(59) Grandes rebajas del cristianismo –III. pelagianismo actual. 1
–Deles duro a los pelagianos, que a mí me caen muy mal.
–Lo mismo me sucede a mí. Voy a por ellos.
Pelagianismo. Ya caractericé (56) esta herejía de Pelagio, formulada a comienzos del siglo V: la naturaleza humana está sana, no está profundamente herida por un pecado original, y no necesita estrictamente del auxilio sobre-natural de la gracia de Cristo. Nuestro Señor Jesucristo es por tanto para nosotros causa ejemplar de la salvación, pero no causa eficiente. Optimismo antropológico: querer es poder. Devaluación consecuente de la oración de petición, de la necesidad de los sacramentos, etc. Y recordé también la rápida respuesta de la Iglesia a esta herejía, afirmando la primacía de la gracia y su necesidad continua.
El pelagianismo es una herejía permanente que, al paso de los siglos, se produce en la Iglesia con formulaciones renovadas, que son siempre «los mismos perros con distintos collares». Algunos de los errores de Abelardo (1079-1142), p. ej., eran de sentido pelagiano (Denzinger 725, 728). Los pelagianos de hoy, aunque no suelen orientar su optimismo antropológico hacia un ascetismo fuerte –como al parecer lo exhortaba Pelagio, monje ascético y riguroso–, mantienen en todo caso las tesis pelagianas fundamentales.
Arrianismo-pelagianismo. También hice notar que arrianismo (Jesús es hombre, no Dios) y pelagianismo (no es necesario el auxilio sobre-natural de la gracia) van juntos. Ya vimos (58) que, según el P. Sobrino, cuando se considera la salvación que ofrece Jesucristo, «no se trata de causalidad eficiente, sino de causalidad ejemplar». Esa frase es una muestra en la que se comprueba que la cristología arriana lleva necesariamente al pelagianismo. Ambas herejías se exigen mutuamente. Y ambas son una gran rebaja naturalista del cristianismo, muy apta para los cristianos que ya cayeron en la apostasía o que están próximos a ella. Por eso, comprobada ya la vigencia del arrianismo dentro de la Iglesia actual (58), comprobemos ahora en ella la gran difusión del pelagianismo.
Pelagianismo silencioso. Una advertencia. Los errores arrianos cristológicos, aunque a veces también se manifiestan por silenciamientos significativos –«el P. Galot, en el coloquio [habido con el P. Schillebeeckx en la Congregación de la Fe], mantuvo que en su último libro no había encontrado la afirmación de la divinidad de Jesucristo» (57)–, suelen, sin embargo, ser manifestados por sus autores con cierta claridad, aunque a veces sea cautelosamente (niegan la preexistencia del Verbo, su igualdad con el Padre y el Espíritu Santo, ven en Jesús persona humana, etc.). Por el contrario, los errores pelagianos, presentes normalmente en estos mismos autores, no suelen declararse en formas explícitas, sino silenciando sistemáticamente la incapacidad radical del hombre para salvarse a sí mismo y su necesidad absoluta de la gracia de Cristo Salvador.
Indico, pues, los signos actuales del cristianismo pelagiano.
Pecado original. Hay pelagianismo cuando apenas se predica del pecado original, o cuando se minimiza el deterioro enorme que produce en la misma naturaleza del ser humano. En el ambiente pelagiano suenan muy mal las palabras de Cristo, de San Pablo, de San Agustín, de Trento, sobre los efectos del pecado original. Suenan tan mal, que no suenan: se silencian.
Jesús: «vosotros sois malos» (Mt 12,34; Lc 11,13), «tenéis por padre al diablo, queréis hacer los deseos de vuestro padre» (Jn 8,44), y «yo he venido para que tengáis vida, y vida sobreabundante» (10,10). San Pablo: «todos estábais muertos por vuestros delitos y pecados… pero Dios, rico en misericordia, os dio vida por Cristo: de gracia habéis sido salvados» (Ef 2,1-5; cf. Rm 3,23; Tit 3,3). Trento: caído Adán por el pecado, cae el hombre en la mortalidad, y cae así «cautivo bajo el poder de aquel que tiene el imperio de la muerte [Heb 2,14], es decir, del dieblo, y toda la persona de Adán [y su descendencia] fue mudada en peor, según el cuerpo y el alma» (Denz. 1511).
Los pelagianos de hoy esto no se lo creen, porque si lo creyeran lo predicarían. No se lo creen: no admiten que por el pecado original se haya producido una degradación de la misma naturaleza humana y una cautividad bajo el diablo. Explican el pecado original de modos más suaves, por condicionamientos sociales negativos. Si creyeran lo que afirma la fe católica del pecado original y de sus efectos, no pondrían tanta confianza en terapias naturales psico-somáticas, tendrían mucho más cuidado, conscientes de su propia debilidad, con las ocasiones próximas de pecado frecuentes en el mundo; de ningún modo se alejarían de la Eucaristía y de los sacramentos; se entregarían a una vida ascética según el Evangelio; practicarían la oración continua de súplica y de gratitud –Señor, te piedad; gracias, Señor–, y estarían absolutamente convencidos de que fuera del nombre de Jesús «ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvados» (Hch 4,12).
