(184) La Cristiandad. La caballería medieval

(184) De Cristo o del mundo -XXVI. La Cristiandad. 7. La caballería medieval

–O sea que en la Edad Media los cristianos iban a caballo… ¿Es eso, no?

–Más o menos. Ahora le cuento.

La semejanza entre la vida religiosa y la vida laical se mantiene a lo largo de todo el milenio de la Cristiandad, más o menos del 500 al 1500. En estos siglos el hogar verdaderamente cristiano guarda una relativa homogeneidad con el monasterio, y a veces parece un convento por la piedad y la austeridad de las costum­bres. Nada tiene esto de extraño si sabemos que con frecuencia los hijos, especialmente los de los nobles, son encomendados a monjes, frailes o religiosas para que reciban una edu­cación in­tegral. La vida de los religiosos y la vida de los laicos es la misma, la vida en Cristo, vivida en modalidades diferentes. Y no es raro que algunos laicos, al tener ya cria­dos los hijos o al quedar viudos, se hagan religiosos o terciarios, o se retiren a un mo­nasterio al final de sus vidas –como todavía lo hace Carlos I de España a mediados del XVI–.

Pero no sólo es religioso el cuadro de vida del hogar. La Cristiandad medieval produce muchas formas vitales de intensa significación religiosa, evangeliza progresivamente todas las realidades temporales –fiestas y funerales, celebraciones gremiales y populares, iniciación de caballeros, unción de reyes y reinas, esponsales y bo­das, diezmos y bendiciones, campanas y procesiones–, y configura así un mundo suma­mente variado y colorido, envuelto en una atmós­fera sagrada.

La caballería cristiana se forma así en la baja Edad Media (XI-XV), impulsada en sus ideales por ese espíritu propio de la época, que tiende a dar formas visibles a las reali­dades espirituales. El per­fecto caballero es devoto de la Virgen y de la mujer, defensor de pobres y oprimidos, leal a su rey o señor, tan valiente como pia­doso, austero y frugal en su vida per­sonal, despreciador de las riquezas y cultivador de la virtud, cortés y celoso de las formas, es­trictamente sujeto a un código de honor con­suetudinario, defensor de la justicia e impugnador de toda injusticia, amigo del libro y de la espada, deseoso de realizar hazañas me­morables, para su propia gloria y la de Dios. Éste era el ideal de la caballería cristiana, que no afectaba sólo a nobles y caballeros, sino que extendía su influjo también sobre los bur­gueses y el pueblo llano.

El ritual para ser armado caballero da una buena idea de laprofunda religiosidad del ideal caballeresco. Se compone de una serie de oraciones y bendiciones, que evocan la consagración personal y la entrega de una profesiónreli­giosa o de una toma de hábito (De benedic­tione novi militis, en M. Andrieu, Le Ponti­fical Ro­main au moyen-âge, Città del Vaticano 1938-43, pgs. 447-450). La bendición de las armas, de la bandera, la entrega de ellas al nuevo caballero, con antí­fonas, lecturas y oraciones, expresan bellamente lo que el sacerdote exhorta, cuando da al caballero el beso de la paz: «Sé un soldado pacífico y valiente, fiel y devoto a Dios»... Todavía en 1522, cuando Ignacio de Loyola pasa del mundo al Reino, decide «velar sus armas toda una noche, sin sentarse ni acos­tarse, mas a ratos en pie y a ratos de rodi­llas, delante el altar de Nuestra Señora de Montserrat, adonde tenía determinado dejar sus vestidos y vestirse las armas de Cristo» (Autobiografía 17).

