Philip Trower, La Iglesia docta y la rebelión de los eruditos -3B

(Véanse en este blog los dos capítulos anteriores y la primera parte del Capítulo 3).

DE CHARDIN, HÉROE Y MÁRTIR

No pretendo demorarme en Teilhard de Chardin. Se ha escrito más que suficiente sobre él, y quiero evitar dar una imagen desequilibrada de su lugar dentro del modernismo. Su fama ha dado a mucha gente la impresión de que él y el modernismo son más o menos sinónimos —que sin él el modernismo no habría sobrevivido—, lo que ciertamente no es así. Por devastadoras que hayan sido sus ideas, ellas sólo representan una vertiente —la vertiente evolutiva— del modernismo.

Esta vertiente puede ser considerada la más importante, pero el modernismo en su totalidad, como hemos visto, es algo mucho mayor: el intento de sustituir la fe católica, no sólo por la selección natural y el surgimiento [espontáneo: Nota del Traductor] del hombre a partir del simio, sino por todo un espectro de teorías inaceptables.

Sin embargo, al escribir un esbozo histórico del modernismo y de su desarrollo, no puedo dejarlo afuera por completo. Me limitaré, por lo tanto, a lo que me parecen algunos puntos destacados sobre él como persona, sin entrar en un análisis de sus ideas.

Père Teilhard no tuvo ningún rol en el primer movimiento modernista y durante su vida fue un desconocido para el gran público. Pero desde 1922 —cuando un ensayo [suyo] sobre el pecado original, poniéndolo en cuestión, llegó accidentalmente a Roma— hasta su muerte en 1955, fue una persona de la que las máximas autoridades de la Iglesia estaban cada vez más conscientes y preocupadas. Aunque tenía prohibido enseñar y publicar, escribió prolíficamente, y lo que escribió fue leído por aquellos que importaban. Su vida activa se correspondió así con el período de la vida subterránea del modernismo, durante el cual él fue sin duda su figura más significativa. Pero no era un líder ni un organizador, y en este momento fue importante principalmente, creo, como un símbolo. Al estar preparado, como Loisy y Tyrrel, para decir con menos circunspección lo que a otros les habría gustado decir si hubieran podido hacerlo sin dañar sus reputaciones, él se convirtió para el modernismo en una mezcla de héroe y mártir —que resultó no haber sido asesinado y, a pesar del descontento oficial, vivió una vida cómoda e interesante— y un foco para las esperanzas modernistas. Lo que se esperaba entre otras cosas que su reivindicación, si es que llegaba alguna vez, representara, era la muerte y el entierro de una vez por todas de Adán y Eva, y con ellos del pecado original y el castigo eterno —"las doctrinas crueles", como vinieron a ser llamadas.

Ahora que es posible verlo en perspectiva, creo que hay tres cosas que llaman la atención (aparte de su pérdida de la fe): cuán falto de originalidad era en realidad; cuán tosco espiritualmente; y, de la manera grandiosa en que sólo un sabio engañado puede serlo, ¡cuán densamente estúpido!

Esto puede parecer un juicio extremo sobre un hombre que ha sido aplaudido por tantas personas muy cultas, pero creo que puede ser justificado.

EL HOMBRE Y SU INCREDULIDAD

Un ligero conocimiento del modernismo muestra que muchas de las ideas más típicas de de Chardin —por ejemplo su panpsiquismo (la noción de que incluso en las piedras y las sustancias químicas hay una presencia rudimentaria de “espíritu") y su negativa a permitir cualquier distinción entre un orden natural y un orden sobrenatural— ya eran monedas de intercambio ideológico cuando él entró en escena. La mayor parte del resto de su sistema es sólo una religión de progreso evolutivo disfrazada con lenguaje y conceptos tomados a préstamo, después de adaptaciones adecuadas, de la doctrina católica de la Encarnación y el Cuerpo Místico.