Adulación del hombre. Si tuvieran fe en el pecado original, es decir, si no fueran pelagianos, no adularían al hombre, no incurrirían en declaraciones imbéciles: «yo creo en el hombre» –o en la juventud, o en la mujer, o en el obrero, o en el pueblo de tal nación, etc.–.
Aunque parezca imposible entre cristianos, uno cree que la clave de la renovación del mundo está en «la juventud», otro en «la mujer» –el mundo sólo puede salvarse haciéndose más femenino–, otro en «los obreros»… Pero sin Cristo Salvador, todos los hombres estamos destrozados, débiles, enfermos de muerte, cautivos del diablo: todos, los jóvenes y los viejos, los varones y las mujeres, los ricos y los pobres, los socialistas, los conservadores y los centristas. Todos estamos obligados a confesar con San Pablo: «no sé lo que hago… pues no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero… es el pecado que mora en mí» (Rm 7,14-25). Ninguno tiene remedio sin la gracia de Cristo: «por gracia hemos sido salvados» (Ef 2,5). Por el contrario, el optimismo antropológico de los pelagianos parece algo incurable. El artículo 6º de la Constitución española de Cádiz (1812) establece como «una de las principales obligaciones de todos los españoles el ser justos y benéficos»… La Carta Magna de la nación lo establece –en serio– como la máxima obligación legal.
Moralismo. Hay pelagianismo allí donde la predicación apremia casi exclusivamente la conducta moral de los hombres, pero sin aludir al mismo tiempo a la necesidad de la gracia de Cristo para afirmarse en el bien: «sin Mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Es ciertamente pelagiana la predicación que exhorta a ser laboriosos, solidarios, justos, etc., pero que da siempre por supuesto, al menos en forma implícita, que es suficiente con enseñar el bien y exhortarlo; como si después los hombres, por sí solos, pudieran ser buenos en su vida privada, y también eficaces en la transformación de la sociedad, con tal de que se empeñen en ello. Todo está en quererlo.
Hay pelagianismo cuando el cristianismo cae en el moralismo –y da igual que sea un moralismo del sexto mandamiento o sea de la justicia social; es lo mismo: eso depende solo de las modas ideológicas del siglo–, y deja a un lado los grandes temas de la fe dogmática, la Trinidad, la presencia eucarística, la necesidad de la gracia, etc. En ese planteamiento, la moral individual y social no aparecen como la consecuencia necesaria de vivir en Cristo, en la fe y en la gracia, sino como el motor decisivo de la vida cristiana. Y así, la inhabitación trinitaria, el acceso litúrgico al manantial de la gracia, la Eucaristía, la misma fe, en una palabra, el Misterio, quedan devaluados, como elementos accesorios, silenciados en la predicación y la catequesis, olvidados, no estrictamente necesarios para la salvación temporal y eterna de la humanidad.
Eticismo naturalista. Es pelagiano el cristianismo que propone «valores» morales, pero sin vincularlos necesariamente a Cristo, es decir, sin vincular a su gracia la posibilidad de conocerlos plenamente y vivirlos con perfección. Una ética naturalista, en primer lugar, no propone muchos valores morales que son preciosos en la vida del hombre, a veces los más importantes, por ejemplo, la virtud de la religión, la más grande después de las tres virtudes teologales: el deber moral de alabar a Dios, de bendecir su Nombre, de darle gracias siempre y en todo lugar. Pero es que además, en segundo lugar, cuando exhorta valores morales enseñados por Cristo, sólamente enseña 1) aquellos que en buena parte son admitidos por el mundo, al menos teóricamente –verdad, libertad, justicia, amor al prójimo, unidad, paz, etc., 2) los enseña al modo según el cual el mundo los entiende, pero no en el sentido verdaderamente cristiano y evangélico, que a veces es muy distinto, y sobre todo 3) no vincula a Cristo Salvador la posibilidad de reconocer y vivir esos valores de verdad, justicia, fraternidad, unidad, paz, etc.:
El cristiano pelagiano no afirma que Cristo mismo es «la verdad», y que sin Él se pierde el hombre inevitablemente en el error (Jn 14,6); que sólo Él «nos ha hecho libres» (Gál 5,1); que sólo por la fe en Él alcanzamos «la justicia que procede de Dios» (Flp 3,9); que sólo Él ha difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo la fuerza del verdadero amor fraterno (Rm 5,5); que sólo Él es capaz de juntar en la unidad a todos los hombres que andan dispersos, pues para eso dio su vida (Jn 11,52); y en fin, que sólamente «Él es nuestra paz» (Ef 2,14).
Devaluación de la gracia. Hay pelagianismo evidente en todo lo que ignore la necesidad absoluta de la gracia, en todo lo que no una siempre la oración y la acción: «danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla» (Or. dom. I, T.O.). «Que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe todas nuestras obras» (Ltg. Horas, laudes I sem.)… Allí donde faltan estas convicciones primarias de la fe sobre la gracia, expresadas tan bien en la oración de la Iglesia, allí es claro que apesta a pelagianismo.
