23.03.17

Memoricidio: marxismo y década del '70 en Argentina (para recordar todo...)

Un nuevo 24 de Marzo en la Argentina y una nueva jornada para “hacer memoria"…

Como sin duda se tratará nuevamente de una memoria hemipléjica que obliga a la población de esta parte del hemisferio a “re-interpretar” lo ocurrido en la década del ’70, vayan estas líneas recordatorias, teniendo en cuenta que, aunque somos altamente críticos respecto del proceso militar  argentino, no por ello consumimos ese relato indecente que intentan narran algunos.

Para todo ello, presentamos aquí la carta sarcástica que recibiera Ricardo Curutchet (famoso periodista católico, en 1975, plena democracia argentina) remitida luego del asesinato de dos grandes exponentes del catolicismo argentino, los profesores Jordán Bruno Genta y Carlos Sacheri, cuyo testimonio martirial sigue vigente.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

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19.03.17

Luterándonos: Devotio moderna y mortificación de la carne

“Los herejes no pueden aparecer (como una) cosa buena si no pintan a la Iglesia como perversa, falsa y engañadora. Desean ser ellos reputados por los únicos buenos, mientras que la Iglesia debe aparecer perversa por los cuatro costados” (Lutero antes de su apostasía)[1].

 

Devotio moderna y mortificación de la carne

 

Con una concepción casi estoica de la vida espiritual, la Devotio moderna plantea –simplificando los postulados– que cuanto más se sufre en esta vida, o cuanto más se determine uno a abrazar el camino más difícil, más santo se hará[2]. Y es verdad (digámoslo desde ahora) que como decía Nuestro Señor, “el reino de los cielos pertenece a quienes se hacen violencia” (Mt 11,12); sin embargo, ello no significa que todo consuelo, tanto espiritual como sensible, deba ser dejado de lado absolutamente como si de algo malo se tratara. No ahondaremos en un tema que ya hemos tratado.

Para Lutero, heredero de esta espiritualidad moderna el tema estaba claro:

 

Un estado religioso, si lo conoce él bien, debe estar lleno de padecimientos y dolores, con lo cual ejercitará mejor su bautismo que en el estado matrimonial, y mediante tales sufrimientos se habituará luegoa esperar la muerte con alegría, consiguiendo de este modo (en breve) el fruto de su bautismo”[3].

 

Su voluntarismo pelagiano o semi-pelagiano, le impedían ver la obra de Dios en las almas:

“Yo nunca pude darme por satisfecho con mi bautismo, sino que siempre me decía: ¿cuándo vas a acabar de hacerte un santo y de satisfacer tus deudas, para que puedas encontrar un Dios benigno? Y con estos pensamientos entré en el claustro y me martirizaba y atormentaba con ayunos, fríos y vida rigurosa, y con todo ello no conseguí otra cosa que perder el santo bautismo y hasta renegarlo[4].

 

Lejos de esta santidad a fuerza de palos, la Devotio tradicional, ha planteado siempre lo contrario. En efecto, desde la primera de sus famosas Collationes (leídas y citadas en toda la Edad Media) Casiano predica contra el exceso y la falta de prudencia en el ayunar, velar y orar y, en la segunda Colación, desarrolla especialmente el asunto a propósito de la discreción:

 

Muchos han sido alucinados con indiscretos ejercicios de penitencia, tales como vigilias y ayunos; los tales descuidaron la virtud de la discreción, llamada en el Evangelio el ojo y la luz del cuerpo, y que es la que nos enseña la senda medianera entre lo demasiado y lo escaso”[5].

