como quiera o pueda el futuro Reino; pero no de “enseñar” sus propias imaginaciones.
Yo no enseño “ni huno ni hotro, ch’amigo”: ni a Kerinthos ni a San Ireneo: tengo otras cosas que enseñar. (Con pesar me veo obligado a hablar de mí, porque una persona que enseña, y por cierto con (cierta) autoridad, me ha difamado enseñando autoritativamente que soy milenista.)
Quisiera ser San Ireneo de Lyon. No me da el cuero para tanto. No tengo talento suficiente para zanjar un problema tan difícil. Lo que en mi fuero interno para mí tengo, eso es cosa entre Dios y yo; que no le incumbe nada al desaprensivo difamador.
Dije arriba que la Iglesia NUNCA CONDENARA el milenismo espiritual; y he aquí mis razones:
La Iglesia enseña que las dos fuentes de la doctrina revelada son la Escritura y la TRADICION. La tradición de la Iglesia Primitiva (la más importante de todas) durante cuatro siglos por lo menos ha sido milenista. Aunque fuese una tradición “dudosa” (como dicen y no parece) la Iglesia Romana no se arriesgaría a condenarla; incluso por simple “política”; quiero decir, buen gobierno. Condenarla sería como guadañarse los pies queriendo guadañar la cizaña.
Los Protestantes niegan la Tradición como fuente autoritativa. Cuando estallo el gran movimiento de la Reforma, dos doctores protestantes, Dellaeus y Dedóminis, argumentaron contra la Tradición diciendo: la Tradición primitiva se equivocó, pues sostuvo el milenismo, el cual es falso, según la Iglesia romana deste tiempo. Si la Iglesia romana condenara el milenismo espiritual haría bueno el argumento de Dellaeus. Y ya no se podría saber seguro cuál cosa es “tradición” y cuál no era tradición.
Y tampoco se podría saber cierto cómo interpretar la Escritura; porque si todo el Cap. XX del Apokalipsi es “mishdrash”, o sea, puro mito o alegoría ¿por qué no lo será todo el Apokalipsi? ¿Y por qué no toda la Escritura, si vamos a eso? ¿Por qué no la resurrección de Cristo? ¿Por qué no su nacimiento partenogénico? Eso dicen hoy día los “Teólogos” modernistas y protestantes liberales. Dicen que son solamente símbolos o metáforas, no realidades.
Un último punto curioso deseo brevemente relevar: muchos de los actuales alegoristas, si no todos, son en el fondo milenistas carnales. En efecto, negando el postparusáico Reino de Cristo, se ven obligados a reponer el cumplimiento de las profesias en un futuro gran triunfo temporal de la Iglesia antes de la Segunda Venida; o sea, en una “Nueva edad Media” (ver Berdiaeff y también R. H. Benson en “The Dawn of All”) con el Papa como Monarca Temporal Universal, comandando ejércitos de alegres “jocistas” en bicicleta y camiseta sport… Coinciden con el sueño de la Sinagoga antes de la Primera Venida.
Coinciden también con la extraña visión de milenismo ateo de Carlos Marx; no menos que con las barrocas promesas de la muy extendida secta protestante judaizante llamada en Norteamérica “la Nueva Dispensación”. Son todos pájaros de la misma pluma.
Lo último de lo último que debieran (o no debieran) hacer, es tacharme a mí de “milenarista” como dicen ellos."

(ALCAÑIZ S. J. – CASTELLANI, “La Iglesia patrística y la Parusía”, Ed. Paulinas, 1962, Buenos Aires, pp. 349-353)
24/11/14 12:45 AM
  
M. Virginia O. de Gristelli
Gracias por este tan necesario artículo, padre.
Ciertamente es urgente recordar la doctrina que funda la fiesta que celebramos, y que muchos confunden con un mero título "ornamental" de Ntro. Señor.
¿Por qué será que cada vez que se lo menciona como Rey hay que hacer mil aclaraciones (que no es totalitario, que no le interesa el poder, que siempre salvaremos el respeto y el pluralismo, etc.etc..), que sin embargo no se preocupan en hacer cuando lo invocan alegremente como "Jesús Obrero", como si en ese caso no hicieran falta salvedades y no diese también pie para graves manipulaciones ideológicas.
24/11/14 1:18 AM
  
gabriel
Brillante padre. Agradezco mucho sus trabajos y análisis.
24/11/14 5:08 AM
  