En opinión de Huizinga, «esta primitiva animación ascética es la base sobre la cual se construyó con el ideal caballeresco una noble fantasía de perfección viril, una esfor­zada as­piración a una vida bella, enérgico motor de una serie de siglos… y también máscara tras de la cual podía ocultarse un mundo de codicia y de violencia» (La crisis de la conciencia europea, Alianza 220, Madrid 1990, p.106). Sin duda en la caba­llería medieval hubo violen­cias y groseras rapiñas, mucha soberbia y no poca vanidad. Pero no sería lícito ignorar la fuerza de los ideales que la caballería medieval tuvo en la configuración concreta de la vida de los pueblos. Desde luego hay mucha más violencia, codicia y soberbia cuando «los ideales» que se propo­nen son el dinero y el sexo, el po­der y el placer desenfrenado, ajeno a toda norma. Esto es evidente.


Los arquetipos por los que una sociedad se guía tienen en su vida una importancia decisiva. El P. Alfredo Sáenz, S. J., argentino, expone esta idea de forma excelente en el capítulo Los arquetipos y la admiración de su libro Arquetipos cristianos (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2005, 5-16). Cuando los arquetipos vigentes, ampliamente expuestos por los medios de difusión, son hombres y mujeres muy atractivos, pero corruptos, sin Dios y sin esperanza de vida eterna, idólatras del dinero, del sexo y de la popularidad, el pueblo se va hundiendo en estos males. Cuando, por el contrario, los modelos socialmente predominantes son Cristo, la Virgen y los Santos, los más sabios y los mejores artistas, los caballeros celosos del honor de Dios y de su propia honra, el pueblo no queda, por supuesto, exento de pecados, pero sí reconoce a éstos como males, y su vida tiende hacia lo verdadero, bueno y bello. Es la situación propia del tiempo de Cristiandad.

Vidas de santos y libros de caballería. Las vidas de santos fueron muy apreciadas en la Edad Media, y en todas las épocas han sido siempre muy poderosas para iluminar la mentes y estimular los ánimos hacia la vida plenamente cristiana. Junto a ellas, en la baja Edad Media, los libros de caballería cumplieron un servicio al pueblo predominantemente positivo. Es cierto que había también en ellos crueldades y vanidades, y que en ocasiones, podían ser perjudiciales. Más tarde, en 1562, todavía Santa Teresa de Jesús, lamentaba que su madre le hubiera contagiado la «afición a los libros de caballería», que, llenándole el corazón de fantasías y ensoñaciones, le hicieron durante un tiempo «mucho daño» (Vida 2,1). Pero en general su influjo era benéfico, pues con frecuencia sus héroes eran cristianos de altos ideales.

Muchos caballeros medievales, y también hombres del pueblo, forjaron sus ideales y fantasías heroicas le­yendo, por ejemplo, las formidables hazañas del Maréchal Boici­caut, es decir, de Jean le Meingre (+1421), espejo de caballeros, cu­yas gestas se escribieron en 1409, viviendo él todavía. Pues bien, se describe a Boicicaut como a un hombre sumamente piadoso: «se levanta muy temprano y pasa tres horas en oración. Por prisa y ocupaciones que tenga, oye de rodillas dos misas todos los días. Los viernes va de negro; los domingos y los días de fiesta hace a pie una peregri­nación, o se hace leer vidas de santos o historias de héroes antiguos, romanos o no, y sos­tiene piadosos coloquios con otras personas. Es mo­derado y sencillo; habla poco y las más de las veces sobre Dios, los santos, la virtud o la caballería. También ha inculcado a todos sus servidores la devo­ción y la decencia y les ha quitado la costumbre de maldecir. Es un celoso defensor del noble y casto culto a la mujer… Con tales colores de piedad y con­tinencia, sencillez y fidelidad se pintaba entonces la bella imagen del caballero ideal» (Huizinga 103).

Las Órdenes de caballería realizaron en forma comunitaria y bajo reglas los ideales de la caballería medieval, con una especial profundización de sus motivaciones religiosas. Así nace, por ejemplo, la Orden de Santiago, en la que los caballe­ros-monjes, con sus mujeres e hijos, unen la vida laical y religiosa, profesan una Regla de vida, y se vin­culan por votos a guardar obediencia, pobreza y castidad conyugal –rasgo éste peculiar de la Orden de San­tiago, pues las otras Órdenes no admitían casados– (Derek W. Lomax, La Orden de Santiago [1170-1275], CSIC, Madrid 1965, 90-100).