Devaluación de la oración de petición. Éste es uno de los errores del pelagianismo que, como ya vimos, más indignaban a San Agustín. ¿Para qué pedir bienes a Dios –la castidad, el vencimiento de la pereza, lo que sea– si está en nuestra voluntad conseguirlos? Por el contrario, para el Doctor de la gracia la oración de petición es como la proa de un barco, que ha de ir por delante de todo empeño ascético volitivo. «Toda mi esperanza está en tu inmensa misericordia. Da lo que mandas, y manda lo que quieras» (Confesiones X, 29,40). Ora et labora, pero el ora siempre por delante.
Devaluación de la Eucaristía y de los sacramentos. Hay pelagianismo cuando los sacramentos y el culto litúrgico dejan de ser la clave de la transformación en Cristo de hombres y de pueblos. La inmensa mayoría de los católicos «alejados» o son pelagianos o son apóstatas. Los cristianos que creen que su salvación es ante todo gracia de Cristo jamás se apartan de los manantiales litúrgicos de la gracia. Sólo se alejan crónicamente de estas fuentes los pelagianos, los que esperan salvarse por sus propias fuerzas. O los apóstatas, que ni creen en la necesidad de salvarse –¿salvarse de qué?–, ni creen en la vida eterna, ni en nada.
Sobrevaloración de los medios. Esto es algo muy pelagiano. Ciertamente quiere el Señor en su providencia que pongamos en cada empresa los medios proporcionados al fin pretendido, según Él nos los dé. Pero no quiere que pongamos la esperanza de nuestros esfuerzos en los medios conseguidos, sino en la fuerza salvadora de su gracia.
Ahí tienen ustedes un escritor espiritual que describe en una obra de tres volúmenes los cincuenta métodos de oración más útiles para llegar pronto a la más alta contemplación –incluye técnicas respiratorias–. Dios le ampare… Esta Madre superiora nos dice, como de paso, que dos tercios de las religiosas de la comunidad tienen carrera universitaria. ¿Y qué?… Un profesor nos enseña con visible satisfacción las excelentes instalaciones de un Colegio o de una Universidad católica –biblioteca, laboratorio, aulas, piscina climatizada, etc.–, con un orgullo –orgullo corporativo, se entiende, no necesariamente personal– que nos hace temer lo peor. No es tanto la riqueza de medios lo que nos asusta, sino la confianza que vemos puesta en ellos. ¿Querrá obrar allí el Señor muchas conversiones?… Ya lo dijo Horacio, en carta a los Pisones: parturient montes, nascetur ridiculus mus («parieron los montes, y nació un ridículo ratón»)… Para un encuentro juvenil interdiocesano –exagero un poco– cinco comisiones preparan durante varios meses cuatro sedes distintas, alternativas, en las que se ofrecen catorce talleres opcionales, para los cuales se compromete a dos cantautores, cinco Obispos y trece conferenciantes notables –eran quince, pero fallaron dos–, se editan carteles grandes, medianos y trípticos, y dos CDs, se instalan pantallas gigantes, se contrata publicidad en paneles públicos, radio y televisión, etc. La comisión de economía tiene notable importancia en la preparación del Evento… Parturient montes… Se ve que no leyeron mi libro Pobreza y pastoral, o que no se lo creyeron (Verbo Divino, Estella 1968, 2ª ed.).
David dejó a un lado la coraza y las fuertes armas que Saúl le ofrecía, se fue contra Goliath con una honda y unas piedras, y le venció (1Sam 17). Jesús nació en un corral de animales, y los Apóstoles, sin alforja ni doble túnica, llevaron el evangelio a todo el mundo, siendo medio-iletrados… Está revelado que Dios suele elegir –no necesariamente– a los pobres y a los medios pobres para confundir la soberbia del mundo, y para que a Él solo se atribuya la gloria de las grandes obras de salvación (1Cor 1,20-31).
Sobrevalorización de las terapias naturales. Casas de Espiritualidad, comunidades religiosas, que ofertan en sus programas una macedonia increíble de frutas espirituales exóticas: eneagrama, reiki, sofrología, técnicas de autoayuda, etc. Dejo éste y otros temas para el próximo artículo.
Una cosa está bien clara. Que hoy son muchos los ambientes católicos que apestan a pelagianismo. La vigencia actual de esta herejía ha sido denunciada desde hace muchos años con especial insistencia por el cardenal Ratzinger: «el error de Pelagio tiene muchos más seguidores en la Iglesia de hoy de lo que parecería a primera vista» (30 Días I-1991).
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
31 comentarios
"Hay pelagianismo allí donde la predicación apremia casi exclusivamente la conducta moral de los hombres, pero sin aludir al mismo tiempo a la necesidad de la gracia de Cristo para afirmarse en el bien... En ese planteamiento, la moral individual y social no aparecen como la consecuencia necesaria de vivir en Cristo, en la fe y en la gracia, sino como el motor decisivo de la vida cristiana."
Gracias por recordarme que la Gracia, los Sacramentos, la oración, de súplica y de agradecimiento, es siempre lo primero. Y que la acción viene sólo después:
"Hay pelagianismo evidente en todo lo que... no una siempre la oración y la acción... Ora et labora, pero el ora siempre por delante."