Palas Atenea
El grito de Cristo Rey comenzó a utilizarse después de la Revolución francesa. Si te refieres a "ideologías mundanas" te estarás refiriendo a los vandeanos, los carlistas y los cristeros. Que fueran ideologías mundanas no está tan claro. Es obvio que si el gobierno prohíbe el culto y alguien obedece la Ley de Dios y santifica las fiestas está proclamando a Cristo como autoridad y como legislador. Si un médico se niega a practicar abortos y eso tiene consecuencias para él-despido, ostracismo, etc...-aunque no lo diga está aclamando a Cristo como rey. Las aldeanas rusas, presas en el GULAG, que el día de Pascua de Resurrección se negaron a trabajar también estaban gritando ¡Viva Cristo Rey!. Todo aquel que obedece la Ley de Dios por encima de la de los hombres proclama a Cristo como Rey. Esa es la razón de lo molestos que somos los cristianos.
Ahora bien "guerrilleros de Cristo Rey", que fue una organización paramilitar es otra cosa, el nombre de Dios pueda tomarse para cualquier cosa, pero el significado espurio no debe anular al verdadero.
24/11/14 9:19 AM
  
Roberto
Un artículo muy interesante para, los que estamos metidos en estas cosas de la teología es un tema apasionante.
Lo que ocurre, a mi modo de ver, es que para que se de una auténtica conversión al Evangelio hay que estudiar mucho, leer, orar, discernir, trabajarte mucho por dentro, encontrar tu lugar en la Iglesia...........la mayoría de los mortales bastante hace con meter la cabeza en el mundo laboral para poder sobrevivir y estas cosas les vienen demasiado grandes.
Es algo que me hace que pensar, ¿que opinais?
24/11/14 11:22 AM
  
Palas Atenea
Pues opino que tienes razón. La situación actual hace que ya no sea posible la fe sencilla de nuestros mayores, apoyada en la oración y la práctica de los sacramentos. Hoy en día los cristianos necesitamos profundizar la fe y estar alerta porque los ataques vienen por todos los lados, desde los ateos a los buenistas. Tanto para unos como para otros el hombre se controla a si mismo, lo cual no es cierto.
La imagen de Cristo que aparece en la Parusía no la tienen en cuenta porque, para los primeros Dios no existe, y, para los segundos no hay ovejas y cabras que separar porque el Infierno no existe.
Eso nos complica mucho la vida porque necesitamos conocer el catecismo por nuestra cuenta, que ahora ya no se enseña sistemáticamente, leer y meditar en un mundo que cada vez tiene más ruido de fondo. Cada vez se necesitan más cristianos de calidad, entendiendo por tales a los mejores preparados, cuando las exigencias del mundo son cada vez mayores y las ciencias han desbordado a las humanidades.
24/11/14 1:33 PM
  