La Orden militar de los Templarios nace en Francia, y poco después es aprobada por la Santa Sede en el concilio de Troyes (1128), en buena parte por la recomendación de San Bernardo. A ruegos del primer gran maestre de la Orden, escribe San Bernardo un tratadito De la excelencia de la Nueva Milicia (1132-1136 ?). «Éste es el nuevo género de milicia no conocido en los siglos pasados, en el que se dan a un mismo tiempo dos combates con un valor invencible: contra la carne y la sangre [por la vía ascética y sacramental] y contra los espíritus malignos que están esparcidos por el aire» [mediante las armas que impugnan a quienes oprimen en Tierra Santa a los cristianos]. Estos caballeros son dichosos en la vida y en la muerte. Son felices entregando su vida por el honor de Cristo y el bien de los cristianos. Y aún son más dichosos si en este empeño heroico mueren por Cristo.

Los grandes teólogos medievales aprueban con entu­siasmo este género de vida. Santo Tomás, por ejemplo, enseña que «muy bien puede fundarse una Orden religiosa para la vida militar, no con un fin temporal, sino para la de­fensa del culto divino, de la salud pública o de los pobres y oprimidos» (STh II-II, 188,3.

La crisis, sin embargo, que afecta el final de la Edad Media oscurece un tanto el ideal caballeresco, que va perdiendo la nobleza del ascetismo cristiano, y adquiere a veces ciertos rasgos un tanto paga­nos, que anticipan en cierto modo el estilo del caba­llero renacentista. De esta época del ideal caballeresco en decadencia eran aquellos libros de caballería que hicieron «mucho daño» a Santa Teresa.

Existió la Cristiandad. He dedicado varios artículos (178-184) a considerar en la Edad Media la vida cristiana en su relación con el mundo secular, una relación semejante y al mismo tiempo diversa en los religiosos y los laicos, pero que logra establecer una cultura cristiana, un mundo evangelizado, unas coordenadas mentales, sociales y espirituales inspiradas en el Evangelio de Cristo, el Panto-crator de las grandiosas catedrales medievales. También aquí podrá ayudarnos mucho el P. Sáenz, con su libro La Cristiandad. Una realidad histórica (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2005, 219 pgs.)

Aunque recientemente, al elaborarse la nueva Constitución Europea, fuerzas laicistas y masónicas hayan puesto todo su empeño en negar las raíces cristianas de Europa, es un dato histórico evidente que el Evangelio impregnó profundamente el mundo secular de Europa durante un milenio de Cristiandad. Como también es evidente que de las huellas formidables de aquel mundo procede la mayor parte de la verdad, bondad y belleza que aún existen en Occidente, sin que los muchos horrores culturales, sociales y estéticos traídos por la apostasía moderna hayan logrado su destrucción total. Éste ha sido el juicio histórico de los Papas.

León XIII: «Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde, y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de estos beneficios, y quedará vigente en innumerables monumentos históricos, que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá desvirtuar u oscurecer» (enc. Inmortale Dei, 1-XI-1885, 9).

San Pío X: «No, la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe, es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos, contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana de la revolución y de la impiedad» (Cta. apt. Notre Charge Apostolique, 25-VIII-1910, 11).

Pablo VI, concretamente, sobre la Italia medieval: «No olvidamos los siglos durante los cuales el Papado vivió su historia, defendió sus fronteras, guardó su patrimonio cultural y espiritual, educó a sus generaciones en la civilización, en las buenas costumbres, en la virtud moral y social, y asoció su conciencia romana y sus mejores hijos a la propia misión universal [del Pontificado]» (Disc. al Presid. Rep. Italia, 11-I-1964).