 

Es decir, Lutero, penitente extralimitado[6] y sin prudencia, en vez de encontrar el equilibrio de la virtud, se volcará hacia los extremos y para luego reprocharlos y hasta predicar que de nada sirven:

 

“Cristo no ha venido al mundo para desbaratarnos el alma y el cuerpo, sino que por el contrario, por ambos cabos nos quiere prestar su amparo. Por eso no es razonable que un cartujo se suicide a fuerza de ayunos y de rezos. Es verdad que ha impuesto el trabajo corporal para que no estemos ociosos, sino en actividad: pero esta actividad ha de ser de tal suerte moderada, que el cuerpo conserve al mismo tiempo su salud. Quien, lejos de hacerlo así, martiriza su cuerpo como lo hacían muchos en los conventos en tiempo del papado, los cuales se malbarataron con el demasiado rezar, ayunar, cantar, mortificarse, leer y dormir en ruin camastro, hasta el punto de que pasaron de esta vida antes de tiempo, este tal es un verdadero suicida. Guárdate muy bien de esto, como de un horrible pecado mortal… Dios no es un asesino como lo es el diablo, el cual anda muy atareado en hacer que los santos de las obras ayunen, recen y velen como para matarse”[7].

 

De las penitencias rigurosas pasará entonces al desenfreno alocado, como narraba ya en 1521:

 

“Por aquí me paso arrellanado todo el día, ocioso y borracho”[8]

 

Y el año siguiente (1522) advertía que en el momento en que está escribiendo, se hallaba todavía despejado (sobrio), como que lo hace por la mañana:

 

“No estoy al presente borracho, ni atolondrado”[9].

“Nuestro Señor debe computar entre los pecados cotidianos, la borrachera cuando no nos sea factible evitarla…; puede tolerarse (est ferenda) la ebrietudo (borrachera eventual); pero no la ebriositas (borrachera habitual)[10].

 

De beber sólo agua quizás, pasará al extremo contrario, al punto de confesar que sus alocados desenfrenos y dolores de cabeza eran ocasionados por la bebida, como señala en una carta a su amigo Link:

“el mal de la cabeza, contraído en Coburgo por virtud del vino añejo, no se me ha curado todavía con la cerveza de Wittenberg”[11].

 

No asombra entonces que el otrora penitente haya terminado su vida (¿naturalmente?) luego de una de sus habituales borracheras, según declara el galeno que corroboró su muerte:

“El 15 de febrero de 1546 aquel boticario de Eisleben fue llamado con mucha prisa al despuntar el día junto al cadáver de Lutero, para que a indicación de los médicos, le administrara una lavativa para ver si con este experiencia lograban resucitarlo. Se la administre en efecto, y ‘tan luego como el boticario le acomodó le cánula, oyó que se desencadenaban en el recipiente del clister algunos vientos recios, pues a consecuencia del excesivo comer y beber, el cuerpo estaba lleno de jugos corrompidos; porque es del dominio público que Lutero había tenido una cocina ricamente abastecida y superabundancia de vinos dulces y extranjeros. Se cuenta de él como cosa cierta que en cada comida y en cada cena se despachaba con un azumbre de vinos dulces y de otras tierras”[12].

 

 

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Aviso: Cortamos por ahora con la serie de “Luterándonos", pero la seguiremos más adelante.

 



[1] Dictata in Psalteríum. Weim., III, 445. Cf. ademas IV, 363 (Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 16).

[2] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

[3] Weim., II, 736 (Henrich Denifle, op. cit., 44).

[4] Erl., 16, 90, año 1535 (Henrich Denifle, op. cit., 416).

[5] Henrich Denifle, op. cit., 427.

[6] Si hasta el mismo Kempis habla de discreción en la penitencia: “Los ejercicios corporales (es decir, las mortificaciones) se deben tomar con discreción, y no son igualmente para todos (…). Algunos indiscretos se destruyeron por la gracia de la devoción; porque presumieron de hacer más de lo que pudieron, no mirando la medida de su pequeñez, siguiendo más el deseo de su corazón que el juicio de la razón: y porque se atrevieron a mayores cosas de lo que Dios quería, presto perdieron la gracia” (Henrich Denifle, op. cit., 437).