Ya sé de qué me tengo que confesar.
ADVENIAT REGNVM TVVM.
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JMI.- Ánimo, Miguel. Así andamos todos. Somos todos pecadores, "hombres de poca fe". Pero el Señor nos quiere mucho.
Es interesante proyectar las muy lúcidas afirmaciones de su artículo al orden social, político y jurídico. Porque la predicación actual en materia de actuación política de los católicos y todo otrora denominado "derecho público cristiano", que incluye el gran tema de las relaciones entre la Iglesia y los Estados, está inficionada de pelagianismo hasta los tuétanos.
Vendría bien releer la obra "Estado e Iglesia" de Teodoro Jiménez Urreti para confrontar el pelagianismo jurídico político presente en la idealización del denominado "Estado aconfesional".
Para comenzar, quisiera recordar unos puntos muy importantes, frecuentemente olvidados, cuando se habla de un "Estado aconfesional" que respete las exigencias del Derecho natural:
1º.- La inevidencia racional, para todos, del Derecho natural completo. Graneris, por ejemplo, advierte de las dificultades gnoseológicas respecto del Derecho natural, derivadas del diverso grado de evidencia de sus preceptos, y sólo se atreve a formular tres preceptos evidentes para todos y en toda circunstancia: 1º. No matar al inocente; 2. Proteger la vida física de la especie (contra la difusión de la homosexualidad); 3º. Tutelar la vida racional del individuo y de la especie. A los que podría agregase un cuarto: proteger la vida religiosa del individuo y de la sociedad.
Pero fuera de estos cuatro preceptos naturales vigentes, es difícil que otros sean cognoscibles siempre y en toda sociedad: a medida que el precepto se aleja de la evidencia inmediata de los primeros principios su conocimiento se hace más difícil. Por razón de cognoscibilidad, por tanto, resulta imposible estructurar un Estado y un Derecho, una sociedad políticamente constituida, con una concepción meramente «laica» o «aconfesional» del Derecho.
2º.- Necesidad de la Revelación para conocer el Derecho natural completo. Hay una proposición dogmática del Concilio Vaticano I (Dz., 1786) en virtud de la cual la revelación divina es moralmente necesaria (con necesidad moral latae dicta), en el presente estado del género humano (caído y redimido), en virtud de la cual para conocer las cosas divinas que no superan de suyo la razón humana, pues no son ontológicamente sobrenaturales, puedan ser conocidas de manera expedita, cierta y sin error. Podrá discutirse cuántas sean esas verdades necesarias para una vida política y religiosa natural verdaderamente digna, pero entre ellas están el conocimiento de un Dios personal, Providente, una concepción del hombre necesaria para un pleno conocimiento de la ley moral natural, etc. Por tanto, fundar el Derecho sobre la base de los preceptos naturales fácilmente cognoscibles por todos, que son muy pocos, resulta insuficiente.
Es claro que ningún Estado podrá constituirse conforme al Derecho natural, sin la fe personal de al menos un mínimo de católicos que influyan en las decisiones políticas. De manera que, para una vida digna en el orden natural, la sociedad tiene necesidad de la Iglesia. En conclusión, para el conocimiento de las verdades básicas para una vida política digna (libertad del hombre, igualdad de naturaleza y del fin humanos, conocimiento del Dios personal único, último fin del hombre, conocimiento del hombre, la familia, la sociedad –verdades que conocemos con certeza gracias a la Revelación-, el Estado y el Derecho deberán aceptar la revelación como criterio de sus leyes y de su conducta.
Hay más, pero no quiero extenderme demasiado. El "Estado laico" es insuficiente respecto del Derecho natural completo. Tal ordenación jurídica natural íntegra es gnoselógicamente "confesional" y "católica".
En Xto.,
Pavel
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JMI.- Gracias por su valiosa contribución al tema.
Sus derivadas son mortales de necesidad. Por ejemplo, el optimismo antropológico que destila esta herejía se lleva muy mal con la absoluta necesidad del reconocimiento de la condición pecadora, sin la cual ya me dirán ustedes cómo se puede acceder al perdón que nos salva.
Por no hablar de lo que uno oye determinadas homilías en los funerales, en las que parece que todo el mundo se salva porque ha sido bueno. ¿En dónde queda ese primer canon sobre la justificación de Trento que reza: "si alguno dijere, que el hombre se puede justificar para con Dios por sus propias obras, hechas o con solas las fuerzas de la naturaleza, o por la doctrina de la ley, sin la divina gracia adquirida por Jesucristo, sea excomulgado"?
¿Y para eso murió Cristo? ¿para que la gente pueda salvarse simplemente "siendo buena", como si ser bueno fuera algo al alcance del hombre que no está en comunión con Dios?
Y mejor no entro en el carácter totalmente pelagiano de algunos argumentos que oímos en gente de Iglesia en favor del actual sistema democrático.
Qué distinta es la falsa religión del "si quiero puedo" de la verdadera que nos hace decir: "Sin ti, Señor, ni puedo ni quiero. Tú, Señor, me haces querer y poder".