Benedicto XVI, lo mismo que Juan Pablo II, ya desde antes de ser elegido Papa, ha hecho grandes esfuerzos para preservar en la conciencia de los europeos, y también en los textos de la nueva Constitución Europea, el reconocimiento del Cristianismo en la verdadera identidad histórica de Europa. Siendo todavía Cardenal Ratzinger, en el libro Una mirada a Europa (1991), en el estudio Libertad y verdad (1995), en la conferencia Europa, política y religión (Berlín 2000 y Roma 2004), como también en una conferencia en Subiaco (2005) y en varias ocasiones más recientes, mostró claramente que la pretensión de fundamentar Europa únicamente sobre la Ilustración, negando sus raíces cristianas, era una falsificación profunda de la identidad histórica europea. La filosofía racionalista, positivista y relativista de la Ilustración es una mutilación de la razón humana. Y la afirmación de una libertad desvinculada de la verdad acaba anulando la libertad personal y colectiva. Pero, en fin, ya trataremos del tema en su momento. Ahora estamos examinando la Cristiandad, y concretamente la Edad Media.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

7 comentarios

  
Dr. Sonnel
Preciosa serie de artículos. Le comento que estuve usando el Catecismo y su serie de artículos sobre la gracia y los errores contra ellas (fundamentalmente pelagianismo y semi pelagianismo) para hablarles a unos matrimonios amigos del matrimonio como sacramento (creo que sin lo previo de la concepción católica de la gracia, la propia del sacramento se escapa). Espero no haber dicho ninguna macana.

Seguramente no volveremos a la edad media, pero podremos vivir en algún momento una nueva edad donde Cristo sea Rey (edad de la que quizas pequeñas acciones inspiradas y sostenidas por Dios, aunque no las veamos, comienzan a prestar sus raices) o deberíamos pensar que entramos en los últimos tiempos..? Hago la pregunta y me respondo a mi mismo que solo el Padre sabe el tiempo y la hora y que debemos hoy hacer inspirados, sostenidos y guiados de la Gracia todo lo que esté a nuestro alcance para detener hoy el mal cualquiera sea el plan de Dios. Pero de todas maneras, quizás mi reflexión es absolútamente insuficiente, y agradecería su iluminación.
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JMI.-No nos ha sido revelado cuándo serán los últimos tiempos. Imposible iluminarle sobre estos temas. Cordial saludo en Cristo.
05/07/12 10:06 PM
  
Emiliana
Padre este artículo sobre la caballeria medieval está muy hermoso, he leído al padre Saenz, y uno queda completamente enamorado de la edad media, pues aunque a mí, que soy modelo 70, toda la historia que me enseñaron a nivel de colegio y universidad, siempre esa época fue la peor, oscura y barbara, uno empieza a entendre que justamente en esos 1.000 años, fue que se formó el hombre actual, con todo y pecado, porque se tenía en cuenta a Dios para todo. Luego desde el renacimiento, la meta fue sacar a Dios de la vida del hombre y allí vamos, el objetivo es invertir todo el Plan Divino, familia, vida, esencia del genero, arquetipos, belleza, libertad, fraternidad, justicia, etc, etc, etc...

Con respecto a lo que comenta el Dr. Sonnel, si que estamos viviendo la apostasía, el fin no lo sabemos, pero el aire que se respira si que lo logramos descifrar (caldo de cultivo para el anticristo)entonces me parece que un librito que está en la Fundación Gratis Date (entre muchos), que se llama "El Apocalipsis según Leonardo Castellani" justamente del P.Sáenz, ilumina mucho nuestro momento actual. Y unas palabra que le escuche a un filosofo argentino, hablando de lo que debiamos hacer en estos momentos de iniquidad, era que -"deberíamos ser como los benedictinos, invernar con la cultura, guardar la VERDAD, saber que la iniquidad ya fue vencida hace 2012 años y ser muy optimistas...guardarla y ella florecerá, porque JESUS VENCIO EN LA CRUZ. Nada más"- Padre a que usted adivina quién es este filosofo argentino..? Bueno y este blog es un verdadero tesoro en el que la VERDAD está para el que la quiera aceptar.
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JMI.-De la victoria final de Cristo estamos ciertísimos, porque Él la profetizó, y su palabra es la verdad. Y también estamos ciertos, lo decimos cada día varias veces en las oraciones litúrgicas, "que junto al Padre y el ESanto, VIVE Y REINA por los siglos de los siglos". Amén.
06/07/12 2:58 PM
  