[7] Erl., 2, 464; año 1533 (Henrich Denifle, op. cit., 370).

[8] Enders, III, 154 (Henrich Denifle, op. cit., 116).

[9] Erl. 30, 363 (Henrich Denifle, op. cit., 117).

[10] Mathesius en Loesche, Anal. Lutherana, p. 100, nº 100 (Henrich Denifle, op. cit., 117).

[11] Enders, VIII, 345 (Henrich Denifle, op. cit., 118).

[12] V. el documento en Paulus, Luthers Lebensende und der Eislebener Apotheker Johann Landau, (Mainz, 1896, p. 5) (Henrich Denifle, op. cit., 119).

16.03.17

Haciéndonos cargo de un antiguo sitio web

Y… uno quisiera quedarse tranquilo… ¡Pero es que no lo dejan! El “hagan lío…, hagan lío…” parece que nos pegó fuerte…

¡Pues ahí vamos entonces….!

Hace tiempo que nos vienen proponiendo hacernos cargo de un antiguo sitio web dedicado a la apologética católica. Se trata de una de las primeras páginas dedicadas a este tópico olvidadísimo hoy en la misma Iglesia (seguramente alguna vez se la hayan encontrado alguna vez “googleando” por ahí).

Pues bien; luego del trabajo generoso y desinteresado de algunos amigos, salió nomás y, desde ahora, la vieja página “Conoceréis de verdad” estará alojada aquí, sujeta a leves y paulatinas modificaciones.

Porque sólo la verdad hace libres.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

14.03.17

Luterándonos: Devotio moderna y obediencia ciega

Ya hemos analizado en otro lado los rasgos característicos de la Devotio moderna, una corriente de espiritualidad que, especialmente en el siglo XV comenzó a inmiscuirse lentamente dentro de los mejores círculos católicos y que aún perdura en el presente[1].

Entre sus características principales mencionábamos un reglamentarismo excesivo que terminaba por anular la persona al minar literalmente la conciencia. Por cierto y a modo de atenuante, hay que decir que Lutero había nacido en tiempo y forma para recibir lo peor y lo mejor de su época: una teología escolástica decadente y –por ende–una espiritualidad alejada de la tradición católica; no por nada Taulero era su “místico preferido”[2] e incluso,

 

“el célebre Gerardo Groote gozaba de gran autoridad aun para Lutero. Todos saben cuán poderosa fue la influencia de Groote sobre la vida monástica de su época[3] (…). “Con el espíritu de Rusbrokio (Ruysbroeck) está redactado el librito de la Imitación de Cristo que en tiempo de Lutero ya se había extendido muchísimo, tanto manuscrito como impreso. Está en las manos de todos, incluso de los protestantes”[4].

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11.03.17

Hidalguía

Reproduzco aquí un breve ensayo del padre Diego de Jesús, monje del Monasterio de Cristo Orante, en Mendoza, Argentina, sobre la hidalguía espiritual.

Que les aproveche.

P. Javier Olivera Ravasi

El otro día salió al pasar el tema de la alcurnia sobrenatural, esa nobleza que no procede ni de la carne ni de la sangre. Y pensaba: qué cierto es. Y también pensé: qué bello es que sea tan cierto y tan así.

Porque aquí lo curioso y maravilloso es justamente que se trate de una alcurnia verdadera, real. Y no de una falsa analogía, un equívoco, donde los términos analogados carecieran ya por completo de vínculo. No. No es de este mundo, no procede del abolengo terreno, es ajena a la estirpe de apellidos patricios, de un nobiliario por cultura, plata, fundos ni cosa por el estilo. No obstante si uno dijera que es absolutamente otra cosa, haría añicos la analogía y se quedaría con términos que suenan igual pero refieren a cosas por completo distintas. Como decir vino a la bebida y al pasado del verbo venir.

Pero no. Hay analogía.

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