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JMI.- Ciertamente tener en InfoCatólica un director católico nos da a todos los infocatólicos militantes una ventaja muy grande, ENORME. Benedicamus Domino!
"-Pues yo creo en la juventud, en esta juventud. No seas tan tremendista".
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JMI.- Ya les digo que el optimismo pelagiano, fuera de un milagro de la Virgen de Lourdes, del Pilar, o algo así, es incurable.
gracias por este artículo.
El otro día estuve casi 2 horas conversando con un sacerdote de mi parroquia.
Yo le decía que el hombre es malo, pero el me decía que eso no era verdad. Que el hombre es bueno porque cuando Dios lo creó dijo que todo lo que había creado era bueno. Que simplemente era que su naturaleza había sido dañada por el pecado original, pero que era bueno. Que no podíamos decir que el hombre era malo. Yo le cité los mismos versículos que usted ha puesto donde Jesús mismo nos llama malos. Pero el decía que lo sacaba de contexto.
Si entiendo bien su artículo, se puede afirmar perfectamente que el hombre es malo. ¿Estoy equivocado yo?
Gracias.
La Paz de Cristo.
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JMI.- Yo creo que con los textos que cito de ntro. Sr. Jesucristo, de S.Pablo, del concilio de Trento, lo que cree la fe católica en este tema queda suficientemente claro. Lutero pensaba que el pecado original había corrompido al hombre de tal manera que no quedaba nada bueno en él: la voluntad ya no es libre, pues está cautiva del diablo; la razón es "la grandísima puta del diablo", etc.; y que por tanto no podía co-laborar libremente -meritoriamente- con la gracia de Dios. La Iglesia nunca ha profesado ese pesimismo extremo sobre la situación del hombre caído. Ha enseñado lo que enseña, p.ej., en el Catecismo: 404-405 y al rededores. Hay un fondo de bondad, evidente, pero que está "herido en sus propias fuerzas naturales", y que para mantenerse en el bien necesita el auxilio sobre-natural de la gracia de Cristo.
- El uso de anticonceptivos (no abortivos) es contrario a la ley ética natural; por tanto, el Estado no actúa confesionalmente cuando prohíbe su venta. Sed contra: en efecto, se trata de algo contrario a la ley moral natural, universal y objetiva en sí misma; pero de hecho, por el pecado original, sin la ayuda del Magisterio Pontificio, es muy difícil, sino moralmente imposible, que los no católicos logren percibir la inmoralidad del uso de los anticonceptivos no abortivos.
Se es pelagiano, por tanto, cuando no se reconoce la confesionalidad católica (de orden gnoseológico, no de orden ontológico)de buena parte de la ley moral natural.
- Los métodos naturales para prevenir embarazos no deseados no son algo propio de católicos; cualquiera puede practicarlos fácilmente. Sed contra: ciertamente son naturales, y en principio, para todos, sean católicos o no. Ahora, como suponen el recurso a la continencia periódica, resulta moralmente necesaria, o muy conveniente, la ayuda de la gracia para guardar la castidad conyugal durante el período genésico de la mujer. Que, además, por factores hormonales anexos a la ovulación, tiene mayores deseos de mantener relaciones sexuales precisamente en ese período.
Por tanto, para practicar adecuadamente los "métodos naturales", es necesaria la gracia, que se encuentra abundantemente en los sacramentos. Sin matrimonio, confesión y Eucaristía, la castidad conyugal será muy difícil, sino moralmente imposible.
- Por Derecho natural, el Estado es incompetente en materia religiosa. Sed contra: el dualismo Iglesia-Estado, del que se deriva tal incompetencia, es sólo cognoscible mediante la Revelación cristiana; en un estado de naturaleza "pura" el Estado tendría competencias directas en la esfera religiosa, y podría determinar todas las concreciones de la religión natural. Era lo propio de las hierocracias del mundo antiguo.
Si la apostasía continúa, y el naturalismo campea en las sociedades, el dualismo Iglesia-Estado se irá oscureciendo, y los gobiernos reclamarán cada día nuevas competencias sobre lo religioso, al modo de los estados paganos pre-cristianos, hasta formar, tal vez, una religión estatal sincrética que sea la preparación de la venida del Anticristo.
Era precisamente a partir de esa parte del Catecismo por lo que comenzamos la conversación.
No defendía yo la posición de Lutero ni era mi postura de pesimismo extremo sobre el hombre. Lo que yo defendía es que a la luz de sus obras, podemos decir que el hombre es malo. Que el hombre debe darse cuenta de su naturaleza de pecador, de que sus obras son malas y solicitando la gracia Divina, aspirar a la santidad a la que está llamado.
Me decía este sacerdote entonces que no era así. Que el hombre debe partir desde la posición de que es bueno y desde ahí intentar no caer.
Yo creo que es al revés, que el hombre debe ser consciente de su incapacidad para hacer el bien y por ello de su necesidad de los sacramentos, de su necesidad de la gracia de Dios.
Al final veo que son pequeños matices, pero creo que esos matices son muy importantes y pueden llevar a enormes errores y confusiones.