Frutos
A Bernardita: El padre Castellani fuerza en algunos momentos los escritos de los Padres e incluso quiere ver en San Agustín un milenarista, cuando en este tema desechó el milenarismo, que al principio abrazó, para darle la razón a San Jerónimo. Es muy conveniente leer el artículo que he mencionado en el comentario anterior, pero como probablemente no se haga, transcribo estas palabras esperando que don José María Iraburu no se moleste por la extensión: "Castellani, suele ampararse en los Padres de las primeras edades, como tradición más genuina respecto a la de los siglos posteriores.. Por esa misma razón conjetura que el magisterio de la Iglesia no "puede ni podrá nunca" condenar al milenismo espiritual, si no quiere serrucharse la rama en que se asienta". Ante todo, para que la unanimidad de los Padres en torno a una doctrina sirva de criterio indicador de una revelación divina al respecto, ha de versar sobre materia de fe y de costumbres, debe aparecer como constante, en diversidad de Iglesias, escuelas y épocas, en una mayoría no matemática, sino moral. Ahora bien, es difícil de verificar esta unanimidad moral. Para más, a veces se dan unanimidades, que después se cambian en el tiempo, por mayor profundización, tal como apuntaba Franzelin, en las citas arriba transcritas." Y aquí transcribo esa cita del cardenal Franzelin, autoridad indiscutible sobre la Tradición, que señala el autor del artículo: "A partir de aquel tiempo en que la inteligencia de la doctrina y dogmas católicos fue explicada y cultivada en grado máximo, desde el comienzo del siglo IV y en el siglo V, en los cuales florecieron casi todos los máximos doctores de la Iglesia, esta supuesta Tradición apostólica y la inteligencia verdadera del sentido obvio de las Escrituras y del mismo símbolo, no sólo se oscureció cada vez más y fue dada al olvido, sino que se vio combatida y rechazada por todos los doctores, en cuyas obras todavía aparece alguna mención de este asunto, ¿habrían conspirado unánimemente los doctores para desviar la Escritura de su sentido claro y obvio hacia explicaciones más difíciles, figuradas y (en hipótesis) falsas, toda vez que se trata de los últimos días, no sólo en uno u otro pasaje, sino en muchos libros del Antiguo y Nuevo Testamento? En la Iglesia universal, cuando se explica al pueblo ya en las catequesis e instrucciones, ya en las escuelas la segunda venida de Jesucristo, la resurrección de los muertos y el último juicio, se habría ocultado constantemente y por todas partes, al menos a partir del siglo IV?, la verdad transmitida por los Apóstoles y en su lugar se habrían enseñado cosas que no pueden componerse con aquella verdad. Pero no hay quien pueda entender cómo todo esto pueda ser compatible con la economía de la Tradición y con la prometida asistencia del Espíritu Santo, que preserva del error a la inteligencia católica, guiándola hacia toda verdad. Sin duda, puede haber y hay verdades, que, transmitidas primeramente implícita y más oscuramente en la predicación de los Apóstoles, o una doctrina comprendida primitivamente más por costumbre práctica que en teoría, alguna vez hayan sido ocasión de controversia dentro de los mismos confines de la Iglesia; pero, una vez nacida (tal controversia), poco a poco fueron explicadas y declaradas más lúcidamente, hasta que pasaron al universal consentimiento de toda la Iglesia. . . Pero nunca sucedió, y es imposible que pase, dada la economía de la Tradición, que, en orden inverso, un artículo de la fe, comprendido al principio explícitamente y en sentido claro y obvio en la predicación eclesiástica y la inteligencia católica, después, habiendo surgido tal vez una controversia, retroceda hacia la oscuridad, pase al disenso y que, por fin, prevalezca contra él un consenso opuesto y negador, la cual negación, para más, domine sin contradicción en la iglesia universal de Dios a través de muchos siglos, en milquinientos años . Por lo tanto, según el mismo primer principio de la interpretación católica se demuestra que aquella claridad de las Escrituras, de la que se jactan los quiliastas, no es más que aparente, y en realidad de verdad, en aquellos mismos pasajes, por su misma aparente claridad hay mucha oscuridad latente; no menos se demuestra esto, de lo que tratamos aquí, a saber: que aquella antigua doctrina anterior al siglo cuarto no fue un consenso católico"". Y ya puestos, cito aquí a nuestro bue Papa Emérito, que en su libro "Escatología" dejó esto escrito: "El no frente al quiliasmo significa que la Iglesia rechaza la idea de una plenitud definitiva de tipo intrahistórico o la idea de una perfección interior de la historia en sí misma. Esto quiere decir que la esperanza cristiana no implica concepto alguno de una plenitud interior a la historia. Esa esperanza expresa, por el contrario, la imposibilidad de que el mundo llegue a la plenitud interior. Los distintos elementos conceptuales que sobre el fin del mundo proporciona la Biblia, tienen en común precisamente el representar un rechazo de la esperanza de una situación salvífica definitiva de tipo intrahistórico." Esto dice el Concilio Vaticano II en su "Lumen Gentium": «Cristo, para cumplir la voluntad del Padre, inauguró el Reino de los cielos en la tierra [...]. La Iglesia, o sea, el Reino de Cristo ya presente misteriosamente, crece visiblemente en el mundo por la fuerza de Dios» En definitiva, el milenarismo carnal está condenado, y el milenarismo mitigado, del que forma parte ese "milenarismo espiritual" defendido por Castellani, está rechazado por la Santa Madre Iglesia en su Catecismo (punto 676 y 677). El Milenio o el Reino son el tiempo de la Iglesia. Considerarlo un tiempo posterior y previo al Juicio Final, con una Segunda Venida previa a una Tercera, es sencillamente "milenarismo". Los más acérrimos defensores de Castellani en este punto han ido cayendo en desobediencias, vetos episcopales, acusaciones al Francisco de Antipapa, e incluso alguna que otra secta. Yo me quedo con San Agustín, San Jerónimo, BXVI y el Catecismo. Otros caminos no los recomiendo por peligrosos.
24/11/14 3:07 PM
  