Si la gente desconoce las otras cualidades que he mencionado es en parte, me imagino, porque sólo ha leído sus libros más “presentables", donde su pensamiento está hasta cierto punto velado.

Los que podrían ser llamados los “escritos peligrosos” —esas cartas y ensayos confidenciales que han hecho su aparición más lentamente, a menudo aparentemente en contra de los deseos de sus amigos, y que dan una impresión diferente del hombre y de su mente, son menos conocidos.

Sólo en éstos descubrimos hasta qué punto él idolatraba el poder y la astucia: que consideraba la invasión de Abisinia [Etiopía] por Mussolini como el triunfo de la civilización sobre el salvajismo; que tuvo palabras favorables para Hitler y el fascismo mientras ellos iban ganando ("el idealismo constructivo, por más distorsionado que estuviera” estaba de su lado); que pensaba que la quinta columna alemana era una fuerza para el bien (después de todo, ¿no era él mismo un quintacolumnista dentro de la Iglesia?); que después de la derrota de Alemania el comunismo comenzó a recibir su aprobación, representando éste ahora la ola del futuro. Por las mismas fuentes nos enteramos de que creía en la existencia de razas superiores e inferiores y tenía una opinión generalmente baja de los africanos negros. (A pesar de ser excelentes especímenes físicos, ¿estaban completamente “hominizados", es decir eran humanos? Probablemente estaban condenados a extinguirse). “El progreso implica una fuerza insaciable", escribe, “que insiste en la destrucción de todo lo que ha sobrevivido a su tiempo".

Creo que sería difícil decir algo más estúpido y tosco que eso. Nos parece estar escuchando a un magnate de los negocios particularmente despiadado que planea cerrar una fábrica improductiva, despedir a la fuerza laboral y explotar un nuevo mercado.

Estos aspectos de su pensamiento, aunque bastante apropiados en un discípulo consistente de Darwin, por supuesto han sido mitigados porque son dañinos para su reputación como cristiano y como progresista.

SINCERO PERO EQUIVOCADO Y OBSTINADO

Pero si no era ni original ni muy inteligente, ¿cómo hemos de explicar su éxito? Como un gran negocio, él debe estar en la misma categoría que la industria de las estrellas del pop.

Pienso que debemos admitir que, fuera lo que fuera lo que le faltaba, tenía capacidad literaria e imaginación. Fueron éstas las que le permitieron dar a sus feas banalidades la apariencia de una visión mística. A través de la neblina, la gente no está muy segura de lo que se les muestra —aunque los católicos deberían estarlo.

En segundo lugar, él realmente creía en su sistema, y al manipular ideas, por muy equivocadas que estén, la convicción y la tenacidad, de las que tenía en abundancia, son a menudo lo que más cuenta.

También parece haber tenido en un grado inusual ese poder difícil de definir —similar al encanto sin serlo— para atraer discípulos y fascinar a sus amigos. Esto no es fácil de entender ahora: la personalidad que ha salido a luz es tan poco simpática, por no decir tan repelente. Pero es simplemente un hecho. Explica, creo, por qué escritores como el P. Henri de Lubac, que debía conocerlo mejor, dedicó tanto tiempo a reforzar su reputación y a blanquear sus manchas.

Pero pienso que su éxito se debe principalmente al hecho de que sus libros llevaban un mensaje que muchos anhelaban oír. Cayeron sobre un mundo de creyentes cuya fe había estado cediendo durante varias generaciones bajo los martillazos del materialismo “científico". (El materialismo científico no es diferente del mero materialismo. Es simplemente materialismo apuntalado con argumentos extraídos de las ciencias naturales). Al menos Darwin (visto popularmente, aunque de un modo no del todo exacto, como el símbolo de ese materialismo científico), así lo supusieron estos creyentes ansiosos, había sido reconciliado de alguna manera misteriosa con Cristo. Se había hecho que la evolución pareciera religiosa y la religión pareciera científica. Ellos no vieron que mediante el Père Teilhard, Cristo había sido sacrificado a Darwin.