Gracias por sus artículos.
La Paz de Cristo.
Necesito conocer la verdadera Teología de la Iglesia lo poco que he leído de usted me ha ayudado mucho. Gracias.
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JMI.- La tormenta (el tornado) que sacude a la Iglesia en algunas zonas especialmente es fortisimo. Por eso le aconsejo lo más obvio: que se agarre fuertemente al CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA y a otras obras católicas absolutamente fide-dignas, y que vaya edificando sobre esa roca, con la gracia de Dios, la vida suya y de su familia.
Mi oración y mi bendición + JMI
Y no tenga miedo a nada: todo lo podrá en Aquel que le conforta.
"Se sigue el corolario: si un príncipe bárbaro se hiciera cristiano, podría hacer leyes apropiadas no sólo conforme al derecho natural, sino también al Evangelio, y obligar a los súbditos a estas leyes. No digo obligarlos a la fe o al bautismo, sino a algunas que son reveladas en el Evangelio, aunque no puedan probarse por derecho natural..."
Texto tomado del FRAGMENTO SOBRE SI ES LÍCITO GUERREAR A LOS PUEBLOS QUE COMEN CARNES HUMANAS O QUE UTILIZAN VÍCTIMAS HUMANAS EN LOS SACRIFICIOS, página 145.
Pues eso no es nada. En una parroquia (de claretianos, por cierto) se reza una especie de Credo extraño progre-solidario; íd. con la renovación de las promesas del bautismo. Tuve que dejar de recitarlo a la segunda estrofa.
Padre:
En el fondo, me da en la nariz que el pelagianismo actual tiene más su raíz en la negación del pecado original por la filosofía ilustrada roussoniana ("El hombre es bueno por naturaleza"). Ha calado muy profundamente la idea (dos siglos y pico machacando la cantinela no es moco de pavo) de que los males en el mundo y la persona son exclusivamente exógenos (sociedad, capital...), que es la base de todos los "ismos" (socialismo, marxismo...) y muchas actitudes y políticas subnormales contemporáneos.
JMI.- Ése es uno de los temas de mi próximo artículo.
- Nos persignamos junto con el sacerdote al dar comienzo la lectura del Santo Evangelio, con las palabras de "Lectura del Santo Evangelio...";
- De repente, hace una especie de reflexión sobre la comunidad cristiana... y tras decir que se trata de una "monición homielética" (sic) volvemos a la "Lectura del Santo..." (y todos a persignarse);
- Se omite la homilia (ya estaba dicho antes);
- En la oración de los fieles "improvisa" algunas (que parecían "de chiste").
Días atrás, en el mismo lugar, la adoración nocturna terminó con los fieles rezando mientras desmontaba el sacerdote "el chiringuito" (el ostensorio, las luminarias, etc.), tanto que por poco, el Salve Regina final lo tenemos que hacer camino de la puerta.
En resumen, que hay que participar, por "malo" que sea el pastor, de los sacramentos para poder recibir la ayuda de Cristo.
Y sobre el tema en cuestión, es importante su detenida lectura pues se reflejan con claridad grandes males que son ampliamente aceptados, cuando no difundidos, en el pueblo creyente (laicos, teólogos, etc.).
De lo que más provecho he sacado, a título particular, es lo denominado "silencios". Es algo que no se tiene en cuenta en una primera aproximación; un texto parece ser católico... y sólo con una preparación adecuada, puedes ver estas "carencias coscientes".
Enhorabuena P. Iraburu por condensar tan claramente estos errores doctrinales y mostrarnos esa via pelagiana del "silencio".
El Sr. Obispo cambió el párroco por uno que yo tildo de "rosado" en los casi dos años que lleva en la parroquia no habla de dogmas, ni el miércoles de ceniza u cuaresma recuerdo que hablara de penitencia, todo lo que habla es lo que tu define como "Moralismo" y "Eticismo naturalista", y por su puesto el templo de lleno de gente, en estos días mencionó que quería "practicar Yoga", se le ha criticado al sacerdote humildemente su "extrema apertura", pero dice que esa es su "pastoral" y que bueno ahora el templo "esta lleno de gente" y que el es "Sacerdote de Dios" y por lo tanto se siente llamado a hacerle el bien a todo el mundo; claro la calidad de cristianos es muy lamentable especialmente cuando acepta, invita y bendice personas pertenecientes a cultos afro-descendientes, tarotistas, en estos días vi una señora con una medalla de Sai Baba saliendo de Misa.
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JMI.- Grata es la coincidencia, Dios le bendiga.
Sin embargo, debo decirle que mi experiencia en la Iglesia es diferente a lo que Ud. dice: yo veo que el eticismo naturalista de ciertos sacerdotes vacía irremediablemente (y lógicamente) los templos, aleja de los sacramentos, etc.; y que cuando un buen sacerdote predica la verdadera fe católica se llenan los templos, surgen vocaciones, florece todo a la luz vivificante de la Palabra divina.
Teníamos un pastor como el primero suyo. Hablando de cantidades, no diré que el templo estaba siempre rebosante, pero podía decirse que había una concurrencia normal para estos recios tiempos. Y hablando de calidades, la feligresía más devota y observante hacía kilómetros para concurrir a esta parroquia, pues valoraban las virtudes del sacerdote.
