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31.08.25

El colapso demográfico

Un grave peligro que se cierne sobre Uruguay y el mundo

Daniel Iglesias Grèzes

En su Ensayo sobre el principio de la población (de 1798) Thomas Malthus planteó su ley de la población, quizás la idea más nociva de la historia de la ciencia: “La población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión geométrica. Los alimentos solo aumentan en progresión aritmética.” Partiendo de este modelo matemático tan simple como falso, Malthus pronosticó que en menos de un siglo la superpoblación causaría una gran crisis económica y quizás la extinción de la especie humana. Nada de eso ocurrió. Desde 1798 hasta hoy los recursos económicos crecieron mucho más que la población, lo que causó una elevación notable del nivel de vida: un gran aumento de la esperanza de vida y del PBI per capita, una gran disminución de las hambrunas y de la pobreza extrema, etc. La ley de Malthus es pseudocientífica.

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24.09.20

Misantropía verde

El ecologismo radical va unido con frecuencia al odio o desprecio del género humano.

Daniel Iglesias Grèzes0

La cosmovisión cristiana es relativamente antropocéntrica y absolutamente teocéntrica. San Pablo lo expresó así: “Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.”1 Todavía en 1947, en la Advertencia con que comienza su obra más famosa, un teólogo católico muy “progresista” dijo que su ensayo se basa en dos hipótesis primordiales, de las que la primera es la “significación preeminente del Hombre en la Naturaleza”2.

Pocas décadas después, el influjo combinado del darwinismo, el materialismo, el neomaltusianismo, el ecologismo radical y el animalismo ha deshecho el consenso que, durante toda la Cristiandad, consideró como algo evidente que el ser humano ocupa el lugar principal en la jerarquía de los seres del universo material. 

Si el hombre es sólo un animal más, algo más evolucionado que los otros animales, si en el fondo no es más que un conjunto de átomos, si su reproducción amenaza gravemente a la especie humana y a todas las demás especies, si agota los recursos naturales y pone en peligro al medio ambiente, y si es un tirano que viola los supuestos derechos de los demás animales y un cáncer que ensucia y destruye la Tierra, entonces ya no es la obra maestra del supremo artista divino que creó el mundo sino, en definitiva, un ser maligno y despreciable. Allí ha venido a parar buena parte del humanismo ateo.

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