José Luis
Sonnel: "...pero podremos vivir en algún momento una nueva edad donde Cristo sea Rey"

Lo podemos ver de otra forma, no esperar un futuro, donde Cristo es verdadero Rey desde que vino al mundo y para toda la eternidad. Desde toda la eternidad es Rey Porque el Padre: Dios, y el Hijo es una Sóla Persona en la Santísima Trinidad.

Debemos pensar, Cristo es Rey de mi corazón, de nuestros corazones, si estamos convencido de esto. Nuestro corazón no aceptará nada mundano, pues todo lo mundano sempre perjudica la fe de los creyentes, son muchas cosas. Por eso, aceptando a Cristo nuestro Rey a María Santísima como nuestra Reina y Madre, siempre estaremos pendientes de la Volundad de Dios.

Ese momento todos lo vivimos cuando estamos en Gracia de Dios.

¿cuándo serán los últimos tiempos?

«Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»
»Él les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su Autoridad» (Hechos 1, 6-7)

A nosotros no nos toca conocer esta respuesta, mejor aún vivamos el tiempo presente, como si fuera el último día, desprendido totalmente de las cosas terrenales.

Yo no sé cuándo será el fin de mi vida, podría ser sin saberlo, de aquí a media hora por ejemplo, ya no esté en este mundo, por eso, debo mantenerme bien alerta, porque si no es dentro de treinta minutos, puede ser en otro momento, pero vivir en santa amistad con Dios, no dejarnos conquistar por las tentaciones, estamos más cerca de Dios.

A propósito de tentaciones, en el mercado venden un producto, que dice, "déjate tentar", enseguida me aparto. Porque el consentir a la tentación de la gula, por ejemplo, es como que alguien te invita, "deja que el demonio sea parte de tu vida" y de ninguna manera.

Mundo, demonio y carne, son tres enemigos de nuestra alma, y ningún trato haremos con estos tales. Pues Cristo sí, es nuestro Rey Verdadero, nuestro Bienhechor, Nuestro Salvador, Cristo lo es todo para nosotros. Y con Cristo, tambíén la Santísima Madre de Dios.

Por otra parte, la vida de los Santos sigue siendo de muy actualidad, y las enseñanzas del Papa.

Los libros de caballería en su tiempo, y hoy podría decirse, libros de aventuras, ya no me llaman la atención. Cuándo vivía lejos de Cristo, hubo un tiempo, en que los libros de aventuras, de pistoleros, del oeste, parecían interesante, y esto porque no tenía a Dios en mi vida. Pero cuando el Señor tuvo misericordia de mí, y por intercesión de la Santísima Madre de Dios, le debo a Ella mi conversión, ya que Cristo la envió para salvarme. Y cuándo más disfrutaba de la oración, más aburridos eran esos libros y novelas de aventuras, me aburría intensamente hasta el agotamiento, lo dejé, sin embargo, los libros de vidas de santos y su doctrina, también me ayudaron a encontrar la alegría en el Señor.

Es cierto lo que dice arriba, el daño que padeció Santa Teresa de Jesús, por aquellos libros, pues no ayudan a la vida de fe.

Mi primer libro favorito es la Santa Biblia, muchas veces lo he leído desde el Génesis hasta el Apocalipsis, pero empecé dejar de leer, el libro de los Números, y de la Biblia, los Santos Evangelios; San Juan y sus epístolas, San Pablo, etc. Bueno, todo el Nuevo Testamento.