Adn
Palas, hay más. No te olvides, por ejemplo del rexismo filo nazi de Degrelle.
24/11/14 4:20 PM
  
Rexjhs
Muchas gracias padre Iraburu. ¡Cuánta necesidad tiene la grey de que se le enseñe el dogma de la Parusía y de todos los signos, que ya estamos viendo los que, como Ud. dice, más atentos estamos en la oración y el discernimiento! Aconsejo a todos la lectura de los libros del gran D. Leonardo Castellani. No solamente Su apocalypsis de San Juan, sino Los papeles de Benjamín Benavides, y Su Majestad Dulcinea. Por cierto, esta última es una novela absolutamente profética, que, de manera increíble, narra cosas que estamos viviendo en estos mismos tiempos... Y no diré más. Da mucha pena ver obispos y cardenales que siguen creyendo que el Reino de Cristo se consumará con un triunfo de la Iglesia, y por eso se adhieren a los falsos milenarismos mundanos, de matriz marxista o liberal, rechazando que exista una enorme crisis en la Iglesia, una enorme apostasía silenciosa o problemas gravísimos de moral de los presbíteros. Todos ellos son profetas del Anticristo, y, cuando emerja la Iglesia falsa (San Agustín dijo que de la Iglesia auténtica saldrá la falsa, la que triunfará en el fin de los tiempos, cuyos latigazos ya comenzamos a sufrir) se irán con ella, porque tendrá las Iglesias llenas, y esos falsos pastores no pueden soportar quedarse sin grey, prefiriendo atraerse a las ovejas rebajando la moral y los dogmas. Un fuerte abrazo, padre Iraburu, y enhorabuena por su iniciativa Gratis date, donde se apuntan cosas interesantísimas sobre el Apocalipsis.
24/11/14 6:15 PM
  
fer
Estimado Adn, ¿podría por favor hacerme llegar esas 50 o 100 citas de Sagrada Escritura y Magisterio sobre que significa "Cristo Rey".?
Estoy interesado desde hace tiempo, pero pensé que era mucho leer tantos documentos.
Me da un poco de apuro, ya que puede pensar que me quiero aprovechar de su trabajo; pero al final me decidí, si los publicó. Esto me tranquilizó algo.
Aun que no fuera posible, le quedo agradecido.

Un cordial saludo de Fer.
24/11/14 8:22 PM
  
Palas Atenea
Adn: Sí, bueno, pero es inevitable que esas cosas sucedan. Siempre habrá quién entienda las cosas a su manera. La palabra caridad se degradó muchísimo porque la gente la confundía con las señoras del ropero de los pobres, ahora se dice amor. En realidad la caridad y el amor es lo mismo como bien dice Benedicto XVI en su encíclica "Deus Caritas est".


24/11/14 9:32 PM
  
Adn
Fer, ¿se dirige a mí? No entiendo su pregunta.
24/11/14 11:07 PM
  
Alexis Cuba
La gracia y la paz sea con ustedes:
Estimado Padre Iraburu, soy catequista y lector asiduo de Infocatolica, es la primera vez que comento, mantengo la esperanza en el retorno de Cristo, más tengo una duda, el Cielo y la Tierra desapareceran o serán transformados? Porque entiendo que existe todo lo que Dios ama y si algo deja de existir...
Por ello desearía que me despeje la duda para enseñar la fe católica.
Muchas gracias anticipadas :)

Dejo como post data los versículos que me ocasionaron está duda.

"Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros".(Apoc. 20,11) "Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más". (Apoc. 21,1)

"En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo". (Rom 8,19-23)

"Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios todo lo sometió bajo sus pies. Pero cuando él diga: «Todo está sometido», será evidentemente a excepción de aquel que le ha sometido todas las cosas.Y cuando el universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos". (1 Cor 15,28)
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JMI.-No sabemos más que lo que nos ha sido revelado. Es decir, lo que dice la Escritura y lo que enseña la Iglesia, p.ej., en el Catecismo, haciendo síntesis del entendimiento de la Tradición acerca de esos puntos de la Escritura.