Hubo una confabulación de malos feligreses, que mediante cartas anónimas con amenazas delirantes atribuidas al cura lograron el apoyo de los medios de prensa nacionales y de los políticos, organizándose marchas multitudinarias, etc., etc. El obispo decidió removerlo y llegó un sacerdote "político" y contemporizador. ¡Y el templo se llenó de "fieles! ¿Cuánto tiempo? El que dura un suspiro. Luego de un tiempo la concurrencia disminuyó a tal punto que la parroquia abre sólo para las misas dominicales, y quizás algún que otro día que yo no sé, porque no concurro más a ella.
He leido con suma atención todo su artículo y me he quedado, sobre todo, con este fragmento:
"se entregarían a una vida ascética según el Evangelio; practicarían la oración continua de súplica y de gratitud"
Le diré que me he visto un tanto presionado por tanto pecado, tanta culpa y tanta debilidad humana plasmados en su artículo hasta el punto de que por un momento me he sentido angustiado por la casi segura perdición de mi alma.
Siendo hombre casado y sujeto a mi vocación matrimonial y por tanto, al mundo, veo un poco injusto que como solución a la tentanción del demonio y para no caer en el pelagianismo usted ( que no la Iglesia) me condene a una vida de ascetismo, oración y penitencia.
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JMI.- ¿Pero qué dice Ud.? Yo no le condeno a nada. Le llamo al Evangelio, a una vida de oración (más con Dios), ayuno (menos consumo de mundo) y limosna (más con prójimo). Son las tres obras penitenciales a las que nos llama nuestro Señor Jesucristo (Mt 6,1-18). Por ellas, movidos por Su gracia, llegamos a transfigurarnos en Cristo.
Tal vez haya leído e interpretado mal sus palabras y he de estar inevitablemente de acuerdo con la aclaración que me ha hecho.
Gracias por permitir mis comentarios y por el contenido de sus artículos que leo con atención.
Gracias Padre JMI por estar atento y cuidar al rebaño ofreciéndonos largavistas para protegernos de todo argumento del cual podamos entorpecer el Reino de Dios.
Se nota que estamos clamando y entregándonos al Todopoderoso, porque esta preparando un nuevo banquete, ojala escuchemos la invitación de vivir según el espíritu.
Quedaríamos libre del arrianismo y el pelagianismo.
El otro día sin más lo tuve que soportar en la reunión de padres para la catequesis de comunión, donde se pretendía por parte de la catequista que yo aceptara que la gracia nada tiene que ver con la mejora de la persona y que se trata de educar a los padres para que eduquen bien a los hijos: técnicas de autoayuda, autocontrol, mejora del orden y el estudio, etc.
Obviamente se enfrentaba la realidad de vivir la gracia (oracion y sacramentos) en la que yo pedía que instruyeran a mi hija con la realidad de una catequesis propia de una secta pelagiana donde la comunión al final era algo poco más que simbólico y para rellenar números. Ejemplar podríamos decir.
Dudo de que sea muy distinto en otros lados, por lo que veo.
Un saludo en la Paz de Cristo.
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JMI.- No, no es así. Y con lo dicho en este artículo (59) y el próximo (60) tiene Ud. doctrina de Cristo, San Pablo, Padres, Concilios, etc. de sobra para convencerse de que eso del "invento de San Agustín" es falso.
No obstante copio del libro "Teologia para Universitarios" del Ingeniero, Profesor de Teología y sacerdote, D. Luis Gonzalez Carvajal:
"Pues bien, ese "defecto de fábrica" es lo que la tradición de la Iglesia, a partir precisamente de san Agustín, llamó pecado original. Quizá pueda sorprender que llamemos "pecado" a algo que nos lo encontramos al nacer y es, por tanto, completamente ajeno a nuestra voluntad. Conviene aclarar que del pecado original y los pecados personales no se dice que sean "pecado" en sentido unívoco, sino en sentido análogo. El pecado original coincide con los pecados personales en que mantiene al hombre en una situación de desamor y alejamiento de Dios, pero se distingue de ellos por cuanto no se le pueden exigir responsabilidades al sujeto. De hecho, muy pocos teólogos defienden hoy el limbo, cuya existencia se postuló en el pasado por creer que los niños que mueren antes de que el bautismo les "perdone" el pecado original, no podían ir al cielo".
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JMI.- "Pecador me concibió mi madre" (Sal 50). Eso viene de un poquito antes de San Agustín. Es toda la Biblia.
Lo que si sé, según fuentes de Carvajal y otros autores católicos, es que hay una cuestión importante, que el PO no se estudia en teología moral sino en la teología dogmática.
También como anécdota, que es desde s. Agustín cuando se bautiza a los niños de pequeños, puesto que anteriormente no era así y que fue él el que acuñó el término PO y muchos de sus matices, tal y como lo conocemos ahora.