Cualquier cristiano que ponga todo su corazón en la Palabra de Dios, llegará un momento, en que romperá todo trato con lo mundano, y por eso, se puede conseguir con la oración. Con el corazón y la mirada fija en Dios.
06/07/12 4:33 PM
  
Juan Mariner
La nobeza medieval, y ya en la edad moderna, era una convencida y ferviente cristiana. El caso de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier son el paradigma de una clase dirigente nobiliaria y militar convencida de lo que hacía; en las familias nobles, la fe cristiana estaba por encima de todo sin intereses torcidos e hipocresías.
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JMI.-Y en esos mismos años, el Duque de Gandía, SFrancisco de Borja. SLuis Gonzaga, hijo de los príncipes de Castiglione. Etc.
07/07/12 12:53 PM
  
Ricardo de Argentina
Es cierto lo que dice Juan MAriner, a lo que agregaría yo que en España se postergó un poco la decadencia de la caballería y de los ideales de la Cristiandad con relación al resto de Europa. Pero ya en el siglo XVI el resquebrajamiento de la estructura de la Cristiandad sonaba estruendoso.
La obra magna de Cervantes, El Quijote, es una denuncia de esta situación descripta con trazos geniales y magistrales, no exentos de añoranza. Como todo buen artista, él supo captar el sino de su tiempo y por eso su legado es imperecedero. Él se dio cuenta que la Historia estaba pegando un viraje esencial.
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JMI.-..."en España se postergó"...

Efectivamente. Los caballeros de España no se implicaron apenas en las Cruzadas en Tierra Santa, que terminaron a fines del s. XIII, porque en la misma península tenían que luchar para liberarla de la invasión islámica. En esta misión las Órdenes de Caballería hispanas tuvieron una función muy importante. Y la reconquista finalizó dos siglos más tarde que las Cruzadas, en 1492, con la toma de Granada por los Reyes Católicos.
08/07/12 7:59 PM
  
Claudio
Estimado Padre:
Muchísimas gracias por sus artículos.
Muchos no ven compatibilidad entre la vida de Fe y la Milicia.
Comparto la carta enviada por el Teniente Don Roberto Estevez a su padre antes de partir a la operación militar (llamada "Operación Rosario") que recuperó nuestras Islas Malvinas en al año 1982.
Cayó en combate dos meses después,luchando contra los paracaidistas británicos.

Resume muy bien en espíritu de Caballería, de amor a la Patria,Etc,que recibimos de nuestra Madre en la Fe, España.Esto produce la Doctrina católica no adulterada (liberal,semipelagiana,Etc)en un profesional militar.

No creo poder encontrar una carta similar en algún soldado de los EEUU o Inglaterra.

++++
Sarmiento, 27 de marzo de 1982
Querido papá,
Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en cumplimiento de mi misión. Pero fijate vos, ¡que misión? ¿no es cierto? ¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía?. Dios, que es un Padre Generoso ha querido que éste, su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria.
Lo único que a todos quiero pedirles es:

1) que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo.
2) que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza y, muy importante,
3) que recen por mí.

Papa, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero que hoy debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de bien nacido; gracias por creer en el honor; gracias por tener tu apellido; gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.
Hasta el reencuentro, si Dios lo permite.
Un fuerte abrazo.
Dios y Patria ¡O muerte!
Roberto

10/07/12 3:46 PM
  
María
Fortaleza es Capacidad de Resistencia....Capacidad de constancia y Capacidad de Humildad.
Los Buenos jefes militares, no dejan nunca OCIOSOS a sus soldados en Tiempo de Operaciones.
Así Hace DIOS como Excelente Capitán,.. No quiere dejarnos en una Paz peligrosa, mientras somos hijos de una Iglesia MILITANTE.
Si no tuviesemos dificultades....la FE, la Esperanza y la Caridad.....Serían una especie de Centinelas dormidos....en un FRENTE MUERTO".... Y eso..... no es prcisamente lo que DIOS quiere que sea nuestra Vida.

Saludos
12/07/12 11:32 PM

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