Y tanto Escritura como Catecismo ya Ud. conoce perfectamente.
Yo más que eso no sé.
25/11/14 4:33 AM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Fer:

Es el Padre José María Iraburu, respondiendo a Adn, el que escribe "En mi artículo van, qué sé yo, 50 o 100 citas de Sagrada Escritura y Magisterio sobre que significa "Cristo Rey". Eso es justamente lo que cree-enseña la Iglesia. Y el Papa Fco, por supuesto".
25/11/14 12:53 PM
  
Gloria Irene ( Flavia )
Artículos así hacen un bien inmenso. Gracias, padre Iraburu. Es para meditarlo y comentarlo con calma (a la batalla espiritual aludí en mi conferencia en nuestro Encuentro Nacional de Pamplona), porque esta frase es de la mayor importancia:

"Estamos ahora, en la historia humana, dentro de una batalla espiritual enorme. Y lo primero que ha de hacer el cristiano es enterarse de ello"

Esa es la cuestión, que muchos prefieren seguir dormidos y no enterarse de nada, con lo cual no tendrán aceite en sus lámparas para iluminar su noche. Tal vez se comportan así por miedo, pero creo que ese miedo es suicida.

Voy a imprimir el artículo.
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JMI.-Bendición +
25/11/14 4:32 PM
  
Feri del Carpio Marek
A esta frase de su post quiero convertirla en oración:
«Todos los cristianos hemos de vivir siempre como si la Parusía fuera a ocurrir mañana mismo o pasado mañana.»

Como comentario aparte, cuando se habla del reinado de Cristo nos surge la dificultad psicológica, a quienes hemos crecido en familias y sociedades paganas, de conciliar un Cristo Rey, que a la vez es manso y humilde de corazón. De la misma manera que tenemos la dificultad psicológica para conciliar un Dios que castiga, que a la vez es misericordioso.

Conversión... no hay otra. Me parece escuchar unas palabras de Jesús, esta vez dirigidas a mí:

En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».

Rece por mí padre, quiero que el Señor me convierta, que saque todo el ego que llevo dentro y que me enseñe a amar de verdad.
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JMI.-Los fieles católicos recibimos TODAS las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia, sabiendo que, aunque algunas nos resulten incomprensibles, todas son expresión de la bondad-hermosura-misericordia de Dios, que tanto amó al mundo que nos entregó a su Hijo, y Él dio su sangre en la cruz por nosotros.

Aquellas verdades que nos resultan incomprensibles, inconciliables con la bondad de Dios, la compasión de Cristo, etc. las recibimos igual que todas las otras. Pero las dejamos a un ladito de nuestra mente (suspender el juicio) cuando no somos capaces de pensar en ella con paz.
NOS FIAMOS ABSOLUTAMENTE DE LA SABIDURÍA Y DE LA BONDAD Y EL AMOR DE DIOS.
26/11/14 2:26 AM
  
Catholicus
Apocalipsis 20
Los mil años

"20 Vi un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. 2 Prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. 3 Lo arrojó al abismo, lo encerró y puso un sello sobre él, para que no engañara más a las naciones hasta que fueran cumplidos mil años. Después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo.

4 Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar. Y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años."

Hay uno que dice que la Iglesia se dividirá en dos, entre los que esperan su venida y los que no.

Sea como sea, Viva Cristo Rey. El Señor viene y viene pronto.
26/11/14 1:23 PM
  
Feri del Carpio Marek
Gracias Padre, por sus palabras de consuelo y consejo.
26/11/14 1:37 PM
  
Catholicus
Lo que La Quas Primas enseña de esta manera:

"....Los testimonios, aducidos de las Sagradas Escrituras, acerca del imperio universal de nuestro Redentor, prueban más que suficientemente cuanto hemos dicho; y es dogma, además, de fe católica, que Jesucristo fue dado a los hombres como Redentor, en quien deben confiar, y como legislador a quien deben obedecer(24). Los santos Evangelios no sólo narran que Cristo legisló, sino que nos lo presentan legislando"...
...
"La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes." Encíclica Quas Primas. Cristo Rey. Pío XI