Por concretar sobre el libro citado que es entre otros el que hemos estudiado, dedica en un capítulo a explicar los pasajes del AT y NT, y de las Cartas de san Pablo alusivos al pecado, para continúar con el PO y la Ciencia Moderna y la alusión a Pio XII por su preocupación con el asunto del PO y el poligenismo.
Esperaré al nº 60 para ampliar esta cuestión.
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JMI.- La fe de la Iglesia es la misma desde el principio, se trate del pecado original o de la Sma. Trinidad, etc. Otra cosa es que la "formulación" que, a veces pronto, llega a unas expresiones casi definitivas (p. ej. con Atanasio, con Agustín) se produzca al paso de un tiempo. Pero erraría quien dijera que el inventor de la Trinidad fue SAtanasio, o que el inventor del pecado original fue SAgustín.
Me excedí al escribir la palabra "inventor", ahora transcribo directamente: "De los Santos Padres fue s. Agustín el gran doctor del PO". Lo que pasa es que a fuerza de repetir que el término PO viene desde s. Agustín y en parte por el afán de recalcar la complejidad de la transmisión de esa herencia, el rechazo de la razón humana a la desproporción de las consecuencias por la desobediencia cometida y la ausencia de responsablilidad alguna para la humanidad, el poso que queda al final, es como que se ha "reinventado" el término desde entonces.
Gracias, padre. Llevo hablando de este problema mucho tiempo, pero la gente no se entera.
Conviene no confundir a nadie sobre el alcance de las tesis del blogger. Una cosa es lo que el P. Iraburu escriba al respecto y otra muy distinta pretender que el alcance de su tesis llega al extremo de considerar la existencia de dos iglesias, una pelagiana o semipelagiana con un contenido propagandístico y otra la de Cristo, seguida por unos pocos iluminados. Pretender la existencia de esas dos iglesias, ambas dos presididas por el mismo pontífice es llevar a unos extremos indecorosos la interesantisima tesis del P. Iraburu.
El pelagianismo es una herejía real, y yo entiendo que el pelagianismo actual o semipelagianismo es una denuncia que el P Iraburu hace a la banalización que muchos pretendidos católicos hacen de la esencia de nuestra fe rebajandola a un mero mensaje de hermandad secular con una vaga conexión con el Cuerpo de Cristo al que se considera, en estos ambientes poco más que una mera entelequia filosófica.
Llevar más allá de esto el significado de la tesis del P Iraburu para anunciar la desacralización de la misma Iglesia Católica es un exceso que convendría matizar.
Como siempre, estimado miles_dei, que Dios le bendiga.
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JMI.- Uno puedo controlar lo que uno mismo dice. Pero qué interpretación le dé uno y otro, eso ya no.
es decir, del dieblo*, y toda la persona de Adán [y su descendencia] fue mudada en peor, según el cuerpo y el alma» (Denz. 1511).
*diablo, no 'dieblo'.
PD: ¿No le molesta si le voy señalando los errores que voy encontrando? Estoy leyendo sus artículos de forma ascendente uno por uno, por lo que seguro encontraré más de uno, y lo haré con el favor de Dios.
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JMI.-Ningún problema. Gracias.
Y por el Hecho de que su Doctrina (Palabra) permanezca Viva después de tanto tiempo; dada la fragilidad (insuficiencia) humana.
Pienso que NS Jesucristo dispuso sobre la tierra la Salvación Eterna de manera integral para cada individuo; (mente, cuerpo y espíritu) a través de la Comunidad, (en donde dos o tres se reúnen) para que efectivamente, el individuo aprenda a amar al prójimo como a sí mismo.
Y de ese modo logre “elevar su espíritu” de manera consciente, Amando a Dios por sobre todas las cosas viviendo en verdad agradecido; por toda la Creación hermosa anuncio fiel de lo Divino.
Poniendo además con generosidad e inteligencia en su sitio debido, todo eso del “orgullo corporativo”; tan actual por muchos lados y que francamente sólo me recuerda a aquel hombre quien mandó agrandar sus graneros, para poder almacenar más trigo.
(…) Por cierto, sobre las terapias naturales (me consta) considero que sí son funcionales en los casos verdaderamente graves., (de pecados mortales) pero que en definitiva, sólo deben utilizarse (a través de la Gracia del Espíritu Santo) como un medio pero no como un fin, para poder dar “un paso más” buscando por el Camino de la Verdad en la Vida, la Sanación Completa del alma., y así lograr Vivir en la Libertad Integral, (sin ningún tipo de esclavitud por el pecado) que eleva al individuo, hacia la Conquista de la Santidad.
No sabía lo que era la gracia hasta antes de ayer, como quien dice.
En mi caso no me educaron exactamente en un querer es poder. Bien veía que muchas cosas no podía. Pero lo del Cielo pa'tos, Dios como espectador, pasa como puedas por la vida, aunque sea torpemente, eso sí. La vida no como batalla, como prueba, sino como antesala de cielo asegurado. No sé cómo se definiría eso. Gracias a Dios ya me voy enterando.
Me quedo con la respuesta que le ha dado, creo que a Claudia. Sacerdote bloguero, con pequeña dirección espiritual en comentarios. Dejar hacer a Dios da buen fruto. Gracias.
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