Todo esto sin duda también explica la protección de la que él gozó, y de la que más de una vez se jactó, por parte de hombres que ocupaban altos cargos en la Iglesia, tanto dentro como fuera de la orden de los jesuitas. En vista de lo que [ella] sabía, y de lo que él estaba diciendo, la Roma “brutal” fue sorprendentemente indulgente con él. Evidentemente sus amigos y protectores pudieron persuadir a las autoridades de que, incluso si tenían un hereje en sus manos, el hereje era un genio mundial y debían aferrarse a él a toda costa. Sólo más tarde alguien se dio cuenta de que el genio mundial era sólo Nostradamus de nuevo, pero esta vez con un cuello romano y leyendo los fósiles en lugar de las estrellas.

La gran influencia del Père Teilhard, por supuesto, sólo empezó después de su muerte, cuando sus amigos comenzaron a publicar sus manuscritos, y los católicos, ignorando las advertencias, a leerlos. Pero aquí lo dejaré por el momento y volveré al modernismo en general.

A pesar de la influencia de hombres como Leroy y Teilhard, sería un error atribuir la continuidad del modernismo a algunos individuos aislados o sobrevivientes de su primera fase.

El modernismo persistió durante los años ‘20 y ‘30 porque persistieron las causas que lo habían llevado primero a la existencia: intelectuales católicos débiles en la fe —y también, estoy seguro, insuficientemente apoyados por las oraciones de sus compañeros católicos— tratando infructuosamente de lidiar con los problemas que presenta el pensamiento moderno: tratando de trazar un mapa de la jungla y extraviándose gradualmente en ella.

Hacia los años ‘40 era en esencia lo mismo, pero había recibido algunas adiciones y adornos importantes. Aspectos del pensamiento moderno que en 1910 habían quedado en segundo plano se habían adelantado a posiciones más destacadas. [Algunos] católicos también se habían hecho amigos de ellos.

Además de entusiastas del darwinismo, la crítica bíblica e histórica, el pragmatismo filosófico y la religión comparada, ahora había clérigos ansiosos por incorporar a la fe católica, enteros y en gran parte sin examinar, los principios de la psicología freudiana, el existencialismo, la sociología, la teoría marxista y la liberal-democrática, y todo un conjunto de otros temas e ideologías.

Son éstos los que han dado al modernismo de hoy su apariencia general ligeramente diferente y los que justifican que se le llame neomodernismo. Estamos mirando a la misma mujer con un nuevo peinado, algunas joyas extra y una expresión más dura en su rostro.

Para completar nuestra comprensión del modernismo, ahora debemos echar un vistazo también a estos [temas] para ver qué nociones derivadas de ellos se estaban teniendo en cuenta.

Comenzaré con dos ideas generales: progreso y libertad. Ninguna de las dos, por supuesto, está relacionada con ninguna rama particular del saber, pero, como el Père Teilhard, son demasiado importantes para ignorarlas. En cualquier consideración del neomodernismo ellas deberían estar en el centro del escenario.

(CONTINUARÁ).

Copyright © Estate of Philip Trower 1979, 2019.

Fuente: http://www.christendom-awake.org/pages/trower/church-learned/church-learned-chap-3.htm (versión del 05/03/2019).

Traducido al español por Daniel Iglesias Grèzes con autorización de Mark Alder, responsable del sitio Christendom Awake.


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1 comentario

  
Norberto E.
Para mí el problema con Teilhard de Chardin es que intentó hacer Teología desde la Paleontología; si se hubiera limitado a su quehacer científico sus escritos estarían en su hogar natural. Sin embargo, sus intuiciones publicadas y difundidas, religiosas y muy espirituales, adolecían de graves carencias , especialmente cristológicas.
Viene a cuento recordar que siempre obedeció la orden de no publicar más ,y que Dios le concedió algo que le había pedido: morir en Domingo de Resurrección.
13/12/21 10:30 AM

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