Juan Pablo II lo repite de esta (en lenguaje menos "combativo"):
"Sólo Dios, el Bien supremo, es la base inamovible y la condición insustituible de la moralidad, y por tanto de los mandamientos, en particular los negativos, que prohiben siempre y en todo caso el comportamiento y los actos incompatibles con la dignidad personal de cada hombre. Así, el Bien supremo y el bien moral se encuentran en la verdad: la verdad de Dios Creador y Redentor, y la verdad del hombre creado y redimido por él. Unicamente sobre esta verdad es posible construir una sociedad renovada y resolver los problemas complejos y graves que la afectan, ante todo el de vencer las formas más diversas de totalitarismo para abrir el camino a la auténtica libertad de la persona. "El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres" (CA, n. 44).
(Juan Pablo II. Veritatis Splendor, n. 99)

Y todo se resume bien en esta cita de Santo Tomás, que dice "todavía":

"Todo está sumido a Cristo en cuanto a la potencia, aunque no lo está todavía sometido en cuanto al ejercicio mismo de esta potencia" (Santo Tomás, III Pars. q. 30, a.4.)
26/11/14 2:30 PM
  
Maria
Ya viene y ya esta.
20/11/16 7:49 AM
  
Maria
¡Gracias por la nota ! Comparto las palabras de el P. Garrigou Lagrange sobre La Vida Eterna y la profundidad del alma, para acompañar la espera: "Aquí abajo nosotros no podemos más que enumerar las perfecciones divinas, unas después de otras, y no vemos de qué íntimo modo se concilian; cómo la infinita bondad se une con la permisión del mal y a veces de una espantosa malicia; decimos justamente que Dios no permite el mal más que en vistas
de un bien mayor, pero este bien mayor no le vemos en este mundo claramente. En el Cielo, por el contrario, todo se aclarará. Veremos todo el valor de las pruebas padecidas; veremos cómo se concilian íntimamente la infinita Misericordia; cómo entrambas se concilian en el amor increado de la divina Bondad; en cuanto Esta es esencialmente difusiva de sí misma, es el principio de la Misericordia; y en cuanto
tiene derecho a ser amada sobre todas las cosas, es el principio de la Justicia....
Pero los bienaventurados ven también en Dios, en el Verbo; ven la santa Humanidad que el Hijo único ha asumido y conservará para siempre, por nuestra salud. Contemplan en ella la gracia de la unión hipostática, la plenitud de la gracia, de la gloria y de la caridad de la santa alma de Jesús, el valor infinito de sus actos teándricos, el desmedido valor del misterio de la Redención, su irradiación, el valor infinito de cada Misa, la vitalidad sobrenatural de todo el Cuerpo místico, de la Iglesia triunfante, purgante y militante; contemplan con admiración lo que pertenece a Cristo, como a Sacerdote, por toda la eternidad, Juez de vivos y muertos, Rey universal de todas
las criaturas y Padre de los pobres. Asimismo, gracias a la misma visión beatífica, los Santos contemplan en Dios la eminente dignidad de
la Madre de Dios, su plenitud de gracia, sus virtudes, sus dones, su mediación universal de corredentora.
Y puesto que la bienaventuranza lleva aneja la reunión de todos los bienes legítimos, cada Santo en el Cielo conoce en Dios a los demás bienaventurados, sobre todo a los que han conocido anteriormente y
amado sobrenaturalmente.
Además, todo Santo ve, bien en Dios, bien fuera de Dios, por medio de ideas creadas, a los que están aún en la Tierra o en el Purgatorio, y que tienen con El una especial relación . San Cipriano (De immortalitate, c. 25) dice : «En la patria todos aquellos de los nuestros que han llegado, nos esperan, desean vivamente que nosotros participemos de la misma felicidad, y están llenos de solicitud por nosotros.»
La visión beatífica es, pues, un acto siempre idéntico, medido por el único instante de la inmóvil eternidad; es, por consiguiente, un acto inamisible, fuente de felicidad para los elegidos y, como veremos,
de su absoluta impecabilidad. "

Ven Señor Jesús. ¡Viva Cristo Rey!
20/11/16 8:25 AM
  
Rosa
Muy muy muy agradecida. Es como un bálsamo para los que coraza en mano navegamos contracorriente. Lo guardo para releerlo. Viva Cristo Rey!
20/11/16 9:36 AM
  
Maricruz Tasies
Gracias.
:)
Bendecido Adviento, padre I.
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JMI.-Bendición + Maricruz
20/11/16 2:32 PM

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